Texto académico

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1. Pensar en pensar  


En la vida diaria, debido a que el triunfo se hace más visible que el fracaso, sobreestimas sistemáticamente tus posibilidades de tener éxito. Es como sucumbes a una ilusión, y se equivoca como tantos en un sesgo de supervivencia.


¿Quién necesita pensar?


Esa incertidumbre que necesariamente acompaña el querer predecir el futuro, no puede evitarse, ya que no solo no sabemos lo que va a pasar, sino que ni siquiera sabemos cómo responderemos a lo que suceda; significa que el pensamiento será un arte en lugar de una ciencia. Esto es lo que el pensamiento es: no la decisión en sí, sino lo que entra en la decisión, la consideración, la evaluación, la justificación, la explicación, el cálculo. Al estar probando sus propias respuestas y sopesando la evidencia disponible; esta comprensión, tan cuidadosa y responsablemente tomada, sobre lo que podría ser un pensamiento en acción. Y es saber cuándo consultar, y a quién podría pedir ayuda. Pero sobre todo, distinguir el error cognitivo. ¿Qué se puede hacer sobre los sesgos? ¿Cómo mejorar los juicios personales y dentro de las instituciones en que servimos?


Nada podemos hacer sin una considerable inversión de esfuerzo intelectual. Un sesgo cognitivo es una deformación del pensamiento dado por exceso de confianza, predicciones extremas y la falacia de generalizar todo caso como equivalente. 


El pensamiento intuitivo, es uno del tipo “rápido” en sus juicios y lectura rápida sobre lo involucrado en una situación, son fuertes predisposiciones a aprobar algunas ideas y desaprobar otras. Pero otro de mayor calado en el razonamiento consciente, es el pensamiento por reflexión. Normalmente, usamos el pensamiento intuitivo en la vida básica y en la necesidad de resolver problemas con una clara incertidumbre y considerable riesgo en un sesgo, hacemos de procesos de reflexión un pensamiento más riguroso. La idea es que nuestro pensamiento intuitivo es inmensamente poderoso y tiene una base de experiencia propia, pero es muy vulnerable a hacernos necios y ciegos ante el sesgo. Por ello, nosotros sugerimos invertir en nuestra educación, en los procesos reflexivos: justificación, fundamentación, explicación, demostración, cálculo, categorización y narración.


Pocos estudiantes quieren pensar, pensar les preocupa, pensar les cansa. Pensar puede forzarlos a salir de hábitos reconfortantes; pensar puede complicar nuestras vidas metiéndonos en desacuerdos con los que acostumbran a improvisar… ¿quién necesita pensar? 


Creo que podemos ayudar a aquellos que quieren aprender a pensar mejor


Además, la reflexión es un pensamiento consciente de un estilo de razonamiento, lento y exigente, de habilidades de investigación. Leer para revisar desde la literatura nuestras ideas justificadas, es aprender a escuchar y entrar en un modo para refutar si nuestras ideas tienen sustento teórico o no. Podría ser coincidencia o sincronicidad, pero a veces hay una convergencia entre lo que genera una revisión en la literatura y lo que esta se necesita. Ese instinto de revisar el estado del arte, se intensifica más en nuestra era porque nos ocupamos a diario de un torrente salvaje de lo que dice ser información, pero a menudo es un ruido que diverge la atención humana hasta el extremo de la ansiedad. Esto no es nuevo, T.S. Eliot escribió hace casi un siglo sobre un fenómeno que creía que era el producto del siglo XIX: “Cuando hay tanto que saber, cuando hay tantos campos de conocimiento en los que las mismas palabras se utilizan con significados diferentes, cuando todo el mundo sabe un poco sobre muchas cosas, se hace cada vez más difícil para cualquiera saber si sabe de lo que se está hablando o no. Y en tales circunstancias… cuando no sabe lo suficiente, tiende a sustituir los pensamientos por emociones[1]”. 


Estudiantes convencidos en no saber, en no pensar, prefieren un bucle de retroalimentación del que excluyen la reflexión y solo agitan sus emociones frenéticas de la línea superficial de la vida, cada vez más intenso como intentando no dejar que el tedio gobierne sus vidas. Cualquiera que diga que tales fuerzas emocionales no sustituyen al pensamiento, con cada seguridad se autoengaña. Los seres humanos no son indiferentes a las olas y pulsos sociales de su tiempo. La persona que realmente quiere pensar tendrá que desarrollar estrategias para conocer lo más sutil de las presiones sociales, enfrentar el tirón de la manada y el disgusto de los que consideran el fin de la historia de las ideas. Las personas que quieren pensar, tendrán que practicar la paciencia y dominar el miedo en lo más profundo de sí, al ser rechazados por asumir una actitud de investigar nuevas ideas para cada problema importante de la existencia humana. 


Pensar en pensar 


Los académicos siempre han estado “afligidos” por los niveles altos e inusuales de conformidad de los estudiantes, para ser solo informados, por recibir información, y ser dignos de una vida académica de buenas calificaciones, y no por situaciones como aprender a pensar y hacer de la reflexión un placer del explorador de la realidad, donde poesía y ciencia ofrecen el espacio de significados para emocionar en curiosidad. El pensamiento no es amasar un cuerpo de experiencias en ejercicios o información, es aprender a desplegar ciertas estrategias retóricas normativas de los buenos argumentos, lo que desarrolla la memoria y la agilidad intelectual de los estilos de pensamiento. El profesor pretende que los estudiantes justifiquen lo que creen, argumenten para ello discusiones profundas y reconozcan que la literatura tiene el poder de hacer coincidir esas experiencias con una mayor elegancia en su estilo de pensamiento. Es muy gratificante mostrar a un estudiante que sus creencias no están justificadas, que las tomó como actos de fe y que no han comprendido la lógica subyacente que podría respaldar sus puntos de vista frente a los más escépticos. 


Nos gustaría ofrecer un conjunto de instrucciones invariantes que podrían seguir paso a paso para convertirlo en un mejor pensador, pero pensar no es así, se trata de un arte. Una vez más la ciencia lógica es nuestro mejor aliado, y el arte, es notoriamente resistente a no renunciar a crear innovadores estilos de pensamiento. Pensar en el aula o en cualquier otro sitio, es dar paso con una velocidad diferente, donde la información es reflexionada dentro de esquemas intelectuales clásicos que producen proposiciones, datos, evidencias, hechos dentro de cuerpos de fundamentos, justificaciones, demostraciones, categorizaciones, explicaciones y cálculos dentro de narrativas que ensayan enfoques nuevos para problemas. Este hábito de reflexión, nos puede ayudar de mejor manera a construir el arte de pensar, y no solo, quedarnos en la simulación, en la transcripción de información. Pensar, profundizar en los cimientos de nuestras creencias es un riesgo, no hay garantía que nos haga felices, pero ese esfuerzo, es muy probable que lo enamore de algún área del conocimiento que le hará integrarse a la sociedad con un habla potente y éticamente responsable.


