Texto académico
Autores
Eduardo Ochoa Hernández;
Nicolás Zamudio Hernández;
Gladys Juárez Cisneros;
Filho Enrique Borjas García;
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan;
Pedro Gallegos Facio;
Gerardo Sánchez Fernández;
Rogelio Ochoa Barragán
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12. La acción de argumentar
Todos tenemos que aprender a inventar nuestras vidas, escribir nuestra historia e imaginarla. Necesitamos aprender estas habilidades de escribir para imaginar; necesitamos guías literarias que nos muestren cómo. Sin ellas, nuestras vidas son solo imitaciones de lo que otras personas fueron. Lo que un joven necesita, lo que todos necesitamos encontrar es la libertad académica para crear sentido por nosotros mismos y permitirnos crear una tradición intelectual que sea nuestro gran orgullo. Pensar al escribir y escuchar al leer, es un acto de la comunidad de conocimiento que requiere espacio, tiempo y silencio para asistir a los grandes de las letras y los números.
La lectura es tan activa como la audición o la visualización. Es un acto de configuración del cerebro. Lees a tu ritmo, a tu propia velocidad, no al ritmo incesante o a la incoherente velocidad de los medios de comunicación. Tomas nota de lo que reflexionas, no a lo que te empujan rápido y con apremiante control dentro de una clase cara a cara. Y aunque normalmente estamos solos cuando leemos, en realidad estás en comunión con otras mentes. No es un lavado, cooptado ni manipulado del cerebro la literatura, es un acto único de imaginación. La literatura es una conversación entre textualidad, sorprendente y confiable.
Los libros pueden ser objetos materiales, por supuesto, pueden ser tinta en pulpa de madera, un parpadeo de luz electrónica de leds en la palma de la mano. La tecnología digital no es la que importa, son las palabras en su arte gramatical generativa, en su puntuado, ortografía, objetividad, lógica y epistemología para el intercambio de la imaginación a través de la lectura y la escritura creativa. La guía más útil para prosperar intelectualmente es aprender el arte de pensar visitando la mente de muchos gigantes de la literatura.
¿A qué nos referimos con libertad académica? El concepto parece ampliamente aceptado por su interpretación a menudo poco discutida. Es más que el término libertad de cátedra, en cuanto a que no solo es un elemento básico de la libertad en el aula, en la investigación y en la expresión extramuros. Es un concepto teórico y legal. En su enfoque moderno, la libertad académica es una extensa y estimulante colección de derechos vinculados a la libertad intelectual para actuar en comunidades del conocimiento, para justificar el conocimiento privilegiando el diseño discursivo de la academia que contribuye a la educación del bien común, inspirada en el estilo de las sociedades éticas científicas. El indicador internacional por excelencia para medir la libertad académica, es la literatura que producen las comunidades epistémicas.
La libertad académica tiene en su definición una fuerte práctica desvinculada del activismo político, el apuntalamiento de administraciones de gobierno o la prostitución de su lenguaje a favor de empresas privadas de tecnologías y control de mercados de capital. Sin duda, libertad académica no es adoctrinamiento de estudiantes, no es el punto final de la discusión de las ideas, no es la voz oficial para hablar a las nuevas generaciones, no es el estándar ni acreditación de una tabla de contenido, ni lista de actividades, es la narrativa del diseño de los discursos que liberan la creatividad del intelecto de la sociedad. En cuanto al cáncer de la Pos-verdad de nuestro tiempo, la libertad de académica es el progreso ético de la demarcación entre el estilo de pensamiento científico y, las falacias de la demagogia pedagógica.
La pos-verdad, en el aula es la acción de hacer énfasis en “esto es”, sin aportar vías de razonamiento que justifican, describen, explican, categorizan, calculan, fundamentan y demuestran para colocar el aprendizaje dentro de las ideas vigentes de nuestro tiempo. La libertad académica simplemente es la actividad intelectual que desmonta para su análisis riguroso y formal las ideas, que quita el polvo de las apariencias, la corrupción del sesgo cognitivo, que aporta el amor por la verdad y los valores epistémicos que resuelven un ascenso semántico de reconstrucción del ensamblado de los argumentos.
