Historia del Colegio de San Nicolás

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III LA LUCHA POR EL PODER 

III

LA LUCHA POR EL PODER

Los revolucionarios contra Carranza.—El general Múgica es electo  gobernador.—Su  acción en la  Universidad.—Se modifica  la Ley   Orgánica.—Nombra  rector al doctor  Ignacio Chávez.—Cambios en la institución.—El alto magisterio del rector.—El asesinato de Isaac Arriaga.—Pugna de Obregón y Múgica.—Éste es despojado del gobierno.—El caudillismo en la política nacional.—La rebelión delahuertista.—Sitio de Morelia.—La actividad de los nicolaitas.—Varios intelectua­les ocupan la rectoría.—El gobierno del general Ramírez.— La rebelión cristera.—Los nicolaitas ocupan el templo de la Compañía.—E! doctor Díaz Barriga.—Su obra social.

 

            En 1920 el  país  volvió a la agitación y el desorden. El presidente Carranza, al aproximarse el término de su mandato se enfrentó a los difíciles problemas de la sucesión; aún hervían las pasiones y los militares tenían las armas en la mano, y estaban dispuestos a usarlas para alcanzar el poder. El surgimiento de un candidato civil en un régimen institucional nada tiene de extraño; pero, en las condiciones del país, eso bastó para que el ejército y algunos  gobernadores se sublevaran contra el presidente acusándole de favorecer aquella candidatura. Carranza fue derrocado y asesinado, y la espada ensangrentada de Obregón quedó colocada en el supremo poder de la nación.

            En Michoacán, el gobernador Ortiz Rubio también se levantó en armas contra su "maestro", el 20 de abril de 1920, y desde su campamento militar en San Antonio de las Huertas, desconoció a los Poderes legislativo y judicial del Estado de Michoacán. Triunfante el obregonismo, don Pascual regresó a Morelia el 30 del mismo mes, y el 5 de julio siguiente se retiró del cargo por haber sido nombrado Secretario de Comunicaciones en el gabinete del Presidente Adolfo de la Huerta. Mientras tanto, desde el mes de abril la entidad había entrado en un periodo de agitación por las elecciones de gobernador y diputados, contienda que se presentaba erizada de dificultades, sobre todo para la gubernatura. De inmediato se presentó a la contienda el antiguo oponente Francisco J. Múgica. Desde su derrota en las elecciones de 1917, el general se había alejado del Estado, acom­pañado de sus más fieles partidarios, los dirigentes del Partido Socialista Michoacano, desde luego J. Isaac Arriaga.[1] El ingeniero Ortiz Rubio tenía su candidato particular, y como parecía, al igual que Carranza, repudiar al militarismo, escogió al ingeniero Porfirio García de León para que librara la batalla. Las elecciones de junio de 1920 fueron reñidas; nueva­mente se enfrentaron los liberales tradicionales con los socialistas, y al final de la contienda, en el recuento de los votos no se supo cuál candidato ha­bía triunfado ya que no había Cámara de Diputados que calificara las elecciones, pues había sido disuelta por Ortiz Rubio. De modo que cada candidato se alzó con el triunfo e instaló su gobierno en distintos lugares; finalmente Obregón reconoció a Múgica, quien tomó posesión el 25 de octubre.

            El gobierno del general Múgica desarrolló una amplia labor social; puso al frente de la Comisión Local Agraria a J. Isaac Arriaga, y éste se dedicó o repartir tierras en la entidad con la natural oposición de los afectados que empezaron a mover sus influencias en México; pero el gobierno de Obregón parecía respaldar esa política.

