Historia del Colegio de San Nicolás

Autor

 

_____________________________

 

I EL COLEGIO DE SAN NICOLÁS EN PÁTZCUARO 

I

 

EL COLEGIO DE SAN NICOLÁS EN PÁTZCUARO

 

La educación como vehículo de cambio.- Don Vasco funda el Colegio.- Necesidad de cIérigos-lenguas.- Una idea de integración social.- Los primeros colegiales.- El patronato del rey de España.- Los bienes del Colegio.- Relaciones del plantel con los hospitales-pueblo y con los hospitales de la Concepción.- El primer reglamento del Colegio.- Quiroga viaja a España para defender sus fundaciones.- Pide la venida de los jesuitas.- Conflictos con los frailes.- Un Memorial insidioso.- Muerte del obispo.- Su obra vista por el sucesor.


La conquista española produjo cambios en la sociedad indígena. Se modificó el concepto de tenencia de la tierra, el valor de los metales preciosos, se introdujo el dinero como valor representativo de las mercancías, se inició la acumulación primitiva del capital y el surgimiento de la clase burguesa -aunque subordinada a los señores de la tierra o señores feudales-; la composición de la población se diversificó con la introducción del elemento español conquistador, y el negro, lo que dio lugar a un variado mestizaje; a la gran cantidad de lenguas y dialectos indígenas se impuso la lengua castellana, por obra de los misioneros, quienes además introdujeron el latín, una lengua muerta que servía para los fines de propagación de la religión católica. La evangelización de los nativos fue la finalidad declarada de la conquista; una especie de cruzada contra los infieles fue el propósito aparente de dicha empresa, para ocultar la verdadera finalidad o sea el aprovechamiento de los recursos naturales y el trabajo de los habitantes del Nuevo Mundo.

Uno de los vehículos del cambio fue la educación. Los primeros misioneros llegados a estas tierras establecieron escuelas para los hijos de los señores indígenas vencidos. A estos niños se les enseñaba canto coral con la doble finalidad de introducir las lenguas occidentales -el castellano, el latín y un poco el griego y el hebreo-, y los fundamentos de la doctrina cristiana. Los hijos de los macehuales quedaban excluidos, y juntos con los primeros mestizos vagaban por los mercados disputando el alimento a los animales. Se trataba de conservar la élite del poder indígena, pero subordinada a los intereses de los nuevos amos. Aquellos niños recogidos en los conventos y colegios enseñaban a su vez su lengua a los frailes, y estos, con empeño singular, se dieron a la tarea de ordenar el conocimiento en vocabularios, diccionarios, gramáticas, catecismos y sermonarios, ajustándolos a los patrones de sus propia lengua. Además esos niños y jóvenes principales, comunicaban a sus mentores los rasgos sobresalientes de la historia, la mitología , las costumbres, y conocimientos científicos de sus pueblos, se sirvieron de base para las crónicas, relaciones e historias en que algunos autores reconocieron con honestidad los valores del mundo indígena, superiores en muchos aspectos a los españoles, y otros autores los mostraron para resaltar los méritos de la conquista sobre aque­llos pueblos que ellos llamaban bárbaros.

Don Vasco de Quiroga advirtió, desde su llegada a la Nueva España, que aquellos grupos favorecidos por los frailes en sus monasterios no quedaban integrados a una nueva sociedad, pues al llegar a la juventud ya no podían permanecer allí, y al salir se casaban y muchas veces no encontraban trabajo, o lejos de la vigilancia de los frailes volvían a su antigua religión, perdiéndose todo el esfuerzo de los religiosos. El señor oidor veía también que de los monasterios salían jóvenes indios cultos y hasta sabios, capaces de leer y discutir en español y en latín, que al reintegrarse a la sociedad, tenían que servir a sus amos españoles que, generalmente, eran analfabetas. .

El señor oidor se propuso crear un sistema en que se podría dar a los naturales una educación integral. Basándose en la producción comunitaria de los hospitales-pueblos, que él había adquirido, los naturales, por medio de la autogestión, podrían alcanzar grados superiores de instrucción. Se comenzaría por la Escuela de primeras letras, a la que concurrirían los hijos de los comuneros y aun estos si no sabían leer y escribir el español, o contar a la usanza española; después vendrían los estudios de otras lenguas como las ya mencionadas, en donde podría aplicarse la inteligencia de los jóvenes indígenas, quienes se formarían maestros de sus propios compañeros; además se introduciría en aquellas sabias comunidades la enseñanza de oficios manuales de tipo artesanal, para que los jóvenes elaboraran los artículos necesarios y útiles a la comunidad, y hasta pudieran vender en los pueblos cercanos o en la Ciudad de México; se enseñaría también la elaboración y uso de instrumentos musicales, y el canto coral para los oficios religiosos; y la pintura y la escultura para proveer de imágenes a las iglesias, y acrecentar así el fervor de los naturales por la nueva religión.

Este gran proyecto educativo empezó a funcionar como hemos visto al hablar de las fundaciones de don Vasco. Desde luego que, en varios aspectos sólo fueron intentos o proyectos, por las condiciones en que vivían los mencionados hospitales, rodeados de enemigos, cercados de incomprensión, y como aislados del movimiento económico de la Colonia. Sus principios, humanitarios y generosos, iban en contra de las leyes de la economía, pero a Quiroga le servían como ensayos que esperaba que se generalizaran y dieran mayores frutos en la Nueva España.

Al ser designado obispo de Michoacán, don Vasco puso el coronamiento de su sistema educativo al crear una institución que continuara el trabajo de los hospitales. Los niños y los jóvenes que adquirían allí los rudimentos de la lectura, la escritura, la aritmética, el canto, y se adiestraban en las diversas artesanías y oficios, podrían alcanzar otros niveles del conocimiento para mejorar su cultura y sus costumbres, sin desligarse del trabajo.

El año de 1540 fundó en la Ciudad de Michoacán (Pátzcuaro) el Colegio de San Nicolás Obispo, plantel que, además de servir a los jóvenes de los hospitales-pueblos, perseguía la finalidad de formar sacerdotes para su diócesis. Parece que esta idea trató de ponerla en práctica en Santa Fe de México; pero, según Su propia declaración, fue hasta su instalación en Pátzcuaro cuando lo tomó forma.

Respecto al servicio a la comunidad indígena de los hospitales, en el Colegio se impartía educación elemental para los niños de Santa Fe; concurrían también los niños de Pátzcuaro, tanto los hijos de los indios (principales y macehuales), como los españoles y los mestizos; la enseñanza era en común; los niños se acostumbraban al trato diario para formar desde sus bases la nueva sociedad. Los jóvenes podían "ser allí enseñados en todo lo que allí se enseñase y leyere, y esto  gratis”[1].