Pensar independientemente de otros seres humanos es imposible, y si fuera posible sería indeseable. Pensar es necesariamente, a fondo y maravillosamente algo social. Todo lo que pensamos es una respuesta a lo que otra persona ha pensado y, dicho así, la literatura juega el papel de repositorio abierto sobre lo que la civilización ha pensado. Cuando creemos que algo es cierto, tendemos también a ver el proceso mismo de llegar a él como algo claro y objetivo, y por tanto el tipo de cosas que podemos lograr por nuestra cuenta. Cuando deducimos que una noción dada es falsa, atribuimos la creencia en ella a algún desafortunado giro equivocado de nuestro razonamiento por una brújula en más funcionamiento. Y sin embargo, incluso la reflexión más breve nos demostraría que nada de eso es el caso, no hay conexión entre la independencia y el error, o el pensamiento social y la maldad en ella. Debemos nosotros reconocer a la reflexión como momentos en nuestra vida donde nuestras creencias verdaderas son sometidas a la justificación y con esto surge para nosotros mismos no una diferente opción de idea, sino más allá de lo estrictamente racional, nos motiva en nuestra historia personal a ser mejores seres humanos, al cambiar nuestra relación moral con la sociedad.


Huir de pensar 


Durante millones de años nos hemos adaptado a nuestro entorno para convertirnos en pensadores rutinarios y no reflexivos. Durante gran parte de nuestra existencia, nuestra supervivencia ha dependido de reglas y patrones de comportamiento bien probados por las miles de generaciones anteriores a nosotros. Aprender a huir sin pensar en la respuesta a un cierto patrón de colores y movimiento que señalaba a un depredador era esencial para la supervivencia. Como resultado, hoy tomamos decisiones guiadas más por reglas indiscutibles y patrones de comportamiento aceptados que por análisis y reflexión racional.


"Somos pensadores intuitivos rutinarios, irreflexivos, guiados por injustificadas reglas y patrones de comportamiento aceptado sin más (por imitación)".


A pesar de las apariencias, somos inveteradamente conservadores. Nuestras mentes están programadas para sobrevivir, no para buscar la verdad. La mayoría de nosotros somos ciegamente crédulos y confiamos en los supuestos de tareas que todos parecemos aceptar. Incluso el surgimiento de la ciencia moderna, nuestro intento más sistemático de desafiar la autoridad del pasado, es solo un desarrollo relativamente reciente. Fue solo en el siglo XVII que un pequeño número de "filósofos naturales" se propusieron rechazar la autoridad tradicional e invertir su fe en el cambio, en la soberanía de la razón individual.


Salvemos la edad del "por qué, por qué, por qué" de los niños


Pero esta es solo una parte de la historia de la adaptación humana; la otra tiene lugar en cada generación. Los niños son filósofos naturales, bendecidos con imaginación salvaje y fascinación profunda por las ideas especulativas. Con los años, los escritores han llamado la atención sobre la semejanza entre la forma en que los niños, los poetas y filósofos más creativos se acercan al mundo. En el nacimiento de la Revolución Industrial, William Blake en sus Canciones de inocencia (1789) y Canciones de experiencia (1794) comparó la inocencia espontánea y la imaginación del niño con el adulto corrompido por la experiencia de un mundo industrial mecanicista que lo redujo a un simple cuidador de máquinas[2].


Hasta los nueve o diez años, los niños parecen capaces de resistir una presión aplastante de conformidad que los obliga a adoptar formas "normales" de pensar y comportarse. En su libro, The Art of Thinking, Ernest Dimnet dice: Pretenden vivir con el resto de nosotros, y el resto de nosotros imaginamos que influimos en ellos para que su vida sea solo un reflejo de la nuestra.


Pero... son tan autónomos como los gatos y están constantemente atentos a el encanto mágico de lo que ven interiormente desde esa potente curiosidad.


La mayoría de los niños de esa edad tienen una vida mental rica en ideas y percepciones, que mantienen ocultas al mundo adulto. Puestas de sol, manchas de color, agua, olas, todo genera asombro y curiosidad. Podrían mirar una piedra o una concha por lo que parecen años preguntándose cómo es que son tan viejas. Conceptos como eternidad e infinito, espacio y tiempo, capturan su imaginación y curiosidad. La mayoría de los niños comparten las dudas de los filósofos sobre la existencia de  muchas realidades traslapadas en lo que llamamos mundo, el más allá, los fantasmas y los espíritus.


Las novelas de Harry Potter se venden por millones en todo el mundo con niños que claman por cada nuevo libro el día de la publicación. La capacidad de salir de las ideas convencionales normales para imaginar un mundo en el que los poderes del bien y del mal libran su lucha eterna, ejerciendo todos sus poderes mágicos, responde a una demanda insistente de ideas especulativas que pintan un mundo más allá de nuestras expectativas convencionales.


Pero luego el hechizo finalmente se rompe por fuerzas que trabajan desde afuera. Padres y familiares claman por un cómodo sentido de conformidad en sus hijos. Aprendemos desde una edad temprana a dejar de lado los pensamientos infantiles y pensar de acuerdo con las normas convencionales de la edad adulta. Nos alejamos de nuestra imaginación infantil e ideas especulativas. Comenzamos a imitar a los adultos y a actuar "normalmente", de acuerdo con las normas para adultos.


¿Qué niño puede resistir el comportamiento que lo libera del temor de que los adultos lo consideren "extraño"? Los niños comienzan a notar a los adultos y a pensar lo que piensan. La educación también juega un papel similar al imponer los pensamientos de otras personas sobre ellos, en lugar de ayudarlos a recuperar los suyos. Nos sentimos más cómodos enseñando a los estudiantes qué pensar, que enseñándoles el arte de pensar.


Y, por supuesto, la presión de sus padres eleva esta necesidad de ajustarse a alturas aún mayores. Sobrevivir en el entorno de una gran escuela secundaria, preparatoria o universidad, significa unirse a un clan, un grupo unido por ideas comunes, comportamiento y apariencia. Este no es el mundo del pensamiento, sino de la supervivencia y la conformidad. ¡Adaptarse o luchar! Satisfechos con la "normalidad", los niños descartan pensamientos y preguntas no convencionales. El interés que alguna vez llenó todas sus horas de vigilia retrocede, dando paso a la pasión por "tener cosas", por comparar lo que tienen con lo que otros tienen. Al niño con destellos de ideas e inspiración se le considera extraño, un inconformista. Y una vez reprimido, es más difícil que la inspiración llegue por segunda vez.


Por supuesto, después de que hemos dejado la escuela y entrado en el mundo del trabajo, el mundo se cierra aún más. Nuestra preocupación ahora es ganar dinero, tener cosas, comparar nuestras vidas con los demás. Ahora se trata de pensar en serio.

