Historia del Colegio de San Nicolás
Autor
Raúl Arreola Cortés
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IV EL SIGLO DEL BARROCO (XVIII)
IV
EL SIGLO DEL BARROCO (XVIII)
España en crisis.- Los problemas mundiales.- Primeras sublevaciones en las colonias de América.- La independencia de las colonias inglesas en el Continente.-Criollos contra peninsulares en Nueva España.- Se funda el Seminario Tridentino de Valladolid.- Los bienes del Colegio de San Nicolás.- Expulsión de los jesuitas. -Los nicolaitas estudiaban con ellos.- Don Miguel Hidalgo y Costilla, alumno de San Nicolás.- Su carrera académica y sacerdotal.- Cargos que tuvo en su Colegio.-El doctor Pérez Calama y el conflicto con los PP. del Oratorio.- Su labor como gobernador del Mitra.- Un concurso en que vence Hidalgo.- Su Disertación Teológica.- Valor de ese documento.- Opinión de Pérez Calama.- El obispo San Miguel y sus idear.' de la Modernidad.- Don José María Morelos ingresa en San Nicolás.- Sus estudios sacerdotales.- Se crean en San Nicolás los estudios de Derecho Canónico y Civil.- Los primeros maestros de esas materias.
El mundo americano mostró profundas contradicciones durante el siglo XVIII, ante todo en la segunda mitad, como consecuencia de los cambios en el equilibrio de fuerzas de las grandes potencias europeas. España, bajo el reinado de los Austrias, extendió sus dominios en todas direcciones, destacándose por su importancia las posesiones americanas, pues desde el segundo tercio del siglo XVI, el oro y la plata de sus minas invadieron la metrópoli y contribuyeron a la ostentación y la opulencia de la nobleza, que dilapidó aquellos bienes que parecían inagotables. Colmado de dones, el español se creyó elegido y protegido por Dios, como premio a su religiosidad y al arraigo de su fe. Las riquezas, venidas de lo alto, no se aprovecharon en la creación de fuentes de trabajo.
Un escritor español -Gregorio Marañón-. que no estuvo afiliado a leyendas de ningún color, nos habla de la corriente de riquezas proveniente de América, y del aparato mágico que rodeaba la llegada de cada embarque a los puertos españoles. Bastaba entonces tener fe y rogar para que llegaran indemnes los navíos, y de esa creencia en lo sobrenatural provenían la dejadez y la abulia; "El creerse protegidos de Dios corroe y destruye la tensión para el esfuerzo". El daño que se produjo en la nación española fue muy grande; sólo comparable al que los peninsulares hicieron a los pueblos americanos con tan inhumana explotación. "Hoy podemos decir, con absoluta certeza, que aquellas rogativas que se hacían para que llegasen con bien los galeones con el oro de América, y aquellas alegrías con que se festejaba su arribo a los muelles del Guadalquivir, eran como golpes de azada que abrían la fosa en que nuestras mejores energías s6iban enterrando". El oro fue semilla de pereza, un enervante para las voluntades. Agrega Marañón: "Entre soldados, frailes, nobles, servidores de los nobles, pordioseros y ociosos de profesión se ocupaba más de la mitad del censo de España. Los campos no tenían brazos y los oficios estaban, en buena parte entregados a la actividad de extranjeros"[1].
La política comercial de la metrópoli en sus colonias de ultramar no pudo ser más desacertada. Con una economía sostenida por monopolios se frenó el desarrollo de las colonias; el mismo gobierno facilitó el contrabando y dio rienda suelta a la voracidad de la burocracia virreinal que se enriqueció escandalosamente con las dádivas de los contrabandistas. Países con flotas marítimas poderosas se aprovecharon de ese comercio fraudulento. En las colonias americanas se estimuló de ese modo, por los monopolios y el contrabando, una economía extravertida, y en algunos casos destructiva.
La sociedad en las colonias tuvo una estructura aristocrática. Los mineros y los terratenientes reproducían las características de la sociedad española, y en cuanto a orgullo y despilfarro lo mismo daba que fueran peninsulares que criollos, aunque el mando lo tuvieran siempre los primeros. Así, de los sesenta virreyes que hubo en el Nuevo Mundo, sólo cuatro fueron criollos; y en los cuadros del ejército la proporción fue menor, pues de seiscientos dos capitanes generales sólo catorce habían nacido en América. En la jerarquía eclesiástica pasaba lo mismo; por ejemplo. en el arzobispado de México, en más de dos siglos hubo un solo prelado americano. Se hacía sentir una especie de superioridad de los peninsulares sobre los hijos de esta tierra.
El ascenso de los Borbones a la monarquía española, introdujo algunos cambios. La política se liberalizó un poco; se aflojaron las tenazas impuestas al comercio, pero eso en vez de aliviar la situación de España, la empeoró porque, a la sombra de las libertades creció la división interna, y se propagaron con mayor rapidez las ideas que intentaban renovar la sociedad. La libertad significó también la penetración de intereses de países como Inglaterra, Francia y Holanda, que disputaban la supremacía a España y veían la posibilidad de apoderarse de sus posesiones americanas, de sus productos o de sus mercados. Las flotas comerciales que ejercían el contrabando abierto en los puertos americanos propagaban ideas anticolonialistas que coincidían con las aspiraciones de los americanos, a pesar de las férreas restricciones que la metrópoli impuso a la difusión de las ideas; los enemigos burlaron todas las barreras, pues, como dice Chaunu, "no hay espacio que no atraviesen las ideas siguiendo los caminos de los hombres y de las mercancías"[2].
Las inquietudes de los americanos, criollos e indígenas, afloraron en sublevaciones cuyo origen no supieron entender las autoridades españolas. En 1725, José de Antequera se sublevó en Paraguay y en sus proclamas hablaba de soberanía popular. En el Perú, entre 1740 y 1741, se produjo un amplio movimiento para declarar rey al Inca Felipe, apoyado por amplios sectores indígenas de la América del Sur. El indio quiteño Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo, nieto de una esclava, en 1765, al frente de una gran rebelión, ofreció la corona al conde de Vega Florida. El año de 1780 se registraron movimientos emancipadores en Chile (encabezados por los franceses Antonio Gramusset y Antonio Berney, con el criollo José Antonio Rojas). Movimientos similares surgieron en Arequipa, La Paz, Cochabamba y Cuzco; en esta última ciudad, Lorenzo Farfán de los Godos capitaneó a los plateros y a los indígenas; en ese año de 1780 una fuerte rebelión indígena, la de José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru, gobernador de Tungasuca, puso en aprietos al gobierno virreinal. Con el apoyo de los trabajadores de las minas y de los indígenas de Calca, Paucartambo y Chumbivilcas, Amaru se levantó en armas y ejecutó al corregidor de Tinta y se proclamó emperador del Perú. Esa rebelión fue ahogada en sangre. En Buenos Aires hubo también protestas y conspiraciones.
Los portugueses no quedaron fuera de esta agitación continental en el siglo XVIII. Un gran levantamiento en Minas Gerais, en protesta por la paga del quinto real y el exceso de impuestos, fue dirigido por José Joaquim de Silva Xavier -conocido como líradentes- y, reprimido con saña (1789-1790).
Desde finales del siglo XVII, España cedió a Francia la parte occidental de la isla de Santo Domingo, conocida por los indígenas como Haití. En 1771 los negros de esa posesión francesa se sublevaron acaudillados por un antiguo esclavo, Toussaint Louverture, quien proclamó la independencia al iniciarse el siglo XIX.
La actividad de los agentes de Inglaterra, Francia y Holanda no tuvo reposo en la segunda mitad del XVIII. Uno de ellos, el general Francisco Antonio Gabriel Miranda, nacido en Caracas, fue muy importante en las luchas por la independencia al iniciarse el XIX. Miranda estuvo al servicio, indistintamente, de diversas potencias europeas.
Pero la rebelión más trascendente en el Nuevo Mundo fue la de las colonias inglesas, que se sublevaron contra su metrópoli en reclamo de reducciones de impuestos y representación adecuada en el gobierno colonial. Este hecho histórico culminó con la independencia en 1776. España, por su rivalidad con Inglaterra, favoreció en todas formas ese movimiento, y de una manera insensata contribuyó a su propia destrucción. Esto pudo percibirlo con suma, perspicacia el conde de Aranda y se lo hizo saber a Carlos III; le propuso en 1783 la creación de un reino independiente, encabezado por una persona de la familia real, antes que la nueva nación, los Estados Unidos, tomaran fuerza y se apoderaran de las colonias españolas en América, con olvido absoluto de la ayuda que habían recibido para liberarse.
La predicción del conde no tardó en convertirse en realidad. En 1796 llegaron 26 navíos bostonianos a Valparaíso, y su número fue en ascenso, y al concluir el siglo eran ya 226 los que tocaban diversos puertos de Centro y Sudamérica. Las relaciones comerciales entre Estados Unidos y la América Española se intensificaron. En 1796 las exportaciones del nuevo país ascendían a 1,389.219 pesos, y las importaciones fueron de 1,739.138 pesos. Para 1801, los Estados Unidos exportaron 8,437.659 pesos, y sus importaciones sumaron 12,799.888 pesos. Había nacido una nueva potencia.