            El general Múgica era un hombre impetuoso, de respuestas audaces y rápidas frente a los problemas. Llegaba al poder en el segundo intento, estorbado siempre por el grupo de liberales ponderados y prudentes que veían un peligro no en las ideas nuevas que predicaba el mugiquismo sino en la forma de llevarlas a la práctica. La Universidad creada por Ortiz Rubio era el mejor ejemplo de los procedimientos de esos liberales: una institución que nada innovaba, que no se atrevía a ninguna reforma pro­funda en la vida académica, y que en sus primeros momentos sólo era una entidad administrativa sin el aliento y la fuerza social de una verda­dera Universidad; estaba visto que sus dirigentes, por limitaciones de cultura y carácter, no podían iniciar ninguna transformación en los planteles unificados. Por un espíritu de concordia y de un amplio liberalismo, aque­llos hombres recibieron en el seno de la Universidad naciente a las egresadas del Colegio Italiano, quienes no podían titularse de maestras. Se revalidaron sus estudios y se les concedió el examen profesional. El gober­nador Múgica se dirigió al rector Jara y al Consejo Universitario pidién­doles la anulación de dichos exámenes por ser viólatorios del artículo  139 de la Constitución del  Estado de Michoacán. Las autoridades universitarias reconocieron su error y procedieron a satisfacer la exigencia del gobierno. Aunque la comunicación del gobernador hablaba de "prevenir futuras di­ferencias entre la Universidad y el Ejecutivo", éstas se acentuaron notoria­mente al concluir el año de  1920 y en los primeros meses del año siguien­te. En su  Informe de Gobierno, el general dijo:   "a  pesar de  que  tenía dos años de vida, no   era propiamente una Universidad; era un grupo de Escuelas que marchaban independientes unas de las otras".[2]  Reconocía el gobernador que  la autonomía era un  propósito noble pero impracticable, pues ya se  veía cómo los   miembros del  Consejo  Universitario  tomaban parte activa  en  la política,   precisamente   en contra  del  general   Múgica, razón por  la  cual  el   26 de  octubre expidió  la Ley Núm. 3,  que modificó la Ley  Constitutiva de la  Universidad.  Según esta  reforma,  la autonomía era limitada a  las cuestiones de carácter técnico, y el Ejecutivo se reservaba el derecho  de nombrar y remover  libremente  al rector  y a los directores.[3] Este fue uno de los primeros pasos que dio el gobierno del general Múgica apenas iniciada  su administración. Se advertía su  impaciencia por tomar en sus manos la Universidad, seguramente porque tenía la certeza de que sería un  importante centro para la transformación del Estado. El decreto número 3  fue expedido cuando su situación legal no había sido definida;  de ahí su   forma  precipitada.  Después, calmadamente,  y  con  la asesoría de personas conocedoras, expidió el decreto número 45, aprobado por la cámara el 11   de agosto de 1921. En ese decreto separó de la Uni­versidad la Escuela Industrial para Señoritas; se creó la Escuela de Conta­dores, Taquígrafos y Telegrafistas; se hicieron  mixtas la  Escuela Normal y la Academia de Bellas Artes; se dio impulso al deporte como parte de una educación integral (intelectual, física, ética y estética), y se revisaron planes y programas.[4]  Pero  el mayor acierto del general Múgica fue  encontrar  a la persona adecuada para  llevar a cabo estas reformas; necesitaba gente nueva, y designó rector a un joven    brillante que, a pesar de haber cur­sado parte de sus estudios profesionales en la ciudad de México, jamás se había desligado de su Colegio de San Nicolás: el doctor Ignacio Chávez. Veinticinco años de edad tenía y ya era considerado como uno de los más distinguidos nicolaitas. En verdad, desde que se empezó a bosquejar la Universidad Michoacana, él y un grupo de jóvenes michoacanos que estu­diaban en la capital del país, intervinieron cerca de Ortiz Rubio con el fin de sugerir, orientar  y —en cierta forma— presionar  para que  la institución se fundara. La Universidad era, también obra suya. El 4 de ene­ro de   1920  se   tituló  de   Médico en  la  Universidad   Nacional,   y  poco después marchó a Tacámbaro para disfrutar de unas vacaciones con su familia; planeaba instalar su consultorio en Morelia junto con dos de sus amigos entrañables: Salvador González Herrejón y Manuel Martínez Báez, pero antes debería ir a México para el arreglo de algunos asuntos. Tomó el tren en Pátzcuaro, directo a la capital, pero en la estación de Morelia varios amigos suyos le insistieron en que aceptara la proposción del gobernador: hacerse cargo de la rectoría de la Universidad, y ante la insistencia, aceptó, y sin más trámites tomó en sus manos la institución, con el franco apoyo del gobernador.[5]

            La obra del doctor Chávez fue altamente benéfica. Con escasos recursos pero con voluntad y decisión emprendió reformas académicas fundamentales, revisó planes y programas, nombró nuevos maestros, alentó vocaciones juveniles y exhortó a los estudiantes a una inconformidad fecunda. Se había comprometido con Múgica a servir en la Universidad por el término  de un  año,   y quiso  aprovechar  hasta  el   último   minuto de aquel plazo para elevar el nivel de los  estudios.

            En su Colegio de San Nicolás se conservaba el plan de estudios que elaborara el doctor José To­rres Orozco, plan que reflejaba las preocupaciones filosóficas de su autor. El rector Chávez, adicto también a esa escuela, respaldó el plan en términos generales, y sólo le hizo algunas modificaciones, siempre de acuerdo con el orden recomendado por los positivistas. Años más tarde declararía: "creo todavía que la clasificación de Augusto Comte en el escalonamiento y ordenamiento que propone para las ciencias, debe seguirse hoy exactamente como en la época en que Barreda formuló el plan de estudios de la Escuela Preparatoria. Lo que fue verdad para mí en esa época sigue siéndolo ahora"[6]

            Dr. Ignacio Chávez.

 

            Se continuó con una práctica arraigada durante varios años en el mismo Colegio; la integración de las mesas sinodales en los exámenes con los alumnos más destacados del curso, quienes por ese camino llegarían a ser profesores adjuntos. Esta práctica, a la larga, fue la causa de que varios jóvenes brillantes no concluyeran su carrera y se dedicaran a la enseñanza, conducidos más por necesidades de orden económico que por vocación hacia la docencia. El rector Chávez, claro está, sólo veía en aquella medida el estímulo que brindaba a los jóvenes, pues él mismo lo había recibido en 1914, mientras cursaba el primer año de Medicina, al ser designado maes­tro adjunto de Historia Universal en el Colegio de San Nicolás; pero él tenía una fuerte vocación por su carrera y los medios económicos para continuarla, lo que no pasaba en la mayoría de los casos.[7]

            Introdujo los ejercicios físicos, que daban a los jóvenes vigor y salud para resistir el trabajo intelectual; pero no creía que ese objetivo se consiguiera con ejercicios a una voz de mando sino en forma libre, por gusto e iniciativa de los jóvenes.