Si fuéramos criaturas solitarias nada de esto nos molestaría. No tendríamos conflicto moral por renunciar a la verdad, ni conciencia social por no colaborar para conocer al mundo. Pero somos mamíferos con cerebro social. Estamos atentos a las ideas de aquellos con los que hacemos comunidad. Podemos estar poderosamente motivados para colaborar, incluso cuando hacerlo implica ir en contra de nuestros intereses egoístas. Por tanto, puede ser motivado a decir verdad cuando una mentira sería egoísmo. Tenemos conciencia, o como a veces razonamos en ello, un cerebro que se encarga de que tengamos conciencia.
Algunos de los pensamientos más profundos sobre la moral humana se originaron con los filósofos griegos, Platón, Aristóteles y Sócrates sin tener ellos una palabra como “conciencia”, dado que fue inventada hasta el imperio romano, que significó “conocimiento en común”. Los filósofos emplearon la palabra “Scientia” para referir al sentido moral de compartir conocimiento. Invocar la interpretación de la conciencia plantea la cuestión de la fuente de conocimiento humano, no del bien y del mal, sino de las normas sobre lo verdadero. Sócrates tenía una preocupación en el curso de la vida con la forma en que llegamos a nuestras convicciones de reclamar certeza sobre lo que está bien y lo que está mal, incluso cuando la certeza esta fuera de lugar. Al revelar el modelo de sus propias deliberaciones morales, se refirió a su voz interior, donde podríamos hablar de conciencia. Siempre modesto, Sócrates explicó que su voz interior no era del todo confiable y a veces podría desviarlo. Reconociendo la falta de fiabilidad de su voz interior, lo que lo llevó a pensar que la sabiduría moral requiere admitir nuestra ignorancia e imperfección. Identificó la sabiduría mala, advirtió que esta tiene la mirada de convicción dogmática y a la certeza, que puede ser consoladora de que no causamos daño con las causas de actuar en consecuencia.
Nuestra conciencia es un algoritmo que se observa a sí mismo y se puede modificar como resultado de sacar conclusiones. Otras veces no es una voz interior en absoluto, sino una inquietud en el sentido de lo que hay que hacer. Como proceso mental que no puede evitarse, la conciencia es el juicio de un individuo sobre lo que es moralmente verdadero o incorrecto apoyado en la razón. Refleja el estándar cultural de conocimiento y las formas de veredicto de razonamiento y sentimiento que nos instan a una dirección general. Es un juicio que da forma al impulso de la acción específica para la paz o en su fracaso, para el estado de violencia.
Los niños aprenden la palabra conciencia como compasión, más cuando tienen la suerte de contar con un perro como compañía, este les permite aprender sentimientos interiores que a la larga dan signos de respeto por el can. La conciencia no es solo abstracta, sino tiene una dimensión emocional social producto de las normas de la comunidad. Al principio, en el niño su conocimiento será egocéntrico y, es con la socialización que realmente se hace consciente de las normas culturales. El aprenderá que la vida social está plaga de pequeñas sutilezas de cambio de criterio según sea el contexto. El punto de partida del acto profundo de conciencia, es un malestar o riesgo evidente entre elecciones posibles. A veces, aprendemos que no hay nada correcto que hacer, solo lo menos terrible. Ya en estos conflictos entre valores, finalmente asentamos que debemos razonarlos para hacerlos coincidir con algún plano moral, por ejemplo, podría ser el propio canon ético de la ciencia.
