Texto académico

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18. Pensamiento narrativo


Con cada nueva lectura de texto, nueva información se integra en el cerebro del lector, es un cambio necesario para su escritura que se permite el arte de pensar. La investigación del cerebro dada por los biólogos modernos, reconoce que este está cableado en sus redes neuronales mediante una narrativa[1], levantando así el velo sobre lo que, específicamente, el cerebro está hambriento de cada historia encontrada en el cine, en videojuegos y en los libros. Aún más emocionante, resulta que una historia poderosa puede producir empatía y seducirnos con sus razones a que experimentemos vivencias de identidades distintas. 


La narrativa es lo que estructura la experiencia humana, este lenguaje le permite al cerebro organizar el contenido como unidades de conciencia (en modo de vivencia), proceso en que se reordena la experiencia. Lo narrativo es una acción de organización del tiempo, este proceso es pensamiento narrativo al modo expresado por Jerome Bruner[2]. Construir la objetividad, se da dentro de una narrativa que revela la secuencia de justificaciones lógicas científicas, en este panorama de conciencia predominan procesos argumentales encadenados por una vía de lo narrado. Así como hablamos de nuestro Yo como una unidad narrativa, cada nuevo conocimiento es organizado de la misma manera. El discurso narrativo categoriza los diferentes tipos de información y sus conexiones alternativas, al mismo tiempo que cambia el flujo racional sobre los temas discutidos. Así que, la temporalidad es un recurso del ritmo reflexivo del pensamiento expresado. 


Nuestra postura sobre la mente en su aprendizaje, se opone a los conductistas que hacen de su bandera el asociacionismo y el reduccionismo. Estamos en línea con Weimer en verle como evolucionista[3], que se enriquece de la epistemología de la complejidad[4]. Cuestionamos el supuesto de que, hay una relación de referencia entre conocimiento y el orden de la realidad, nos inclinamos en ver al conocimiento como un consenso de la discusión hipotético-deductiva, donde las conclusiones intersubjetivas son el mecanismo social de progreso en el conocimiento. Esta mente narrativa construye significado en una red de conceptos, es un dispositivo activo que incorpora procesos de pensamiento como estilos de razonamiento. Se organiza en el proceso de cambio emocional descrito por la psicología cognitiva[5]. En el fondo su dinámica del habla, descansa en modelos de fórmulas de gramáticas generativas, lexicón y operadores discursivos como piezas del procesamiento del lenguaje[6]. Su lógica es esencialmente modal[7]. Además, los procesos emocionales tienen el poder de corromper la objetividad de las ideas, es decir, la razón es afectada por el sesgo cognitivo[8]. Deducimos de esto, que modificar el estado de la mente narrativa es aprendizaje intelectual (proceso creativo) en un marco de vivencia histórico, significa, que esta postura asume que el diseño discursivo de la literatura académicas es el vehículo de progreso ético de las sociedades. Este marco teórico de la mente, concuerda con el posracionalismo de Vittorio Guidano[9], en este campo, el conocimiento es visto como un sistema autoorganizado de experiencias que modifican los significados que damos a la vida humana, la existencia y sus teorías.


Pero hay un arte en esto. Para que un diseño discursivo cautive a un lector, este debe satisfacer continuamente sus expectativas de los ¿por qué?, ¿cómo? ¿quiénes?… Esto es sin duda lo que llevó a Jorge Luis Borges, a notar que el arte de la narrativa es un juego algebraico de cálculo en un espacio infinito de posibilidad de significado. El cálculo es esencial para segmentar el discurso en su diseño, es la estructura discursiva de la narrativa. En esta álgebra participan con especial importancia los operadores modales. Si bien la pasión impulsa a escribir, la coherencia lograda depende enteramente de la lógica modal. Algo que decir al escribir, es en apego el reflejo de nuestro estilo de pensamiento. 


Para diseñar un discurso académico, el flujo histórico debe ser capaz de involucrar a los lectores en la deconstrucción de las piezas que justifican cada razonamiento. La pasión no es suficiente. Los escritores novel a menudo creen erróneamente que, todo lo que necesitan para crear literatura es una historia exitosa del conocimiento, sin considerar el fuego de las discusiones que lo generaron. Este flujo es un viaje a la chispa creativa de la comunidad de conocimiento, esas preguntas que despertaron la oscuridad en la ciencia; sin duda es un viaje histórico hipotético deductivo. Sin darse probablemente cuenta, cada palabra que escribe está con seguridad conectada a un sistema de conceptos (teoría), hechos de referencia y a un marco lógico al modo de un álgebra de lo posible. 


