Historia del Colegio de San Nicolás

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II EL COLEGIO EN VALLADOLID (Finales del siglo XVI) 

II

 

EL COLEGIO EN VALLADOLID (Finales del siglo XVI)

 

 

Se confirma el patronato del Cabildo.- Se acuerda el traslado a Valladolid.- Se le unen los capitales del Colegio de San Miguel que no funcionaba.- Conflictos entre el obispo y el Cabildo.- Lugar de la primera ubicación del colegio de San Nicolás.-Ocupa nuevo edificio.- Los bienes con que contaba.- Se pretende convertirlo en Seminario Tridentino.[1][2]
 

La muerte del obispo Quiroga fue un duro golpe no sólo para el Colegio de San Nicolás sino para todo el conjunto de su obra social. Para la supervivencia y adelanto de los hospitales y el Colegio fue muy eficaz -como hemos dicho- el patronato que dejó establecido en su testamento. Ese "complicado y algo confuso" sistema, quedó reducido, en la práctica, al solo patronato del cabildo eclesiástico de Michoacán[3]; así lo decretó la Audiencia el 4 de diciembre de 1565, y lo ratificó quince días más tarde ante la apelación del fiscal, quien no estuvo conforme con el decreto. Sostuvo este funcionario que no podía recaer el patronato en el cabildo porque Su Majestad el rey de España, Carlos V, había aceptado ser el principal patrón, y por tanto correspondía a la Audiencia ejercer ese derecho; y tel1ía razón el fiscal, pues el citado monarca, en su cédula del 3 de mayo de 1543, aceptó ser el patrón de "un hospital para que en él se acojan los pobres enfermos así españoles como yndios y un colegio donde los hijos de los españoles legítimos y mestizos y algunos yndios por ser lenguas... aprendan gramática"[4]. Se ha objetado en nuestros días esa cédula en lo que se refiere a los hospitales-pueblos de Santa Fe, pues se considera que don Vasco pidió la protección para el hospital de Santa Marta, de Pátzcuaro, y así lo concedió el rey. De todos modos, y por lo que al Colegio de San Nicolás se refiere, el rey era el patrón principal. En cuanto a los hospitales de Santa Fe, por ser delegado el patronato real, la Audiencia lo dejó todo en manos del cabildo de Michoacán.

El conflicto entre el obispo y los vecinos de Guayangareo o Ciudad de Michoacán siguió adelante, con más bríos después de la muerte del señor Quiroga. Los vecinos pedían que se trasladaran allí las autoridades civiles y eclesiásticas, descarándose el propósito que desde un principio había tenido la creación de esa ciudad, intención que don Vasco vio muy claramente. Arreciaron las presiones, pero los guayangarenses nada consiguieron en esa década, ya que el obispo sucesor, Antonio Ruiz de Morales y Molina, supo sortear diversos escollos y mantuvo la sede episcopal en Pátzcuaro.

Entre la muerte de Quiroga y el arribo del señor Ruiz de Morales mediaron casi cuatro años de sede vacante; en ese lapso, el deán y cabildo de la catedral gobernaron la mitra, y a ellos correspondió la defensa de los hospitales de Santa Fe y del Colegio de Pátzcuaro. El más denodado defensor fue el tesorero Yépez, quien representó al cabildo en todas las ocasiones, y lo hizo con tal propiedad y cuidado que llevó sus instancias hasta el rey Felipe II, a quien informó del testamento de Quiroga y de las gestiones llevadas a cabo ante la Audiencia y Cancillería Real de la Nueva España. El rey envió una cédula en apoyo de las estipulaciones del citado testamento, sobre todo las relativas al patronato[5]. Como el texto de la cédula no se conoce en su totalidad, no sabemos si en él aceptó el patronato que se le ofrecía; pero ya la Audiencia había decretado en favor del cabildo de Michoacán, por lo cual sólo vino a reforzar y confirmar lo acordado. La cédula real es de 1566, y es posible que sea la respuesta o consecuencia de la causa, que se recibió en Madrid el 9 de noviembre de ese año.

El obispo Ruiz de Morales fue presentado por el rey de España en el mes de enero de 1566, y confirmado unos meses más tarde; sin embargo, hasta finales del año siguiente emprendió el viaje hacia América, y en el mes de enero de 1568 comunicó al rey que había llegado a México, se encontraba en Santa Fe (el hospital de don Vasco) y se disponía a tomar posesión de su diócesis, lo cual efectuó ese mismo año. Muy pronto pudo darse cuenta de que su antecesor tenía bien administrada y atendida la vasta extensión de su obispado; por clérigos formados, en su mayor parte, en San Nicolás; así lo informó al rey, y éste contestó muy complacido por tan meritoria obra[6].

La visita del obispo debió concluir en 1571, pues en ese año envió al rey una relación completa de los clérigos que laboraban en el obispado. Los curatos y vicarías sumaban cuarenta y dos, atendidos por otros tantos ministros, buenos "lenguas tarascas", algunos diestros en la lengua mexicana, en la otomí, la cuitlateca y la "chichimeca barbarísima"; casi todos latinistas, algunos con estudios de cánones, bachilleres en teología o maestros en artes. En la mayoría de los casos se dice que los clérigos son "venidos de España", y sólo ocho de ellos son "de esta tierra", lo cual debe interpretarse que unos son españoles nacidos en la península y otros criollos, nacidos aquí de padres españoles; pero todos o casi todos deben haber sido alumnos del Colegio de San Nicolás, donde aprendieron el tarasco y quizá los otros idiomas indígenas, además del latín[7]. Algunos han sido plenamente identificados por figurar antes como colegiales; había no sólo curas sino también sacerdotes que desempeñaban dignidades en el cabildo eclesiástico de Pátzcuaro.