Es tentador considerar que nuestra conciencia nos entrega ideas morales universales. Cuando ni siquiera hay alguien con la autoridad de segura certeza, así que nuestros juicios de conciencia no logran alinearse con la verdad absoluta. La no certeza total es la humildad de Sócrates ante nuestra imperfección y naturaleza tambaleante de nuestra conciencia. Hay dos preguntas en este punto, ¿Qué es la verdad parcial? ¿Y por qué preguntar dispuestos a conformarnos con ello? La respuesta rápida es que hay parcelas de la realidad en las que, si no fuera por la verdad parcial, no tendríamos nada. Ahora es momento de preguntarnos qué se entiende por parte de una hipótesis: la idea posible de la ingenuidad sobre la parte de la totalidad de la verdad absoluta. Una hipótesis es parte de la implícita verdad dada a luz por la base axiomática de la razón humana.
A incluye B, en otras palabras, solo sí implica a B.
Este paradigma de inclusión supone que los hechos son una relación lingüística de referencia con la realidad. Nada más erróneo, el lenguaje incluye a la verdad, pero el lenguaje jamás podrá ser la verdad misma. Una hipótesis es un juego de razón, más inclusión que implicación, al parecer. Las hipótesis son sistemáticas en el trabajo de la comunidad científica, esto sugiere que el hombre acorrala con su razón a la escurridiza verdad, la hipótesis es algo más que una mera implicación, es la confianza de que la colaboración humana puede lograr más que cualquier hombre en solitario. Describir, justificar, explicar, producir consensos, ordenar el estado del arte del conocimiento y extender la epistémica en las partes de la hipótesis, es una consecuencia general de prosperar en la búsqueda de la verdad. La conciencia asume un estilo de pensamiento sistemático hipotético deductivo sobre la realidad, y este sistema de proposiciones es la mejor herramienta para distinguir el conocimiento de las falacias.
Platón decía: “Sócrates es el más sabio de todas las personas porque sabe que no sabe nada”. Tan pronto como recordamos que a nuestro hijo le leímos poesía, para prepararlo para la inevitable pérdida por venir. Intentando asegurarle que los caminos del mundo que habitaría, tendrán símbolos a la orilla del camino para darle sentido a descubrir lo desconocido. Es que a menos que esté en casa de la ciencia, a menos que haya adoptado leer como hábito, no estará seguro y a salvo de ser convertido en esclavo de la historia. El papel de la proposición y la metáfora no es solo describir nuestra experiencia de la realidad material o de lo humano. El lenguaje utilizado con maestría articula las nociones de pensamiento, con ello, puede ser que logremos ser en nuestro lugar, modernos de nuestro propio tiempo.
Puede que anhelemos la certeza, pero tenemos que vivir con hacer lo mejor que se pueda. Podemos inventar un mito para explicar nuestra certeza, aprovechando las verdades morales universales. Sin embargo, la realidad pronto disolverá este mito. Voltaire, filósofo francés de la Ilustración, resumió concisamente la situación de las cosas: “la incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza es absurda[1]”. Tiene razón, debemos tomar alguna decisión u otra, o no actuar puede ser la peor de las decisiones. Saber que estamos haciendo lo mejor que podemos con apoyo del conocimiento disponible, es la voz socrática más recomendable.
Nuestra obligación moral más fundamental, es actuar con nuestra conciencia. La conciencia no siempre es una guía de certeza, porque a veces las cosas resultan mal, a pesar de los juicios realizados, honestamente reconozcamos que sin el conocimiento es el peor consejo para actuar sobre cualquier cosa.
Es de noche. Un joven es llevado a un carro resplandeciente por las hijas del Sol a las puertas de los caminos de la noche y del día. Allí es recibido por una diosa sin nombre que lo guiará hacia la realidad y la verdad (Aletheia[2]).