El propósito fundamental del Colegio era la formación de clérigos para el servicio del obispado. Estos clérigos deberían ser españoles, en lo cual no había ninguna discriminación por parte de Quiroga, pues sólo cumplía con lo dispuesto por los obispos del Nuevo Mundo, en el sentido de no admitir ni ordenar clérigos indios ni mestizos[2].

Desde el principio de la colonización se hizo patente la falta de clérigos, pues los pocos que vinieron llevaban una conducta tan desordenada que causaba escándalo. Los religiosos también eran pocos y su obra fue meritoria en varios aspectos durante los primeros años; luego, muchos de ellos se corrompieron, y con el paso del tiempo sus comunidades eran dueñas de extensas y ricas propieda­des, y su trato con los indios difería muy poco del de encomenderos y pobladores[3].

Se ha señalado la similitud del Colegio de San Nicolás, en cuanto a sus propósitos y su funcionamiento, con los colegios españoles pretridentinos, especialmente el de San Cecilio de Gra­nada, fundado por fray Hernando de Talavera. El mismo afán de integración social preside ambas instituciones; allá fueron los niños y los jóvenes árabes a quienes se trataba de ganar para la religión cristiana por medio del convencimiento, del buen trato y de la práctica de las virtudes cristianas; acá, los nativos vencidos a quines se quería atraer por los mismos medios[4].

El colegio fundado por don Vasco se anticipa a los que recomendó el Sacrosanto y Ecuménico Concilio reunido en Trento, Italia, entre los años 1563. En una de sus última sesiones fue aprobado el capítulo Norma Instituendi Seminarium Clericorum, eosque in ipso educandi o sea el método de erigir Semanario de Clérigos, y educarlos en ellos[5]. El Concilio, reunido bajo los pontificados de Paulo III, Julio III y Pío IV, se enfrentó a los graves problemas de la Reforma religiosa, así como a una crisis interna de la Iglesia. El clero regular disputaba, entre otras cuestiones, la superioridad y la defensa de la institución eclesiástica; argumentaba que la vida en comunidad mejoraba las costumbres, y algunos prelados intentaron someter a sus ministerios al régimen monástico, sin haberlo conseguido.

En el Concilio se examinaron estos asuntos y se acordó que en cada diócesis, bajo la autoridad de su prelado, se establecieran seminarios donde se formaran clérigos para servir a la misma diócesis[6].

El señor Quiroga tenía necesidad de abundantes operarios diocesanos; pero los quería bien formados en las lenguas indígenas que se hablaban en Michoacán; y el centro de aprendizaje de esas lenguas debería ser San Nicolás, “pues en la verdad, si de aquí no se puebla el obispado de clérigos lenguas que sean tales cual convenga, nunca jamás de aquí a muchos años será proveído de ellos como se cree, ni tendrá los ministros y pastores necesarios que son menester”. El Colegio fue, entonces, un amplio laboratorio donde los indios y mestizos aprendieron el español, el latín y posiblemente el griego y el hebreo, y los españoles las lenguas indígenas de la región. Además, se acostumbraron a convivir, de modo que los sacerdotes formados allí recibieron un buen entrenamiento en el trato con los indígenas, con el fin de favorecerlos en mayor medida.

La idea de atender la educación de los niños y jóvenes indígenas nació en Quiroga desde el primer momento, al verlos en la ciudad de México vagando en los tianguis desnudos, "aguardando a comer lo que los puercos dexan"; esta imagen habría de quedarle grabada para siempre. Al fundar el hospital-pueblo de Santa Fe de México recogió un grupo de jóvenes que habían sido criados en el convento franciscano de Texcoco, y con ellos inició su proyecto; les puso enseguida colegio, según consta en el interrogatorio de descargo que el mismo Quiroga propuso durante el ya mencionado Juicio de Residencia: "XXXV pregunta /Si saben que allí en el dicho hospital... se les leen a estudiantes que allí ay entre ellos [los habitantes de Santa Fe] e son personas asay aviles, lecciones de gramática por un fraile religioso agustino que allí reside"[7]. Esos estudiantes deben ser los que señala Juan Joseph Moreno, el biógrafo de don Vasco: "Otro de los establecimientos de este pueblo [el hospital de México] fue un Colegio Seminario de Indios que allí fundó, diole el título de San Nicolás": y el fin, de que allí los hijos de los Naturales, del pueblo e educados en su cuna, aprendiesen a leer, y escribir, el canto llano, y a tocar diversos instrumentos músicos, cuyas habilidades empleasen después en el culto de Dios y de su Iglesia"[8].

Una vez consagrado obispo en la capital, don Vasco marchó a su diócesis sin tardanza, iban en su compañía no los estudiantes del Colegio para indígenas de México, sino algunos estudiantes españoles rec1utados seguramente de los conventos o recién llegados de España. Un testigo del arribo del obispo a la Ciudad de Michoacán, dice: "Y desde cierto tiempo vino consagrado al dicho pueblo de Cinzonza y traxo consigo muchos clérigos y su capilla de cantores y estudiantes"[9]. Se conocen los nombres de dos de esos estudiantes-clérigos que acompañaron a Quiroga en ese viaje: los que habrían de ser íntimos colaboradores suyos, Cristóbal de Cabrera y Pedro de Yépez. El primero fue designado coadjutor y notario, y en el desempeño de este último cargo levantó el acta de toma de posesión de Quiroga, en 1538[10]. Yépez fue tesorero desde un principio; y ambos fueron familiares y ayudantes eficaces del obispo. Cabrera debió ordenarse hacia 1540, al mismo tiempo que Yépez. Otros clérigos fueron con don Vasco: Pedro de Logroño, redactor de un Manual de Adultos encomendado al obispo de Michoacán por la Junta Eclesiástica del 27 de abril de 1539[11]; Pedro Hernández recibió la tonsura y las órdenes menores el20 de diciembre de 1539, y su compañero Juan Gutiérrez, el día 21; Juan Rebollo era vicario del obispo en 1541; Me1chor de Cobarruvias fundó, más tarde, el colegio de los jesuitas en Puebla[12]. Además, se mencionan a Juan de Zorita, Juan Fernández, Francisco Beteta, Francisco Arias Girón, Juan Rebelo, Pedro Yáñez, Rodrigo de Tapia y Juan Torres. Estos fueron, seguramente, los clérigos y estudiantes que acompa­ñaban a don Vasco de Quiroga en su toma de posesión de la mitra michoacana, y los primeros residentes del Colegio de San Nicolás[13].