            Estaba convencido de que la misión de los estudiantes no debería concretarse pasivamente a recibir las enseñanzas; en cambio, pensaba que los universitarios serían los artífices de su propia formación si, a la vez que se preparaban, mostraban un vivo interés por la situación de sus conciuda­danos; es decir que deberían mostrar tanto empeño en sus estudios como en los problemas sociales de su tiempo. Tenía fe en la juventud y procu­raba alentarla constantemente. Le preocupaba su formación moral, y decía que los maestros y las autoridades estaban obligados a observar dentro y fuera de las cátedras la más alta moralidad, con el fin de servir de ejemplo a sus alumnos, y poder fomentar en ellos la mejor formación ética. Y para su desarrollo estético, introdujo en los planes de estudios el solfeo y los orfeones. En suma, un equilibrio en el cultivo de esa preciada planta que es el hombre en su más alta manifestación.[8]

 

Refiriéndose a la Escuela de Medicina, el mismo doctor Chávez escribió: "me fue dable, desde la Rectoría, hacer cambiar el viejo Plan de Estudios por uno apropiado al tiempo, sacar los estudios clínicos de las aulas y llevarlos junto al lecho de los enfermos; traer como profesores a un grupo de médicos jóvenes que viniesen a cambiar las formas de la enseñanza: Salvador González Herrejón, José Guadalupe Munguía y Adolfo Arreguín, formaron conmigo un pequeño núcleo de profesores, a los cuales se agregó poco más tarde Manuel Martínez Báez, todos profesores a la nueva usan­za"..[9] En la misma Escuela, el rector tomó a su cargo las Clínicas Propedéuticas y el primer curso de Clínica Médica, para estar en contacto con la docencia y ser él mismo innovador. Revisó los Planes de Estudios de Enfermería y Farmacia, carreras que hasta entonces, habían sido un tanto menospreciadas y consideradas como subprofesiones. Igual hizo con las carreras de Contabilidad, Comercio y Administración.[10]

            También las Escuelas Normales recibieron el impulso del rector Chávez. Desde su fundación se habían creado una para señoritas y otra para varo­nes. En el ánimo de los fundadores no hubo el propósito de separar a los hombres de las mujeres por prejuicios, sino el hecho de que ya existía la Normal de Señoritas, aunque con otro nombre, y en cambio la de Varones hubo de crearse totalmente. Para el doctor Chávez aquello no era correcto, y ordenó la fusión en un solo plantel coeducativo, medida que desató los ataques de gentes prejuiciosas que no compartían su punto di vista. Uno de ellos, el viejo periodista de oposición don Mariano de Jesús Torres, en su periódico "'El Centinela", escribió; "Una grita general se ha levantado en toda la sociedad de Morelia, con motivo de la inmoral e inconveniente determinación. . . sobre que en la Escuela Normal de Profesores se junten estudiantes de ambos sexos a hacer su carrera profesional. Con esta reu­nión y la "'moda" que han adoptado las jóvenes disolutas de usar las faldas cortas para enseñar las piernas a todo el mundo. . . ya se verá qué graves e inmorales consecuencias va a traer la junta de los dos sexos, precisamente en la edad de las pasiones".[11] Pero, independientemente de esas opiniones, la fusión fue bien acogida; los catedráticos recibieron mayores remuneraciones al formar una sola planta de profesores. Mejoró el personal con maestros llevados de otros lugares, e hizo que maestros y alumnos se empe­ñaran en proyectos pedagógicos, "a semejanza de como se hace en las clínicas de la carrera de medicina". El resultado fue ta formación de maestros de amplia preparación, que dieron renombre a su Escuela y a su Estado, y desde luego a la Universidad.

Se reorganizó el Consejo Universitario, dotándosele de un reglamento adecuado. Se reglamentó igualmente la función del rector y del Secretario General, y se fijó claramente la forma del escudo de la Universidad. El de don Vasco de Quiroga fue desde el siglo XVI el emblema del Colegio de San Nicolás; en el XIX, con motivo de la secularización, se ratificó que ese sería el escudo; y lo fue también de las escuelas e instituciones que sur­gieron en su seno y que más tarde tuvieron vida independiente (Medicina y Jurisprudencia); y al crearse la Universidad el escudo de don Vasco amparó e identificó a la nueva institución. El doctor Chávez agregó al viejo escudo las bulas episcopales, la orla que lo corona, donde está inscrito el nombre de la Universidad, "y dos antorchas encendidas que la sostienen, la de la ciencia y la de la cultura humanística".[12]