Esta es la escena inicial del poema didáctico de Parménides sobre la naturaleza. Es la primera obra filosófica, donde esto deber ser entendido como el estudio lógico del pensamiento y de lo que es el ser. Se puede mirar a este poema como el origen de la idea misma de la lógica filosófica, la idea de un estudio que logra una iluminación del pensamiento y lo que es: una iluminación mutua del pensamiento, y dar luz a través de una clarificación de la actividad discursiva humana en la que la verdad (realidad de Aletheia) es un juego. La lógica es entendida como compromiso personal desde dentro de la actividad del pensamiento, esta permite la articulación y la comprensión del conocimiento. La persona así entendida es lógica. Es la actividad del “yo lógico”, en el sentido de actividad que esclarece nuestro mundo.
Asumimos la convicción de que la lógica solo puede progresar trabajando a través de ciertos puzzles, como los que salen a la vista una vez que uno es golpeado por lo desconcertante de lo desconocido y escribimos pronunciando a la diosa que se encuentra a la entrada de la realidad, como en el poema de Parménides, es la conciencia. Se ha vuelto en nuestro tiempo difícil ser golpeado por lo desconocido, cuando somos bombardeados por información del “esto es”. Este efecto de Big Data nos hace propensos a pensar que ya todo lo desconocido se ha dejado atrás.
Nuestro exceso de confianza está fuera de lugar, se deriva de que nuestra concepción de escritura actual, en su lógica y lenguaje no la vemos en toda su sofisticación técnica y de pensamiento matemático. Esta concepción es inadecuada para las tareas de explorar la realidad y reconocer el discurso objetivo. Abrir la puerta en el poema de Parménides, es tomar la ruta de adoptar la escritura como medio para pensar con rigor y crearnos un camino de investigación colaborativa, en el que compartir conocimiento y justificar nuevas hipótesis, puede aclarar lo que pensamos como realidad y verdad.
La elección es entre el camino del discurso de lo que esto es y el camino de lo que no es. Podemos llamarlo en sentido positivo, la manera objetiva y la manera subjetiva. La verdad dice el poema, es un progreso de revelar en la prosperidad lógica lo que se puede saber. Es evidente que el camino negativo, es alejarnos de la realidad genuinamente disponible. Cuando a los jóvenes no se les educa en la acción de justificar como habito de estudio, el verbo griego de “ser” (esti), su lectura moderna seria “pensar”, estamos tendenciosamente instalándolos fuera del compromiso personal con la lógica, es decir, los condenamos a la pos-verdad. La objetividad, se atribuye a lo que existe y el segundo, la subjetividad a realidades virtuales. Podemos distinguir que el verbo griego de “ser”, y el concepto de “ser”, se distinguen, lo existente “es” y lo predicativo “es”, podría confundirse la idea sintáctica con una semántica. Existencia y sentido predicativo. Expresar existencia es un sentido de lo verídico, claro dentro del verbo ser, significa ser verdadero o por lo menos pretende decir es verdad. Esto es una naturaleza discursiva propositiva hipotética deductiva, un verbo que toma una proposición. El uso verídico de “ser” no es en modo alguno existencial, sino lógico.
El discurso objetivo es una narrativa de la verdad en términos de una supuesta correspondencia entre dos tipos de ser verídicos que están implícitos, su uso dentro de un sistema lógico formal y su uso como un concepto existencial del universo: los hechos. Así que Parménides aporta una fuerte lectura de lo que es verdad y lo que es real como objeto de investigación. Hay todo tipo de razones por las que uno podría dudar en atribuir una teoría de la verdad por correspondencia a los hechos a los antiguos filósofos griegos. Pero basta con que nuestros propósitos simplemente tomen nota de que la declaración de la diosa de “verdad y realidad”, parece no dejar duda que la noción de una correspondencia entre pensar y ser. Parménides ofrece una tesis no sobre la relación implicativa entre ciertas proposiciones, sino sobre la necesaria conexión entre el conocimiento (noein) y su objeto, y su afirmación solo puede expresarse en términos ontológicos. En el mundo material la tesis puede expresarse: “lo que podemos saber, o lo que sea que se sepa, es un hecho definido, un estado real de las cosas”. Ontológico, es el estudio de la naturaleza del ser en cuanto a existencia y realidad. Parménides distingue sin duda alguna entre lo formal y lo material, pero se da cuenta que “pensar y ser es lo mismo”, por el hecho que el lenguaje no es en absoluto la cosa observada.