La apertura de los puertos de Indias a las naciones neutrales, es decir de los países que no hicieran causa común con Inglaterra, Francia y Holanda, abrió las puertas al comercio de la naciente república; y muy pronto el Continente se dispuso a imitar el ejemplo de los norteamericanos e iniciaron su lucha por la independencia. Jefferson y otros dirigentes de la nueva República del norte, deseaban que las colonias españolas no se desligaran de su metrópoli hasta que ellos estuvieran suficientemente fuertes para absorberlas; pero nadie podía contener el ansia de libertad de los hispanoamericanos, y en la primera década del siglo XIX, en forma casi simultánea se produjo el incendio que destruiría casi en su totalidad el caduco edificio colonial. Las circunstancias europeas aceleraron el curso de los acontecimientos.
El siglo XVIII en la Nueva España registró un hecho decisivo: la clase de los criollos adquirió plena conciencia de sus derechos y puso a prueba su fuerza. Excluida de los cargos más importantes, luchó en alianza con los mestizos y los indios, todos con el nombre de americanos[3]. Sus armas fueron las que podían usar frente a un sistema cerrado y represivo: el periodismo científico y literario, las sociedades de Amigos del País, en las que participaban no pocos españoles peninsulares amantes del progreso; y el fértil campo de la enseñanza, en las aulas de la Universidad, los colegios y los claustros conventuales, donde empezaban a discutirse, los principios de la ciencia y la filosofía modernas, cada día con mayor desenvoltura.
En Valladolid, como en otras ciudades importantes del interior del país, esos cambios afectaron de manera notoria la vida social, sobre todo en las instituciones donde los criollos tenían influencia, o en aquellas que deseaban conquistar.
El Real Colegio de San Nicolás Obispo, por su tradición y, sobre todo por su independencia respecto a la autoridad diocesana, desempeñó un papel de primera línea en ese proceso transformador. Sus estudios se ampliaron y mejoró su situación académica.
A principios del siglo XVIII, un exalumno del Colegio, el doctor Sebastián Gutiérrez de Robles, creó a sus expensas dos cátedras de Teología, una de Escolástica y otra de Moral. Aplicó en el sostenimiento de esas cátedras los bienes de la testamentaría del Br. Juan de Beruco, de los que él era albacea. El proyecto de introducción de dichos estudios era muy antiguo, pues, como hemos visto, el obispo Aguiar había conseguido del rey una cédula con ese fin, pero los prelados posteriores nada hicieron, o nada pudieron hacer porque la orden real transformaba el. Colegio de San Nicolás en seminario, y a esto se opuso siempre el cabildo eclesiástico.
Para desembarazar las gestiones y evitar los enfrentamientos, el obispo Juan José de Escalona y Calatayud decidió fundar el Seminario Tridentino en Valladolid, basándose en las disposiciones del Concilio de Trento y en las necesidades de contar con un mayor número de sacerdotes en la diócesis. En 1729 se iniciaron las obras materiales del edificio en un terreno frontero a la catedral, bajo la dirección del arquitecto Tomás de la Huerta. La construcción fue continuada, aunque en forma exigua, por su sucesor, el señor Matos Coronado y Elizacoechea.
El Colegio de San Nicolás contaba en el siglo XVIII con amplios recursos, provenientes de legados y donativos, que le permitían al cabildo no solamente atender las necesidades de los colegiales sino prestar a rédito para tener una renta segura. Esta condición de suficiencia era necesaria para el plantel, pues aseguraba su independencia. En 1731, durante una visita que hiciera al plantel el obispo Escalona, el rector, licenciado Juan Manuel de Villegas, mostró el estado de cuentas del Colegio. Tenía unos treinta mil pesos a censo o en préstamo, los cuales, al 5 % anual, daban una renta de mil quinientos pesos, que unidos a la pensión que cubrían los hospitales de Santa Fe eran suficientes para sus gastos.
Los deudores del Colegio eran principalmente los hacendados que recurrían a los préstamos eclesiásticos para subsanar sus dificultades económicas. La lista de los deudores, los préstamos y los intereses correspondientes a un año, es la siguiente:
1. Escritura de Juan Martínez. Perdida.
2. Fernando de Villamil. Hacienda de Guaracha. Perdida.
3. Luis de la Rabia, vecino de Huaniqueo. $1 000.00
4. Hacienda de Jorullo. $2 400.00
5. Cristóbal de Vargas, de Pátzcuaro. Perdida.
6. Doña Isabel de Alba, de Pátzcuaro. $ 200.00
7. Haciendas de Villachuato y Cerano $1 540.00
8. Hacienda de Salvador Muñoz,en Salvatierra $ 700.00
9. Hacienda del Colegio, del tesorero Aguilar. $5 500.00
lO.Haciendas La Magdalena y San Basilio, de Apaseo. $1 500.00
l1.Haciendas de Juan de Alcocer. Perdida.
12.Hacienda de Apaseo, en Maravatío. $ 250.00
13.Hacienda de Apuzagualcos. Perdida.
14.Sres.Madrigal, dueños de la hacienda de Penjamillo. $ 950.00
15.Hacienda de la Concepción,en Puruándiro. $ 700.00
16. Hacienda de San Buenaventura y Rincón de Tamayo. $ 500.00
17.Manuel de la Cruz Sarabia, de Celaya. $1900.00
lB.Martín !3errospe. $2 050.00
19.Lucas de Aguilar, de CeJaya. $2150.00
20.Hacienda de Queréndaro, de la Compañía. $1 000.00
21.Ignacio de Soto. $2 500.00
22.Hacienda del Potrero, Audiencia de Guadalajara. En pleito.
23.Hacienda de la Compañía de Jesús. $1 000.00
24.Hacienda de Patamaro, en Puruándiro. $ 500.00
A estas cantidades deben agregarse algunas obligaciones y pagos pendientes para finiquito, así como el alquiler de las ovejas a Lázaro Sáenz de Mendiola y las pensiones que pagaban los tres hospitales de Santa Fe[4].
El obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle dio gran impulso a la terminación de las obras del Seminario, y en tanto que éstas avanzaban, dispuso la creación de las cátedras de idiomas, ante la necesidad de contar con sacerdotes "idóneos y peritos" no sólo en materias Morales, Doctrinales y Escritura:ias, sino en las lenguas de los naturales, "nos hemos visto en el estrecho, y obligación de deliberar como deliberamos fundar, y de hecho fundamos las Cátedras de Otomit, Tharasco, Mexicano, y ponerlas, como en depósito en el Real Colegio de San Nicolás Obpo., mientras que se perfecciona el comenzado Seminario". Como se recordará, la cédula real de 1671 ordenó que dichas cátedras se establecieran en San Nicolás al transformársele en seminario; el señor Sánchez de Tagle dio cumplimiento, aunque tardíamente, a esa cédula, separándola en dos partes: por un lado creó las catédras de idiomas indígenas en San Nicolás; y por otra estableció el Seminario de Valladolid. En el Decreto de erección de este plantel no figuraron las referidas cátedras, por lo cual se sabe quedaron implantadas definitivamente en el Colegio[5].
La vida de la ciudad, y la del mismo Colegio, se alteraron gravemente con un hecho de gran trascendencia y escándalo. El rey de España ordenó que la fuerza pública se presentara en las casas o colegios de la Compañía de Jesús, con un pliego que debería abrirse en presencia de toda la comunidad, y en ese pliego se disponía que inmediatamente salieran expulsados del país los padres jesuitas. Esta orden debería cumplirse el mismo día en España y en todas las posesiones españolas; así se hizo el 25 de junio de 1767, fecha en que se les trasladó a Veracruz para embarcarlos con rumbo a Italia donde habrían de residir. "La atmósfera de recelos y de odios, -escribió Luis Castillo Ledón- que desde la fundación de la Compañía en el siglo XVI, se había ido formando en torno de ella, determinó tal medida. Se le hacían los cargos de difusión de máximas contrarias al derecho canónico y real, de espíritu de fanatismo y sedición, de exceso de poder en las colonias, de desobediencia al Gobierno, y otros menores"[6].
Ya hemos dicho que los colegiales de San Nicolás salían a oir Gramática al Colegio de San Francisco Xavier, muy cercano a su edificio. Este Seminario jesuita; era como los de otras Ordenes religiosas, destinado a la instrucción de sus propios miembros, con la diferencia de que allí los maestros eran los más prestigiados por su sabiduría; y con San Nicolás tenían un compromiso que databa desde el siglo XVI.
Sin embargo, a mediados del siglo XVIII concurrían seglares al Colegio jesuita, según se muestra en la Lista de sujetos que pasaron a graduarse de Bachilleres en Artes, provenientes de Valladolid en la segunda mitad del siglo XVIII, publicado por Juvenal Jaramillo, como apéndice a su libro sobre la vida académica de la ciudad en ese período[7].
En el momento de la expulsión estaban 17 padres en el Colegio (así llamaban también a su convento), contándose entre ellos el rector, Diego Verdugo, originario de Taxco; en su mayoría eran criollos; sólo había cuatro españoles peninsulares y un francés (Juan Marint, que era coadjutor). Entre los expulsados de nuestro país había veintitrés michoacanos, posiblemente hijos de los colegios de Pátzcuaro y Valladolid; de ellos, dos eran de Jiquilpan (Diego José Abad, entre ellos); dos de Tlalpujahua, uno de Zamora, dos de Zitácuaro, ocho de Pátzcuaro, uno de Maravatío, seis de Valladolid y uno de Jacona[8].