Maestros y estudiantes se identificaron con los propósitos de su joven rector, quien al concluir el periodo que abarcaba su compromiso con el ge­neral Múgica, dejó el cargo; pero, antes de hacerlo se despidió de los estu­diantes, que habían sido un gran apoyo en su gestión. El Consejo Estudiantil Nicolaita había nacido precisamente de esa comunicación constante con el rector. "A pesar de que hizo reformas a veces radicales —escribió el doctor Manuel Martínez Báez— y de que cuidó siempre que se acata­ran los reglamentos y los ordenamientos universitarios y de que jamás buscó halagar torpemente al estudiantado, fue tan efectiva su labor, tan clara su intención de servir a la Universidad de la mejor manera y tan patente su comprensión de los problemas estudiantiles, que en nada rebajaron el respeto que merecidamente se le guardó en todo momento.[13] El CEN le ofreció un banquete en el que el doctor pronunció un brindis (2 de febrero de 1922) donde les invitaba a "hablar de cosas altas" y les pidió una reno­vación constante: "no creáis que os pido un apego siempre fiel a las normas actuales, porque bien sé que el presente, que significa progreso, para mañana será la tradición, guiñapo que arrastrarán los vientos de las nuevas ideas. . . vueltos de cara al porvenir, brindemos por lo que habrá de ha­cerse. . . ¡Brindemos por la perenne renovación de ideas en el seno de la Universidad!" Recordó los "quince meses de trabajo intenso, de lucha violenta, apasionada". Y como cauce de esa intensa actividad, el surco nuevo; "rompimos los viejos moldes y forjamos los nuestros, los que fueron capullo y no cárcel para el pensamiento". Se advierte que el doctor Chávez se identificó con los estudiantes, y es que su rectorado fue obra de juventud. Reconoció que fue también obra del general Múgica, "de quien partieron muchas veces las iniciativas". Los alumnos fueron, dijo, su mayor empeño por todo lo que podrían realizar en el futuro; crear en ellos una conciencia universitaria, hacerlos sentirse parte integrante de su Casa de Estudios fue la reforma educativa básica realizada  por el  rector Chávez.[14]

 

En agosto de 1921 se reunió en la ciudad de Puebla el Segundo Con­greso Nacional Estudiantil, al que concurrió como delegado el joven Sal­vador Franco López; alumno muy aventajado de la Escuela de Medicina de nuestra Universidad, a quien se designó vicepresidente del Congreso. Entre los acuerdos de la asamblea es interesante el siguiente: "El 10 de octubre se celebrará el Día del Estudiante, en recuerdo de que ese día, en  1540,  se creó  en el  Estado de Michoacán la primera  Universidad de América". Se referían seguramente al Colegio de San Nicolás, origen de la Universidad Michoacana. .[15]

El ambiente era tenso en el Estado a fines de abril de 1921. Particular­mente en Morelia se dejaba sentir la oposición del clero al gobierno de Múgica, a quien se consideraba enemigo de la religión. Un incidente sin importancia, en los primeros días de mayo, dio pábulo a que se propagara la versión de que había sido profanada la catedral y sus imágenes, lo que enardeció al pueblo católico. Se organizó una concurrida manifestación pública, que el gobierno se negó autorizar, y cuando los manifestantes avan­zaban por la calzada de Guadalupe, y la policía armada les esperaba en la entrada del jardín de Villalongín, J. Isaac Arriaga, el maestro de Historia de México en San Nicolás y cercano colaborador de Múgica, quiso calmar los ánimos y disuadir a los católicos de su marcha; el resultado fue que hubo un zafarrancho que costó numerosas vidas, entre ellas la del ejemplar y limpio luchador socialista. Era el 12 de mayo de  1921. .[16]

Los nicolaitas llevaron el cadáver del maestro Arriaga al recinto del Colegio, y de allí marchó el cortejo que acompañó sus restos al cementerio, donde hablaron Múgica y el estudiante Daniel Franco López. Junto al go­bernador iban el rector, el regente y las autoridades y maestros de la Universidad.

Este incidente, que fue muy comentado en todo el país, ocasionó un recrudecimiento de las dificultades entre el gobierno federal y el del Estado. El presidente Obregón estaba distanciado de Múgica, y quiso despojarlo del mando estatal.

Las gentes del gobierno andaban armadas para repeler cualquier ataque de los enemigos. Hasta el rector Chávez tuvo que usar pistola, según re­fiere Daniel Cosío Villegas en sus Memorias, donde hace una caricatura. Dice que en Morelia encontró a Chávez "doblegado por el peso de una pistola, que colgaba de un cinturón de talla visiblemente mayor, con la consecuencia de que el arma le llegaba a la mitad de la pantorrilla, haciéndolo perder un aire de por sí poco marcial y aun exponiéndolo a caer al sucio". El ambiente era tenso, y la situación se agravaba a cada momento debido a la división de los mismos socialistas por la imposición de candidatos a presidentes municipales; hacían oposición también los "garcialeonistas" inconformes con su derrota; y los obregonistas, capitaneados por Melchor Ortega, se habían levantado en armas.[17]

El mismo Cosío Villegas afirma que Obregón tenía interés en obtener cuanto antes el reconocimiento de los Estados Unidos, y algunas de las condiciones eran el incumplimiento de la reforma agraria y el control de las compañías petroleras por el país vecino. Por eso, dice este autor, Obregón se volvió "moderado y sensato", y la emprendió contra los gober­nadores radicales: Tejeda, Sánchez, Vadillo y Múgica, repartidores de tierras y enemigos del clero.[18]

 

El gobernador pidió licencia por un año, a partir del 9 de marzo de 1922, y ya no regresó al cargo, pues al cumplirse el plazo intentó reanudar sus funciones  pero   fue desaforado y  encarcelado.