Si leemos esta suposición a la luz de Kahn, nos llevará a concluir que lo que significa “pensar y ser es lo mismo”, el pensamiento llega hasta el final de lo que es el caso, no hay brecha entre la idea de algo y lo que algo es. Esto nos permite escuchar el argumento de la diosa contra la forma negativa: dado que pertenece a la naturaleza misma del pensamiento (los hechos), llegar hasta el final del caso, la negación y la falsedad no pueden ser comprendidos; por lo tanto, la negación y la falsedad son ininteligibles.
Pensemos una forma alterna a la de Kahn, si uno afirma “pensar y ser es lo mismo”, que deja lugar para un relato de la verdad en términos de una idea de correspondencia entre pensar y ser. Uno lo interpreta mal, la verdad del pensamiento depende de algo que es externo al pensamiento. Puede asegurar la inteligibilidad de la negación y la ficción abriendo una brecha entre el pensamiento y el ser, abandonando la similitud del ser y el pensamiento a favor de una noción de pensamiento como representación de lo verdadero o lo falso, en virtud de algo en realidad que es extrínseco a la actividad del pensamiento relacionado con el pensamiento. Así que, la afirmación de que el pensamiento y el ser son lo mismo debe entenderse como una expresión desde un punto lógico.
Lo que esto demuestra es que no hay brecha entre juzgar algo P y la evaluación del mismo juicio verdadero (realmente estamos juzgando P). La transición de una sentencia a una evaluación de su verdad no se basa en el reconocimiento de ningún hecho nuevo. La apreciación del propio juicio es la verdad interna del acto mismo de juzgar. La concepción del pensamiento como representación de una realidad externa a ella no nos permite decir eso. Abre una brecha lógica entre el criterio de uno y la apreciación de su criterio como cierto, ya que requiere que la apreciación se refiera en lo absoluto a una relación entre el pensamiento y algo externo a él, que lenguaje sea igual a lo real.
Ya con Frege, podemos decir que la verdad y la falsedad de un pensamiento depende de algo extrínseco a su identidad lógica como pensamiento[3]. Sin embargo, el verbo verídico “es lo verdadero”, no expresa ninguna propiedad intrínseca, es una relación a un pensamiento. Cuando hablamos de los hechos del mundo, nos referimos a pensamientos verdaderos, en otras palabras, lo que es la cosa, es simplemente un pensamiento verdadero[4].
¿Cómo podemos pensar lo que no es la cosa? Si creo que QFB está en llamas cuando no está en llamas, el hecho de que esté en llamas, no existe, entonces, ¿cómo puedo pensar esto? Es el misterio de la negación, así no son las cosas, y sin embargo, podemos decir cómo no son las cosas para decir lo que son.
Este silogismo, es una secuencia de proposiciones -premisas y una conclusión- de tal manera que no hay una brecha lógica entre mantener conjuntamente las premisas y celebrar la conclusión. El silogismo, en este sentido, refleja en última instancia qué juicios son tales que pueden mantenerse unidos en una sola conciencia. Esta comprensión del silogismo debe ser contrastada con la concepción de inferencia de Frege: es como girar en lo que uno tiene derecho a concluir dados esos juicios que uno mismo sostiene en antecedencia como verdaderos. Esto nos lleva a descubrir que la unidad general interna a cualquier juicio es su composibilidad con otros juicios en una sola conciencia o también podemos llamarla idea.
Reconocemos la unidad lógica conceptual en P verdadera y en no-P falsa, comparte el mismo núcleo semántico, pero, es la lógica sintáctica de la proposición la pieza de información que nos deja la siguiente pregunta, ¿Qué es para P que ocurra en otra propuesta? Ciertas piezas comunes que están en muchos silogismos del pensamiento son hechos, son del tipo conceptual que pueden estar en muchos argumentos en contextos incluso extremos en sus semánticas.