El contestar los por qué, los escritores a menudo tienen problemas para abrazar un discurso coherente y emocionante; pasa por el diseño de facilitar una narrativa al lector, su comprensión puede reconocerse en el deslizamiento de las justificaciones de los pensamientos escritos. Reconocemos que una buena narrativa que integra los argumentos y las cláusulas al cableado del cerebro, se asimila como una experiencia que le es natural. Cuando el lenguaje escrito evoluciona dentro de una narrativa que expande los significados, es justo en este diseño, que la mayoría de lectores se enganchan con la complejidad de los asuntos discutidos. Nuestro cerebro que cuestiona cómo está creado el pensamiento y convincentemente imagina la realidad objetiva. 


En este marco de ideas, la educación en línea, es un discurso académico diseñado para enganchar con su narrativa a la experiencia de conocimiento. Es decir, esencialmente es literatura, una configuración de imaginación coherente. Esta experimentación intelectual del texto, provoca al lector sentir un fluido de reconstrucción de las justificaciones, esas mismas que sostienen a la razón expresada en los argumentos y a las habilidades involucradas por las disciplinas.


Así que, no es de extrañar que tendamos a ser totalmente ajenos al hecho de considerar  como esenciales a las tecnologías informáticas y la intrincada plataforma de software que permite construir el espacio para hacer coincidir a la comunidad de conocimiento. Esto a menudo nos engaña, la conversación autentica con el pensamiento justificado, fundamentado, demostrado, explicado, categorizado es un diálogo con el diseño intencional de una narrativa académica.


Aprender en línea, es el verbo de la conversación en la literatura, nos detenemos aquí para analizar respondiendo conscientemente. Consideramos a la narrativa como el real enganchado de la atención del cerebro del aprendiz. Esto es cierto para la novela, como para el texto académico con propósitos de aprendizaje en línea. Los sentidos de algún aprendiz están bañados con unas 10 mil piezas de información en un aula, su mente consciente es capaz de registrar y enfocarse en lo deseable[10]. Pero aún, tratando de concentrarse el novel solo puede procesar algunas piezas a la vez, en un mal día, quizá ninguna. Pero cuando el discurso no está en el aire como ondas de sonido, sino en forma de literatura, siempre puede regresar en otro momento para estudiar el contenido. Estar en línea, es tener en todo momento a disposición una conversación con un texto literario, es allí donde está el arte del estilo de pensamiento científico, dentro de una fluidez narrativa que le permite abordar la complejidad con una naturalidad para su reflexión profunda. 


Los neurocientíficos creen que la razón por la que los estudiantes reportan sentirse sobrecargados de información en temporadas de exámenes, es que han estado mucho tiempo, expuestos a definiciones y procesos mecánicos de resolución de ejercicios, no se les permite vivir experiencias intensas de narrativas sobre el conocimiento. Es aún más crucial ahora, porque una vez que dominamos el mundo físico, nuestro cerebro evolucionó para enfrentar algo mucho más complicado, evolucionamos para explorar nuestra mente. Como resultado, la narrativa nos ayuda a sobrevivir y también en el sentido social, nos provee del medio para hacernos más compasivos y solidarios[11]. Cuando leemos estas líneas nos damos cuenta que la biología nos permite de forma exquisita la habilidad del lenguaje que incita el milagro de pulir nuestros cerebros. Cuando integra en su imaginación este texto, compartimos al mundo nuestros secretos, acortando las distancias en el tiempo y el espacio, la narrativa está tan estrechamente ligada a la civilización nacida del mito, que es imposible que la educación no se de cuenta del error que se comete contra la juventud cuando se le relega a ser pasiva receptora de información.


La narrativa no es simplemente algo que le pasa a alguien, si lo fuera, estaríamos cautivados por leer el diario sincero de un extraño que cada día escribe para su existencia. La narrativa es lo que sucede y afecta a alguien que está tratando de lograr lo que resulta una meta difícil y cómo es que él o ella cambian como resultado de la vivencia de conocimiento. Narrar está más allá de la trama o incluso de lo que sucede en ella. Es sobre, cómo nosotros cambiamos en el mundo que nos rodea. Narrar es crear un viaje interior anclado a trabajar al unísono para crear lo que parece al lector como realidad, solo que más nítido, más estructurado y nos filtra de todo lo que nos distrae de la situación que nos ocupa.