 

El doctor Romero afirma que el obispo Ruiz de Morales solicitó al Papa y al rey licencia para trasladar la sede a la Nueva Ciudad de Michoacán o sea Valladolid. El historiador refiere como antecedente el tumulto que provocaron los miembros del Ayuntamiento de Pátzcuaro durante el paseo del pendón, el día de San Pedro, aniversario de la "conquista" de Michoacán. Se acostumbraba que al concluir el desfile las autoridades llevaran el pendón a la catedral para la celebración de un Te Deum; pero esa vez un regidor intentó colocarlo en el altar junte a la custodia, y el obispo que estaba presente se opuso a ese sacrilegio, y como los otros regidores apoyaron a su colega, y lo mismo hicieron los españoles presentes, se armó el alboroto en la catedral. Por eso, dice Romero, "temiendo en lo sucesivo esos desmanes, tan frecuentes en las poblaciones cortas, y viendo el incremento que tomaba la ciudad de Valladolid... impetró la licencia para la traslación"[8].

Al señor Ruiz de Morales no le tocó el cambio de la sede, pues fue trasladado al obispado de Puebla, el 10 de diciembre de 1572. Michoacán quedó nuevamente como sede vacante hasta 1574 en que tomó posesión el padre agustino Juan de Medina Rincón y de la Vega, tercer obispo efectivo de la diócesis. En ese lapso hubo intentos de nombrar obispo; se propuso al célebre maestro Alonso Gutiérrez y Gutiérrez, conocido por el nombre que él mismo adoptó: fray Alonso de la Veracruz; pero éste se negó aceptar el cargo que le propuso el mismo Felipe II. Luego, el monarca presentó en Roma a fray Diego de Chávez y Alvarado, quien ya se preparaba para su consagración cuando falleció en Valladolid el14 de febrero de 1573[9].

El obispo Quiroga quiso atraer a los padres de la Compañía de  Jesús para que le auxiliaran en las tareas episcopales, principalmente en la educación de los nuevos clérigos del Colegio de San Nicolás. El biógrafo Moreno difundió la versión de que durante la permanencia de don Vasco en España 1547-1554 habló con Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía, y le pidió el envío de algunos miembros de la institución para que vinieran a Michoacán, y el aguerrido guipuzcoano mandó cuatro que deberían embarcarse con él hacia el Nuevo Mundo. Cuatro jesuitas eran muchos para tan escasos ministros que por entonces contaba la Compañía, y sin embargo, dijo Moreno, fueron enviados por Loyola debido a las súplicas del obispo y sólo para su obispado; pero algo imprevisto sucedió: los cuatro enfermaron en el puerto de embarque, lo que impidió el viaje. Dice Moreno que el señor Quiroga lamentó mucho aquel contratiempo, y se hizo el propósito de insistir ante el General, y al efecto pidió al chantre de su catedral, Diego Pérez Negrón que, durante su permanencia en España a donde fue para el arreglo de diversos asuntos, suplicara al P. Diego Láynez, sucesor de Loyola, el envío de operarios. Pérez Negrón no tuvo éxito, el General se excusó por no contar con suficientes sujetos, y así se lo comunicó a Quiroga en una carta que le llevó el Chantre; al recibida dice el biógrafo que exclamó: "no merecimos Sr. Chantre por ahora tener tan Santos Padres, que tanto nos ayudarán; pero será Dios servido, que vengan adelante, y hagan asiento en nuestra propia Iglesia y nos ayuden mucho"[10].

Los historiadores de la Compañía, Juan Sánchez Baquero, Francisco Ramírez y Francisco Xavier Alegre, difieren del relato de Moreno en cuanto a que fue don Vasco quien consiguió los ministros y estuvo a punto de embarcarse con ellos; y afirman que eso sucedió a Pérez Negrón (Sánchez Baquero) o que nunca existió esa posibilidad (Ramírez), ratificando éste lo de la carta del P.Láynez[11].

Como quiera que sea, existió el deseo de Quiroga para la venida de los jesuitas a Michoacán. La fama de la Compañía debió llegar a Pátzcuaro a través de la correspondencia del doctor Bernal Díaz de Luco, ya obispo de Calahorra, amigo de Loyola y de Quiroga; o por vínculos familiares de éste con el cardenal, arzobispo primado e inquisidor, Gaspar de Quiroga, su sobrino, tan adicto a la nueva Orden religiosa. La Compañía de Jesús se organizó formalmente en 1538 y rápidamente se propagó por toda Europa como avanzada de la contrarreforma, con sede en España. Desde un principio, el nuevo instituto contó con el decidido apoyo de los altos dignatarios de la Iglesia, entre ellos el cardenal Quiroga, según se lee en la dedicatoria que Pedro Ortiz de Cisneros (Pedro de Rivadeneira) le hizo de la Vida de Ignacio de Loyola (1572). Entre los motivos de la dedicatoria, el autor le dice a Quiroga: "me ha movido el parecerme que habiendo vuestra señoría ilustrísima favorecido siempre esta nueva planta y obra de Dios desde que ella casi comenzó, no le será cosa nueva ni dificultosa llevarlo adelante... ni dar con su autoridad fuerza a la verdad que en esta historia se escribe; pues fue tan grande amigo de nuestro padre Ignacio, y tan familiarmente le comunicó y trató"[12].