Wittgenstein refiere a que el sistema de pensamiento no puede componerse de piezas únicas de razonamiento. Pensar debe ser algo único. Cuando decimos, “tal es el caso”, significa que podemos expresarnos en una nueva vía de hipótesis. Pensar es un habla de asombro. Es provocado por la similitud de pensar y ser. Se dice que la afirmación de la similitud es una paradoja expresada en forma de estilo de pensar. El cómo organizamos las cláusulas, es a través, de los operadores discursivos, esta fórmula discursiva de la razón permite encapsular a las premisas dentro de una unidad de conciencia (argumento). La combinación de formas de sentencias desde su gramática generativa, el empleo de número e identidad del operador modal, la inferencia deductiva o indicativa; los hechos involucrados y los metaargumentos que dan coherencia a la teoría, todos estos elementos tienen la naturaleza del lenguaje, son infinitas sus posibilidades creativas. Es aquí donde al componer un discurso argumentativo bajo esta metodología que inevitablemente desarrollamos pensamiento original.
El término argumento tiene un significado técnico y por supuesto, también lo tiene coloquial. Aquí el significado técnico es el que importa. En el sentido técnico, los argumentos tienen dos partes en su estructura, un conjunto de premisas y una inferencia de conclusión. Las premisas son ese primer conjunto de información que se utiliza como base para generar la nueva información. La conclusión es esa nueva información y el argumento es una idea, es un conocimiento.
Para identificar a las premisas y a la conclusión, observamos que cada proposición es una sentencia con la posibilidad de dos estados, Falso o Verdadero. Solo sentencias con estos dos estados posibles son premisas o comandos de conceptos en acción, así serán consideradas como parte del argumento. Si son verdaderas las sentencias, estas aportan juicios para pensar como verdadera la inferencia de conclusión. En otras palabras, las premisas apoyan a la hipótesis de la conclusión. Atacar a las premisas y lograr que permanezcan verdaderas es la noción detrás, el fundamento de la conclusión. Las premisas son organizadas en cláusulas o también llamadas cadenas de razón, fórmulas de lógica modal y doxástica. La primera es la lógica referida a la cadena de proposiciones y la doxástica, a la lógica de conceptos tales como hechos y especulativos. El argumento es desde esta óptica, un conjunto de instrucciones diseñadas para emitir otra instrucción en su conjunto. Las declaraciones que proporcionan apoyo a las premisas en su conjunto lógico modal realizan lo propio en apoyo a la declaración de conclusión.
Y una inferencia es solo el proceso por el cual se crea un argumento, generado por las instrucciones o comandos del conjunto de premisas. Cuando la estructura de comandos en sus sentencias que pueden ser verdaderas o falsas (proposiciones), no tienen una inferencia que está respaldada por premisas, esta estructura lo llamaremos cláusula o cadenas de razón y no argumento dado que no alcanzo en su estructura el criterio de la inferencia de conclusión.
A menudo la inferencia es indicada por operadores modales como: por lo tanto, en fin, así, entonces o porque entre otros. La proposición de conclusión seguirá al operador de inferencia. Antes de profundizar más, vale la pena examinar dos cualidades que aunque no son deseables, no prohíben que un conjunto de sentencias sea un argumento. En primer lugar, a veces las premisas están destinadas a apoyar la conclusión, es decir, sus conceptos que incluyen no están en incompatibilidad con el concepto en la conclusión, de lo contrario no lo hacen. Por cualquier razón, si proporcionan poca o ninguna justificación sus conceptos para creer en la conclusión, están destinadas a apoyar no lograr un argumento. Pero si cada proposición es una premisa con una acción conceptual compatible entre ellas y la conclusión entonces podremos llamar a esta estructura argumento. Damos un par de ejemplos:
P1 Rogelio se durmió con su libro de matemáticas como almohada.