La vida hace lo contrario de lo que tendemos a pensar que hace: nos alejamos del pensamiento, no hacia él. Alimentamos nuestro ego sin darnos cuenta de que es la sombra, no la sustancia, de la vida. Sin el tiempo para expresar nuestros pensamientos e ideas más íntimos, año tras año nos volvemos más anónimos, como todos los demás. A la mayoría de nosotros nos sorprendería saber que teníamos más individualidad a la edad de 5 años, que a los 18 o 50 años.


El triunfo del hacer sobre el pensar


Una de las consecuencias de esto, es al igual que los muchos millones que tenemos ante nosotros en nuestra historia evolutiva, valoramos la acción sobre el pensamiento, los hacedores sobre los pensadores. Los empresarios son elogiados por su decisión, por ser dinámicos, incluso despiadados, mientras que los estudiantes buscan la "descarga de adrenalina" en lugar de ideas. Uno de los argumentos de venta más exitosos, que celebra el triunfo de la acción sobre el pensamiento, insiste en que "lo hacemos".


Entonces, quizá no sea sorprendente que tomemos decisiones tan malas, como no leer y escribir para aprender a imaginar. Rutinariamente tomamos decisiones aplicando las soluciones de ayer a los problemas de hoy, cuando en realidad deberíamos analizar cuidadosamente la situación y nuestros objetivos para poder discriminar más claramente entre las alternativas que podemos elegir.


Desafortunadamente, el análisis racional de este tipo juega un papel sorprendentemente pequeño en la mayoría de las decisiones. Lo más probable es que nuestras decisiones estén impulsadas por la misma parte atávica de nuestras naturalezas que impulsó las del hombre primitivo: nuestros patrones de reacción nos dicen que respondamos como otros antes que nosotros. Entonces, si somos o no malos tomadores de decisiones, no es el punto; simplemente no sabemos cómo lo hacemos. Seguimos patrones de comportamiento establecidos de forma tan automática sobre la base de un análisis incompleto de la información que simplemente no sabemos cómo llegamos a la decisión.


Se pueden encontrar a muchos que confiaron en sus patrones de expectativas establecidos, no analizaron la evidencia e ignoraron las oportunidades de tomar un curso diferente en sus vidas. La solución radica en desarrollar las habilidades para pensar más allá de los patrones dominantes de comportamiento. No es suficiente poseer las calificaciones y la experiencia en los aspectos técnicos de nuestro trabajo. Esto por sí solo no nos hará buenos tomadores de decisiones y, en tiempos de cambio, poco en nuestro pasado nos habrá preparado para las decisiones que tenemos que tomar. Para esto, necesitamos no solo ser buenos pensadores críticos, sino también buenos pensadores conceptuales y creativos. Necesitamos poder habitar mundos diferentes más allá del nuestro desde la literatura original y pensar de diferentes maneras con nuevas ideas y patrones de pensamiento, a partir de los cuales podemos diseñar soluciones para enfrentar los desafíos que enfrentamos.


Esto significa desarrollar el pensamiento crítico, conceptual y creativo;

habilidades para analizar conceptos y para que podamos ver más claramente el problema que tenemos que abordar; generar nuestras propias ideas para resolverlas; sintetizar ideas y evidencia de diferentes fuentes para ver problemas desde diferentes perspectivas; usar las diferentes técnicas para resolver problemas complejos; presentarlos de manera consistente, coherente y persuasiva.


En resumen, debemos convertirnos en pensadores genuinos, más capaces de abordar el problemas que enfrentamos.


Desarrollar ideas originales 


En un programa de radio en Morelia Michoacán, hace unos años, hablaba alguien  alegando que era un "buen tomador de decisiones en la política". La mayoría de nosotros podría haber aceptado la afirmación y no decir nada, sin embargo, nos preguntamos por qué, cuando tantas de sus decisiones no habían funcionado bien y la ciudad está hecha un cementerio y dolor de violencia. El comentarista, sin embargo, no se molestó en absoluto por eso. "Ser un buen tomador de decisiones significa que soy bueno para tomar decisiones", le dijo el comentarista de manera tranquilizadora. Entonces, pensamos, no significa tomar buenas decisiones el hecho de solo tomarlas bajo un riguroso pensamiento, donde la evidencia, referencia, hechos, datos y teorías se alineen en alguna solución. Adivinar tomando desiciones, es una manera irresponsable.


La mayoría de nosotros no somos buenos para pensar de esta manera, porque simplemente no sabemos cómo hacerlo. Dadas las ideas nuevas y frescas, se nos presentan desafíos que no tenemos forma de enfrentar; ninguna de las habilidades, métodos y técnicas que necesitaríamos en la educación generalmente se nos dan, en su lugar, solo se ofrece abundante volumen de información cruda y ejercicios irreflexivos de un hacer sin pensar. Cuantas más opciones de información tengamos, mayor es el riesgo de cometer un error, por lo que quedamos atrapados en una parálisis de la indecisión. Aquellos que son más imprudentes, tal vez menos conscientes de las consecuencias, o que simplemente solo se sienten más seguros acerca de sí mismos, ofrecen siempre salidas fáciles.


Y en este punto, es fácil para las jerarquías de las organizaciones políticas asumir todas las características de un culto con los que están en la cima decidiendo que cualquier opinión que desafíe la suya es una forma de traición. Directores y empleados aprenden a guardar silencio y continuar con sus trabajos ante la insensatez de sus "líderes". Los riesgos de ser despedidos, por intentar colaborar con ideas nuevas son una realidad, igual que la suerte de esas empresas autoritarias, el olvido y el fracaso. 


La toma de decisiones sería mucho más simple si supiéramos cómo generar ideas, analizarlas y luego crear soluciones alternativas a los problemas con todos los riesgos y beneficios de cada una explicada claramente. En estas circunstancias, la toma de decisiones ya no se dejaría en manos de los más imprudentes, quienes, como el político entrevistado en la radio de Morelia, están felices de que se tomen decisiones independientemente de las consecuencias.


Es necesario aprender cómo podemos trepar por debajo del peso sofocante de la opinión recibida y la rutina establecida por patrones de respuesta, para que podamos generar ideas propias. Luego, ver cómo podemos analizar estas ideas, revelar su estructura y trabajar con estas para crear diferentes soluciones al problema. Aprender cómo probar cada una de estas, para que podamos ver más claramente los mejores argumentos.


En el proceso de las ideas, aprenderemos a ser hacia adelante, no solo hacia atrás, mirando. Nuestro objetivo en encontrar soluciones a los problemas no es solo implantar soluciones del pasado, la forma en que siempre se han hecho las cosas, sino ver y adaptarse a la forma en que las cosas se desarrollarán en el futuro. Por supuesto, aún necesitamos aprender de la sabiduría del pasado, pero debemos encontrar una manera de ser más que simples imitadores. Ante una situación difícil, un buen profesional, su capacitación puede decir que no se puede hacer sin daños colaterales. Innovan y trabajan con sus ideas mucho después de que otros se han rendido para minimizar el daño y aumentar el progreso ético.