La Compañía de Jesús nació como una institución combativa. "Su vida,-escribe el mismo Rivadeneira- ni es solamente activa, como las militares, ni puramente contemplativa, como las monacales, sino mixta, que abraza juntamente la acción de las obras espirituales en que se ejercita, y la contemplación de donde sale la buena y fructuosa acción"[13]. Dos tipos de colegios tenían en sus casas (a veces a éstas también les llamaban colegios); unos donde se probaban su vocación de lucha, su devoción y mortificación, ejercitaban la virtud y se formaban letrados; otros donde enseñaban las ciencias, "desde los primeros principios de gramática hasta lo más subido de la sagrada teología". Con esta disciplina y espíritu de sacrificio se formaban[14] los clérigos de San Nicolás, según los usos establecidos por don Vasco; debido a esas coincidencias, él quería que los sujetos del ejército de Loyola vinieran en su auxilio, ya que no podía esperarlo de las otras Ordenes. Su deseo no pudo verlo realizado, pues ya había fallecido cuando arribaron los primeros jesuitas a la Nueva España. Esto sucedió en el año de 1572, en el mes de septiembre; poco después de su llegada a la ciudad de México, todos enfermaron y para sanar y recuperarse utilizaron el hospital de Santa Fe, donde recibieron la visita de fray Diego de Chávez y Alvarado, obispo electo de Michoacán; según se dice, el fraile agustino insistió en que algunos de aquellos convalecientes fuesen a su futura diócesis, sin que el superior, P. Pedro Sánchez, decidiera nada sobre ese asunto[15].

En 1573 fue a Pátzcuaro el Padre Juan Curiel, de la Compañía, con el fin de ordenarse allí, pues no había en ese momento otro obispo consagrado que pudiera conferirle las órdenes mayores. Ya se había dispuesto el traslado del señor Ruiz de Morales a la diócesis de Puebla, pero aun permanecía en Michoacán. Curiel llegó a la sede del obispado en el mes de agosto, precisamente en la fecha en que la ciudad celebraba con gran pompa las fiestas de la Asunción de la Virgen, y tanto el obispo como los prebendados pidieron al religioso que predicase en la catedral, y quedaron tan complacidos que le rogaron se quedara. Todos pidieron al Provincial que dejara a Curiel; pero Sánchez quiso personalmente conocer Pátzcuaro, y hacia allá se dirigió a finales de 1574. Ya era obispo de Michoacán don Juan Medina Rincón, y continuaba en pie la demanda de jesuitas para la. atención del Colegio de San Nicolás, con múltiples ofrecimientos: Los prebendados darían cien pesos cada uno para ayudar a la institución de Loyola; y el obispo trasladaría su catedral a la única nave construida por Quiroga en el templo monumental que planeaba construir, y al cambiarse, dejaría libre el templo para uso de la Compañía, con bastante terreno en la huerta para que levantaran su casa. Dos colegiales de San Nicolás salieron al encuentro de Sánchez para conducido hasta la Ciudad de Pátzcuaro, en donde fue muy bien recibido. Una vez aceptado el establecimiento de la Compañía, se hicieron escrituras de la iglesia, casa y huerta, el 19 de noviembre; igualmente tomaron posesión de los donativos permanentes, que consistía en 735 pesos donados por el deán, tesorero, chantre y canónigos de la catedral, y el beneficiado Pedro Orejón, cada uno con cien pesos, más 35 del beneficiado de Colima, Francisco Ruiz. A dicha cantidad se sumaba, fuera de la renta, 300 pesos del canónigo Gonzalo de Yépez, y otros tantos del arcediano Cristóbal Vadillo. Para el rector-lector del Colegio se entregarían los 300 pesos que daban los hospitales de Santa Fe.

Todavía más, el obispo Medina Rincón entregaría cien pesos de oro de minas, por limosna; y los vecinos les mandaron trigo, dinero, ajuar de casa y otras cosas, con lo que pudieron instalarse cómodamente. Había interés en que atendieran las labores del Colegio, que no tenía lector desde que Juan Curielleyó temporalmente Gramática en el plantel[16].

Una vez instalados los jesuitas, el Provincial designó al mismo Curiel como rector, aunque el historiador Sánchez Baquero dice que Curiel fue rector del Colegio y Juan Sánchez del Seminario, 10 cual quiere decir que éste fue el rector de San Nicolás. Tenía cincuenta alumnos, "sin Rector ni maestro que los gobernase y leyese". También faltaba predicar en la catedral; y para todo esto necesitaban a los padres de la Compañía[17].

Pero los jesuitas tuvieron bastantes limitaciones para acercarse a los indios; una de ellas fue el idioma. Dicen los cronistas de la orden que fue tanto el trabajo que tuvieron desde su llegada a Pátzcuaro, que no les quedó tiempo de aprender la lengua tarasca; apenas el P. Pedro Ruiz, a quien encargaron de la escuela de niños, que tenía más de 300 alumnos, algo aprendió de la lengua, "sin arte ni método", por lo que "no pudo bien enseñar"; los demás, incluso los que llegaron después, no la supieron, y cuando hubo uno que la aprendió lo atribuyeron a un milagro. La falta de ese medio de comunicación impidió a los jesuitas el cumplimiento de sus deberes, pues durante la peste del cocolixte, que redujo la población indígena a la mitad, los religiosos confesaban por medio de intérpretes, valiéndose de los prebendados, de los sacerdotes y de Pablo Vytziméngari, nieto del cazonci, todos estos educados en el Colegio de San Nicolás. De modo que los miembros de la Compañía no se incorporaron a los usos del Colegio, ni siquiera los lineamientos del fundador, en este sentido[18].