Seamos sinceros, estamos todos ocupados de muchas tareas diarias. Y cada vez que realizamos una de ellas, en nuestra cabeza constantemente la conciencia nos recuerda lo que realmente deberíamos estar haciendo en ese momento en lugar de lo que estamos haciendo en realidad. Lo que significa que, para no distraernos de nuestro entorno inmediato, la narrativa tiene el poder de captar nuestra atención, como dice la escritora Jonah Lehrer, nada enfoca más a la mente que la sorpresa como flujo de la narrativa. 


El propósito de una narrativa es dar sentido al mundo, no descubrirlo como un simple  “esto es”, sino armar la discusión que justifica su verdad. La medida de la verdad o la falsedad de una narrativa está en consecuencia de sus cuerpos hipotéticos deductivos y sus valores epistémicos. Cada nuevo razonamiento de justificación, proporciona a los estudiantes un sentido de identidad personal, un sentido de vida comunitaria, una base para la conducta moral y, explicaciones de aquello que aún no se puede conocer. Sin una narrativa, la vida no tiene sentido. Sin producir significado, el aprendizaje no tiene ningún propósito. El aula debe dejar de ser un espacio de detención, a un espacio de atención en lo que hay que razonar. 


Así que, para que un texto nos atrape en seducción racional y emocional, no solo debe estar sucediendo algo en él, sino que también debe haber una consecuencia que podamos anticipar. Como lo revela la neurociencia, lo que nos atrae en una narrativa y que nos mantiene en el disparo de la dopamina, es lo que indica que la información está en camino de sorprendernos pista a pista en el flujo del contenido[12]. ¿Qué significa esto? Cómo lectores sondeamos ansiosamente cada pieza de información en busca de significado, preguntándonos constantemente si El Progreso de la lectura nos complacerá en una especie de reflexión motivada por nuestros deseos y aspiraciones. Se dice que una persona puede pasar cuarenta días sin comida, tres días sin agua y, unos treinta y cinco segundos sin encontrar significado. Es un imperativo biológico, siempre estamos en la búsqueda de significado, no en el sentido metafísico: ¿cuál es la verdadera naturaleza de la realidad?, sino en el sentido mucho más primario, muy específico. ¿En una taza de café por la mañana qué espero? ¿Cuánto tiempo estamos en casa? ¿Por qué el perro ladra cada noche? ¿Por qué estoy tan tranquilo?


Siempre estamos buscando el porqué debajo de lo que está sucediendo en la superficie. No solo porque nuestra supervivencia puede depender de ello, sino porque es estimulante para la existencia humana. Nos hace sentir algo, es decir curiosidad. Y conduce a un algo más potente por la anticipación de conocimiento: ahora tenemos hambre, una sensación causada por esa agradable fiebre de la dopamina. Debido a que ser curioso es necesario para la supervivencia (¿Qué es ese susurro en las estrellas?), la naturaleza lo alienta. ¿Y qué mejor manera de fomentar la curiosidad que siendo elegantes en la gestión del conocimiento? Es decir, en el estilo científico de generar notas que permitan a la razón actuar con rigor. Por eso una vez que la curiosidad despierta como lector, tenemos un interés emocional y conferido en averiguar lo que sucede a continuación. ¡Y bingo! Sientes ese delicioso sentido de urgencia que la dopamina en todas las buenas narrativas, enciende instantáneamente nuestra razón profunda.


Hojeando un libro. ¿Qué pasa cuando no podemos anticipar lo que podría pasar después, cuando ni siquiera puedes entender lo que está pasando ahora? Por lo general, decides encontrar algo más para leer, pronto un manuscrito bien intencionado es publicado por una universidad, deseando que un intérprete venga y haga de este mundo un mejor lugar. Podría sentir la intención ardiente de su prosa, sentir lo que había intentado decir importante el autor. El problema era que no tenía ni idea de qué. Piense en lo exasperante que es el mundo real cuando alguien comienza una larga narrativa que explora la realidad. A estas alturas probablemente estamos nerviosos moviéndonos de pie y pensando, ¿de qué estás hablando y por qué debería importarme? Es decir, si sigues escuchando. Es lo mismo con la primera página de una historia. Si no tenemos una idea de lo que está pasando y por qué le importa al narrador, no lo vamos a leer. Después de todo, alguna vez has entrado en una librería, sacado una novela de la estantería, leído las primeras páginas y pensando, ya sé, esto es un poco aburrido y, realmente no me importa este contenido, pero el autor encuentra con esfuerzo mucho talento y probablemente, reconoces algo importante. Decides llevar el libro a casa, leerlo y recomendarlo a todos los amigos. 