No se sabe quién fue el primer rector-lector de ese plantel. El fundador había dispuesto que estuviera a cargo de "un rector y lector de gramática, de buena vida y exemplo y autoridad, erudito Colegio al padre Juan Fernández de León, pero Francisco Miranda pone en duda este dato y plantea la posibilidad de que Cristóbal de Cabrera, por su profundo conocimiento de la lengua latina, haya sido el primer lector de sus compañeros, lo cual, de comprobarse, añadiría otro título ilustre al plantel[14].

Estos clérigos y estudiantes que arribaron a Pátzcuaro el 7 de agosto de 1538, se alojaron en la casa que don Vasco había construido en ese lugar. Manuel Toussaint sostuvo que el señor Quiroga construyó casa y radicó en Pátzcuaro desde su llegada a Michoacán, antes de la toma de posesión, y que por eso pudo al día siguiente mudarse. La iglesia de San Salvador, que habría de ser el primer edificio catedralicio, se construyó, según el citado investigador, en el término de dos años, entre 1538 y 1540; Y el Colegio se puso "cerca de nuestra Iglesia Catedral", dice don Vasco, lo cual sugiere que se levantó simultáneamente. El doctor Miranda, por su parte, afirma que la catedral y el Colegio estuvieron en Tzintzuntzan por un tiempo, en tanto se construía su edificio en Pátzcuaro, y que el cambio se produjo en 1539. Debe tenerse en cuenta que Tzintzuntzan no contaba con un edificio adecuado para la catedral, y que sólo por cumplir con los términos del Breve Pontificio, tomó posesión allí, en la mencionada pequeña iglesia de San Francisco. Esa humilde capilla fue, sin embargo, la primera catedral michoacana; pero sólo por un día, pues don Vasco tomó posesión al día siguiente en Pátzcuaro, como barrio de la Ciudad de Michoacán. En el acta de esta segunda posesión se asienta que ya está señalado el sitio de la catedral, casas, palacio y Audiencia episcopales, que "están comenzadas a hacer y edificar". Es más, en un documento parcialmente transcrito por el mismo doctor Miranda, se habla de una iglesia en Pátzcuaro llamada de Santa María, donde había clérigos a los que se llamaba "padres de Santa María", y que "después comenzaron a edificar de cal y canto la Yglesia de Sant Salvador"[15].

El edificio del Colegio se construyó cerca de esta iglesia, en el lugar donde se levantaba el templo principal de los indígenas, y que estaba suficientemente abastecido de agua. En el mismo sitio está actualmente, muy bien conservado, un edificio que, aunque no es el original, da una idea de la primitiva construcción, "en su sencillez y simplicidad arquitectónica", como observó Toussaint. Según este autor, la portada es barroca del siglo XVIII, y al patio primitivo se le agregó la arquería y se sustituyeron las vigas que sostenían los morillos del techo[16]. Bonavit, apoyándose en la tradición, escribió que "este edificio no ha sufrido cambios notables en su aspecto", y sólo señaló la destrucción del coronamiento del arco central de la parte superior de la fachada; el desperfecto fue ocasionado por un rayo, el 15 de agosto de 1874. Hay una placa de mármol, colocada en 1906, con una leyenda que dice: "El Ilustrísimo Señor Don Vasco de Quiroga, primer Obispo de Michoacán, fundó en este lugar por el año de 1540, el Real y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo...”[17] Cabe hacer notar que el título de Real no le correspondía en el momento de su fundación, "por el año de 1540", en virtud de que el emperador aceptó el patronato hasta el 1 de mayo de 1543. Felipe II confirmó el patronato real en 1565. El Colegio de San Nicolás Obispo fue el segundo Colegio Real de la Nueva España, pues en 1536 se había concedido ese privilegio al de Santa Cruz de llatelolco, pero como éste desapareció a finales del siglo XVI, el nuestro fue durante el período colonial el más antiguo, y de ahí el nombre de Primitivo.

La fecha de la fundación se desconoce, aunque casi todos están de acuerdo en que fue el año de 1540. La inferencia parte del testamento de don Vasco de Quiroga, y quien primero señaló esa fecha fue Juan Joseph Moreno. El obispo escribió, al referirse a los medios de sustentación del plantel, que de los productos de la estancia de Xaripitío se había sostenido "de muchos años acá, sobre veinte, y más, casi treinta", y el biógrafo Moreno dedujo: "son por lo menos 25 [años], que computándolos para atrás, viene su fundación a caer en el año de 1540". Además, la vista de la cédula de aceptación de Carlos que es de 1543, hace recaer la fecha de fundación en 1540, si se toma en cuenta el tiempo que tardaban los trámites de la metrópoli a sus colonias y viceversa[18].

 

Para el señalamiento de la fecha de fundación del Colegio deberán tenerse presentes las circunstancias tormentosas en que se inició el episcopado de don Vasco. La disputa con Juan de Infante ocupó su atención durante gran parte del año de 1539, y culminó con la visita del virrey a Pátzcuaro. Es posible que, pasados esos incidentes y puesto a salvo el hospital de Santa Fe de la Laguna, el obispado haya tenido tiempo de dar forma a su proyecto de seminario,  con el apoyo de los clérigos mencionados, que, además, fueron decisivos en sus luchas contra Infante.

Aun más, podríamos fijar nuestra atención en la parte ya citada del testamento de Quiroga, donde menciona los bienes de que se había sustentado el Colegio desde veinte o treinta años atrás. Habla allí de "la estancia que se dice de Xaripitío que solía ser del Marqués del Valle, en el valle de Guaniqueo, y otras dos estancias allí junto a ella, de que Su Majestad me hizo merced y yo compré e poblé de ganados". Efectivamente, esa estancia perteneció a Hernán Cortés y fue despojado de ella por órdenes de la primera Audiencia, y quedó como propiedad del Estado, "en cabeza de Su Majestad". Desde 1537 los obispos habían solicitado se les dieran encomiendas para el sostenimiento de sus diócesis, y el rey se las concedió. Al obispo de Michoacán se le dio Huaniqueo. No se sabe cuándo tomó posesión don Vasco de su encomienda, pero el doctor Miranda ha publicado el asiento de los tributos correspondientes a 1539, retirados ellO de julio de 1540 por Diego de Rivera, apoderado del obispo[19]. Este dato refuerza las opiniones que señalan la fecha de fundación del Colegio en 1540. Poco duró el obispo en la posesión de esa encomienda, pues la perdió, al igual que los demás prelados, al comenzar a cumplirse en la Nueva España las leyes de 1542 que prohibían la encomienda como institución ordenadora de la vida económica y social. Debe anotarse que esta medida no afectó al obispo, ya que su sueldo continuó igual. Pero él había adquirido dos estancias contiguas en las que instaló un molino, un batán y una cría de ganados, que pidió al rey se le dejaran como merced, a lo que accedió el monarca en cédula del31 de julio de 1545[20].