 

 

Una vez fortalecidos en Pátzcuaro los jesuitas sólo vieron su interés. Abandonaron el Colegio en 1579, "por tener tantos dueños", refiriéndose seguramente al patronato que ejercía el cabildo de la catedral; pero en el fondo trataban de aprovechar el cambio de la sede prelaticia a Valladolid. El obispo Ruiz de Morales había obtenido del Papa la licencia para el traslado, pero la muerte del pontífice romano y la remoción de Ruiz aplazaron el acuerdo; el obispo Medina Rincón insistió, y todo estaba ya preparado para cambiarse a Valladolid. En el cabildo había división de opiniones: los viejos se aferraban a Pátzcuaro y al recuerdo de Quiroga que allí había querido fundar su iglesia; y los jóvenes se mostraban partidarios del cambio de lugar. Ganaron los jóvenes por un solo voto. Había "otros intereses particulares", dice Sánchez Baquero, y agrega: "cierta religión deseaba la traslación a Valladolid para entrar en la administración de aquella ciudad". Se refiere tal vez, a los agustinos. Eso indica que también los religiosos andaban en el asunto, y no por razones evangélicas. Era un acto político, y todos a una deseaban consumar lo que no había podido lograr en vida de don Vasco[19].

El cambio de residencia de las autoridades civiles se realizó en 1576, por disposición del virrey Enríquez. Las elecciones de Alcalde Mayor, ello. de enero de ese año, se hicieron en Valladolid, "a donde había de residir en adelante"[20].

El traslado de la sede episcopal se hizo a finales de junio de 1580, y tocó a fray Juan de Medina Rincón ser el prelado de la transición, "por sacar aquella iglesia de entre los indios donde estaba". Con esta mudanza se despojó a Pátzcuaro de todo aquello que, con tanto empeño, había construido Quiroga. Se intentó trasladar las campanas y hasta los restos del obispo, pero los indios se amotinaron y no lo permitieron; sólo esas reliquias les quedaron, lo demás fue cambiado a Valladolid[21].

Pátzcuaro tenía una reducida población española, de gentes pobres, en su mayoría artesanos. Se pensó que estos vecinos se mudarían inmediatamente a la nueva ciudad, pero no fue así. Los jesuitas que habían preparado el cambio a Valladolid, decidieron dejar en pie su colegio y su casa en Pátzcuaro. El P. Juan Sánchez Baquero, historiador de la Compañía marchó a Valladolid acompañado del P. Pedro Gutiérrez, y allí, con grandes dificultades empezaron la construcción de un convento y una iglesia. Sentíanse obligados a este cambio por el compromiso que tenían de leer Gramática en San Nicolás. De modo que los cambios fueron en este orden: la catedral por acatamiento a la bula pontificia; el Colegio de San Nicolás, por el servicio que sus alumnos prestaban a la catedral; y el convento de los jesuitas por atender la educación de los colegiales nicolaitas.

Los primeros meses en Valladolid fueron especialmente difíciles para el Colegio de San Nicolás y también para los jesuitas porque los vecinos eran pobres casi todos, y los que tenían bienes prefirió ron vivir en sus estancias. Así lo vio el padre Sánchez: "No ha crecido mucho el pueblo, y cada día va en disminución, y los Prebendados están bien arrepentidos de haber mudado su Silla, porque la tierra es de poco comercio; sólo hay en ella ganados, los cuales gobiernan sus dueños mejor viviendo en las mesmas estancias que en la ciudad".

Tal parece que el Colegio se despobló a raíz del cambio, pues tenía en 1573, a la llegada de la Compañía, cincuenta colegiales, y en Valladolid, dice el mismo historiador Sánchez que el Provincial ordenó "que el Hermano compañero leyese Gramática a cuatro estudiantes, hijos de vecino, que quedaron allí"; y más adelante confirma esta información, y agrega: "Hay en el Colegio de San Nicolás un maestro de Gramática, que lee a los colegiales y a los demás hijos de los vecinos, y otro maestro de escuela que enseña a leer y escribir, que por todos residen diez". Como los colegiales deberían vivir en el seminario, es posible que los cuatro completaran la cantidad de diez residentes[22].

Poco después de efectuado el cambio de la catedral y el Colegio de San Nicolás (finales del mes de junio), el licenciado Alonso Ruiz, canónigo, juez y vicario general del obispado; pidió copias del acuerdo al Corregidor de Valladolid, así como de una carta del provincial de los franciscanos, para la fusión del Colegio de San Miguel con el de San Nicolás. La petición de Ruiz (29 de octubre) tuvo por objeto acudir con dichos documentos ante el virrey para solicitarle provisión sobre ese asunto[23].

El cabildo de la Ciudad, Patrono del Colegio de San Miguel, envió la copia solicitada, en la que se lee: "en esta ciudad hay un Colegio de San Niculás intitulado, que fundó el reverendísimo señor don Vasco de Quiroga... El cual se pretende se sirva y doctrine y sustente con aquel cuidado que esta obra requiere; y en esta ciudad hay otro Colegio y renta para él, el cual no se sirve ni administra, y se pierde la renta que no se cobra"; enseguida dice el documento que el Colegio de San Miguel ha estado "a cargo de los padres del señor San Francisco"; y acompaña la carta de fray Juan de Cerpa, el provincial de dicha Orden, en la que acepta el aprovechamiento de los bienes del Colegio franciscano.

En el acuerdo del cabildo de Valladolid se dice que: "ha muchos años que el dicho Colegio de San Miguel que se fundó en esta ciudad por mano de fray Juan de San Miguel, fraile de la Orden de San Francisco, y que la renta de él está cargada sobre unos molinos y casas que tenía en México Diego Arias de Sotelo, que es principal deudor de la renta que tiene, está todo disipado e vendido e los molinos maltratados, y que ha muchos años que no se puede cobrar la renta que sobre ello está, ni sustentar preceptor ni persona que se quiera encargar de la cobranza"; y se apoya la idea que "se junten lo uno con lo otro" para que "haya mejor aparejo, y andando el tiempo se puedan oir otras ciencias más que las que agora se leen".