¿Qué buscamos en esa primera página? ¿Estamos analizando conscientemente cada frase? ¿Sabemos lo que desencadena un punto de inflexión finamente calibrado cuando leemos y nos atrapa su narrativa? Claro que no. Es decir, no conscientemente. De la misma manera que algunos músculos necesitan moverse para parpadear y elegir un libro, el inconsciente de nuestro cerebro cuestiona desde la primera frase de un libro ¿por qué debo leerlo? ¿De qué trata este libro?


Suena como una gran pregunta. Es, por eso que lo exploramos en profundidad. Entonces, ¿podemos contestar esto en la primera página? Raramente. Después de todo, cuando conoces a alguien nuevo, ¿puedes saber todo lo que hay que saber de esa persona en la primera cita? Absolutamente no. La narrativa de la misma manera ocurre. ¿De quién es el texto? ¿Qué sucede en el texto? ¿Qué está en juego si lo leo?


Todos sabemos que una narrativa necesita un protagonista, puede de ser algún investigador líder, tema o historia de un logro de conocimiento; incluso estas piezas juntas. No hay necesidad de discutirlo, ¿Verdad? Pero, esto es algo que los escritores a menudo saben, contar una historia al lector para que sienta impulso a conocerla, a invertir tiempo en investigar todo lo que en el texto le sea desconocido. Subimos dentro de los hechos protagónicos, disfrutamos de los sistemas de explicación…, nada es neutral. Lo que significa que tenemos que conocer al asunto protagonista lo antes posible, con suerte, en el primer párrafo. 


¿Qué está sucediendo en este texto? Es lógico, entonces que algo debe está sucediendo —comenzando desde la primera página—. Algo que nos da una idea de la gran imagen que tendremos que construir. El problema general, nos indica lo que pasaremos invirtiendo tiempo en leer y tomar notas. El planteamiento del problema es la sangre de la narrativa, sin él, el cerebro se desconecta del texto. Pero hay un poco de fina impresión útil que a menudo no se lee. No estamos hablando de cualquier problema, sino de un problema específico que resuelven los profesionales de alguna disciplina. Desde la primera frase, los lectores se transforman en investigadores tratando de conectar y olfatear las pistas de conocimiento que el escritor administra y que desde el diseño ya sabe a dónde quiere llevarlo y sorprenderlo. Claro que con una página no está muy seguro de a dónde nos conduce la historia del texto, pero es lo que esperan averiguar haciendo esta pregunta: ¿algo debe estar en juego en esta página, debo ser cuidadoso de no pasar palabra alguna por alto? Dentro del cerebro las cosas se evalúan dentro de un contexto específico[13]. Es el contexto la referencia para dar significado. 


Al darnos una idea del panorama general, proporcionamos pistas para decodificar el significando. Dar contexto, permite al lector anticipar lo que cada información está sumando. El escritor desenmascara cada pieza de conciencia para llevarnos al desenlace del conocimiento esperado. Cada pieza de la narrativa tiene subtramas, clima, ajustes, incluso cambios de tono para dejar claro al lector lo que esperamos en su curiosidad sea impaciente. Lo que nos engancha y nos mantiene leyendo, es el deseo de aumentar la dopamina, esa necesidad de saber lo que sucede después de cada pieza de conocimiento. Sin este orden narrativo, nada importa al lector. 


Pocas nociones son más dañinas para los escritores académicos que la creencia popular de que escribir bien es cuestión de la ortografía, la gramática y el puntuado, es una cuestión de tener éxito en la sintaxis. ¿Quién podría discutir esto? Suena lógico, tan obvio. ¿Cuál sería la alternativa: aprender a escribir mal? Irónicamente, si puedes contar una historia de conocimiento, escribir bien se entiende más como el uso de un lenguaje elegante, imágenes vibrantes, diálogos de sonido auténtico, metáforas perspicaces, temas interesantes y un montón de detalles sensoriales que realmente nos regalan un camino emocionante. Suena bastante bien. ¿Quién querría leer una novela sin estos ingredientes? Pero el texto académico más exitoso también tiene estos detalles pero con un estilo más sobrio y un rigor racional que nos exige ser de nosotros narradores objetivos. 


El estilo de narrativo no es para nada una escritura para menospreciar. Nos encantan las frases bellamente elaboradas con toques literarios. Pero no se equivoque, escribir bien no es aprender a contar una historia. Ahora que sabemos qué engancha a un lector, todo el sistema de escritura está en juego. Como todo en la vida, es más fácil decirlo que hacerlo, por eso es que la pregunta: ¿Qué es una buena escritura?, debemos intentar contestarle.