El doctor Chávez duró quince meses en  la rectoría, un poco más del tiempo de su compromiso. Pero quedaban  en  la Universidad  los jóvenes maestros que él había incorporado al  trabajo docente, y que  habrían de continuar su obra. Le sucedió en la rectoría el doctor Salvador González Herrejón,  su  entrañable  amigo.  Médico   de  prosapia   familiar   (entre   sus antepasados se cortaba  el  fundador de la Escuela de Medicina, D.  Juan Manuel González Urueña, y el doctor Miguel Silva) y sin embargo tan mo­desto y bondadoso.  Su  gestión, aunque fue muy breve, se carac­terizó por el deseo de armonizar las diversas fuerzas políticas, tarea nada fácil  si se  toman en cuenta las circunstancias del mo­mento. Otro médico ilustre, que al igual que González Herrejón, habría de significarse en el cam­po científico nacional e internacional, el doctor Manuel Martínez Báez,  ocupó   la   Secretaría General. .[19]

El gobernador interino, Sidronio Sánchez Pineda, había sido de los defensores del proyecto de Universidad presentado por Ortiz Rubio al Congreso, del que Sánchez Pineda formaba parte. Su actitud fue de apoyo, aunque los recursos eran sumamente escasos, y la situación política cada vez más complicada.

Dr. Salvador González Herrerón.

 

La separación no alejó al doctor Chávez de la Universidad, En el mes de octubre de 1923, al celebrarse el Primer Congreso de Escuelas Pre­paratorias en la ciudad de México, el regente del Colegio de San Nicolás comisionó a los doctores Ignacio Chávez y José Torres para que asistieran en representación del plantel. La participación de los destacados intelectuales fue importante, pues desde un principio imprimieron una dirección al Congreso, y sus propuestas recibieron el apoyo de los delegados y del director de la Escuela Nacional Preparatoria, licenciado Vicente Lombardo Toledano, quien presidía la reunión. Sin embargo, los delegados de San Nicolás y el licenciado Lombardo Toledano se enfrentaron por cuestiones de orientación filosófica. Ellos, como filiales del positivismo y él como enemigo de las teorías comtianas, tal como correspondía a un fiel discípulo del maestro Caso, quien desde 1914 se oponía a esas teorías en la cátedra, en la prensa y en los libros. Por ese tiempo, Lombardo repetía casi textualmente las palabras de Caso: "El sistema positivista es culpable de la inmoralidad que ha mantenido a los pueblos en una condición subhumana, porque circuns­cribe su acción moral en los estrechos límites de un criterio utilitarista y de un egoísmo desmedido". Más o menos esto —escrito por Caso— fue repetido por Lombardo para atacar el plan de estudios propuesto por los delegados nicolaitas. Torres rechazó esas imputaciones con la misma vehemencia con que el año anterior había refutado al mismo Caso, y sostuvo que el positivismo había sido "una disciplina de intelectuales", y que lejos de basarse en el egoísmo, predicaba el altruismo, el establecimiento del amor como ambiente de la vida, el orden como equilibrio de la conducta, y el progreso como finalidad ética de la acción.

Sea por los argumentos de Torres y de Chávez, o porque los delegados de las Escuelas Preparatorias del país fueran de la misma corriente, las objeciones del licenciado Lombardo fueron desechadas, y se adoptó el plan propuesto por los michoacanos.

A sus intervenciones se debió también una declaración final del Con­greso: "que es de interés vital ayudar al establecimiento y desarrollo de las Escuelas Libres, sin más exigencia que la de que sean laicas, para estar seguros de que las disciplinas religiosas no deformen el espíritu de la enseñanza". Chávez y Torres propusieron esto para reforzar su idea de la autonomía de las instituciones, como un eco de los primeros planteamientos de Ortiz Rubio al fundar la Universidad Michoacana; pedían que los gobiernos de los Estados se abstuvieran de intervenir en el régimen interno de las Escuelas, para evitar que éstas "quedaran supeditadas a los intereses políticos del momento, lo que desvirtúa, casi siempre, todo noble propósito de mejoramiento".[20]

Esta idea de la insularidad de las instituciones de enseñanza preparatoria, seguramente provenía de los temores por la tormenta que se avecinaba en el país ante una nueva guerra intestina y la consiguiente violencia institucional.

El regreso del doctor Torres a Morelia, a su Colegio de San Nicolás, después de las sesiones del Congreso de Preparatorias fue triunfal,  no  obstante  las condiciones del momento. El gobernador y los maestros consideraron que era el avocado para ocupar  la rectoría de la Universidad, y a finales de 1923 le propusieron el cargo, pero el joven médico no aceptó por quebrantos de salud, del mismo modo que había re­chazado el ofrecimiento de Lom­bardo Toledano para ocupar la cátedra de  Psicología en la Es­cuela Nacional  Preparatoria.[21]

Dr.  Adolfo Arreguin.

 

En el país, al  aproximarse el cambio de gobierno, los caudillos volvieron a dividirse, y la guerra intestina ensangrentó de nuevo los campos y las ciudades. Adolfo  de  la  Huerta  reclamó su turno en  la  presidencia, pero Obregón estaba decidido a entregarla a Plutarco Elías Calles; los tres eran sonorenses, pero el apetito de  poder les cegaba.  A principios de  1924 sitiaron a Morelia  los "delahuertistas". El día 21  de enero iniciaron el ataque, con fuerzas superiores en número a las de los defensores, contándose entre éstos numerosos civiles; ese mismo día, la cantidad de muertos y heridos, sobre todo de los defensores, era muy alta. La Universidad no podía quedar al margen; los estudiantes fortificaron sus edificios, y se dispusieron a la defensa. En  tanto, el rector y algunos de los médicos que eran maes­tros de la Escuela de  Medicina, se  presentaron ante  el gobernador  para ofrecerle el establecimiento de   un   puesto  de  socorros  en  el edificio  del Hotel Oseguera.  Los doctores Salvador González Herrejón, Manuel  Martínez Báez, Adolfo Arregufn Vidales, Francisco Gómez Puente, Emilio Martínez, Ignacio Mora, Rafael Alvarado y Rafael Morelos Zapién, así como el farmacéutico Antonio Reynoso Puente, en cumplimiento de su deber estuvieron en el centro de las operaciones y proporcionaron auxilio a los heridos de aquella lucha absurda. [22]

La asonada "delahuertista" fracasó; no fue secundada en todo el país y no logró sus fines. Pero Morelia cayó en poder de los rebeldes, a costa de mucha sangre de los defensores, algunos de cuyos jefes fueron sacrificados por los vencedores; el gobernador pudo escapar cuando todo estaba perdido, y regresó al retirarse las tropas del general Estrada (19 de febrero).