Se hace la petición al virrey conde de la Coruña, quien manda su provisión del 12 de enero de 1581, en la que ordena que el Colegio de San Miguel, "que no se frecuenta ni administra en él ciencia ni doctrina, ni cobra ni beneficia la renta que le pertenece, se reduzca e incorpore en el Colegio de San Niculás... donde hay lección y ejercicio de virtud y estudio, y se aplique a él la renta que al otro pertenece. E atento que estando el uno desusado y el otro en dispusición de pasar muy adelante e ir en aumento”[24].

Carlos Herrejón Peredo, investigador del Colegio de Michoacán, encontró en el archivo de Haceduría de la catedral de Morelia, el Libro del Colegio de San Miguel donde se ostentan los bienes que tiene y los demás negocios de gasto y recaudo y cuentas, desde el primero de mayo de 1556 años. Este documento es muy importante en lo referente al antiguo Colegio de Guayangareo. En él se demuestra que el plantel funcionó regularmente desde su fundación (1548-1549) hasta 1579, con lo que se desmienten las afirmaciones del ayuntamiento de la Ciudad, la del Provincial de los franciscanos y de las demás autoridades que certificaron en 1580 la falta de funcionamiento del Colegio "desde hace muchos años", sin que se encuentre, en el propio libro, ninguna explicación al respecto.

El citado investigador tuvo el acierto de publicar íntegro el texto del libro, con muy pertinentes anotaciones, y de ese modo nos enteramos de que en el Colegio de San Miguel se enseñaban las primeras letras, a cargo de "maesos" (maestros) cuyos nombres, contratos y sueldos allí constan; y que también se daban clases de Gramática castellana y latina, y están los nombres de los "preceptores" que las impartían. Se trataba, pues, de un plantel de nivel medio, en términos comprensibles para nuestra época.

El Colegio de San Miguel tenía un rasgo singular: era una institución enteramente civil y dependía del ayuntamiento de la ciudad; sólo recibía asistencia y asesoría de los padres de San Francisco, a cambio de la cual, y con cargo al presupuesto del Colegio, se hacían obsequios al convento franciscano, consistentes en carne, pescado, legumbres y otros comestibles.

Queda clara también la fecha de fundación del Colegio, y coincide con la que señalamos en la primera edición de esta histo­ria: "todavía en 1549 no existía" -escribimos- y "parece que ya funcionaba en 1550". Herrejón Peredo anota que tal fundación "no pudo ser después de marzo de 1549", con lo que estamos de acuerdo.

Quedan, sin embargo, numerosos puntos oscuros, y uno de ellos se refiere al fundador, fray Juan de San Miguel, cuya participación no queda demostrada, a pesar de que Herrejón Peredo publica unos minuciosos Apuntes para los Anales del ilustre fraile. Basa la paternidad del Colegio en dos fuentes: una, el mencionado Libro donde se repite que San Miguel fue el fundador, sin demostración alguna; y segunda, dos referencias de Juan Joseph Moreno a "una escritura de censo... otorgada en el pueblo de Guayangareo... en 1o de junio de 1566”, es decir siete años después de la muerte de fray Juan, que tampoco nada demuestra.

No ha sido nuestro propósito discutir si fue fray Juan u otra persona el fundador del Colegio y evangelizador de Guayangareo; y como se trata de una tradición hondamente arraigada, dejemos en paz este asunto, y rindamos homenaje de gratitud a los dos eminentes humanistas del siglo XVI, don Vasco de Quiroga y fray Juan de San Miguel, cuyos retratos se hallaban -junto al del Padre Hidalgo- en las antiguas oficinas de la rectoría de nuestra Universidad, todavía a mediados de este siglo.

Persisten muchas dudas sobre este asunto. No sabemos porqué una institución creada por un fraile franciscano vino a quedar en manos del ayuntamiento, cuando había tanto celo por conservar la educación en poder de la Iglesia; y luego el hecho de que el mismo ayuntamiento cediera su autoridad sobre el Colegio en beneficio del cabildo eclesiástico, patrono del Colegio de San Nicolás precisamente cuando había obtenido un triunfo político al obtener el traslado de los poderes civiles y eclesiásticos a su ciudad.

Luego, queda la incógnita acerca del camino que seguían los egresados del Colegio de San Miguel, es decir aquellos que concluían sus estudios de Gramática. En el libro se consigna el dato de nueve de ellos que fueron a Pátzcuaro en 1570 para continuar estudios en el Colegio de San Nicolás. No se dice si esta era la costumbre general, pues de ser así ¿Qué objeto tenía la fusión de ambos Colegios? Si las rentas del sanmiguelino eran suficientes y el funcionamiento era normal, podía haber continuado de ese modo, y con más razón cuando podían los alumnos hacer la carrera sacerdotal en la misma ciudad. Además, no se explica la prisa de los edites de Guayangareo por conseguir esa fusión, pues en 1576 ya nombraban Colegio de San Nicolás al de San Miguel. En fin, quedan muchas dudas.

 

El Libro nos informa, eso sí con certeza, que después de la fusión no hubo en Guayangareo-Valladolid escuela de primeras letras, hasta que la establecieron los jesuitas en 1590.[25]

 

El anónimo cronista de la Compañía anotó que, al trasladarse el Colegio de San Nicolás a Valladolid, los jesuitas se llevaron no sólo la renta sino todo, "lo más del ajuar de casa y cosas de sacristía, y libros, con que de todo quedó poco o nada"[26]. Esto contradice lo dicho por Sánchez Baquero sobre la estrechez de los padres en su nueva residencia, donde vivían a expensas del pan que les enviaban de limosna los franciscanos y los agustinos.