 

Por desgracia desconocemos los nombres de quienes ocuparon el cargo de rectores ni de los que fueron alumnos del Colegio desde su fundación hasta 1565. Alguna información aislada se tiene, pero es insuficiente para formar una lista más o menos completa. Se sabe de Garci Rodríguez Pardo y Francisco de la Cerda, que fueron rectores después de 1553; de Francisco Beteta y de Juan Fernández de León; este último era rector en 1566, y posiblemente ya desempeñaba ese' cargo al acontecer la muerte de Quiroga. De los alumnos en este mismo periodo se han mencionado a Cristóbal y Luis de Vargas, Pedro Felipe, Me1chior López Dávalos, Juan Bautista Mexía, Juan Díaz, Diego de Orduña, Diego Pérez Gordillo, Rodrigo Orejón, Juan Barajas, Pedro Díaz Pizarro, Simón Páez, Luis Gómez de Ávila, Francisco Contreras, Gonzalo de Pareja, Baltazar Pérez, Alonso Avila, Juan Vallejo, Hernán Sánchez, Francisco de Xavalera, Lorenzo Sánchez y Francisco Grijalva[21]. Una lista bien escasa por cierto si atendemos un dato que consigna Moreno de un documento que vío en el archivo del Colegio, donde diez testigos afirmaron en 1576, es decir once años después de la desaparición del obispo fundador, "que hasta este tiempo habrían salido delColegio más de doscientos sacerdotes, que instruidos en las lenguas del Reyno, habían predicado y propagado maravillosamente nuestra Fe", y otro grupo numeroso que trabajaba en las Ordenes religiosas; por lo que en todas partes había hijos de San Nicolás[22]. Efectivamente, algunos de ellos se encontraban al frente de los curatos en la visita que efectuó, el sucesor de don Vasco, fray Antonio de Morales MoHna, entre los años de 1570 y 1571[23].

De esta misma cantera salieron la mayoría de los rectores de los hospitales-pueblos de Santa Fe, pues don Vasco dispuso que en esas comunidades el rector fuera un clérigo "virtuoso, hábil y suficiente lengua... y prudente y aficionado a la dicha hospitalidad, orden y manera della", y que dichos rectores "sean tomados y escogidos de los que se criaren o hayan criado en el dicho Colegio de San Nicolás". Se sabe que en Santa Fe de la Laguna era rector Juan de Torres, en 1538; seguramente de los clérigos que acompañaron a don Vasco en su toma de posesión; y en 1542 era Alonso Rodríguez, quien tal vez desempeñara ya ese cargo en 1536, lo que demuestra que nunca desatendió don Vasco ese aspecto fundamen­tal de su obra comunitaria[24].

Otra proyección del Colegio hacia la comunidad fue el establecimiento de hospitales para enfermos y necesitados en cada una de las parroquias y curatos creados por el obispo Quiroga y atendidos por los hijos del plantel. Don Vasco asistió al Primer Concilio Provincial Mexicano, en el que se reunieron los prelados de México, Michoacán, Puebla, Chiapas, Oaxaca, Guatemala, así como representantes de los cabildos de Guadalajara y Yucatán, además de los religiosos y las autoridades civiles. En uno de los puntos acordados, y seguramente por proposición del obispo de Michoacán, dados sus antecedentes al respecto, se dijo: "porque es muy necesario, así para los indios pobres de los pueblos, como para los extranjeros que a ellos vienen, que haya un hospital donde los necesitados sean recibidos y favorecidos, exhortamos a todos los ministros religiosos y clérigos que... procuren que en todos los pueblos haya un hospital cerca de las iglesias y monasterios". Esta exhortación fue atendida principalmente en Michoacán pues de los 111 que se establecieron en la Nueva España durante el siglo XVI, 92 se encontraban en este obispado[25]. Dichos hospitales tenían el nombre de la Concepción. Además, don Vasco había fundado en Pátzcuaro un hospital con el nombre de Santa Marta, donde se veneraba una imagen de la Virgen María, fabricada con pasta de caña de maíz mezclada con bulbos de orquídea. Con estos materiales, los indígenas fabricaban sus. ídolos, y ellos mismos hicieron la imagen que les pidió don Vasco, y la ejecutaron bajo la dirección de un religioso franciscano. Como estaba destinada al hospital, se le puso en la peana una leyenda: Salus infirmorum, que es actualmente la Virgen de la Salud. Esta imagen estuvo en Santa Marta, luego en la iglesis del Salvador, de donde pasó al Santuario construido en el sitio donde estuvo el hospital, y ahora está en la Basílica de su nombre[26].

El Colegio tenía su propia capilla, construida por el obispo, "que se llama Ambrosiana, por la especial devoción que con el señor Sancto Ambrosio tenemos", con una imagen del santo; y en el inventario de sus bienes, levantado después de su muerte, figuran otras imágenes que se encontraban en dicha capilla y en sus aposentos privados[27].

Era tanto el interés de Quiroga por sus fundaciones que gran parte de su testamento se refiere al reglamento del Colegio y a las relaciones que deberían existir entre éste y los hospitales de Santa Fe, así como las bases del patronato que se encargaría de la vigilancia, supervivencia y acrecentamiento del conjunto, pues para él eran una sola institución. Estaba convencido de la importancia de su sistema en el medio social de la Nueva España, por eso insistió en que se conservara para beneficio de los indios. Respecto a los hospitales redactó unas Ordenanzas, que terminó poco antes de su muerte, y que aunque incompletas como se conocen, constituyen la demostración de que sus propósitos estuvieron fuertemente ligados a la tradición de los pueblos indígenas y a las más avanzadas corrientes del humanismo europeo[28].

El reglamento del Colegio de San Nicolás es muy similar a los que regían los colegios clericales españoles de finales de la reconquista y en los comienzos del nuevo trato con los moros vencidos. Se asemeja también al de los seminarios que se crearon por recomendación del Concilio de Trento, veintitrés años después de la fundación quiroguiana. Esta última semejanza fue advertida por Moreno en estos aspectos: "vivir en comunidad, comer en refecto­rio con lección espiritual, salir acompañados, comulgar cada mes"[29]. El de San Nicolás se distingue, sin embargo, de los colegios tridentinos y pretridentinos en dos rasgos específicos, subrayados por el mismo biógrafo: nuestros colegiales elegían su rector, lo cual sentaba una práctica democrática poco común, aun en las universidades meridionales de Europa más conectadas con la ciencia y con las ideas modernas. Otra característica del Colegio de San Nicolás fue que sus colegiales podían ordenarse a título de colegio o de instrucción; es posible que después se haya modificado este privilegio para que los colegiales se ordenaran a título de lenguas[30].