Al aproximarse las elecciones constitucionales para la renovación de los Poderes del Estado, el ambiente empezó a caldearse; había intereses personales y de grupo que estaban dispuestos a participar. El mismo gobernador sustituto, Sánchez Pineda, quería postularse; en la sombra trabajaban el general José Rentería Luviano (esta versión la propagó Sánchez Pineda, pero era improbable pues el general se hallaba escondido en México por haber sido de los rebeldes "delahuertistas") y el licenciado Silvestre Gue­rrero. Finalmente, el general Obregón se decidió por el general Enrique Ramírez, quien participó a última hora y fue declarado vencedor. Tomó posesión el 16 de septiembre de 1924. [23]

La Universidad no salía aún de la etapa organizativa. Los esfuerzos del doctor Chávez fueron continuados por otros médicos, amigos suyos que, su­cesivamente, ocuparon la rectoría en aquellos años difíciles. El sucesor inmediato, doctor González Herrejón, se retiró en los primeros meses de 1924, y entró en su lugar el doctor Adolfo Arreguín Vidales por un breve periodo, pues al asumir sus funciones el general Ramírez aplicó la norma legal y nombró nuevo rector: el también doctor Manuel Martínez Báez, que era el Secretario General.

Hasta entonces, los rectores de la Universidad Michoacana habían durado muy poco tiempo. En cinco años habían desfilado cuatro rectores (1919-1924) y entraba Martínez Báez para continuar la tradición de rec­tores por breve tiempo.

Por primera vez se intentó extender la acción universitaria a los municipios. Por las difíciles condiciones económicas del Estado, se había limitado a la capital, y eso en forma muy precaria. Ahora, bajo el gobierno del general Ramírez, la situación cambió favorablemente, y pudieron crear­se las Escuelas Normales Regionales de Puruándiro, Zamora, Uruapan, Tacámbaro y Ciudad Hidalgo, dependientes de la Universidad. La de Tacámbaro ya existía desde 1922 (fue la primera Normal Rural creada en el país) pero se incorporó. Parece que las Escuelas de Puruándiro y Zamora sólo quedaron en proyecto, porque en el presupuesto de egresos de 1926 se destinaron $ 55.23 diarios para las otras tres, En forma global se asig­naron a la Universidad $ 167,252.95, sin contar el importe de 120 becas para estudiantes pobres, cuyo monto global ascendía a $ 37,700.00 anuales. [24]

El gobernador Ramírez se rodeó de jóvenes universitarios de México y de Michoacán, quienes dieron prestigio a su administración. Nombró Secretario General de Gobierno al nicolaita Vidal Solís Ruiz; Secretario Particular, Salvador Azuela; Oficial Mayor, Francisco Arellano Belloc; y Presidente del Tribunal de Justicia, Luis Garrido (además, director de la Escuela de Jurisprudencia). Como en la Secretaria Particular laboraban el licenciado Enrique Guerrero, traductor de varias lenguas modernas, y la poeta Carmen Báez, escribió Valdovinos Garza que, por los discursos vibrantes del titular y los trabajos de sus colaboradores, aquella oficina pa­recía más bien una Academia de Bellas Artes. [25]

El 19 de septiembre de 1925 se despidió el doctor Martínez Báez de! Consejo Universitario; entró a sustituirlo el decano, profesor José Jara, quien por segunda ocasión ocupaba el cargo de rector.

Dr.  Manuel  Martínez  Báez.

 

El año de 1926 fue pródigo en grandes acontecimientos nacionales. Fortalecido en el poder el presidente Calles inició a principios de este año la aplicación del artículo 130 de la Constitución, que regula las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica. Conforme a ese artículo, los ministros del culto quedaban sujetos a las leyes generales, y los templos como patrimonio de la nación.   Las autoridades  civiles deberían abrir un registro de los sacerdotes a cuya custodia quedaba cada templo y bienes en él contenidos; y la legislatura de cada Estado señalaría el número de ministros necesarios en cada Entidad. No obstante que la Constitución estaba vigente desde 1917, el artículo de referencia no se cumplía en ninguna parte, y el gobierno quiso terminar con esa violación, y al efecto exhortó a las legislaturas de los Estados para que determinaran el número de sacerdotes y obligaran el registro correspondiente.

Las relaciones de la Iglesia con el gobierno no habían sido cordiales desde el triunfo de la Revolución, y los sacerdotes en su mayoría hacían oposición al régimen, sobre todo en las administraciones de Obregón y Calles, a quienes combatieron por todos los medios; repudiaron la disposición de 1926, y suspendieron el culto en los templos, para significar no sólo su desacuerdo sino la rebeldía del pueblo como efectivamente aconteció. Las organizaciones de obreros, campesinos y estudiantes, apoyaron al gobierno y se produjo la guerra civil.