El aprovechamiento de las rentas del Colegio despertó rencores y envidias en una sociedad tan estrecha como era la de Valladolid en los años iniciales. Empezaron las murmuraciones que los jesuitas no resistieron, y abandonaron el plantel a los pocos meses. El cabildo de la catedral designó al Br. Juan de Castilla como rector, según se dice en una carta que los canónigos enviaron al rey, el 9 de enero de 1581. La sustitución, asienta el P. Alegre, no favoreció al plantel, pues muy pronto "se reconoció en aquella juventud tanto atraso en las letras y tanto descarrío en las costumbres", que el mismo cabildo suplicó al provincial de la Compañía que tomaran de nuevo la dirección. El P. Juan de la Plaza accedió, pero con dos condiciones: que el cabildo nombrara un mayordomo para el manejo de las rentas, y que los trescientos pesos que los hospitales daban para el rector-lector se repartieran entre los estudiantes pobres. El cabildo estuvo de acuerdo, y de ese modo los jesuitas volvieron a tomar en sus manos la enseñanza en el Colegio de San Nicolás[27]
Más no terminaron allí las dificultades. Como no cesaron las murmuraciones, los padres, dolidos de la incomprensión, abandonaron el plantel nuevamente, sin que valieran las súplicas del cabildo ni la intervención del obispo Medina Rincón para que regresaran[28].

Los problemas del obispo no eran sólo con los murmuradores y en defensa de la Compañía; también luchaba contra el cabildo de la catedral. Por virtud del patronato, los canónigos se ocupaban del Colegio y de los hospitales de Santa Fe; pero no siempre se ponían de acuerdo entre ellos, y a veces surgían conflictos porque cada quien deseaba mandar a su modo. Este era un viejo problema, desde la desaparición de Quiroga. El tesorero Yépez fue quien mayor empeño puso en todo lo relacionado con los hospitales y el Colegio; pero, ya fuera por la edad avanzada de Yépez, el noble amigo y cercano colaborador de don Vasco, o por el poco entendimiento entre los canónigos, se entregó la vigilancia y defensa de las instituciones al obispo Morales; de hecho, el cabildo declinaba su patronato en el prelado, contra las disposiciones del fundador. El obispo tuvo el buen juicio de no aceptar, y antes bien los convenció de que sostuvieran a don Pedro Yépez porque en sus manos la obra de Quiroga estaba asegurada. Los miembros del cabildo aceptaron de mala manera, no obstante las pruebas que tenían de la diligencia y energía del tesorero en la defensa de aquellas fundaciones. Volvieron a la carga bajo la prelatura del señor Medina Rincón, y éste brindó su apoyo a Yépez y renunció al poder que se le entregaba. Pero el caos vino cuando el viejo alumno de San Nicolás, el brazo derecho de don Vasco, murió en 1578[29]. Entonces se insistió en darle todo el poder al obispo Medina, quien les pidió nombraran uno de ellos para en él delegar las funciones de superintendencia; logró convencerles con mucha dificultad, y el representante del cabildo fue el licenciado en cánones Alonso Ruiz, el mismo que intervino en 1581 en las diligencias de fusión de San Nicolás con San Miguel. Todo quedaba teóricamente en manos del cabildo, pero de hecho en las del obispo. Los canónigos, al advertir su error, quisieron rectificar: "anse arrepentido muchas vezes y dicho que me lo han de quitar y que no me lo pudieron dar y si lo yntentaren lo dejaré, aunque entiendo en su poder se a de perder, pero por no tener pleitos con ellos buscaré otro razonable partido"[30].

Una solución encontró el obispo: que el rey de España asumiera el patronato como principal titular, y con su autoridad ordenara que los canónigos nombraran cada año a uno de su corporación para que fuera el administrador del Colegio y los hospitales; y que este canónigo le diera cuenta al obispo, "como lo tiene preveído el Santo Concilio"[31]. Es decir, desaparecería el patronato del cabildo y pasaría a la jurisdicción del prelado, y San Nicolás sería un seminario tridentino y no el Colegio con características peculiares previstas por su fundador. Así lo informó al rey de España.

En el mismo informe, Medina Rincón dice que utilizó fondos del obispado -de "la fábrica" - en la adquisición de una casa para el Colegio; su costo fue de dos mil pesos. Ese inmueble estaría en el sitio que actualmente ocupa el ilustre plantel, pues su primer edificio, rústico y provisional, estuvo seguramente frente a la plaza de armas, junto a la primitiva catedral y el hospital real[32].

El costo fue elevado y el edificio debe haber sido ya de mampostería y mucho más amplio que el anterior, pues en 1599, al finalizar el siglo, las antiguas Casas Episcopales, "casas de morada, altos y bajos,-corrales y trascorrales", se remataron en ochocientos pesos; y deben haber estado contiguas o cercanas al actual edificio del Colegio[33].

 

Vivían allí, dice el obispo, unos cuarenta colegiales con su rector, Melchor Hernández Duarte, un clérigo "muy honrado y ejemplar" pero que no lee gramática. La disposición del fundador de reunir en una sola persona al lector y al rector, "ni se compadece ni se halla todas veces uno tal, y así es necesario sean distintos". En ese momento había un preceptor de gramática, pero el señor Medina no dice quién era.

Las rentas de San Nicolás se habían incrementado por donaciones, entre las que debe mencionarse la del canónigo Yépez. En el mismo informe de Medina Rincón se dice que la renta incluye unas casas, tiendas y molinos de ese legado, cuyo valor era de ochocientos pesos de tipuzque; y producen doscientos veinticuatro pesos de los novenos. A esto se agregaban las cosechas de trigo y los productos del ganado; además de los trescientos ducados que daban los hospitales de Santa Fe para el rector-lector; "de esto -dice el obispo- comen y se paga el rector y lector de gramática y algunos de los que tienen posible entran con alguna ayuda de costa que dan sus padres, y yo les ayudo con lo que puedo". En este último punto ha observado atinadamente el Dr. Miranda una modificación a la voluntad del fundador, ya que don Vasco dispuso que los estudiantes fuesen gratuitamente sostenidos, educados y alimentados[34].