Uno de los desterrados, el ilustre Francisco Xavier Clavijero, escribió unas notas o Breve descripción de la Provincia de México de la Compañía de Jesús, según el estado en que se hallaba el año de 1767, y al referirse a Valladolid afirma que hay tres seminarios, que pudieran ser: el de la misma Compañía, el Colegio de San Nicolás, y el Seminario Tridentino, aunque éste se encontraba en construcción y habría de inaugurarse tres años más tarde. No se sabe que hubiera otro centro para la formación de sacerdotes en ese año[9].
La expulsión de los religiosos jesuitas fue acompañada de la incautación de sus bienes que, sólo en propiedades rústicas, ascendían a ciento veinticuatro, de las cuales trece estaban en el obispado de Michoacán.
Hemos visto cómo los colegiales de San Nicolás estudiaban Gramática con los jesuitas; esta costumbre existía en el siglo XVIII, y se comprueba con un documento publicado por el doctor Francisco Banegas. Se trata de una constancia firmada por tres alumnos del Colegio, en que certifican que veintitrés de sus compañeros y ellos mismos cursaron Retórica, "de que no trajeron certificación por haberla estudiado en el Colegio de San Francisco Javier de la Ciudad de Valladolid, perteneciente a los Regulares expulsos de la Compañía, con quienes estudiaban esta Facultad al tiempo de su arresto". El documento está firmado en México, el 28 de marzo de 1770, y forma parte del expediente en que justifican sus estudios para obtener el grado de Bachilleres en Artes en la Universidad de México. Entre los alumnos aspirantes al grado se encuentra un joven de diecisiete años llamado Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo Costilla Gallaga, el futuro libertador de México. Dicen los declarantes que su maestro fue el P. José Antonio Borda[10].
Es muy extraña esta referencia al P. Borda, de quien sabemos que nació en Caracas, Venezuela, el 25 de mayo de 1740, e ingresó en la Compañía el 23 de diciembre de 1758. Pero, en el catálogo de Zelis, donde aparecen estos datos, se asienta que este fraile estaba en el Colegio Máximo de México en el momento de la expulsión. Pudiera ser que él hubiese iniciado el curso, y que poco antes del mes de junio obtuviera su cambio a México[11].
Uno de los rectores más ilustres que tuvo el Colegio de San Nicolás en el siglo XVIII fue el licenciado Juan Joseph Moreno. Fue un intelectual que influyó notablemente en la generación de nicolaitas de la que formó parte don Miguel Hidalgo. Fue colegial de oposición y maestro de Filosofía en San Nicolás, y colegial de oposición en San Ildefonso, donde se doctoró. Fue rector de nuestro Colegio en 1766, año en que se publicó su libro Fragmentos de la vida y virtudes del I Ilmo. y Rm. Sr. Dr. Don Vasco de Quiroga, primer obispo de la Santa Iglesia Cathedral de Michoacán, y fundador del Real y Primitivo Colegio de S.Nicolás Obispo, de Valladolid. Era canónigo en Guadalajara a la llegada de Hidalgo a dicha ciudad, y le tocó recibirlo en unión de los demás integrantes del cabildo. Fue maestrescuelas de la catedral de México. Se conocen algunos sermones suyos pronunciados en Guadalajara[12].
Don Miguel Hidalgo y Costilla estudió en el Colegio de San Nicolás Obispo, de Valladolid, y en este plantel prestó sus servicios en diversos cargos, desde amanuense hasta rector, entre los años 1766 a 1792, un total de veintiséis que vivió en la ciudad de Valladolid.
Su carrera fue brillante. La inició cuando acababa de cumplir los doce años, o sea que ingresó a San Nicolás en 1766. Los colegiales se dividían en cuatro grupos: los capenses, a quienes llamaban así por las capas que usaban, eran alumnos externos; los becas de erección, internos que obtenían gratuitamente los servicios con cargo a los fondos de la institución; los porcionistas, internos, cuyos familiares pagaban su sostenimiento; y los becas de oposición, a quienes se sometía a un riguroso examen de conocimientos; eran los más destacados, y deberían ser bachilleres. El joven Hidalgo debe haber sido porcionista, dada la condición económica de sus familiares que le enviaron en calidad de interno. Entre sus primeras obligaciones estaba la de oír lecciones de Gramática en el Colegio de los jesuitas, y al igual que sus compañeros salía diariamente con el fin[13].
En 1767 cursaba Retórica en el mismo plantel de los regulares de la Campaña, y después de seis meses de estudio sobrevino la expulsión de aquéllos, pero se consideró concluido el curso. Los alumnos no pudieron presentar ninguna constancia debido a la supresión, pero bastó una declaración de sus compañeros para acreditar ese estudio, siempre bajo el amparo del Colegio de San Nicolás. De no haber sido así, la gramática y retórica no se hubieran acreditado, por el espíritu antijesuítico de la época.
Esta parte de sus estudios fue anotada por él mismo en una relación de sus “cortos literarios ejercicios”: “Primeramente aprendió gramática y retórica en dos años, teniendo en ambas las primeras públicas oposiciones”, es decir los primeros lugares.
La Información del joven colegial fue presentada en el concurso para la sacristía de Santa Clara de los Cobres, que le fue adjudicada (1787).En otro documento anterior relativo a un concurso de curatos vacantes (1776), el mismo Hidalgo habló en detalle de sus primeros estudios, los de gramática, que hizo al lado de los jesuitas: “1. Estudió gramática en el espacio de dos años. 2. Tubo la segunda a toda gramática, a que añadió seis oraciones de Cicerón, con citas de misma fecha, su hermano José Joaquín, quien estudio junto con él, agrego: “todas las elegías de Sn. Pedro”[14].
Por su dedicación y buenas dotes fue empleado como amanuense en el Colegio. El Doctor Bonavit transcribió la información del señor Enrique Arreguín Oviedo:”existen en la secretaría del arzobispado documentos por medio de los cuales puede comprobarse que el Sr. Hidalgo fue escribiente de la secretaría del colegio”[15].
Continúa la información de méritos:
"Estudió Filosofía, en donde fue presidente de las Academias de sus condiscípulos, tuvo un acto de Física, y lo premió su Maestro con el primer lugar". Cursó Artes con don Juan Juangorena y Filosofía con el bachiller José Joaquín Menéndez Valdés, "arreglado -este curso- a la doctrina del Angélico Doctor Santo Tomás", según el estatuto del Colegio, con las implicaciones que el tomismo tenía en esos años. Los estudios filosóficos de Hidalgo los llevó a cabo entre 1767 y 1770, Y el 30 de marzo de 1770 presentó examen de Bachiller en Artes en la Universidad de México. Examinaron los doctores: José Giral y Francisco Rangel[16].
Respecto a los estudios de Filosofía, el futuro libertador, en el documento de 1776, declaró: "4. Estudió Philosophia en el Rl. y Primito.de S.Nicolas Opo." Con esto se comprueba que los estudios anteriores no los hizo allí sino en el Colegio de los regulares de la Compañía, como queda dicho; solamente que los hizo como alumno de San Nicolás y no como colegial de los jesuitas. Y agrega: "5. Arguio, sustento, y precintio qdo. pa. ello fue señalado. 6. Dio todas las partes del curso Seorsim et simul (es decir: separada y juntamente). 7. Arguio varias vezes en Refectorio, y dos en General. 8. Tubo publica Opocn. a todo el curso, satisfiso dos replicas. 9. Se examino el primer año a Sumulas, y Logica. 10. El segundo a todo el curso sin tener obligacion de hacerlo. 11. Sustento un Acto de phisica en este mismo año. 12. Fue Sinodal de sus Condisipulos pro orden de su Rector [entonces era rector sustituto el Br. Joseph Gerónimo Esquivel y Vargas, vice rector propietario el Br. Joseph Narciso Sánchez, y sustituto Joseph Antonio Villaseñor]. 13. En el resumen le distinguio su Mtro. con el primer lugar, in obliquo, respecto de seis, e in recto respecto de los demas. 14. Recibio el grado de Br. en la Rl. Vniversidad de Mexico"[17].
"Después de graduado en esa facultad, -continúan las notas del mismo don Miguel- siguió estuaiando Teología: el año de Primianista se examinó en tres materias del P. Gonet; en el de Secundianista aprendió doce, de las que hubiera tenido un acto, si no le hubiera sido preciso retirarse a su patria". Ese retiro a Corralejo se debió, según afirma Castillo Ledón, a la suspensión temporal que se le impuso por haber salido una noche saltando los muros del Colegio; de ser así, el castigo fue leve, y deben haber obrado en su favor los testimonios de su brillante carrera. Era ya becado de oposición, y las autoridades no quisieron imponerle un correctivo mayor, por lo que pudo presentar su examen de bachillerato de Teología en la Universidad de México, el veinticuatro de mayo de 1773. Llevaba los certificados de sus maestros Francisco Antonio Cano y Felipe Guzmán, y constancia del rector de San Nicolás, doctor Ricardo José Gutiérrez Coronel. Fue aprobado con honores y se le concedió ser, al día siguiente, sinodal de sus compañcros[18].
De estos estudios sólo dice -en su relación de méritos de 1776- que cursó Teología" "en el mencionado Colego, cumpliendo exactamente con las obligaciones de cursante"; que presentó el primer año para examen "tres materias integradas pr.el p.Gonet; y en el segundo las doce materias en las que no pudo presentar el "actillo" por "haberle sido preciso irse a su tierra". "Hizo diez leccioncillas segun lo estatuido de la RI.Vniversidad";y que recibió el grado de bachiller[19].