La forma en que entendemos un problema determina el rango de habilidades de pensamiento que usamos para resolverlo. Entonces, para usar una gama diferente de habilidades, en este caso las habilidades conceptuales, creativas y críticas, tenemos que ver los problemas de manera diferente.


Diseñando soluciones, no encontrándolas


Nuestro patrón estándar de suposiciones nos dice que se encuentran soluciones a nuestros problemas, en lugar de ser diseñadas. Ya están ahí afuera esperando ser descubiertas. Todo lo que tenemos que hacer es revelarlas quitando las cosas que las están ocultando.


En los últimos años, uno de los desarrollos más bienvenidos en la educación universitaria en todo el mundo, ha sido la aceptación de que la educación debe ser más que solo transmitir conocimiento; sino que debe enseñar habilidades de pensamiento. Hasta ahora, esto se ha limitado a las habilidades de pensamiento crítico, en gran parte porque no requieren cambios radicales en estos supuestos.

Suponemos que cuando el conocimiento y los hechos no están claros, podemos, a través del pensamiento crítico, eliminar los errores para revelar la verdad oculta bajo capas de razonamiento falso. No tenemos que diseñar nuestras propias ideas y soluciones, solo aclarar las que se nos dan.


Con patrón alternativo de suposiciones desde la literatura, lo que sabemos está formado por el acto de pensar: las soluciones no están ahí afuera esperando ser encontradas; tienen que ser diseñadas al escribir para pensar. En gran medida esto es ignorado en educación, a pesar de que, a lo largo de los años, esto ha producido nuestro pensamiento más original y la mayoría de los avances importantes en nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Aun así, este es un proceso más artístico y creativo, que involucra prueba y error, conjeturas informadas, evidencias falsas e intuiciones de sesgo.


Significativamente el arte de pesar, es un modelo de pensamiento que se alimenta del error. En el modelo estándar de pensamiento que utilizamos en el aula para proporcionar conocimiento de los hechos y respuestas correctas, nuestro objetivo es evitar errores. Los estudiantes saben que la forma en que aprueban los exámenes es intercambiando suficientes respuestas correctas por calificaciones. Pero en el modelo de diseño creativo somos libres de cometer errores al diseñar soluciones a nuestros problemas. No somos juzgados por nuestros fracasos, sino por nuestros éxitos.


De hecho, las ideas fallidas son pasos importantes en el diseño de soluciones. Los sistemas en los que las personas son juzgadas por sus fallas les alientan a ir a lo seguro, para evitar correr riesgos. En las escuelas y universidades, los estudiantes vuelven al comportamiento de aprendizaje regresivo. En lugar de pensar por sí mismos, reproducen lo que han leído en textos autorizados, aunque no tenga sentido para ellos. Para evitar riesgos, todos imitamos de la misma manera. Reproducimos la sabiduría aceptada y las ideas convencionales, en lugar de pensar por nosotros mismos. Pero al hacer esto, es poco probable que creemos las nuevas ideas y conceptos que puedan ser la respuesta a nuestros problemas.


Aprender a pensar como diseñador de ideas, más que como un descubridor de lo oculto. Implica reprogramar nuestro estilo de pensamiento. Sin embargo, algunas cosas son difíciles de cambiar. Todos buscamos minimizar los niveles de incertidumbre en nuestras vidas. Los millones de años de nuestra existencia nos han enseñado formas rutinarias de promover nuestra supervivencia. Toda una batería de controles inconscientes influyen en nuestros pensamientos y comportamiento, configurando la forma en que damos sentido al mundo para aliviar nuestra incertidumbre.


Funciona a través de la formación y reconocimiento de patrones. La mente busca incesantemente y establece conexiones entre ideas. Busca patrones, creándolos a partir de las ideas aisladas que se le presentan. Nuestra capacidad de comprender nuestro mundo y cómo nos afecta depende de nuestra capacidad de reconocer y responder a estos patrones. Pero como su influencia en nuestro pensamiento es en gran medida inconsciente, la mente crea patrones antes de que sepamos que los tiene. Estos influyen en la forma en que procesamos las ideas sin que seamos conscientes de las restricciones que imponen sobre cómo usamos nuestras habilidades de pensamiento. Determinarán cómo seleccionamos hechos, reconstruimos eventos y desarrollamos argumentos.


Pero pensar objetivamente desde la argumentación no lo es todo, se necesita un pensamiento moral. Durante gran parte del tiempo esto funciona perfectamente bien. En su libro Moral Thinking, el filósofo inglés Richard Hare describe la forma en que navegamos por las desconcertantes complejidades del pensamiento moral. En lugar de actuar como calculadores persistentes que miden las consecuencias de cada posible decisión, cada vez que tenemos que tomar una, tenemos ciertos “patrones de reacción simples” que seguimos con la expectativa razonable de que hacemos algo ético el mejor resultado posible. Esto lo describe como "pensamiento moral intuitivo": argumenta  que “es altamente deseable que todos tengamos estas intuiciones y que nuestras inconsciencias no nos hagan pasar un mal momento si vamos en contra de lo estándar”. Los problemas surgen cuando solo tenemos información parcial o, en tiempos de cambio, cuando la información que tenemos no se ajusta a estos patrones de rutina, haciéndolos irrelevantes o ineficaces[3].


Herbert A. Simon y W. G. Chase demostraron que el experto en ajedrez, podía mirar cualquier tablero con un juego en progreso y relatar los movimientos que conformaban todo el juego. Pero al darle un tablero con piezas dispuestas en un patrón aleatorio (lluvia de ideas), al azar, no logró darle ningún sentido significativo[4].


En momentos como estos, cuando tenemos información parcial, inusual o simplemente una avalancha con la que lidiar, es probable que hagamos malos juicios. En tiempos de estrés y confusión emocional, es probable que reconozcamos los patrones equivocados y tomemos malas decisiones. Podríamos encontrarnos inexplicablemente corriendo y abrazando a un completo desconocido en la calle con la creencia errónea de que él o ella es un amigo cercano.


A pesar de los asombrosos avances logrados por la ciencia moderna en los últimos 400 años, también ha luchado por renunciar a teorías o paradigmas bien establecidos, a pesar de que hay una creciente montaña de evidencia para un paradigma alternativo. Desde Semmelweis hasta Einstein, desde la tectónica de placas hasta la teoría cuántica, la historia de la ciencia moderna está plagada de historias de resistencia, revolución y la lucha para derrocar las teorías. En retrospectiva, al mirar hacia atrás en las malas decisiones que han tomado los líderes, parece sorprendente que profesionales y personas inteligentes y experimentados pasen por alto lo que les está mirando a la cara. Pero la mente hace mucho de esto inconscientemente. Llena los vacíos en nuestro pensamiento; de lo contrario, si tuviéramos que esperar hasta que toda la información estuviera disponible, nunca tomaríamos una decisión. También reinterpreta el patrón de información para alinearlo con los patrones establecidos. Esto también es una parte vital de nuestro procesamiento mental. Vemos lo que queremos ver: cómo hemos visto las cosas siempre y cómo creemos que deberían ser, no como son. La mente da nueva forma y "corrige" nuestra experiencia.