Unos años más tarde (1586), en tiempos del mismo obispo Medina Rincón, las rentas del Colegio habían aumentado, desde luego por la suma del patrimonio del de San Miguel. Además de los trescientos ducados que daban los hospitales, la renta ascendía a diez mil doscientos treinta y siete pesos cinco tomines, que producían ochocientos pesos menos siete granos al año. A esto se agregaban ciento dieciseis pesos anuales de renta de una casa en la plaza principal de Pátzcuaro; cincuenta de dos casas en la misma plaza; veintiocho por la casa junto al mesón de la misma ciudad; cincuenta por la casa que fue del canónigo Pedro Yépez en Valladolid; otros cincuenta de renta anual por la tienda de los Muñoz. Además, los productos de la hacienda de Huaniqueo, la vieja estancia de don Vasco de Quiroga, valuada entonces en diez mil quinientos cuarenta y tres pesos; y otra estancia en Tarímbaro, con diez y nueve bueyes y un esclavo negro. Como se ve, los bienes patrimoniales del Colegio de San Nicolás habían ido en aumento[35].

A la muerte del obispo Medina Rincón, el Papa ordenó el traslado de D. Alfonso Guerra del obispado de Río de la Plata, en Paraguay, al de Valladolid. El señor Guerra pertenecía a la Ordinis Praedicatorum, institución de los dominicos, presente en México desde 1553. La suerte del Colegio de San Nicolás fue muy difícil durante el gobierno de este prelado. Si el señor Medina había tratado veladamente de convertirlo en seminario tridentino, Guerra lo intentó abiertamente. Con ese fin escribió el Papa Clemente VIII. En su escrito informaba que el Colegio era víctima del descuido y negligencia del cabildo, por lo que se advertía una gran decadencia en sus estudios; y proponía, para remediar ese mal, que el plantel se transformara en un seminario que se ajustara a las prescripciones del Concilio de Trento, pues en el obispado de Michoacán no había ninguno. El Papa estudió la petición del prelado y pareciéndole justa envió una carta concediendo el cambio[36]. Poco tiempo después murió el pontífice, y el sucesor quiso estudiar con calma el asunto. El cabildo eclesiástico, al saber la resolución de Roma, había escrito a Paulo V con una información contraria a la del obispo; lejos de advertir decadencia en el plantel, decían, se notaba progreso; las rentas habían aumentado y los alumnos estaban bien atendidos por la diligencia del mismo cabildo, y eran apreciados los frutos del plantel que ellos cuidaban como patrones y administradores. El Papa se convenció con los argumentos del cabildo y envió un Breve para confirmar al Colegio su singular organización y su independencia respecto al obispo[37].

Otro miembro de la Orden de Predicadores, Domingo de Ulloa, fue tranferido del obispado de Popayán, Colombia, para cubrir la vacante del señor Guerra, fallecido en Valladolid el 18 de junio de 1596. El señor Ulloa llegó a su nuevo obispado a finales de 1598, y encontró el Colegio sin rector; los alumnos solían a oir gramática al convento de los jesuitas, completamente apartados de estatutos. El cabildo había pedido  al superior de la Compañía que los padres se hicieran cargo nuevamente del plantel. Decían los canónigos: “y aunque  es verdad que este Cabildo está muy agradecido a la merced de V.P. poco ha nos hizo en dar a este Colegio quien le enseñase, lo que pueden aprender son letras, que no satisfacen a lo que Cabildo pretende, que son virtudes. Resta para que la merced sea cumplida, alargue la mano en hacernos la de que el padre que les lee o al que V.P. fuere servido,  esté en el Colegio dentro, que con esto estará este Cabildo muy consolado por que la experiencia nos muestra algunos inconvenientes que trae el salir fuera los estudiantes”[38].

No obstante esta y otras suplicas y hasta una carta del canónigo Gerónimo Yépez al padre superior, los jesuitas se negaron a volver a la dirección del Colegio. Dice el historiador Alegre que la negativa se basó en la insidiosa campaña emprendida por una persona de apellido Carmona, quien estaba interesado en ser Rector y procuraba por todos los medios desacreditar a los jesuitas acusándolos de pretender apoderarse del plantel por sus rentas[39].

 

No es de creerse esta información porque ya hemos visto cuáles eran los bienes y productos de que disponía San Nicolás entonces. Las discrepancias entre Pátzcuaro y Valladolid respecto a las rentas, tanto de las cantidades otorgadas por los prebendados como del donativo por disposición testamentaria del beneficiario Rodrigo Orejón, que ascendía a ciento sesenta y cinco pesos, se aplicaron al convento jesuita en Valladolid, según resolución del Padre General, en el mes de noviembre de 1592. Ellos encontraron el modo de que estos bienes fueran independientes de los de San Nicolás. Además, ya al finalizar el siglo, las propiedades de los jesuitas en Valladolid eran considerables, y consistían en haciendas, sitios de ganado mayor y menor, casas y cantidades de dinero a censo; por lo que no es de creerse que pretendieran apoderarse de los bienes del Colegio[40].
 

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[3] El licenciado Tena Ramírez pregunta: "cómo fue posible que durante más de dos siglos el cabildo de Michoacán, en apariencia sin fundamento legal alguno, desafiara invicto al quisquilloso poder del Regio Patronato y la irritación permanente del arzobispo de México?" La respuesta que encuentra el mismo autor está en el apoyo que el rey dio al Cabildo, justificando el régimen de excepción, "y todo esto -dice Tena Ramírez- se hizo con el solo argument.J de la grandeza, moral, amajestada por los siglos, de Vasco de Quiroga". F. Tena Ramírez, op.cit.,pp 110-119. Además, Vasco de Quiroga...pp. 151-152.