Hasta aquí los estudios de Gramática, Filosofía y Teología de don Miguel Hidalgo en el Colegio de San Nicolás.
Todo esto nos permite formamos una idea de cuáles eran los estudios que se llevaban en el Colegio de San Nicolás. Queda claro que todos se hacían en el plantel, y por el concurso de maestros y alumnos que se mencionan, la vida académica era brillante.
A partir de 1767 el plantel recurrió a sus mejores alumnos como maestros de Gramática, al quedar privado de la ayuda de los padres de la Compañía. Se les preparó adecuadamente para esa enseñanza, y fueron, como en el caso de don Miguel Hidalgo, catedráticos, muy distinguidos.
Desde el 23 de enero de 1770 el panorama cultural de Valladolid se enriqueció al inaugurarse el Seminario Tridentino y Conciliar. En esa fecha, el obispo Sánchez de Tagle puso sobre los hombros del primer alumno la beca, y se iniciaron los cursos[20]. Los maestros del nuevo plantel fueron exalumnos del Colegio de San Nicolás, seleccionados por medio de concursos de oposición muy rigurosos. Entre esos primeros maestros estuvo el doctor Vicente Gallaga Mandarte, pariente cercano de don Miguel Hidalgo. Fue maestro de Filosofía[21].
Es posible que, como en el caso de Gallaga, los demás catedráticos del Pontificio y Real de San Pedro, fueran exalumnos del Colegio de San Nicolás, pues en una nómina encontrada por el doctor Bonavit en el archivo del Museo de Morelia están los nombres de quienes atendieron los cursos entre los años de 1770 y 1776, Y la mayor parte eran nicolaitas. Figuran en esa lista: el B. José Narciso Sánchez, vicerrector y maestro de Mínimos; el Br. Antonio Alcalá, de Vísperas; el Br. Antonio Sal vago, de Teología Moral; el Br. Ildefonso Esquivel y Vargas, de Filosofía [atendieron este curso, después del doctor Gallaga: el Br. Alcalá, de 1772 a 1774; el Br. Esquivel, de 1774 a 1776; y el Br. Francisco Figueroa, de 1776 a 1778]; el Br. Joaquín Sánchez Armas, de Mayores y Retórica; Juan J. Tamayo atendía la escuela de primeras letras[22].
En el Colegio de San Nicolás la actividad académica era igualmente relevante, como lo prueba la carrera docente de don Miguel Hidalgo. Graduado como bachiller en Filosofía y en Teología, le quedaba abierto el camino para seguir al doctorado, pero no tuvo interés en ello; se descarta la leyenda propagada malévolamente por Alamán, de que el cabildo le dio una cantidad para que hiciera el viaje con el fin de doctorarse en la capital, y que Hidalgo perdió el dinero en un juego de cartas; se ha dicho también que nunca quiso el grado máximo porque despreciaba a quienes lo tenían sin mérito alguno, y que de ellos afirmaban que eran "una cuadrilla de ignorantes". El doctor Bonavit se inclina a creer que, en general, se tenían en poca estima los grados académicos, y que había maestros, tanto en el Seminario como en el Colegio de San Nicolás, que daban cursos sin tener el título ni siquiera en la materia que atendían, por lo que sus alumnos deberían llamarse "cursantes ilegítimos", según la expresión del Br. Gerardo Antonio Méndez y Alvarez de Toledo, en una carta enviada al Secretario de la Universidad de México[23].
Don Miguel Hidalgo decidió dedicarse a la docencia y a la carrera sacerdotal. Respecto al servicio de la enseñanza, demostró su preparación en un acto que el Colegio ofreció al obispo Juan Ignacio de la Rocha, en ocasión de su arribo a Valladolid (1777); el notable bachiller disertó en torno a las Prelecciones del P. Jacinto Serry, autor de su preferencia por la modernidad de su método que tendía a renovar el estudio de la Teología Escolástica. Aquel acto fue una toma de posición ideológica, nada menos que frente al señor doctor Rocha, exrector del Seminario Conciliar de México, y el no menos ilustre doctor José Pérez Calama, exrector del Colegio Palafoxiano de Puebla; este último había sido un vigoroso renovador del estudio de la Teología, y por eso, la intervención del joven Hidalgo debió parecerle excepcional[24].
A partir de ese momento la carrera académica de Hidalgo fue en ascenso. Fue pasante de gramáticos, o sea examinador de los cursantes de dramática; presidente y sinodal de las Academias de Filosofía y Teología; Beca de oposición; catedrático de Mínimos y Menores, y de Filosofía; presidente de varios actos de estas materias, tanto en el Colegio como en el Seminario que, al parecer, continuaron en estrecha colaboración; fue catedrático sustituto de Teología Escolástica, y fue tan profunda la innovación que emprendió en esta materia, que cambió el texto del P.Gonet por el de Serry, seguramente con autorización del cabildo. La justificación de este cambio fue ampliamente expuesta en dos disertaciones, una latina y otra castellana, con las que participó en un concurso[25].
El doctor Pérez Cal ama, al ser removido de la diócesis de Puebla, después del traslado del obispo Francisco Fabián y Fuero a la diócesis de Valencia, España, no conservó su posición académica[26]. Llegó a Valladolid como chantre de la catedral, y el obispo Rocha, en cuya compañía hizo el viaje, le nombró Visitador general y consejero del obispado; hubiera sido buen rector del Seminario, pero seguramente había prevención en su contra, debido a sus declarados propósitos renovadores en el campo teológico, aunque no rebasaron los límites de la ortodoxia. Durante los cinco años del gobierno del señor Rocha, la función del visitador y consejero no tuvo mayor relieve; se le reconocían su preparación e inclinaciones, pero pocas oportunidades tuvo de manifestarlas. Fue hasta el mes de abril de 1781 en que se hizo notar, con motivo del escándalo suscitado en San Miguel el Grande, durante la visita del prelado al Colegio de San Francisco de Sales, de los PP. del Oratorio de San Felipe Neri. Estos regulares habían tomado a su cargo el ministerio de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, o sea que fueron los continuadores reconocidos de la obra de los jesuitas, después de la expulsión de estos[27]. Uno de sus miembros, Juan Benito Díaz de Gamarra, recién llegado de Europa en 1770 fue nombrado rector y maestro del Colegio, y como producto de su curso escribió su libro Elementa Recentioris Philosophia, obra que habría de suscitar enconadas polémicas entre los defensores de la modernidad cristiana y los tenaces partidarios del oscurantismo y la rutina. Por presiones del cabildo y de los mismos PP. Salesianos, Gamarra fue destituido del cargo de rector, pero sus ideas se mantuvieron en pie, convirtiéndose el Colegio sanmiguelino en una fortaleza inexpugnable[28].
En ese año de 1781 llegó en su visita a San Miguel el Grande el obispo Rocha, y se detuvo más de seis meses en aquel lugar; clamó contra las enseñanzas de Gamarra, quiso intervenir en la organización del Oratorio, y los frailes se resistieron, entablándose una lucha escandalosa. Agobiado por la enfermedad, el obispo se retiró del frente de batalla, y en su lugar quedó Pérez Cal ama, quien llegó al extremo de excomulgar aquella comunidad, medida que hubo de rectificar poco tiempo después. El canónigo Buitrón -historiador del arzobispado- sintetiza ese grave suceso: "Tuvo este Prelado un ruidosísimo pleito con los Padres del Oratorio de San Felipe Neri... pleito que perdió, pues la Santa Sede les dio la razón a los Oratorianos contra el Prelado"[29].
Fue tan dolorosa aquella derrota que el señor Rocha entró en agonía y falleció en la misma población de San Miguel el Grande 1782), declarándose la "sede vacante", durante la cual correspondía gobernar la diócesis al deán de la catedral, licenciado Rodrigo Velázquez de Lorea, pero éste falleció al poco tiempo, y el gobierno quedó en manos del doctor Pérez Calama, en primer término, y del doctor Juan Antonio de Tapia en calidad de co-gobernante, mientras llegaba el designado fray Antonio de San Miguel Iglesias, desde el obispado de Comayagua, Honduras, de donde fue trasladado al obispado de Michoacán.
El gobierno de los doctores se distinguió por una franca apertura hacia el liberalismo, en medio de la hostilidad de algunos miembros del clero apegados a la tradición. Pérez Calama y Tapia realizaron esfuerzos para elevar la ciencia y la virtud del clero michoacano mediante exhortaciones al estudio y a la práctica de lo que predicaban; también buscaron el mejoramiento del Colegio de San Nicolás y del Seminario, como fuentes del nuevo clero más instruido y comprometido con las necesidades sociales.