En Michoacán el gobernador Ramírez consignó judicialmente al doctor Leopoldo Lara y Torres, obispo de Tacámbaro, uno de los más aguerridos y lúcidos combatientes del bando eclesiástico. El 18 de marzo, el mismo gobernante expidió la Ley 62 aprobada por el Congreso, en la que se disponía que habría cinco categorías en cuanto al número de sacerdotes en los distritos del Estado; diez (Morelia), cinco, tres dos y uno. Se concedió un plazo de treinta días para que los interesados acudieran al registro. El arzobispo de Michoacán, Leopoldo Ruiz y Flores, a nombre de su clero, solicitó el amparo de la justicia federa!, que le fue negado, por lo que al cumplirse el plazo todos los templos cerraron sus puertas y se desató la rebelión "cristera" que en Michoacán fue muy cruenta. [26]

Los estudiantes del Colegio de San Nicolás y de otros planteles de la Universidad, se lanzaron a la calle en manifestaciones anticlericales. A principios del mes de mayo, al conmemorarse el natalicio del Padre de la Patria, los integrantes del Consejo Estudiantil Nicolaita y un grupo de alumnos de la Escuela de Jurisprudencia pidieron al gobernador del Estado y al Presidente de la República el edificio de uno de los templos más aris­tocráticos de Morelia, el de la Compañía, para instalar allí una biblioteca y un centro cultural de la Universidad. El general Ramírez les brindó su apoyo, y así lo comunicó al gobierno federal.[27]

El131 de mayo, el presidente Calles dictó su Acuerdo Núm. 671, en el que dice que en Morelia existen 21 templos y están autorizados sólo 10 sacerdotes. "Que los estudiantes de la Universidad Michoacana piden les sea cedido el  templo de  referencia"; y  en consecuencia dispuso: Primero.— Deja de estar destinado al culto católico el Templo de La Compañía… Segundo.—El mencionado local se destinará a Centro de Cultura Popular, dependiente de la Universidad Michoacana".[28]

Como resultado de este Acuerdo, los estudiantes y algunas gentes del pueblo ocuparon el templo y realizaron en él un acto anticlerical cargado de pasión y violencia. Pero habrían de pasar algunos años para que en el edificio quedara instalada la biblioteca que aún funciona allí. En diciembre de 1928, el siguiente gobernador, general Lázaro Cárdenas, pidió la entrega oficial, y el Secretario de Gobernación ordenó se procediera, pero todavía el 3 de julio el jefe de la Oficina de Hacienda en Morelia, Leandro Aguilar, escribió al Presidente Portes Gil diciéndole que el templo se encontraba muy destruido y requería reparaciones urgentes, además que era inadecuado para el uso que se pretendía; y fue hasta 1930 que pudo funcionar allí la biblioteca universitaria.

 

Dr. Jesús Díaz Barriga.

 

Antes de concluir su periodo de gobierno, el general Ramírez dejó el poder, y se postuló para Senador por el mismo Estado.

A partir de 1926 se hizo cargo de la rectoría el doctor Jesús Díaz Barriga, quien permaneció hasta 1932. Durante ese tiempo desarrolló una labor eficiente, distinguiéndose por la extensión de las tareas universitarias hacia el pueblo. Para vincular a los futuros profesionistas con los problemas de la población michoacana, sobre todo la rural, organizaba brigadas de vacunación y orientación higiénica. Supo estimular a los jóvenes, colocándose en los primeros lugares de dichas brigadas, fiel al principio de enseñar con el ejemplo. De este modo la Universidad se hizo   dinámica   y   auténticamente popular. Creó la Cruz Roja  de la Juventud, y con los alumnos recorría los poblados, daba charlas sobre temas sociales, y exhibía películas educativas con dibujos que los mismos estudiantes elaboraban. ¡Y iodo con un presupuesto misérrimo!, ya que la situación económica se tornó más di­fícil a partir de 1926 a causa de la rebelión cristera.

Las ideas políticas más avanzadas se debatían en el seno de la Universi­dad, acordes con las inquietudes de la nación. Los jóvenes expresaban sus ideas con absoluta libertad, y es más, eran estimulados por los maestros y por el propio rector. Periódicamente se organizaban torneos de oratoria en los que el doctor Díaz Barriga hacía la glosa y resumen final. En los cafés universitarios departía con los jóvenes y, algunas veces, con las autoridades del Estado. El tema central era la educación socialista, por la que se pronunciaban maestros y estudiantes. El rector, hombre culto y bondadoso, manifestaba la misma tendencia aunque en forma serena, como práctica de un humanismo de raíz cristiana.

Penetrado de una honda simpatía humana, el rector consideró que una de las causas de que los hijos de las clases marginadas no concurrían a la Casa de Estudios era la falta de ayudas, y dispuso la creación de la Casa del Estudiante Nicolaita y la Casa del Estudiante Normalista, donde las becas —tan bajas— que recibían los estudiantes rendían mayores frutos al unirse para tener habitación y alimentos seguros y suficientes.