[4] La cédula real, en JJ. Moreno, op.cit.,pp.48-49. En cuanto a San Nicolás es clara la protección: "y un Colegio donde los hijos de los Españoles legítimos, y Mestizos y algunos indios por ser lenguas, para que puedan mejor aprovechar con ellos aprenden Gramática, y juntamente con ella los indios hablar nuestra lengua Castellana, cosa muy útil, y necesaria; y nos habeis suplicado tomásemos el título de Patrones... porque estando en nuestro nombre, siendo nos patrones... los pobres Estudiantes más bien aprovechados"

[5] Un fragmento de la cédula de Felipe II, en Documentos inéditos...cit.,pp.33-34. Por la referencia que hace a la fecha en que Pedro de Yépez presentó el Testamento de Ouiroga ante la Audiencia de México, "a diez días del mes de septiembre de el año próximo pasado de quinientos e sesenta y cinco años", se deduce que es de 1566. Ver: J.B.Warren,p.156.

[6] F. Miranda, op.cit., p.232. 7.

[7] Ibid.,p.233.

[8] J.G. Romero, op.cit.,p.12. Fray Diego de Chávez era pariente de Juan de Alvarado, el encomendero de Tiripetío, y con el apoyo de éste fundó el convento de su Orden en ese lugar, donde fray Alonso de la Veracruz puso en 1540 el primer Colegio de Estudios Mayores, semejante a una Universidad. Fray Diego fue sepultado allí, pero un incendio destruyó sus restos. Ver: Rafael Aguayo Spencer. Fray Diego de Chávez, el soldado, pp. 43-67.

[9] Fray Diego de Chávez era pariente de Juan de Alvarado, el encomendero de Tiripetío, y con el apoyo de éste el concento de su Orden en ese lugar, donde fray Alfonso de la Veracruz puso en 1540 el primer Colegio de Estudios Mayores, semejante a una Universidad. Fray Diego fue sepultado allí, pero un incendio destruyó sus restos. Ver: Rafael Aguayo Spenser. Fray Diego de Chávez, el soldado, pp. 43.67.

[10] J.J. Moreno. Op. Cit., pp. 78-79.

[11] J. Sánchez Baquero, Fundación de la Compañía...p.14. Francisco Ramírez, Historia del Colegio de Pátzcuaro, p31. Francisco Xavier Alegre, Historia de la Provincia...t.l, pp.44-45

[12] P. de Rivadeneira, op.cit.,p .l1

[13] Ibid., p.173.

[14] Ibid., p. 192.

[15] J. Sánchez Baquero, op. Cit. P. 47.

[16] Vid., Noticias para la historia...cit.,pp.32-35.

[17] J. Sánchez Baquero, op.cit.,pp.76-77.

[18] Ibid.,pp.85-89. Alegre da a Vitziméngari el nombre de Pedro Calzontzin, op.cit.,t.l.p.ll0.

[19] J. Sánchez Baquero, op.cit.,p.76.

[20] JJ. Martínez de Lejarza. Análisis estadístico de la Provincia...p.l0. 21.

[21] F. Miranda, op.cit.,p.222.

[22] J. Sánchez Baquero, op.cit.,pp.135-136

 

[23] E. Lemoine Villicaña. Documentos para la historia de la Ciudad de Valladolid. El doctor Lemoine publica el documento con el título: "Confirma Vuestra Excelencia por lo que fuere volpntad de Su Majestad y suya en su nombre, lo determinado por la Ciudad de Michoacán sobre el Colegio".pp.50-53. J. Romero Flores publicó el mismo documento, con otro titulo ("Recaudos de la unión y junta del Colegio de San Miguel con el de San Nicolás de Valladolid, en el año de 1581"). en la Historia de Michoacán, tI.,pp.189-193.

[24] Ibid., p. 52-53.

[25] C. Herrejón Peredo. El Colegio de San Miguel de Guayangareo. Univ. Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Morelía, 1989.

[26] Relación anónima en el t.402, segunda parte, del ramo de Tierras, en el Archivo General de la Nación. Fue publicada en el Boletín del mismo Archivo por Edmundo O'Gorman, quien le puso por título Noticias para la historia del antiguo Colegio de San Nicolás de Michoacán, cuando en verdad se refiere al Colegio de la Compañía en Pátzcuaro. Boletín,voI.10.No. 1 p.43. También: Alegre, op.cit.,t.l, libro segundo. pp.134-135.

[27] El texto de la carta en Alegre, op.cit.,t.l. libro segundo, pp.185-187.

[28] FX. Alegre,op.clt.,t.I. libro tercero,pp.316-317. Publica la carta de Yepez. Ambas misivas en Bonavit, Historia...,pp. 51-53

[29] Al morir don Pedro de Yépez, dejó todos sus bienes al Colegio de San Nicolás.

[30] Cito F. Miranda, Don Vasco..., p. 243

[31] Ibid., p.242.

[32] Ibid., p.243.

[33] Vid. M. Aguilar Ferreyra. Documentos para la historia de Morelia, p.59-62. Se publica el poder del obispo Ulloa Francisco Madaleno para la venta de las Casas Episcopales el remate y la escritura de venta en la cantidad indicada.

[34] F. Miranda, op.cit. supra, p. 225.

[35] . Bonavit, op.cit. supra,p.50-51

[36] J.J. Moreno, op. Cit. P. 170.

[37] No se conoce el texto de la Bula pontificia, que se encuentra en el Archivo del Cabildo Eclesiástico de Morelia, legado 53, exped. Número 29, según dice Moreno. El cabildo informó que había sostenido el Colegio, con cuarenta alumnos, durante sesenta años.

[38] Ver nuestra nota número 32.

[39] F.X. Alegre, op. Cit. P. 317.

[40] Vid. Noticias  para la historia …, pp 83-106.