 

La finalidad principal del plantel fue la de formar presbíteros lenguas, para lo cual se recibían alumnos españoles peninsulares o criollos, "que pasen de más de veinte años", de buenas costumbres, y dispuestos a permanecer internados gratuitamente, con todos los servicios, durante cinco o seis años. El plan de estudios incluía gramática latina, teología moral y cánones penitenciales; para esta última materia el ilustre fundador había hecho una recopilación de los más importantes. Debe tenerse presente que Quiroga era licen­ciado en cánones, y por tanto había estudiado el derecho canónico, tanto como el civil y el penal. Por desgracia no se conoce la recopi­lación que él hizo para el Colegio[31].

El conocimiento de los cánones penitenciales era básico en la formación de los sacerdotes que egresaban de este seminario, y así lo reconoció el obispo al poner en el reglamento que los colegiales "no sean hordenados si primero no los saven". El plan de estudios tenía una cierta flexibilidad; establecía que el rector debería com­plementar la preparación de los colegiales libremente: "y les lea libros para este fin y hefecto más apropiados, útiles, conbinientes e necesarios", en materia de sacramentos o en otras a juicio del mismo lector, por su propia iniciativa, para lo cual se contaba con una rica biblioteca que Moreno estimó en unos 626 volúmenes, tal vez exagerando el dato. Debió, eso sí, haber sido muy rica, pues el señor obispo al donarla al Colegio en su testamento, exige sea conservada y vigilada convenientemente: "dexo toda mi librería que tengo en estas mis casas de mi morada, al dicho Colegio de San Niculás, de la qual tenga quenta y razón el deán y cabildo de esta nuestra santa yglesia y los prevendados de ella se aprovechen de la dicha librería, haviendo siempre una persona que tenga cuenta con los libros que se sacan, por que no se pierdan"[32].

En el reglamento se insiste en lo esencial de la formación de los colegiales o sea el aprendizaje de las lenguas indígenas, ligadoindisolublemente a la realidad, mediante el trato cotidiano con los niños, los jóvenes y los adultos hablantes de aquellas lenguas. Estos iban al Colegio y vivían allí, y aprendían gratuitamente todo el contenido del plan de estudios. Así lo dispuso el fundador: "Sean perpetuamente en él gratis enseñados los hijos de los yndios vecinos y moradores de esta ciudad de Mechuacan y de los barrios de la laguna que también ayudaron en los dichos edificios"; se refiere a la catedral (la de San Salvador y la nueva que proyectaba construir, de cinco naves, de la que sólo se construyó una[33]), del Colegio y de sus aposentos adjuntos, que eran provisionales en tanto se construían los apropiados en la nueva catedral. El envío de los niños y jóvenes era conforme a la voluntad de sus padres. Recibirían trato igual a los colegiales clérigos y aprenderían todo lo que allí se enseñaba. Así se formaron en el Colegio hombres de vasta cultura, como Antonio Huitziméngari, hijo del cazonci de Michoacán y ahijado del virrey Mendoza. Se sabe que estuvo "en el colegio de estudio de Pátzcuaro"; fue discípulo allí de fray Alonso de la Veracruz, sin que sepamos en qué año fue lector de San Nicolás el ilustre maestro. Quizá sería en 1543, al partir don Vasco para asistir al Concilio Tridentino; el fraile agustino quedó al frente del obispado y entonces hubo de radicar en Pátzcuaro, y tal vez fue lector en el Colegio. En un óleo famoso, que se conserva en el antiguo convento de San Agustín de Morelia, está fray Alonso como lector, y entre sus alumnos se ve a Huitziméngari, quien escucha con atención. La escena que representa este cuadro se ha atribuido a la cátedra que el mismo fraile tenía en el Colegio de Estudios Mayores, que él fundó en Tiripetío, (1540) en el convento de su Orden; pero se han publicado testimonios de que el hijo del cazonci y otros nobles tarascos estudiaron en San Nicolás, de donde Antonio salió convertido en un excelente latinista, "que fácilmente entenderá cualquier poeta u orador latino y le podrá leer bastantemente"; además, se sabe que dominaba la lengua griega, tanto que "en toda esta Nueva España no ay dos griegos mejores"; y poseía sólidos principios de la hebraica, aunque en esta lengua no estaba tan adelantado como en las otras. Además Huitziméngari escribía en lengua tarasca: "se ocupa en escrevir a sus naturales cosas de la fe de Cristo en la cual es también instruído"[34].

El aprovechamiento de las enseñanzas del Colegio era mutuo y simultáneo para españoles peninsulares o criollos, indígenas y mestizos, de cualquier clase social, con la única condición de que quisieran aprender y permanecer internos. Pero sólo los españoles podían ordenarse sacerdotes, limitándose los indios y mestizos a estudiar lo mismo que los colegiales clérigos, tan sólo para su personal superación y para que influyeran favorablemente entre los naturales, "pues otra mejor ni mayor satisfacción al presente no se les puede hacer, atenta su manera, calidad y condición", es decir eran los vencidos, eran catecúmeno s y estaban en proceso de incorporación a la cultura de los vencedores[35].

No hubo clero indígena, y no existen pruebas de que don Pablo Siriani, que se decía hijo del cazonci, haya sido ordenado por el señor Morales sucesor inmediato de don Vasco. Por lo contrario, había prohibiciones expresas de las juntas eclesiásticas y del Primer Concilio Mexicano; y no se trataba de que los indígenas tuvieran más propensión al matrimonio, como dice Callens, sino un principio que don Vasco no podía variar. Sólo pudo equipararlos en los estudios, y no para demostrar su racionalidad, pues ésta había sido "reconocida" por Paulo III en 1537. Era más bien una norma de corte renacentista.