En su libro, Think Again, Sydney Finkelstein, Jo Whitehead y Andrew Campbell catalogan una serie de decisiones de alto perfil que salieron mal porque un patrón de información fue malinterpretado como otro más familiar[5].


Las similitudes entre dos patrones de información llevan a personas experimentadas a pasar por alto las diferencias significativas entre las dos. Si las razonamos exactamente de la misma manera. Como gran parte de nuestro procesamiento es inconsciente, no somos conscientes de las diferentes formas en que llenamos los vacíos y reinterpretamos lo que vemos a medida que tomamos nuestras decisiones. Durante millones de años, el reconocimiento de patrones ha asegurado nuestra supervivencia. Sin embargo, el pensamiento estratégico rara vez se involucra en cuestiones de supervivencia. Para evitar errores en este tipo de pensamiento, necesitamos discutir y analizar la evidencia durante semanas, incluso meses, para identificar y eliminar las suposiciones engañosas que hemos hecho inconscientemente.


Desafortunadamente, una vez que nuestras mentes han sido impresas con un patrón particular, pueden ser difíciles de desalojar, lo que probablemente explica cómo el tablero de un maestro de ajedrez, cuya mente es impresa con tantos patrones de juego, no puede hacer frente a uno que está organizado al azar.


Aún así, sabiendo cómo nuestras mentes pueden ser engañadas fácilmente, podemos reconocer mejor aquellas situaciones en las que pueden equivocarse. Necesitamos, entonces, aprender técnicas y estrategias simples para analizar y criticar los supuestos que hacemos. Primero, sin embargo, debemos reprogramar nuestro pensamiento y adoptar hábitos de pensamiento que nos ayudarán a analizar y criticar nuestras suposiciones de manera más efectiva. La mayoría de nosotros sin duda argumentaría que nuestro pensamiento ya está guiado por hábitos de pensamiento similares. Pero como gran parte de nuestro procesamiento mental es inconsciente, para verificarlo debemos tomar medidas para que sea más consciente. Necesitamos ser más deliberados en nuestro pensamiento, para jugar al abogado del diablo, particularmente con suposiciones que parecen estar fuera de toda duda, y examinar rigurosamente en detalle las suposiciones que hacemos, para que podamos diseñar mejores soluciones como resultado.


Estos hábitos de pensamiento toman la forma de cuatro reglas simples:

1. Tolerar la incertidumbre.

2. Hacer el juicio flexible ante la nueva información.

3. No ver las cosas ingenuamente.

4. Hacer espacio para la reflexión.


Tolerar la incertidumbre. El filósofo británico Bertrand Russell dijo una vez: “Enseñar a vivir sin certeza y sin ser paralizado por la vacilación es quizás lo más importante que la filosofía, en nuestra época, puede hacer por aquellos que la estudian”. Esta no es una lección fácil para los profesionales, cuando se les valora por su experiencia y capacidad para tomar decisiones y actuar en consecuencia. Pero la acción que carece de suficiente pensamiento y análisis casi siempre carece de valor. Por lo tanto, no importa cuán inquietante pueda ser, debemos aprender a tener el coraje de colgar una pregunta sobre todo: debemos aprender a cuestionar lo que aceptamos como certezas, experimentar indirectamente sus pensamientos y sentimientos en la literatura, y aprender a presentar el otro lado del argumento de manera tan convincente como lo hacemos con el lado al que estamos comprometidos.


Hacer el juicio flexible. Esto significa que también debemos suspender nuestro juicio previo. Los buenos pensadores piensan en su pensamiento mientras piensan. A medida que generan sus ideas y desarrollan sus argumentos, cuestionan la fiabilidad de su propio pensamiento: si sus argumentos son consistentes, si han visto todas las implicaciones involucradas en el uso de un concepto particular, si su lenguaje dirige sus argumentos en la dirección que desean ir, y si hay suficiente evidencia para apoyar sus conclusiones. La voluntad de cuestionar estas cosas, incluso cuando estamos convencidos de la fiabilidad de nuestras ideas, se encuentra en el corazón del buen pensamiento.


Los logros impresionantes de la ciencia moderna provienen solo de esta disposición. No importa cuán perfectamente una hipótesis parezca responder a un problema, es solo después de haber sobrevivido a los intentos sistemáticos de falsificarla que los científicos la aceptan con cautela y provisionalmente. Entre otras cosas, debe tener un buen historial a largo plazo de pasar con éxito todos los intentos de falsearla, para que la comunidad científica la acepte.


Los buenos pensadores preguntan...

1. ¿Son consistentes mis argumentos?

2. ¿He visto todas las implicaciones involucradas en el uso de un concepto?

3. ¿Mi lenguaje dirige mis argumentos en la dirección que quiero ir?

4. ¿Hay suficiente evidencia para apoyar mis conclusiones?


Más allá de esto, probablemente hay otras dos razones por las cuales suspender nuestro juicio es tan importante. Primero, si queremos desarrollar nuestras habilidades de pensamiento, debemos usarlas como lo hacemos con cualquier habilidad. Pero para usarlas, debemos tener la oportunidad de pensar, y para esto debemos suspender nuestro juicio: las cosas deben estar en juego. Como Paul Tillich dijo una vez: "La pasión por la verdad es silenciada por respuestas que tienen el peso de una autoridad indiscutible[6]". Una vez que aceptamos algo como verdadero, no hay nada más que discutir y, por lo tanto, no hay oportunidad de desarrollar nuestras habilidades de pensamiento. Desafortunadamente, en nuestra vida profesional es muy fácil suponer que en todo momento se nos exige que tengamos una visión clara y que sea decisiva. No tener juicios casi instantáneos sobre las cosas parece indeciso, confuso, incluso tímido. El académico que se toma su tiempo, evalúa los problemas y llega a un juicio medido no es el héroe moderno que estamos convencidos de emular. Pero los problemas más complejos necesitan una reflexión cuidadosa y un juicio minucioso, no decisiones instantáneas inspiradas en patrones establecidos.


La segunda razón no está desconectada de la primera. Proponer buenas ideas es un proceso continuo e ininterrumpido. Las ideas, buenas o malas, engendran otras ideas. Cuando pensamos en un problema, podemos producir una idea que claramente no funcionaría, pero es muy probable que produzca otras ideas a partir de las cuales es probable que surjan soluciones. Son semillas que darán fruto. Nuestras mentes procesan estas ideas mientras estamos preocupados por otras cosas, para que cuando regresemos descubramos una nueva forma y claridad en nuestro pensamiento. Por lo tanto, al suspender nuestro juicio y jugar al abogado del diablo, incluso desarrollar ideas que no creemos que sean viables, estamos impulsando el proceso creativo.