Favoreció el deporte, y soñó alguna vez con un estadio donde los universitarios practicaran los deportes y el atletismo. Por desgracia, las condiciones económicas no lo permitieron, pues el subsidio que recibía era raquítico: en el mejor momento apenas se aproximaba al medio millón de pesos anualmente. No obstante, pudo hacer bastante con el manejo honesto y res­ponsable de aquel patrimonio magro.

Al conocer la obra del doctor Díaz Barriga queda explicada la razón de su permanencia en un cargo en que otros profesionistas habían durado poco. Seis años de mando en la Universidad, y en un medio tan explosivo como el de Michoacán, sujeto a la voluntad de gobernantes y políticos, fue una hazaña que muy pocos pudieron realizar. [29]

 

 

NOTAS


 

[1] Después de su primer intento, el general Múgica se dedicó a reunir los testimonios de su labor revolucionaria, desde sus artículos juveniles contra la dictadura en 1910 y El Demócrata Zamorano, su actuación en el gobierno de Tabasco (1915-1916) y en el Constituyente, así como la opinión de sus correligionarios, y publicó un libro; Hechos, no palabras, que era un reto a sus enemigos. 1919.

[2] Informe  del general   Francisco J. Múgica... Archivo del Ejecutivo del  Estado.
1921.

[3] Recopilación de leyes. . ., t. XLV1, pp. 5-7.

[4] El decreto 45, en Ibid., pp. 189-197, y en los apéndices de este libro.

[5] Vid. M. Martínez Báez. Prólogo a Ignacio Chávez..,  pp. 22-23.

[6] Intervención de Ignacio Chávez en el  Primer Congreso de Escuelas Preparatorias.
En Obras completas del Dr. José Torres  Orozco, t. IV, p.  121.

[7] Ibid., p. 105.

[8] M. Martínez Báez. Op. cit., pp. 14-21,

[9] I.  Chávez...,  p. 95.

[10] Archivo de la Universidad Michoacana. Libro 2 de Actas del Consejo Universi­tario.

[11] "El Centinela". Morelia, 16 de enero de 1921.

[12] I. Chávez...,  p. 95.

[13] Op. cit., p. 23.

[14] Brindis al dejar la rectoría... En I. Chávez..., op. cit., p.   126.

[15] G. Appendini. Op. cit., p. 41.

[16] Vid. A. Martínez Múgica. Isaac Arriaga..., p. 172.

[17] D. Cosío Villegas. Memorias, pp, 81-85.

[18] Ibid., p. 114.

[19] Libro 4 de Actas del Consejo Universitario. Archivo de la Universidad Michoa­cana.  1922.

[20] Informe de la labor desarrollada por los doctores José Torres e Ignacio Chávez.
En Obras completas de José Torres Orozco, t. IV, pp. 99-107.

[21]J.  Hernández   Luna.   Biografía del Dr.  José Torres.  En  Obras completas, t.   1,p.  140.

[22] L. Monroy Durán.  El último caudillo.. ., p. 325.

[23] Archivo del Ejecutivo del Estado. El gobernador interino, Sánchez Pineda, pre­tendía  postularse como constitucional, o   poner a  Rentería   Luviano,  pero   éste estaba fuera de la ley, Obregón jugó con los aspirantes, y luego llamó a Sánchez
Pineda a México; a  su regreso, el seleccionado era el general Ramírez, lo que
originó una protesta de Rentería Luviano. Archivo General de la Nación (AGN).
Paquete 46.

[24] Periódico   Oficial.   Presupuesto   para  el   año   1926.  La   recuperación   económica
se debió en gran parte a que e! general  Ramírez fue un honesto administrador
de las rentas del Estado, según el juicio de sus contemporáneos.  Ver:   Macías,
Aula  nobilis. .., p,  434.

[25] J.  Valdovinos Garza. 3 capítulos..., p.   107.

[26] Archivo  del   Ejecutivo del Estado.   1926. Las réplicas al  decreto   pueden verse
en: L. Lara y Torres, Documentos..., especialmente la parte segunda, pp. 67-554.

[27] La petición fue hecha por el Consejo   Estudiantil Nicolaita,  y  se  adhirieron   a
ella  varios profesionistas, que  deseaban   contrarrestar, en   esa   forma la   actitud
belicista del  clero católico.  El día de la ocupación del  templo,  en su   interior
se desarrolló   un acto en el que hablaron   los nicoiaitas Amonio   Mayes Nava­rro, Carlos García de León, Jesús Sansón  Flores, el comerciante  losé  Alvarez y   Gasea,   y  el  normalista José Palomares Quiroz.   quien  declamó   un   poema. Ver:   P.  G.  Macías.  Aula nobilis, . .,  pp.  444-455.

[28] AGN. Paquete sin número. El acuerdo presidencial  no se cumplió de inmedia­to. En   1929. dentro  del  clima  de  concordia   que   siguió   a  la rebelión   cristera,
hubo  gestiones  ante   el  presidente  Portes  Gil  para   que   no  se  entregara   a   los
universitarios   (AGN,   paquete   1,   gob.  de   P.   Gil)   y  opiniones  técnicas   contra­rias   al   proyecto   de    instalación  de  una   biblioteca   (AGN,  paq.   29,   gob.    De P.   Gil).

[29] Una reseña de las actividades del rector   Diaz Barriga, en: J. Agilitar Guzmán,
Yo  también  fui  nicolaita,   y   El  santo   laico   (J.   Díaz   Barriga, Su pensamiento
sobre la educación.,.,  pp.   21-38).