El 5 de julio de 1784 enviaron a los doctores Vicente Antonio de los Río"s y Miguel José Moche, conciliarios del Tridentino, un proyecto para el establecimiento de una Academia de Bellas Artes Político-Christianas en el Seminario, a semejanza de la que había fundado en Puebla el obispo Fabián y Fuero[30]. El dictamen de los conciliarios no pudo ser más desalentador; el Seminario atravesaba por una situación lamentable, sin el gran número de alumnos que tenía en los años 1775-1776, con el consiguiente descenso de las rentas. En cifras, de 100 alumnos que tenía, ahora contaba sólo 59, de los cuales 30 eran becas de erección y 29 de paga, que resultaba insuficiente. En 1777 hubo superávit y se ahorraron algunos miles de pesos, mismos que se habían gastado hasta casi agotar el fondo; la pensión conciliar anual era de $ 9,713.00 Y en sueldos y becas se gastaban $ 9,616.00; sólo C); quedaba para el resto de los gastos los $ 2,900.00 de los 29 colegiales, que no cubrían ni la alimentación, "y más atendido el alto precio a que en estos últimos años han subido las semillas, carnes y demás renglones de la necesaria provisión". No había modo de pagar $ 9,050.00 que se debían a la fábrica espiritual ni los $ 1,329.00 más uno y medio reales "que se suplieron para sostener por algún tiempo la cátedra del idioma de indios" [esta cátedra se daba en el Colegio de San Nicolás; es posible que ya por entonces el Colegio se hiciera cargo de ese gasto, y sólo quedara el adeudo de los primeros años].
Derivada de la escasés de alumnos había falta de maestros. Corno los alumnos eran, en su mayoría, pobres (los ricos iban a la Universidad), en cuanto lograban ordenarse de sacerdotes "se habilitan para la administración y se dedican a ella corno más útil que la carrera de nuestras cátedras". Había problemas para el nombramiento de catedráticos, y los que se nombraban "son por lo común los ínfimos en aptitud, y por consiguiente poco útiles para encargarse de una Academia de Bellas Letras... Sería necesario erigir otra cátedra, y para esto a más de escasear sujetos faltan enteramente rentas". De modo que, en conclusión, no pudo crearse la Academia propuesta por los doctos e ilustrados gobernantes de la mitra.
La causa principal del abatimiento del Seminario era, a juicio de los señores Ríos y Moche, el desmesurado y poco práctico aumento de planteles de enseñanza; en tanto que otras diócesis sólo contaban con una casa de estudios en la capital, la de Michoacán tenía nueve en total, "a más de los de moral y ritos y gramática que hay en los colegios Clerical e Instrucción y de Infantes en esta capital" (y aun planteles como Querétaro y Guadalajara se llevaban alumnos michoacanos). Además del Colegio de San Nicolás y del Seminario de Valladolid, funcionaban colegios en San Luís Potosí, Guanajuato, Irapuato, Pátzcuato y Zamora; a los que se sumaban Celaya y San Miguel el Grande. "Ninguna de dichas casas nuevas florece -dicen los informante-, ni hay prudente esperanza de que florezcan "[31].
El doctor Cardozo Galué ha encontrado una demostración de esta decadencia del Seminario en el hecho de que, convocados a concurso los aspirantes a las cátedras de Gramática y Filosofía mediante la elaboración de un trabajo crítico-metodológico, el triunfador hubiera sido un maestro del Colegio de San Nicolás, precisamente don Miguel Hidalgo.
El 6 de noviembre de 1783 se publicó la convocatoria, y el 24 de julio siguiente se dieron a conocer los resultados. Se decretaron los nombramientos del doctor Manuel López Secada como catedrático de Prima de Teología; al Br. Francisco Uraga, en Vísperas de Teología; y al Br. Alejo de la Cueva, en Teología Moral. A Uraga, Pisa y Chávez se le concedieron becas de oposición y a de la Cueva una capellanía. Se eligieron los catedráticos para el curso que se iniciaría el18 de octubre: Filosofía, Br. José María Pisa; Mayores y Medianos, Dr. José Pérez Llera; Mínimos y Menores, Br. Tomás Pérez Gil. Al dar a conocer estos resultados, los gobernadores de la mitra, doctores Pérez Cal ama y Tapia, quisieron dar a la elección un mayor realce y señalaron en forma especial diversos temas que deberfan desarrollar los catedráticos designados. A López Secada y Draga, una oración o disertación sobre el verdadero y sólido método de estudiar la Sagrada Teología, sugiriéndoles el estudio de las obras de Villavicencio, Próspero de Aguila, Melchor Cano y San Gregorio Nacianceno. A de la Cueva, un discurso oratorio sobre los principios fundamentales o fuentes de la sana Teología Moral, con apoyo en Daniel Concina, Besombes y una bula de Clemente XIII. A Chávez y a Pisa un discurso histórico-crítico a sólida filosofía, y la defensa de la idea que entonces se hallaba en boga: la filosofía debe estudiarse sobre todo en súmmulas (compendio de la lógica) y física. A. Pérez Llera y Pérez Gil, una oración crítico-histórica sobre Cicerón. y su obra. Estos trabajos deberían presentarse en dos versiones, latín y castellano, en el plazo de dos meses. La convocatoria no impedía que participaran los alumnos del Seminario, como "el más vivo estímulo para que todos se empeñen con sobre honrosa competencia en adornarse con la palma y corona de la sabiduría"[32].
Es posible que la invitación de los gobernadores se hiciera extensiva a los catedráticos y colegiales de San Nicolás, por las relaciones entre éste y el Seminario. Algunos maestros presidían actos y replicaban en ambos colegios, como se ve en el Libro en que se asientan las Cunciones literarias del Seminario. Además, el paso de un catedrático de este plantel al de San Nicolás se consideraba un ascenso. Así se dijo en el caso de una cátedra que proveyeron los gobernadores: "para la de mínimos y menores, vacante por ascenso del propietario, bachiller don Pedro Gallaga, a catedrático de Filosofía al Primitivo de San Nicolás, nombramos y elegimos al bachiller don Tomás Pérez Gil"[33].
Sea como fuere, dentro del plazo señalado (24 de septiembre de 1784) el bachiller don Miguel Hidalgo Costilla, "catedrático que fue de Latinidad y Artes en el Real y más antiguo Colegio de San Nicolás Obispo, de esta ciudad de Valladolid, colegial de oposición y catedrático de Prima de Sagrada Teología en el mismo Colegio", presentó dos Disertaciones, una en latín y otra en castellano, sobre el verdadero método de estudiar Teología Escolástica. U nos cuantos días bastaron a Pérez Calama para leer este escrito en sus dos versiones, y el 8 de octubre envió a su autor una "amorosa" carta encomiástica en la que anunciaba haberle concedido doce medallas de plata como premio; y como aun tenía esperanzas de que los demás maestros presentaran sus trabajos aunque fura a destiempo, pensaba que habría algún medio de recompensarles; por lo pronto, las doce medallas eran para Hidalgo, a quien colma de elogios: bas piezas convencen que Vmd. es un joven en quien el Ingenio y el Trabajo forman honrosa competencia. Desde ahora llamaré a Vmd. siempre hormiga trabajadora de Minerva, sin omitir el otro epíteto de abeja industriosa que sabe chupar y sacar de las flores la más deliciosa miel. Con el mayor júbilo de mi corazón preveo que llegará a ser Vmd. luz puesta en candelero o ciudad colocada sobre un monte. Veo que es Vmd. un joven que, cual gigante, sobrepuja a muchos ancianos que se llaman doctores y grandes teólogos, pero que en realidad son meros ergotistas, cuyos discursos o nociones son telas de araña; como dijo el verdadero teólogo MeIchor Cano, son cañas débiles con las que los muchachos forman sus juguetes"[34].
El doctor Gabriel Méndez Plancarte, quien estudió la Disertación Teológica de Hidalgo, la dividió en un prólogo y tres capítulos, que tratan: 1. Del sentido en que debe admitirse la Teología Escolástica. 2. Elogio de la Teología Positiva y de las ciencias que le sirven de auxiliares (Historia eclesiástica y profana, Cronología, Geografía y Crítica). 3. Una crítica severa al texto teológico Clípeo y su Compendio, ambos del P. Jean Baptiste Gonet. Hidalgo se empeñó en sustituir este libro por las Prelecciones Teológicas del P. Jacobo Jacinto Serry, al iniciar sus cursos de Prima de Teología, en 1783[35].
"Tendencia antimetafísica y predominio del espíritu positivo -escribió el citado doctor Méndez Plancarte al resumir las excelencias de la Disertación- que en el campo filosófico producía una inclinación decidida a la Ciencia experimental, y en el teológico una sobreestimación casi exclusiva de la parte histórica. Espíritu crítico, que se manifiesta de modo paralelo en ambos campos: en el filosófico reduciendo al mínimo y casi anulando el valor del argumento de autoridad; en el teológico, excluyendo del todo a Aristóteles y sometiendo a un examen exigente y científico muchos libros y documentos antiguos que la Edad Media había aceptado como auténticos. Finalmente, en ambos campos, desarrollo y florecimiento del espíritu histórico, que produjo -en la Filosofía- una nueva rama científica: la Historia de la Filosofía, y -en la Teologíauna nueva Ciencia auxiliar: la Patrística, y más tarde, la Historia de los Dogmas"[36].
El maestro don Miguel Hidalgo frecuentaba los autores modernos, y recomendaba su lectura a los alumnos del Colegio. El mismo anotó en la relación de sus méritos: "Presidió los dos actos mayores: uno de las Prelecciones de Serry, y otro de cuatro volúmenes de Graveson, con que obsequió su Colegio a su Señoría Ilustrísima"[37].