El escritor que tiene el poder de enganchar al lector responsable de lo que quiere ser. Haría bien en aceptar el hecho contradictorio: un elemento definitorio de una buena narrativa es la historia que poco tiene que ver con el sistema de escritura. Más bien subyace renombrando el discurso académico. Lo pensamos así, como el factor que permite a los lectores un punto de coherencia relevante de todo lo que sucederá en el texto. Por lo tanto, el primer punto de su trabajo es centrarse en el diseño de la historia que contará. La buena noticia es que, si lo hace bien, reducirá mucho el tiempo de la reescritura del texto en el proceso de revisión de borradores. Una historia está diseñada desde el principio para responder a un minitexto general. Como lectores sabemos instintivamente que esperamos de cada palabra, cada línea, cada carácter, cada imagen, cada argumento, cada premisa, cada cláusula, cada metáfora, cada acción conjunta nos acerca a la respuesta del minitexto.


Por lo tanto, pareciera que cuando diseñamos una narrativa, definir de qué se trata debería ser simple, obvio y casi innato. Pero, resulta ser algo esquivo. A pesar de nuestra mejor intención, los meandros narrativos pasan demasiado tiempo vagando sin rumbo por los caminos de neblina. Así que al final, aunque tengamos eventos interesantes (hitos), no suman en auténtico nada. La narrativa podemos llenarla de cosas que el lector no necesita saber para su enfoque, así que, no es realmente una narrativa la simple suma de hitos. Una narrativa sin enfoque, no logra ser texto académico.

Suena simple, ¿no? Pero no podemos decir cuántos manuscritos de más de 300 páginas hemos leído, donde si alguien preguntara, ¿de qué trata?, nuestra única respuesta sería, “son 300 páginas”. Como dijo un editor de Macmillan Education: si no puedes dominar tu libro en pocas frases (250 palabras), reescríbelo de nuevo hasta que puedas. Los años de experiencia nos han enseñado que los escritores que no pueden resumir su narrativa en el libro, están claramente dispersos y hasta probablemente acumular páginas fue su tarea enfocada. No una ruta narrativa planificada desde un argumento de tesis: minitexto. La capacidad de escribir una buena narrativa es muy diferente de la capacidad de escribir bien un resumen. Así que empezaríamos por leer el manuscrito construyendo los hitos que crean la imagen precisa de una historia, que a su vez está articulada y señalizada en sus eslabones:





Referencias


[1] Lagomarsino, L. O., & Perfetti, A. N. D. R. E. S. M. O. L. T. E. D. O. (2002). Las Organizaciones de Significado Personal de Vittorio Guidano: Una llave explicativa de la experiencia humana. Revista Psicoperspectivas, 1(83), 1-11.

[2] Bruner, J. (2004). Narratives of human plight: A conversation with Jerome Bruner. In Stories matter (pp. 17-23). Routledge.

[3] Weimer, W. B., & Palermo, D. S. (1976). Cognition and symbolic processes.

[4] Packer, M. J., & Goicoechea, J. (2000). Sociocultural and constructivist theories of learning: Ontology, not just epistemology. Educational psychologist, 35(4), 227-241.

[5] Balbi, J. (2009). La metaconciencia afectiva y el sentido de uno mismo: Una concepción posracionalista de la naturaleza afectiva de la conciencia. Revista de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina, 2(1), 1-15.

[6] Chomsky, N. (1988). Generative grammar. Studies in English Linguistics and Literature.

[7] Je?ábek, E. (2006). Frege systems for extensible modal logics. Annals of Pure and Applied Logic, 142(1-3), 366-379.

[8] Das, T. K., & Teng, B. (1999). Cognitive biases and strategic decision processes: An integrative perspective. Journal of Management Studies, 36(6), 757-778.

[9] Guidano, V. F. (2008). La psicoterapia tra arte e scienza (14). FrancoAngeli.

[10] Carlessi, H. S. (2013). La comprensión lectora, base del desarrollo del pensamiento crítico. Primera parte. Horizonte de la Ciencia, 3(4), 21-25.

[11] Pinker, S. (1999). How the mind works. Annals of the New York Academy of Sciences, 882(1), 119-127.

[12] Schnelle, H. (2010). Language in the Brain. Cambridge University Press.

[13] M.D., Richard Restak. (2009). The Naked Brain. Crown.