Piensa ingenuamente. El filósofo griego antiguo Sócrates, profesó característicamente una ignorancia de cualquier tema que discutió, a pesar de que este mismo señaló dos de las convicciones más importantes que subrayaron su propio método filosófico: que la sabiduría humana comienza con el reconocimiento de la propia ignorancia y la vida sin examinar. Al leer los famosos diálogos de Sócrates, nos deja convencidos de lo importante que es esto para entrenar el ojo de la mente, para ver lo que hay que ver, pero que a menudo se pasa por alto.


Es como un artista que aprende a mirar objetos familiares ingenuamente, sin preconceptos, hasta que aparecen extraños: hasta que, en realidad, el artista comienza a verlos, en lugar de verlos a través de la lente convencional como siempre los ha visto. Del mismo modo en nuestro pensamiento, necesitamos desarrollar el hábito no solo del pensamiento crítico, sino también de la atención crítica. El primer contacto con un problema debería dejarnos una impresión tan vívida como podamos. La solución a muchos de nuestros problemas está oculta a simple vista, por lo que hacernos ingenuos es una condición clave para resolverlos.


Haz espacio para la reflexión. La mayoría de nosotros hacemos todo lo posible para evitar el esfuerzo de pensar. Aldous Huxley dijo una vez, parece que "la mayor parte de la vida ... es un esfuerzo prolongado para evitar pensar[7]". Si se cree en la investigación, concluye Charles Handy: "No han tenido tiempo de pensar, incluso si saben en qué pensar y por dónde empezar[8]". A la mayoría de nosotros nos lleva toda la vida darnos cuenta de que no hay lugar para un pensamiento serio en una mente tan cerrada y desordenada. Los pensamientos pueden estar allí, llenos de perspicacia y visión, pero pueden pasar fácilmente por la vida sin siquiera saber que están allí. Para que surjan los buenos pensamientos, debemos dejarles un espacio. No debe haber preocupaciones irrelevantes rondando, secuestrando la mente.


Obsesiones. Pero una vez que hayamos despejado un espacio de significado desordenado, ¿entonces qué? La respuesta simple, no complicarse demasiado. Mantenga constantemente frente a su mente un objeto, un pensamiento o un problema, y deje que se apodere de su mente, absorbiéndolo. Esto significa trabajar sin una red: sin el apoyo reconfortante de un libro o las ideas de otras personas.

Las soluciones pueden aparecer repentinamente, pero se están preparando durante mucho tiempo, es un proceso de trabajo cuidadoso y sostenido. Es el tipo de reflexión activa que implica pensar con atención sobre lo mismo muchas veces. Esto no es una mera repetición, sino que indica la presencia en la mente de un objeto que lo asume hasta que la mente y toda su actividad subconsciente lo hacen realidad en una solución.


Al igual que Einstein y Newton, debemos aprender el valor de permitirnos obsesionarnos con una idea, para que nunca nos dé descanso. Para encontrar la respuesta a un problema complejo, es posible que tengamos que tenerlo en mente durante días o semanas.


Acláralo. Sin embargo, para usar una frase familiar para los investigadores académicos, a menudo "el problema es lo que ignoramos”. No lo aclaramos lo suficientemente bien, dejando la mente para hacer conexiones que nos envían en la dirección equivocada. La mente ha aprendido a través de años de evolución que debe ser rápido para reconocer un patrón. Aunque esto ha sido importante para nuestra supervivencia, es una distracción para nuestro pensamiento sobre problemas complejos. Con demasiada frecuencia, los patrones que identifica son las aproximaciones más cercanas; son obvios y superficiales. Para un problema complejo, debemos analizarlo claramente para presentar a nuestras mentes una idea completa y precisa del mismo, y luego dejarlo incubar en el subconsciente: realizando una revisión de la literatura disponible. Si siempre queremos resultados instantáneos, nuestras mentes tomarán la salida fácil. Definiendo el problema claramente de esta manera, establecemos la agenda en la que nuestra mente tiene que trabajar en familiarizarse con un nuevo espacio de significado. Una vez que hayamos hecho esto, podemos dejarlo en nuestro subconsciente. Continuar sin nuestra intervención consciente.


Varios escritores, filósofos y científicos de orígenes radicalmente diferentes han hablado sobre lo mismo, describiendo este período de “revisión” como la etapa de "incubación" o "gestación". Todos ellos describen la misma experiencia, después de haber alcanzado una etapa en la que nada parece tener sentido y parece que no hay a dónde ir, dejar descansar haciendo ideas en otro campo del saber. Luego, la solución puede llegar a ellos de repente, cuando menos lo esperan, en medio de la noche escribiendo, o más comúnmente, cuando reanudan el trabajo al día siguiente, listos para enfrentar el problema con el que estaban luchando, solo para encontrar que la solución que enfrentan es más clara. Y, naturalmente, se preguntan qué los hizo tropezar el día anterior.


Estudios recientes han demostrado la importancia del sueño para la incubación de nuestras ideas. Los resultados muestran que mejora nuestra capacidad creativa para generar ideas y descubrir nuevas conexiones entre ideas aparentemente no relacionadas[9].


Parece que el sueño nos ayuda a procesar ideas al permitir que los enfoques típicos que adoptemos para resolver los problemas se deterioren, por lo que podemos cambiar a alternativas más innovadoras. El Dr. Jeffrey M. Ellenbogen, uno de los investigadores que realizó el estudio en la Universidad de Harvard, sostiene que, si el período de incubación incluye el sueño, las personas tienen un 33 por ciento más de probabilidades de inferir conexiones entre ideas distantes.


El sueño trae un cambio de enfoque. Por el contrario, estaríamos atrapados dentro de la visión del túnel. Esto podría no importar tanto para las decisiones menos importantes, pero para las decisiones realmente significativas que involucran lo que el Dr. Ellenbogen describe como las realizaciones del "panorama general", como las que resultan en grandes avances científicos, el sueño parece jugar un papel decisivo. "Las inferencias son abundantes en el mundo", explica, "solo unas pocas son obvias". El resto necesitan tiempo y sueño para descubrirlas[10] ".


Después de haberle dado a nuestro subconsciente el problema en el cual trabajar durante unos días, es probable que descubramos que nuestras ideas originales reaparecen de repente desarrolladas, si no es que se forman por completo como una solución a nuestro problema. Estos son los momentos en que una idea con la que hemos estado viviendo parece haber alcanzado su forma final y somos conscientes de la necesidad de entenderla claramente. Es importante no resistir el impulso o aplazarlo hasta más tarde. En momentos como estos parece que estamos haciendo nuestro mejor trabajo, sin embargo, lo hacemos de tal manera que parece no exigirnos ningún esfuerzo. Somos conscientes de que nuestra visión intelectual es más aguda de lo que nos hemos imaginado. No importa lo inconveniente que sea, necesitamos escribir la idea.