A mediados del año de 1785 llegó fray Antonio de San Miguel a su sede, la ciudad de Valladolid. El Colegio de San Nicolás se aprestó a saludar al señor obispo el 15 de julio, en dos actos mayores con asistencia del prelado en el mismo plantel; se hicieron en un día por "la estrechez del tiempo y las ocupaciones crecidas de esa mitra". Presidió ambos actos el Br. Hidalgo, colegial de oposición y catedrático de Prima de Teología, y arguyeron: por la mañana el Br. Antonio Tejeda, "defendiendo los cinco tomos de las Prelecciones del padre Serry con todos los puntos de cronología, historia y crítica, que aun por incidencia toca el autor, haciendo ver que no hay antilogia alguna en toda su doctrina". Por la tarde del mismo día, el Br. Juan Antonio de Salvador defendió "cuatro volúmenes íntegros de la Historia Eclesiástica del padre Graveson". Dice la Gaceta de México que Tejeda "satisfizo plenamente las réplicas que le objetaron; concilió con claridad las antilogias que le propusieron, haciendo ver que sólo eran aparentes, y últimamente vindicó al autor de la infame calumnia de jansenista, con que algunos han querido denigrar sus obras". Por su parte, Juan Antonio "respondió con solidez los argumentos que le pusieron y según el orden con que le preguntaron y refirió con mucha expedición los puntos de la Historia del autor". El obispo San Miguel quedó muy complacido y premió a Tejeda y a Salvador, otorgándoles las cátedras de Filosofía y Gramática, respectivamente[38].
Fueron tan lucidos estos actos en San Nicolás que el licenciado José María Pisa los recordaría ante el Tribunal de la Inquisición, en 1801, en las declaraciones contra Hidalgo: "Por el año de 85 presidió en actos públicos, o conclusiones, algunos de los tomos de Historia del P. Graveson, y los cinco de las Prelecciones Theológicas del Pe.Serry"[39]. Pisa no señaló a este teólogo francés como heterodoxo; pero el doctor Ramón Pérez sí lo hizo en el mismo proceso: "cuando Hidalgo era catedrático, tesorero y rector del Colegio de San Nicolás, se introduxo el estudio de la Historia del P. Serry, y de Moral autores teñidos de Jansenismo: de Philosophia libros modernos, que si se examinan darán materia a justa censura"[40].
El espíritu de Modernidad Cristiana se abría paso en Valladolid con dificultades. En un ambiente dominado por el pensamiento tradicional era muy difícil la aceptación de las nuevas ideas, no obstante que estuvieran defendidas y representadas por hombres tan destacados como el obispo San Miguel, su deán Pérez Cal ama, su juez de capellanías Manuel Abad y Queipo, el rector de San Nicolás Miguel Hidalgo y algunos de sus discípulos, así como de varios miembros del cabildo eclesiástico. Había una profunda resistencia. Se atacaba de modo abierto o disimulado a estos pensadores modernos, y se buscaba el modo de eliminarlos. Asíaconteció a Hidalgo, quien fue separado de sus cargos en el Colegio en 1792.
Don Miguel Hidalgo fue tesorero del Colegio de San Nicolás durante cinco años, desde ello de febrero de 1787 hasta el 2 de febrero de 1792, en que fue nombrado cura interino de Colima. Al separarse de su Colegio, en donde además desempeñaba los cargos de rector y catedrático, pidió una licencia limitada, que le fue concedida. Respecto a los fondos que administró como tesorero, hizo un detallado informe o Cuenta General de Cargo y Data, que se remitió a Manuel Cumplido, oficial de la Contaduría de Diezmos. En ese documento extenso, de 61 hojas, se lee que Hidalgo recibió del anterior tesorero, bachiller Eugenio Bravo, diversas partidas que alcanzaban la suma de veintidos mil ochocientos veintiseis pesos con siete reales, en la que se incluían mil en efectivo. Durante su gestión don Miguel manejó cincuenta mil ochocientos noventa y seis pesos con cuatro y medio reales. El gasto fue de cincuenta y nueve mil trescientos cuarenta y siete pesos con un octavo de real; dejó en caja ocho mil cuatrocientos cincuenta pesos, tres reales, cinco octavos de real[41]. Sin embargo, al revisarse las cuentas se encontró un faltante, que fue cubierto por el doctor Joaquín Hidalgo, hermano de don Miguel[42].
La salida del rector Hidalgo provocó el retroceso del plantel. Ya no se estudiaron los autores modernos y se volvió al peripatetismo y a los inútiles ejercicios de la memoria, que tan funestos habían sido antes de la reforma intelectual de Pérez Calama e Hidalgo. Un catedrático anónimo describió al obispo esa dolorosa situación en 1801. Mientras en teoría se predicaba la enseñanza de los autores modernos, en la práctica, durante las oposiciones a las cátedras de Filosofía privaban los métodos más atrasados. "Por que el método que hasta ahora se ha seguido -dice el catedrático de San Nicolás-, que es leer una hora sobre el texto de Aristóteles, no tiene conexión alguna ni con la Filosofía que han cursado los estudiantes ni con la que han de enseñar cuando catedráticos. V.S.I. sabe, permite, y aun aprueba que se enseñe la Filosofía moderna en nuestro Colegio, como que es la única sólida y verdadera Filosofía, sin que en esto pueda haber duda alguna en el presente siglo, pues la ilustración actual ha disipado aquellas reliquias de preocupación que hacían tener por Filosofía la jerga oscura y las fútiles arengas del peripatetismo". Pide el maestro que se modifiquen estos métodos y se lean en las oposiciones textos modernos[43].
El obispo fray Antonio de San Miguel era un hombre de ideas avanzadas; sus opiniones respecto a los problemas sociales de la Nueva España le colocaron en el grupo de españoles amantes del progreso, que realmente buscaban el mejoramiento de las colonias y el engrandecimiento de su patria, o tal vez porque ya consideraban a esta tierra americana como su verdadera patria. Su labor pastoral fue perseguida por el infortunio. De su convento jerónimo de Salamanca fue enviado como obispo de Comayagua, en Honduras, y recién llegado a su diócesis hubo una terrible sequía y una epidemia de viruela, calamidades que asolaron aquella región. El señor obispo auxilió a la población, recorrió los pueblos, distribuyó alimentos, y en sus andanzas perdió la salud y se rompió una pierna. Apenas había sanado de aquella lesión cuando recibió la bula pontificia en que se le designaba obispo de Michoacán, y hacia acá marchó. Poco después de su llegada a Valladolid una prolongada sequía provocó carencias tan graves que el año de 1786 fue conocido como el Año del Hambre. El obispo y su cuerpo eclesiástico actuaron de acuerdo con las circunstancias, y entre las medidas que tomaron se contó la realización de obras de servicio público, pues la falta de dinero por la pérdida de cosechas había ocasionado el desempleo, y eran los desocupados un problema social de grandes proporciones. El obispo ordenó la reconstrucción del acueducto que abastecía la ciudad, y de la calzada que comunicaba la Calle Real con el santuario de Guadalupe, además del arreglo de calles, puentes y calzadas en algunas ciudades del obispado, con un costo global de $ 288.000.00. Entre las preocupaciones del prelado estuvo el Colegio de San Nicolás, al que se hicieron mejoras materiales por valor de mil pesos[44].
A pesar de las obras en el Colegio, que debieron ser importantes, dado su costo, diez años más tarde el edificio estaba en ruinas, según el informe del rector del plantel, doctor Manuel Iturriaga, el 11 de enero de 1796. El doctor Iturriaga describe la situación del edificio de San Nicolás, "el fatal y miserable estado en que se halla su fábrica material, amenazando ruina todos los techos de la vivienda que habito; ha sido necesario apuntalarla, y en el pasado tiempo de las aguas hubo noche en que no tuve lugar en que poner mi cama, por gotearse toda la vivienda; y lo mismo sucede en las de los colegiales, sin que basten composturas, que no sirven de otra cosa sino de que se aumenten las goteras. La Capilla y General es indecentísima; el Refectorio vierte agua; la Cocina y Oficinas interiores creo que no pueden durar un año sin venirse abajo; y en una palabra, el todo de la fábrica en el más lastimoso estado que pueda imaginarse"[45].
El obispo San Miguel ante la aflictiva situación del plantel, dispuso que se aplicaran en su reparación $16.000.00 de la testamentaría del arcediano doctor Marcos Muñoz de Sanabria, más otros arbitrios hasta completar el costo de las reparaciones o sea $21,819.00, más medio real. Con esta cantidad, durante quince meses y bajo la supervisión del doctor Iturriaga, se trabajó "techando de nuevo y levantando las paredes, y reforzando las de la antigua fábrica, y haciéndose de nuevo un patio con sus tres corredores altos y bajos, vivienda por tres vientos, con nueva Capilla, Refectorio, Cocina, Despensa y demás oficinas necesarias, y además de esto han quedado al Colegio para alquilar cuatro casas y once accesorias, unas hechas de nuevo y otras reedificadas"[46].
La situación financiera del Colegio era de suma estrechez al finalizar el siglo XVIII. Las rentas eran muy pobres y no alcanzaban a cubrir ni los bajos sueldos de los catedráticos; por ejemplo, un maestro de Gramática ganaba cien pesos anuales; y el mismo rector Iturriaga se vio precisado en 1796 a renunciar a sus sueldos para poder cubrir los gastos del plantel; yo aun así "el mayor dolor que padece un Rector es verse necesitado a despedir a algunos jóvenes virtuosos y aplicados porque no tienen con que pagar, como me ha sucedido muchas veces"[47].