Tampoco se ordenaron clérigos mestizos. El citado Primer Concilio los incluyó en el rubro de indígenas, por tanto merecían la misma prohibición. La Junta Eclesiástica de 1539 dispuso que a indios y mestizos se les confirieran "las cuatro órdenes menores de la Iglesia", pero ni siquiera esto se llevó a cabo entonces. Al arzobispo Montúfar, sucesor del señor Zumárraga, le acusaron varias veces de haber ordenado sacerdotes mestizos, pero él rechazó tales acusaciones. El obispo de Michoacán fue señalado por la misma "falta" en un memorial suscrito por Maturino Gilberti, en uno de cuyos puntos el agustino acusa al obispo de que "ordena a mancebos idiotas, nacidos acá y criados entre los pechos de las indias", lo cual no pasa de ser un desahogo del fraile. Quiroga negó este cargo, y en su testamento insistió en que sólo se admitieran para el sacerdocio a los españoles "limpios de sangre”[36].

La disciplina en el Colegio quedaba a juicio del rector. Sólo se establecía como invariable el que los colegiales clérigos permane­cieran internos; cuando se daba el caso que salieran, deberían hacerlo en grupos de dos o tres por lo menos, y no podían regresar después del anochecer, pues las puertas se cerraban; la salida de algún colegial por la noche, sin permiso expreso, era motivo de expulsión. Para distinguir a los colegiales clérigos de los no clérigos, el reglamento dispuso que aquéllos llevaran tonsura del tamaño de un real de plata, de los de España; el cabello corto "dos dedos bajo las orejas"; y vestidos, ya fuera con clámide, velo y capa "loba", (clara reminiscencia de las costumbres de las órdenes militares españolas), o bien un manteo abierto o cerrado, de cualquier color,menos rosado ni azafranado; traerían bonete de paño morado, que por falta de tela lo usaron de color negro. Las puertas del plantel se abrían con la luz del día y se clausuraban con el toque de oración. Los niños españoles, indios y mestizos iban a recibir la enseñanza elemental, para lo cual el rector del Colegio designaba un clérigo o a veces uno de los indígenas más aventajados; se conoce el nombre del padre Francisco Beteta, y también, ya bajo la dirección de los jesuitas, de Pablo Huitziméngari, hijo de don Antonio, como encargado de la escuela anexa[37].

En los hospitales-pueblos también se enseñaban las primeras letras, bajo la responsabilidad de su rector. Así se previene en las Ordenanzas que dejó el obispo: "también a los nirIos que se criaren en el Hospital juntamente con letras del ABC, y con la doctrina cristiana" se les ha de enseñar la agricultura, porque "todos habéis de saber bien hacer y ser exercitados, y diestros en el oficio de la Agricultura desde la niñez". Para estos niños y para los que acudían a San Nicolás, el obispo mandó imprimir en Sevilla, a sus expensas, un Manual de la Doctrina Cristiana, que se usaba en Jaén desde 1515 para los mismos fines; fue redactado por Gutiérre González Doncel, y consta de dos partes: una, en que se exponen las verdades esenciales de la religión; y una segunda que señala normas morales para la formación cristiana del niño[38].

El número de alumnos del Colegio dependía del rendimiento de los bienes destinados a su sostenimiento. Además de las estancias de Xaripitío y sus instalaciones de molino y batán, los dos hospitales de Santa Fe reconocían la obligación de entregar trescientos pesos en oro de minas, cada uno ciento cincuenta cada año para el pago del salario del rector del Colegio. Además, en los talleres de dichos hospitales deberían tejerse mantas para el hospi­tal de Santa Marta y para el mismo plantel. Y para tener vino y aceite para el culto, solicitó y obtuvo los mencionados dos cerrillos cercanos a Pátzcuaro, junto al camino que iba para México. Don Vasco hizo la solicitud apoyándose en "que como en esa tierra no hay aceite y lo que va de estos reinos vale caro", se proponía plantar vides y olivos en esos cerros. No se conoce la ubicación de lo solicitado ni hay indicios de que fueran utilizados por Quiroga para dichas plantaciones; pero ese dato refuerza la tradición de que los olivos centenarios que aun pueden verse en el atrio de Tzintzuntzan fueron plantados por el obispo[39]. El número de alumnos dependía, pues, de todos estos productos; "se han de recibir y reciban tantos estudiantes... cuantos en él puedan buena y cómodamente sustentar", escribió don Vasco en su testamento. Parece que había en tiempos del obispo treinta o cuarenta alumnos, y si se contaran los no clérigos la cantidad sería mucho mayor, pues tan solo en 1575 los jesuitas registraron un total de trescientos[40].

Las tres obras principales de Quiroga: el hospital de Santa Fe de México, el de Santa Fe de la Laguna y el Colegio de San Nicolás en Pátzcuaro, así como la permanencia de la sede prelaticia en esta ciudad, tenían numerosos y fuertes enemigos. Abiertamente, el cabildo de la ciudad de México y varios de los encomenderos vecinos asediaban al hospital, invadían sus tierras, litigaban sobre la posesión legal, y le ponían todo género de obstáculos. El hospital de Michoacán sufría los embates de Infante y de los españoles. Estos últimos elevaron un escrito al rey donde pedían que el obispo pusiese curas clérigos que administraran espiritualmente a quienes habían fundado en 1541, por mandato del virrey, aquella Nueva Ciudad de Michoacán; pedían, además, que se les pusiera allí un colegio donde se educaran sus hijos junto a los hijos de los señores principales. El rey le recomendó a Quiroga que atendiera estos asuntos, en su cédula del 22 de mayo de 1545. El obispo contestó esta provisión real con un largo alegato en el que refutó, una por una, las afirmaciones de los vecinos de Guayangareo, y les reprochó el uso del nombre de Ciudad de Michoacán, pues esa sólo podía ser la que tenía por asiento de su residencia el mismo obispo. Afirmó que en las inmediaciones de Guayangareo estaba el padre Bernardo de la Torre, quien le escribía diciéndole que estaban atendidos los vecinos. Posiblemente este cura era ya egresado de San Nicolás. Había también en la nueva ciudad dos frailes franciscanos. Respecto al colegio que piden, Quiroga dice: "éste siempre te tienen y han tenido en la dicha Ciudad de Mechuacan a costa del dicho obispo en que siempre se han criado y crían sus hijos como es notorio aunque lo agradecen poco"[41].

Para hacer frente a estas y otras presiones, don Vasco emprendió el viaje a España del que hablamos antes. El Papa Julio 111 aprobó el traslado de la sede episcopal y el cambio de titular (de San Francisco a San Salvador) y concedió al Colegio el privilegio de que sus hijos pudiesen ordenarse a título de colegiales; y trajo consigo clérigos españoles para ocupar las prebendas de la catedral[42]. Se ve en todo ello el propósito de fortalecer sus funciones, porque sabía que uno de sus principales enemigos era, nada menos, que el virrey don Antonio de Mendoza, favorecedor de la Nueva Ciudad de Michoacán a donde se pretendía cambiar la sede del obispado para sacarla de entre los indios.