P2 Durmió durante 8 horas.
C Por lo tanto, su desempeño en el examen de literatura será favorable.
P1 El número 7 es un número real.
P2 7 es el cuarto número primo en la secuencia creciente dentro de los reales.
C Por lo tanto, el número 7 es un número real y parte del conjunto de los números primos.
Los dos ejemplos son argumentos por su estructura, pero el primero muestra incompatibilidad de sus conceptos, y en el segundo su inferencia trasmite conceptos compatibles con sus premisas. Cualquiera que sea el caso de la estructura del argumento, si está en sus proposiciones tiene contradicción semántica de sus conceptos, las premisas no apoyaran a la inferencia de conclusión. Es decir, las instrucciones o comandos son incompatibles conceptualmente, a pesar de ser por estructura de su sintaxis un argumento, por semántica no lo es.
Consideremos el siguiente argumento
Argumento 1
P1 Rogelio y su amigo viven a pocas cuadras de la universidad estatal.
P2 El amigo de Rogelio parece de unos veintidos años.
P3 El amigo de Rogelio usa distintivos y camiseta con el logotipo de la Universidad Michoacana.
C Por lo tanto, el amigo de Rogelio asiste a la universidad estatal.
Tenga en cuenta que incluso si las tres premisas son verdaderas, todavía existe la posibilidad de que la conclusión sea falsa. El amigo podría no asistir a la universidad más cercana, sin embargo, si las premisas son verdaderas, entonces hay un alta probabilidad de que el amigo de Rogelio asista a la universidad estatal. Mientras que Rogelio no llegue a estar absolutamente seguro, algunos argumentos, si las premisas son verdaderas, entonces la conclusión tiene que ser cierta. Considere los siguientes argumentos:
Argumento 2
P1 Patricia está en el aula digital o en la biblioteca.
P2 No está en la el aula digital.
C Por lo tanto, ella está en la biblioteca.
Argumento 3
P1 Todas las personas son mortales.
P2 Platón es un hombre.
C Por lo tanto, Platón es mortal.
Los argumentos 2 y 3 tienen una característica que carece el argumento 1. Para estos dos, si las premisas son verdaderas, entonces no hay manera de que la conclusión pueda ser falsa. Esta distinción entre una conclusión que es cierta frente a una que es probable y solo es constatada al validar sus premisas, es algo estándar del pensamiento hipotético deductivo valido, mientras los casos 2 y 3 son un estándar del pensamiento hipotético inductivo.
Un argumento es válido deductivo cuando se da el caso de que las premisas son verdaderas para que la conclusión también lo sea.
Un argumento es válido inductivo cuando el caso del argumento no es válido deductivo, es decir, sus premisas a pesar de ser verdaderas, solo hacen probable que la conclusión también lo sea.
Al evaluar un argumento debemos identificar si cumple con cualquiera de estas dos alternativas lógicas. Podemos en resumen decir, que un argumento que garantiza las verdades de sus premisas entonces intenta garantizar la verdad de la conclusión, este es deductivo. Un argumento si tiene contradicciones en sus premisas y, sin embargo, su conclusión es verdadera, este es inductivo, y en este la secuencia puede invertirse, aún si en sus premisas no hay invalidez, no se garantiza que su conclusión sea verdadera.
Referencias
[1] Voltaire. (2019). Complete Works of Voltaire 29B: Precis du siecle de Louis XV (II): ch.17-43, appendices (Critical edition ed.). Voltaire Foundation.
[2] Miller, M. (2006). Ambiguity and Transport: Reflections on the Proem to Parmenides’ poem. Oxford Studies in Ancient Philosophy.
[3] Dummett, M. (1981). Frege: Philosophy of language. Harvard University Press.
[4] McDowell, J. (1996). Mind and world. Harvard University Press.