En 1790 ingresó en el Colegio de San Nicolás un joven cuyo nombre y hazañas habrían de resonar en los siguientes veinticinco años. Había nacido en Valladolid (1765) Y vivió en la misma ciudad hasta los catorce años, en el comienzo de la adolescencia; trabajó en una hacienda de la tierra caliente de Michoacán, y regresó a los veinticinco para iniciar los estudios que le conducirían al sacerdocio. Su nombre: José María Morelos y Pavón[48].
La edad no fué obstáculo para una voluntad tan firme. Entre muchachos de doce a quince años, resaltaba por su seriedad y experiencia, así como por su afán de avanzar en los estudios, como si en un esfuerzo supremo quisiera recuperar el tiempo y convertirse muy pronto en individuo de provecho para atender debidamente a su madre y dos hermanos que de él dependían.
Tanta prisa tenía el joven Morelos en avanzar en sus estudios, que al terminar los de Gramática Latina y Retórica con los maestros Dr. Jacinto Moreno y José María Alzate, en las aulas de San Nicolás, se inscribió de inmediato en los cursos de Filosofía en el Seminario Pontificio y Real de San Pedro, en la misma ciudad. Los cursos en San Nicolás terminaban el 27 de agosto, y Morelos deseaba continuar su carrera. En 1792 que concluyó la Gramática no se abrían cursos de Filosofía en San Nicolás, pues había una disposición del obispo para que dichos estudios se hicieran allí sólo en los años nones; en los pares era el Seminario al que tocaba iniciados, y allá fue Morelos para inscribirse, de modo que el 18 de octubre de ese año ya era alumno del Lic. Vicente Peña, y fue tal su dedicación que obtuvo primer lugar. El 8 de marzo de 1795 concluyó los estudios de Filosofía, y al día siguiente se inscribió con el Lic. José María Pisa para cursar Teología Escolástica y Teología Moral, materias que llevó al mismo tiempo, y sólo dispuso de unos veinte días para ir a la ciudad de México con el propósito de graduarse como Bachiller en Artes en la Universidad. Fueron sus sinodales: Fray Miguel Rodríguez y los doctores Pedro Soronda e Ignacio García Jove[49].
El regreso de Morelos a Valladolid fue el inicio de una dura etapa de estudios. En un lustro había logrado el bachillerato en Filosofía y ya se disponía a solicitar las primeras órdenes sacerdotales. El 5 de noviembre le extienden un certificado en que se asienta que "se porta con formalidad, es mozo de esperanzas y ha cumplido con las comuniones Sacramentales de regla"; lo firma su maestro José María Pisa[50]. Al día siguiente pide al obispo San Miguel la primera clerical tonsura, cuatro órdenes menores y el Sacro Subdiaconado. El prelado accede y, tras cubrir los requisitos y trámites de rigor, y previo examen del canónigo Antonio de Belaunzarán, se le otorgan tonsura y órdenes (13 de diciembre) y el subdiaconado (19 de diciembre). Se presentó a título de administración, es decir como aspirante a plaza en el clero secular.
También a título de administración pidió en el mes de agosto del año siguiente el diaconado, que le fue concedido. Sus sinodales fueron: el doctor Vicente Gallaga y Villaseñor, el doctor Manuel Iturriaga, rector del Colegio de San Nicolás, y el futuro defensor de la independencia, doctor Manuel de la Bárcena. El 21 de septiembre se le otorgó la calidad de diácono[51].
Ya como diácono, Morelos marchó a Uruapan donde, además de las funciones eclesiásticas, fue preceptor de Gramática y Retórica en una escuela anexa al curato; allí preparó algunos niños para los estudios superiores; estos niños presentaron exámenes de oposición y se les declaró aptos, tres para estudiar Filosofía, y dos para Medianos y Mayores[52]. Desde Uruapan pidió el Sacro Presbiterado, que se le concedió desde luego, y finalmente se ordenó el21 de diciembre de 1797.
Los demás hechos de la vida de don José María Morelos sirvieron para configurar su vigorosa personalidad y sus grandes dotes de trabajador y patriota,.universalmente reconocidas. Junto a sus hazañas como constructor, visionario y guerrero, no es menos grandiosa la que ,realizó al desprenderse de su condición de labrador para tomar los libros y prepararse teórica y políticamente para el mejor servicio de su país, sin importarle su edad ni la condición humilde de su familia. Al traspasar los umbrales del Colegio de San Nicolás, plantel del que era rector don Miguel Hidalgo, se abrieron a Morelos nuevos horizontes para sus inquietudes sociales.
Morelos, como muchos de sus contempóraneos, estudiaron para el sacerdocio porque no había alternativas en la sociedad colonial. Los jóvenes sólo podían aspirar a ser sacerdotes o militares, que eran las ocupaciones de mayor prestigio social. Los señores de la tierra, los obreros y artesanos, y los comerciantes, formaban círculos estrechos, y se seguían por tradición o por fortuna en el caso de los terratenientes. Para los jóvenes pobres no quedaba otro camino que el sacerdocio, pues aun la milicia era un campo reservado a los hijos de los ricos que aspiraban a ser oficiales.
El proyecto de crear los estudios de jurisprudencia para los jóvenes michoacanos fracasó, como hemos visto, por la falta de fondos y por el desdén con el que fué visto el Colegio de Comendadores por parte de las autoridades y de los frailes de la merced. Pero subsistía la necesidad de abrir nuevas perspectivas de estudio a los jóvenes michoacanos, por lo cual el deán y cabildo de la catedral de Valladolid, en unión de las autoridades civiles de la ciudad y de las órdenes religiosas, pidieron en 1777 el establecimiento de los estudios del Derecho en el Colegio de San Nicolás. Tiene razón la doctora Pérez San Vicente al decir que dicho plantel que fue en el siglo XVI el precursos de los Seminarios en la Nueva España, y en el siglo XVIII constituyó la avanzada en los estudios de jurisprudencia en las ciudades de la provincia mexicana.
La petición de los vallesoletanos al rey para el establecimiento de las cátedras de Cánones y Leyes fue sometido a consultas y estudios en que intervinieron intereses diversos, como podrá apreciarse en los documentos publicados por la misma investigadora[53]. Por fin, después de vencer esos obstáculos, la Gaceta de México publicó el 14 de diciembre de 1798 una nota fechada en Valladolid el 10 de noviembre; la nota decía:'~ Real y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo de esta Ciudad, a más de su distinguido y notorio mérito por su antiguedad sobre los Colegios de América, le ha concedido la bondad de N. Católico Monarca (que Dios guarde) un nuevo brillante realce en la concesión de una Real Cédula para la apertura de dos Cátedras de Derecho Civil y Canónico, para cuya suficiente dotación de 400 pesos anuales a cada Catedrático hizo a dicho Colegio Doña Francisca Xaviera Villegas y Villanueva una gratuita y liberal donación del capital de 16000 ps. movida de su amor a el Colegio, del bien público de esta Diócesis, y de la utilidad de los jóvenes".
En seguida, la misma Gaceta describe los festejos con que fue celebrado el acontecimiento, la noche del 4 de noviembre, con la participación de las autoridades civiles y eclesiásticas[54].
Doña Francisca Xaviera Villegas había donado parte de sus bienes al Colegio para "el aumento de rentas del Señor Rector, Vice Rector y catedráticos". Ese donativo lo hacía "movida al reconocimiento a los beneficios que sus hermanos recibieron con la educación y la enseñanza que se les ministró en el Colegio de Señor San Nicolás Obispo". Los hermanos, dice el doctor Bonavit, eran Juan Manuel de Villegas y otro cuyo nombre no se sabe [el autor repite el nombre]; uno era prebendado de la catedral de Durango, y el otro cura de San Miguel el Grande; ambos habían muerto en 1790, por eso doña Francisca dice que no cuenta con parientes a quienes heredar[55]. Ella tenía veinticinco años y era soltera al hacer su donativo intervivos. Había dispuesto que una cantidad se destinara a la dote para niñas huérfanas que aspiraran al matrimonio y no tuvieran medios para hacerlo. Posteriormente suprimió esta parte de su donativo y toda la cantidad quedó a beneficio del Colegio. Según sus instrucciones, de su fortuna -que ascendía a veintinueve mil pesos en efectivo, y un lote de joyas muy valiosas- debería disponer el plantel desde la fecha del donativo; como el dinero estaba prestado a rédito, éste arrojaba un beneficio de quince mil pesos anuales; la venta de las joyas aumentaría el capital y consecuentemente los intereses. De estos debería disponerse para elevar los sueldos del rector, vicerrector, y maestros de Escolástica, Moral, Filosofía y Gramática (estos eran dos y deberían elevarse sus sueldos a doscientos pesos anuales; los demás a trescientos, y "el rector a quinientos), sobre la base de lo que ya se les pagaba. De los intereses deberían quedar excluidos: trescientos pesos para las dotes mencionadas, y doscientos para dos damas (una de ellas monja), y los cuatrocientos para las dotes de las doncellas pobres (como queda dicho, después modificó este punto, y todo quedó a beneficio del Colegio de San Nicolás). Doña Xaviera nombró a los señores: doctor Ildefonso Gómez Limón, canónigo magistral de la catedral, y al licenciado y canónigo Mariano Escandón y Llera, como sus albaceas, con el encargo de ejecutar su voluntad; este último era Superintendente Rector del Colegio, y para los cobros posteriores se hacía igual recomendación a quien estuviese a cargo del mismo plantel[56].