En varios lugares nos hemos referido al conflicto entre los obispos de la Nueva España y el clero regular. La insistencia obedece a que consideramos de suma importancia ese hecho, y que don Vasco de Quiroga fue uno de los más denodados luchadores en favor de los derechos del clero secular, tal vez por el hecho de no pertenecer ni haber pertenecido a ninguna de las Ordenes que operaron en México, además de sus ideas reformadoras de la Iglesia, a la que concebía como un cuerpo impecable y comprometido, como el de la época primitiva. La oposición entre ambos poderes dentro del clero produjo, por desgracia, largos períodos de 'abandono de las tareas importantes de beneficio social, en perjuicio de los indígenas, que tanto requerían de un clero unido, fuerte, y con una noble dirección que detuviera la brutalidad, el desorden, la injusticia y la rapacidad de los colonizadores. Por eso hemos insistido en el tema, y volveremos a tratarlo siempre que nos parezca oportuno.

Las causas de esas luchas entre obispos y frailes eran, en algunos casos, por problemas de jurisdicción, como hemos dicho; pero había otras, que entraban en el orden administrativo. Generalmente los obispos pedían se les diera cuenta de los bautismos y matrimonios efectuados por los religiosos, así como de los cambios de ministros en el servicio de los pueblos, a lo cual se resistían los regulares aduciendo facultades y privilegios que les habían concedido los Papas León X y Adriano VI, y de este modo burlaban a los prelados.

En la Nueva España, la reunión del Primer Concilio Mexicano, en 1555, recién llegado don Vasco de su viaje a España, dio lugar a nuevos enfrentamientos, sin que bastara a suspenderlos el hecho de que, tanto el arzobispo de México, Alonso de Montúfar, como los obispos de Puebla (Martín de Sarmiento) y de Chiapas (Tomás Casillas) fueran frailes. Allí se condenó severamente a las Ordenes, y la reacción no se hizo esperar, sobre todo en Michoacán. Los clérigos lenguas egresados de San Nicolás eran enviados de inmediato a los curatos y parroquias recién fundadas, y allí iban los frailes y ponían monasterios y desplazaban a los clérigos, a veces con violencia y con el apoyo del virrey. El de Jacona tuvo que dejar el sitio a los agustinos; igual cosa sucedió en Cuitzeo y en Tlazazalca.

El obispo intervenía y era rechazado por la Orden, negándole jurisdicción, hasta llegarse al límite de que se dirigiera al Superior de San Agustín, con su acostumbrada energía, para decirle que, si querían trabajar por la religión cristiana, se fueran donde no hubiera curatos, y le sugería lugares como Xicotlan, Tepalcatepec, Arimao, Cinagua o la Huacana; y se retiró el beneplácito a sus monasterios[43].

Producto de esa lucha fue el memorial de Gilberti contra Quiroga, documento ya mencionado aquí. Contiene acusaciones absurdas como la construcción de una catedral "superflua"; dice que golpeaba a los indios y les ponía en el cepo o en la cárcel por cualquier falta; y que "pone clárigos en pueblos cercanos a los monasterios" y en las ermitas que funda se practican "devocioncillas". Estas y todas las acusaciones del fraile deben verse en el conjunto de hechos que aquí referimos[44].

La muerte de Quiroga significó un contratiempo para todo el sistema comunitario que él había creado, pero sus funciones pudieron sobrevivir por varias circunstancias: en primer lugar quedó el rector del Colegio, quien debería velar tanto por el plantel como por los hospitales de Santa Fe; en segunda instancia por el cabildo, aunque éste tenía facultades para nombrar al susodicho rector. Don Vasco confiaba en el cabildo, y a él encargaba encarecidamente la protección de su obra; en el momento del testamento y muerte de Quiroga, el cabildo estaba formado por gentes de gran probidad, adictos a su persona y gentes de buena fe, como el deán, Diego Rodríguez; el arcediano Lorenzo Alvarez; el tesorero, Pedro de Yépez (su gran colaborador y amigo); el chantre, Diego Pérez Negrón; maestrescuela, Esteban de Portillo; y los canónigos Jerónimo Rodríguez, Juan Márquez, Antonio de Ayala Pedro Díaz Pizarro, Juan Velasco, Alonso de Morales, Juan de Hervallejo, Francisco Beteta y Garci Rodríguez Pardo. No se equivocó en designar al cabildo como patrono, pues siempre defendió la obra de Don Vasco, no sólo ese cabildo sino todos los que le sucedieron hasta el siglo XIX[45].

Otras circunstancias favorables a la permanencia -de la obra quiroguiana fue la llegada de los miembros de la Compañía de Jesús, en 1573. Los Jesuitas se hicieron cargo del Colegio, como veremos después, y conservaron la institución, a pesar de los problemas que vinieron sobre ella.

También debe mencionarse como favorable la actitud del sucesor, Antonio Ruiz de Morales y Molina, quien recorrió el vasto obispado y pudo comprobar los frutos de la labor de los discípulos de San Nicolás en los más apartados lugares de la diócesis, siempre en el cumplimiento de las tareas que les señalara don Vasco, lo cual contrastaba con la conducta de los religiosos, quienes no aceptaron las sugerencias de Quiroga de ir a las zonas marginadas. En un informe al rey, dice e] obispo Morales que recorrió gran parte de la costa, desde Tamazula hasta Acapulco en más de ciento cincuenta leguas y, dice, "no ay monasterio de frailes porques tierra trabajos-a y... porque son gentes que quieren yr por tierra llana y de buen temple al cielo”[46].

 

______________________________________
 

[1] Disposición de don Vasco en su Testamento. Vid.supra

[2] Había una seria restricción para que los indígenas fueran admitidos en el sacerdocio. Los franciscanos se negaban a que los criados de los conventos usaran un sayal, y se oponían a que los mestizos, y aun los criollos pudieran recibir las órdenes sacerdotales. Los obispos, entre ellos Quiroga, aprobaron en 1537 que a los indios se les confirieran las cuatro órdenes menores. El jesuita Calles dice que no se ordenaban porque "pretenden más al matrimonio que a la continencia". Tata Vasco, p.93.

[3] Ver las críticas que hacen a los frailes los obispos de México, Oaxaca y Guatemala, en García Icazbalceta, biografía de Zumárraga,cit.,t.III,pp. 108-109.

[4]  Vid. Francisco Miranda Godínez. Don Vasco de Quiroga y su Colegio de San Nicolás. Cap. II

[5]  Fue la sesión XXIII, capítulo XVIIII; se aprobó el 15 de julio de 1563.