 

En este punto, no es inusual que las personas se desesperen al encontrar el tiempo para tal reprogramación y el cambio de hábitos que implica. Sin embargo, crear las condiciones necesarias para pensar de manera rutinaria de esta manera es mucho más fácil de lo que imaginamos.


Hay problemas que acechan nuestra vida profesional cada día que no logramos resolverlos, porque no hemos enfocado nuestro pensamiento en ellos. Hacer esto puede implicar algo tan simple como escribir nuestras notas sobre lo que creemos que es el problema en un cuaderno o diario. Aclarando los detalles y exponiendo el problema de manera simple y deliberada de esta manera, creamos la necesidad de encontrar una solución. En efecto, le damos a nuestro subconsciente instrucciones claras para comenzar a encontrar una. El buen pensamiento comienza con una buena organización: cosas simples como crear un sistema de recuperación a partir de cuadernos, diarios, índices de tarjetas y cajas de proyectos, para captar ideas que surgen cuando menos se esperan.


Se dice que el escritor y filósofo francés del siglo XVIII Voltaire, insistió en que deberíamos juzgar a un hombre por sus preguntas y no por sus respuestas. Las mejores mentes ven en cualquier situación varias preguntas distintas e interesantes. Son buenos para definirlas y analizar sus elementos internos y sus implicaciones externas.


Las respuestas claras dependen de preguntas claras. De lo contrario, su mente solo verá lo que está preparado para ver; lo que siempre ve. Al hacer una pregunta clara, nos dirigimos en la dirección correcta para encontrar las ideas y la evidencia que necesitamos: establecemos los controles en nuestro pensamiento que determinarán qué es relevante y qué no. Cuanto más clara es la pregunta que nos formulamos, más dominantes y efectivos son estos controles.


¿Qué tipo de pregunta es?


Pero primero tenemos que preguntar, ¿qué tipo de pregunta es la que hacemos? ¿Es una cuestión de hecho, valor o concepto? Si nos equivocamos y confundimos unos con otros, podemos encontrarnos produciendo una solución desconcertante que no aborda los problemas importantes.

 

Pero el tipo de razón que puede contar como una buena razón, depende del tipo de pregunta que se haga. A menos que identifique y separe los diferentes tipos de preguntas involucradas, podría encontrarse fácilmente buscando un tipo de respuesta a un problema que realmente necesita otro: podría tratar un problema, como por ejemplo, una pregunta de hecho, cuando en realidad es una cuestión de concepto.


De una simple declaración de hechos, depende también una cuestión de concepto sobre lo que es, y una cuestión de valor, de que el incumplimiento de este estándar justifica el juicio. La diferencia más obvia es entre un hecho y un valor. En pocas palabras, un hecho es una declaración sobre la cuál es el caso, mientras que una declaración que contiene un juicio de valor trata sobre lo que debería ser el caso. Uno es descriptivo, el otro prescriptivo. Una declaración de hechos pretende representar la forma en que es el mundo y, por lo tanto, está sujeta a críticas racionales: podemos evaluarlo en términos de su verdad o falsedad en cuanto a si tiene éxito en representar el mundo con precisión. Por el contrario, una declaración de valor se preocupa por cómo debería ser el mundo. No pretende representar la forma en que es el mundo y, por lo tanto, no puede evaluarse en términos de verdad o falsedad.


¿Hay una mejor pregunta?


Ahora que somos conscientes de los problemas particulares que plantean estos diferentes tipos de preguntas, podemos formular un tipo de pregunta mejor: una que sea más relevante para el problema y evite muchas de estas complicaciones.

 

Además, después de analizar los conceptos utilizados para precisar el problema, sabremos si hay diferentes soluciones en diferentes niveles. Una solución más efectiva puede ser aquella que se aleja del problema para verlo de manera más objetiva. Al cuestionar los conceptos, nos salimos de la pregunta y nos preguntamos reflexivamente: "¿Pero qué queremos decir con X?" Si podemos hacer lo mismo con la pregunta y salir de la situación inmediata, podemos ser capaces de diseñar una solución no solo para este problema, sino también para problemas similares en el futuro.


Cuestiones de hecho, valor y concepto. Por lo tanto, debemos analizar la pregunta para ver si se puede cambiar o representar de una manera diferente. Esto significa mirar la naturaleza de la pregunta, ya sea una cuestión de hecho, valor o concepto, o una pregunta mixta, y luego mirarla en diferentes niveles.


Un ejemplo, los sobornos a funcionarios. Primero, hay ciertas preguntas de hecho que debemos responder. ¿Por qué los sobornos son rutinarios e inevitables en algunas culturas? ¿Se debe a que los funcionarios están mal pagados o son tales "regalos" comúnmente aceptados dentro de la cultura local como solo una expresión de respeto?

 

En segundo lugar, hay preguntas de valor. ¿Deberíamos comportarnos de acuerdo con nuestra propia conciencia, que nos dice que el soborno está mal, o deberíamos ser más pragmáticos? ¿Tenemos razón al insistir en trabajar de acuerdo con los valores éticos importados de un entorno cultural diferente, o como hemos elegido trabajar dentro de esa cultura, deberíamos aceptar las normas éticas de esa sociedad? Tercero, hay una cuestión de concepto, ¿Qué es un soborno y en qué se diferencia de los obsequios, como los consejos que les dejamos a quienes esperan en nuestra mesa en un restaurante, o las comisiones, como los paquetes de incentivos negociados con los trabajadores para aumentar su productividad?


Ahora que hemos podido separar las diferentes preguntas que se esconden dentro del problema, podemos ver más claramente los problemas que deben considerarse en diferentes niveles.


En el nivel general está la pregunta, ¿qué se debe hacer para que el soborno sea innecesario, para que los negocios puedan llevarse a cabo entre diferentes países y por personas de diferentes nacionalidades sin que sus valores se vean comprometidos de esta manera? Su análisis del concepto de soborno podría haber revelado que existe una distinción entre sobornos por un lado, regalos y comisiones incluidos consejos e incentivos, por el otro. Ahora puede concluir que los regalos y las comisiones son parte del sistema: son públicos, abiertamente responsables y conocidos por todos los que hacen negocios. Son incentivos para trabajar más duro y más eficientemente; para brindar un mejor servicio. En contraste, los sobornos son privados y secretos. Evitan las normas éticas del mercado, que intentan garantizar la igualdad de oportunidades, la libre empresa y los mercados perfectamente competitivos. En efecto, equivalen a un intento de obtener alguna ventaja sobre sus competidores que no se merece.


Diferentes soluciones. Esto ahora revela claramente diferentes tipos de soluciones a nivel general y personal. En el nivel general, en respuesta a nuestra pregunta de cómo podemos cambiar la situación para hacer innecesarios los sobornos, podríamos abogar por la presión internacional, como las sanciones, para lograr un cambio político dentro del país para erradicar la cultura de la corrupción. Podría necesitarse una reforma social y económica para mejorar la paga de los funcionarios e introducir un mejor sistema de regulación y rendición de cuentas.