Con base en el donativo de la señora Villegas se establecieron las cátedras de derecho canónico y civil. La Universidad de México había puesto como única condición que los colegiales de esas materias fueran a graduarse a México, y así se dispuso. Se abrieron oposiciones para el maestro que debería ocupar la cátedra de derecho canónico, y se nombró al doctor Victorino de las Fuentes Vallejo, como informa don Félix Osores[57]. Para la de derecho civil se nombró al doctor Andrés de las Fuentes Santa Coloma. El primer graduado en Cánones fue José Manuel Tiburcio Orozco Alvarez (1802), y a él le tocó sustituir al doctor de las Fuentes Vallejo. y el primero que se graduó en Leyes fue José Antonio Vicente Macías Ramírez (1803). Desde luego, por la tradición religiosa y por las perspectivas de obtener empleo en la curia eclesiástica, los cursos más concurridos fueron los del Derecho Canónico, pues entre los graduados desde 1802 hasta 1810, 48 fueron canonistas y sólo 5 optaron por el Derecho Civil. El mayor número de colegiales eran originarios de la diócesis michoacana, sobre todo de Valladolid, Pátzcuaro, Real de Minas de Guanajuato y Silao; sólo cinco eran de otras diócesis, y dos habían nacido en España, un vizcaíno y un andaluz[58].
Los primeros maestros eran doctores en Cánones. El doctor de las Fuentes Vallejo había nacido en San Miguel el Grande; alumno de Filosofía en el Colegio de San Francisco de Sales; abogado egresado del Real Colegio de San Ildefonso y doctor por el Colegio de Abogados. El regreso a su diócesis fue precisamente al Colegio de San Nicolás como catedrático de Derecho Canónico; fue, además, Visitador del obispado, comisario de la Inquisición en San Miguel (con ese carácter intervino en un proceso contra Hidalgo, en 1807)[59], y cura de Irapuato. Se le designó diputado a las Cortes de España en 1814, y a su regreso a México fue prebendado de la catedral metropolitana.
Al concluir el siglo XVIII, el Real Colegio de San Nicolás tenía tres opciones para sus alumnos: el sacerdocio, el derecho canónico y el derecho civil; "y si no se enseñaba la Medicina -dice el doctor Bonavit- se debía a que restringidísimo era el número de científicos de esa materia que radicaban en la Nueva España"[60]
[1] G. Marañón. El conde-duque de Olivares, pp. 144-145.
[2] P. Chaunu. Historia de I'Amerique latine,p.70.
[3] Sobre estas cuestiones, ver: A. Humboldt, Ensayo Político..., pp.76-77.
[4] E. Arreguín, Hidalgo...,pp.17-18. Los documentos que contiene este libro están en la Biblioteca Pública de Morelia. Eran de ACM.
[5] A. García Alcaraz. La cuna ideológica de la independencia. Ver la Carta Pastoral del obispo Sánchez de Tagle, del 16 de julio de 1760,pp.119-123. 6.
[6] L. Castillo Ledón,op.dt.,.t.l, p.10. La expulsión de los jesuitas, en M. Cuevas, Historia de la Iglesia...,t.IV, pp.461-480.
[7] Juvenal Jaramillo M. (1988).La vida académica de Valladolid en la segunda mitad del s. XVIII. Apéndice NI! 1., pp. 178-226.
[8] R. de Zelis. Catálogo de los sujetos...,pp.234-293.
[9] F. Clavijero. Breve descripción...,pp.346-347
[10] F. Banegas Galván, Historia de México, libro I, la fotocopia del documento, entre las pp.148 y 149. El licenciado Antonio Arriaga Reprodujo esta lámina en el Núm. 1 de Anales del Museo Michoacano, pp. 48-49.
[11] R. de Zelis, op.cit.,p.240.
[12] F. Osores. Noticias bio-biográficas...,segunda parte, p.819. Ver algunos datos sobre Moreno, en Castillo de Ledón,op. cit.,t.II,p.138
[13] J. Bonavit, op. Cit., pp. 75-76.
[14] E. Arreguín, op. Cit. P. 27. También Castillo Ledón, op. Cit. t.1. pp. 12-13.
[15] J. Bonavit, op. Cit. Edic. de 1910, p. 248.
[16] Las fotocopias de los estudios de D. Miguel de Hidalgo en Banderas Galván, op. Cit., pp. 164-165.
[17] E. Arreguín, op. Cit., p.27.
[18] Los documentos en Banegas Galván, op. Cit. 180-181.
[19] Ibit., pp. 188-189.
[20] El nombre del plantel fue Colegio Tridentino, Pontificio y Real de San Pedro de Valladolid.
[21] El doctor Gallaga fue alumno de San Nicolás; más tarde, colegio de San Ildefonso, y se doctoró en Teología en la Universidad, según la información del doctor Osores, Noticias…, p. 741.
[22] J. Bonavit, op. Cit., pp. 1|02-103.
[23] Ibid., pp. 73-74.
[24] En su relación de ese año (1776) el B. Hidalgo escribió que: “Está previniendo acto mayor, que, dedicar a el Ylmo S. Opo. En su ingreso”; y ene 1787 puso: “sostentó un acto de las Prelecciones del O. Serri, que el Colegio dedició al Illmo. Señor Doctor y Maestro don Juan Ignacio de la Rocha” (Bonavit, op. Cit. Edic. 1910. pp. 2244-245).
[25] Ibid.: el mismo don Miguel Hidalgo hace mención de todos estos cargos en el Colegio. Sobre su participación en el Seminario, escribió; "presidió 17 actos y arguyó en muchos del Seminario".
[26] El doctor Pérez Calama había sido catedrático de f1losofía en la Universidad de Salamanca y fue regente de estudios en el Colegio de la Concepción, adscrito a la misma Universidad, y rector del Colegio Palafoxiano de Puebla, Ver: G. Cardozo Galué. Michoacán en el siglo de las luces.pp.22-25. Ver también: Juvenal Jaramillo (1990).
[27] Ver: M. Cueva, op. Cit. Supra: “Después de la expatriación de los jesuitas, adquirió un nuevo lustre la congregación del Oratorio de México …por el nuevo ministerio de los ejercicios espirituales de San Ignacio que tomó a su cargo”, t.IV,pp544-545.
[28] J.B. Diaz de Gamarra y Dávalos. Elementos de filosofía Moderna. Es particularmente importante el estudio o presentación del doctor Bernabé Navarro, pp. V-XXXV.
[29] J.B. Buitrón. Apuntes para servir a la historia…,p.147.
[30] G. Cardozo Galué, op.cit.pp. 103-104.
[31] Ibid.,pp. 105-108.
[32] Ibid., pp. 109-112. Se les recomienda a los colegiales una lista de autores como: Feijóo, Codorniz, Piquer y el Barbadito, además de los mencionados.
[33] A. Grarcía Alcaraz, op. Cit., (documento 4), pp. 235-252.
[34] La Carta, en Bonavit, op.cit., pp.80-82. La Disertación latina se ha perdido. De la castellana, el mismo doctor Bonavit anunció en el texto de su Historia del Colegio (ediciones de 1910-1940) la publicación en apéndice de dicha Disertación, sin que apareciera.
[35] El nombre de la famosa obra de Gonet era Clypeus Theologiae Thomisticae. Vid. G. Méndez Plancarte, Disertación sobre el verdadero método de estudiar Teología Escolástica, de don Miguel Hidalgo. El texto, modernizado por el maestro don Gabriel, fue agregado a nuestra edición de la Historia del Colegio (1958), y se incluye como apéndice a la presente.
[36] G. Méndez Plancarte. Hidalgo, reformador intelectual.
[37] J. Bonavit, op. Cit., p. 245.
[38] Ibid., pp. 83-84.
[39] Procesos inquisitorial y militar seguidos a don Miguel Hidalgo…, pp.83.84.
[40] Ibid., pp. 54-55.
[41] L. Castillo Ledón, op. Cit., t.l.p.46.
[42] J. Bonavit, op.cit. edic.1910.p.243.
[43] E. Arreguín, op.cit.,pp.113-115.
[44] La parte relativa del acta del 30 de enero de 1786, en G. Cardozo.op.cit.,p.61
[45] E. Arreguín, op.cit. pp. 84-103.
[46] Ibid., p.97.
[47] Ibid., p.87.
[48] Ver la biografía del héroe en E. Lemoine: Morelos, su vida revolucionaria, y Morelos y la revolución de 1810.
[49] Los documentos relativos a las Ordenes eclesiásticas del gran caudillo, en E. Arreguín: A. Morelos…, pp.47-82.
[50] El certificado de Pisa, en Arreguín, op. Cit., pp. 58-59
[51] Ibid.,p. 71.
[52] El certificado del Br. Nicolás Santiago de Herrera, cura de Uruapan, acerca de Morelos como preceptor (10 de agosto de 1797), en Arreguín op.cit., p.76
[53] Vid., G. Pérez San Vicente. La introducción del estudio del derecho en el Colegio de San Nicolás..., pp.125-144.
[54] En Ibid., pp.123-124.
[55] J. Bonavit, nota núm. 1,p.l09.
[56] Ibid., pp.119-129.Se publica íntegra la Donación intervivos y el Codicillo.
[57] F. Osores, Noticias..., pp.739-740.
[58] La relación completa, en Bonavit, op.cit., pp.114-119. Y aquí en los Apéndices.
[59] Proceso ioquisitorial..., pp.111-1l5.
[60] J. Bonavit, op. Cit., p.132.