[6] Vid. El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento (Texto latino de 1564), trad. De Ignacio de Ayala.

[7] J. García Icazbalceta, biograJia de Zumárraga, t.III.pp.88-89.

[8] Juan Joseph Moreno. Fragmentos de la vida y virllldes de... don Vasco de Quiroga p.18.

[9] Cito F." Miranda Godínez, op.cit.,p.131.

[10] Vid. Fr. Leopoldo Campos, O.F.M. Noticias biobibliográficas acerca de Cristóbal Cabrera. p.ll0.

[11] . García Icazbalceta, op. cit.,t.III pp.149-184. Respecto a Pedro de Logroño, ver el trabajo de Fr. Leopoldo Campos,op.cit.,p.ll4.

[12] Algunos nicolaitas de esa época ingresaron a las Ordenes religiosas, sin oposici6n de don Vasco. Dice Carlos Herrej6n Peredo que "ni siquiera le aflije pensar que varios alumnos de San Nicolás prefieran el convento" (El Colegio de San Nicolás, en Dos obras señaladas de don Vasco de Quiroga, p.97).

[13] F. Miranda G., op.cit., pp.134-135.

[14] También es posible que el primer rector haya sido el mismo don Vasco de   Quiroga, lo cual seria un honor más alto.

[15] F. Miranda, op. cit.,p.l36. Además, Manuel Toussaint, La primitiva catedral de Michoacán, pp.137-148.

[16] M. Toussaint. Pátzcuaro, p.121.

[17] J. Bonavit. Historia del Colegio de San Nicolás, pp.7-8

[18] JJ. Moreno, op.cit.,p.50

[19] F. Miranda, op. cit.,p.20l

[20] Ibid.,p.207.

[21] Ibid.,pp.188-189.

[22] JJ. Moreno,op.cit.,p.46.

[23] El documento completo, en F. Miranda.op.cit., apéndice VI, consultado en el Archivo General de Indias (Indiferente 856).

[24] !bid., ver Testamento de don Vasco, apéndice V, del mismo Archivo (Justicia208).

[25] Josefma Muriel. Hospitales de la Nueva España, t. 1,p.55 Y ss

[26] J. Bonavit. Esculturas tarascas de óaña de maíz y orqu(deas fabricadas bajo la dirección del limo, señor don Vasco de Quiroga, pp.65-78. Además: Rafael Nambo.A,euntes históricos de la ciudad de Pátzcuaro,p.41.

[27] C. Herrejón Peredo. Cinco documentos sobre don Vasco de Quiroga, pp.167-176.

[28] El licenciado Moreno publicó, agregadas a la biografía de don Vasco, las Reglas y Ordenanzas para el gobierno de los hospitales de Santa Fe de México y Michoacán, que aunque incompletas dan una idea de los propósitos benéficos del señor Quiroga.

[29] JJ. Moreno, op. cit.pp.44-45.

[30] Ibid., pp.51-52.

[31] Ibid., p.43. Este autor señala en cuatro años la duración de los estudios.

[32] Testamento, en ed. cit.,p.300. Respecto de los Cánones penitenciales recopilados por Quiroga, ver: JJ. Moreno, op.cit.,pp.1l0-111.

[33] Ver el estudio de Mina Ramírez Montes, La catedral de Vasco de Quiroga, que se alude a la participación de Hernando Toribio de Alcaraz, arquitecto contratado por don Vasco para esta y otras obras 'del obispo de Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1986.

[34] Información de Antonio Vytsimengari al presidente y oidores de la Real Audiencia de la Nueva España, como "hijo legítimo y único heredero del Cazonci señor que fue de toda la provincia Tarasca, desde los confines de México hasta Culiacán". En el punto 13 del cuestionario para testigos dice: "si saben que es diestro latino e griego, de los mejores desta Nueva España ansi españoles como naturales y tiene gran conocimiento de todo lo escrito en estas dos lenguas y en la hebrayca principios". M. Toussaiot, Pátzcuaro, pp.226-230.

[35] Testamento, en ed. cit.,p.277.

[36] El señor Nambo, siguiendo a Moreno, asienta en sus Apuntes históricos, p.41, que Pablo Siriani fue hijo del último rey de Michoacán y "primer clérigo indio que fue ordenado por... D. Antonio Ruiz de Morales y Molina, segundo Obispo de Michoacán". Sobre estas afirmaciones la doctora López Sarrelangue dice que el último Cazonci sólo dejó dos hijos, Francisco y Antonio y no hubo ningún Siriani emparentado con estos: y no hay indicio alguno que se ordenasen indios ni mestizos en el siglo XVI. Delfina Esmeralda López Sarrelangue, La nobleza indígena de Pátzcuaro, pp.169-205

 

[37] Pablo Caltzontzin o Vytziméngari se educó en el Colegio de la Compañía de Jesús, en Pátzcuaro, y más tarde tomó el hábito jesuita. Murió, como se verá después, en el mismo plantel en 1576.

[38] Vid. Nicolás León. El libro de la doctrina cristiana, que describe esta obra al parecer perdida. Fue escrita por Gutiérre González para su uso en una capilla de Jaén, España. Quiroga la mandó imprimir en Sevilla (1553) para los alumnos del Colegio de San Nicolás.

[39] C. Herrejón Peredo. Cinco documentos sobre don Vasco de Quiroga, pp.167-176.

[40] En este número se contaban seguramente los estudiantes-clérigos, es decir los que podían ordenarse, y los no-clérigos, que sólo recibían la instrucción; además debieron contarse los niños de la escuela de primeras letras.

[41] La cédula (2 de mayo de 1545) y la respuesta del obispo Quiroga, en: Nicolás León, recopilación de Documentos inéditos don Vasco de Quiroga, pp.8-31.

[42] El breve pontificio de Julio III (8 de julio de 1550), que autoriza el cambio de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, y erige la catedral con todas sus dignidades, en J J. Moreno, op. cit. ,pp.89-105.

[43] F. Miranda Godínez, op cit., pp. 234-237.

[44] Memorial del R.P. Fr. Maturino Gi/berti O.F.M. a S.M. el rey, 4 de febrero de 1563. AGN, t.43.ramo de Inquisición.

[45] Ver testamento de Quiroga, tantas veces citado aquí, y otros documentos. de la época donde aparecen los nombres de las dignidades del Cabildo eclesiástico

[46] Relación de los clérigos del obispado de Michoacán. hecho por el obispo don Antonio Morales de Medina en 1571. en F. Miranda, op.cit.,p.314