Quizás aún más importante, una vez separado el problema general, ahora podemos ser más claros acerca de las preguntas. La pregunta es más clara, más nítida, y las posibles soluciones son mucho más obvias. Está claro que no podemos evitar el problema. Entonces, nuestra pregunta es, ¿podemos limitar nuestra participación en esta actividad a regalos y comisiones, que son éticamente aceptables? Esto puede significar renegociar para colocar su relación en una posición diferente. Aun así, esto puede implicar decisiones éticas difíciles si está trabajando en un entorno donde la demanda de "regalos" está respaldada por amenazas. Pero al menos ahora entendemos más claramente los diferentes elementos planteados por la pregunta.


Como muestra esto, el análisis del problema de esta manera no solo separa y distingue preguntas sobre un  hecho, valor y concepto, sino que nos hace más conscientes de los diferentes niveles en los que el problema tiene influencia.


Ahora que hemos encontrado las preguntas correctas que necesitamos responder, podemos comenzar a centrar nuestra atención en los procesos involucrados en el pensamiento genuino. Nos gusta pensar que la mayoría de nuestras soluciones vienen a través de un sencillo proceso paso a paso de razonamiento lógico. Pero esta es la forma en que se cuenta la historia del descubrimiento después del evento, en lugar de cómo sucede realmente. De hecho, es un proceso mucho más creativo, que comienza revelando la estructura subyacente que organiza nuestras ideas, para que podamos trabajar con ella, adaptándola para encontrar la solución que buscamos. Como veremos, este es un pensamiento conceptual y creativo. Pero primero, debemos aprender a generar nuestras ideas.


Una parte importante de cualquier capacitación profesional implica desarrollar una comprensión de cómo piensan las personas en esa profesión. Para ser abogado, debemos aprender a pensar como un abogado, ya que debemos aprender a pensar como un médico, maestro, arquitecto, auditor u oficial de policía si queremos ingresar en alguna de estas profesiones. Aprendemos ciertas estrategias y principios organizados, que parecen definir el pensamiento como un proceso ordenado, por ejemplo el pensamiento lógico y matemático.


Los científicos también describen su trabajo de la misma manera. En sus relatos de descubrimientos importantes, describen los mismos pasos lógicos asegurando que fueron tomados con una visión clara. Sin embargo, en realidad, con mayor frecuencia, sus descubrimientos son como puñaladas en la oscuridad, seguidos de falsos amaneceres y decepciones, hasta que una intuición repentina finalmente ilumina su camino.


El buen pensamiento implica más que solo un pensamiento lógico y crítico. Aunque es esencial verificar que nuestros argumentos e ideas sean consistentes, por sí solo este tipo de pensamiento no generará una idea nueva. Cuando usamos nuestras habilidades de pensamiento lógico y crítico, trabajamos con lo que se nos da, ya sea para producir una mejor forma de la idea o para mostrar motivos para rechazarla por completo. Buscamos las fallas y reparamos la línea de razonamiento. Para generar nuestras propias ideas originales, en primer lugar, necesitamos aprender las habilidades y técnicas del pensamiento creativo e imaginativo. A diferencia del pensamiento lógico y crítico, esto implica el uso de nuestras habilidades intelectuales de una manera muy diferente y con supuestos radicalmente diferentes a medida que nos acercamos a los problemas. En lo que sigue, vale la pena recordar dos principios:

 

No tenemos que estar en lo correcto en cada paso.

No hay una única forma de llegar a donde quieres estar.


Un enfoque estructurado


El problema es que, cuando alguien le dice que genere sus propias ideas, en su mayoría terminan dándole consejos vagos e inútiles. Es posible que le digan "Piense por sí mismo" o "Hágase preguntas", que no le dice exactamente qué debe hacer. Es posible que se le aconseje que reduzca o elimine por completo sus inhibiciones, como si hubiera un torrente de ideas que esperaran en cascada ante usted, si solo pudiera superar sus temores sobre parecer tonto al decir cosas que parecen ingenuas. O eso, o estamos reunidos en grupos y se nos dice que descartemos el primer pensamiento que se nos ocurra.


Podemos hacer esto de una manera mucho más organizada y sistemática. De hecho, esto es exactamente lo que la mayoría de nosotros hacemos todo el tiempo sin saberlo. Nos hacemos ciertas preguntas de rutina a través de las cuales reunimos las ideas y los hechos que necesitamos para tomar una decisión.


La mayoría de nosotros que hemos luchado sin éxito para encender nuestros autos sabemos exactamente lo que queremos decir con este tipo de pensamiento organizado. Bien intencionados, vecinos y transeúntes se reúnen para darle consejos mientras intenta en vano encender el automóvil. Entonces llega el mecánico y sabes de inmediato que estás en presencia de un cerebro inteligente y pensante. Silenciosamente pasa el motor, hace preguntas, prueba y elimina las hipótesis hasta llegar a la solución. Está claro que está usando una serie ordenada de preguntas a medida que recopila información y elimina una hipótesis tras otra.


Todos hacemos esto; para algunos de nosotros es más obvio que para otros. Entonces, lo primero que debemos hacer es observar cuidadosamente la serie de preguntas que nos hacemos habitualmente: una lista de activadores que trabajamos de la misma manera.


La mayoría de los pensadores creativos afinan sus ideas y las van adaptando constantemente, agregando otras nuevas que podrían escuchar en otros lugares. Aquellos a quienes describimos como genios, que resuelven problemas al ver algo que nadie más puede ver, llegan a sus soluciones exactamente de esta misma manera. Hacen preguntas que nadie más hace. Abordan el problema desde una dirección diferente con diferentes clasificaciones.


Considere, por ejemplo, las clasificaciones únicas de los seres humanos inventadas por pensadores creativos en el pasado. En el siglo XIX, William James, el psicólogo y filósofo estadounidense, clasificó a las personas como "duros y tiernos". El psiquiatra suizo Carl Jung inventó la clasificación ahora común de personas como "introvertidos y extrovertidos". Los avances en psicología y conductismo nos trajeron pensadores "convergentes y divergentes". El punto es que tales nuevas clasificaciones, y las preguntas que evocan, pueden cambiar completamente nuestras actitudes y pensamientos. Combínelos y obtendrá estructuras para generar todo tipo de ideas inesperadas e interesantes y formas de liberarnos de respuestas rutinarias y predecibles. Ahora podemos hablar de "introvertidos divergentes", "extrovertidos divergentes", "introvertidos convergentes" y "extrovertidos convergentes"; clasificaciones que pueden ayudarnos a explicar todo tipo de comportamiento, que de otro modo nos resultaría difícil de explicar.


Entonces, pregúntate qué preguntas te haces habitualmente en tu asignatura: escribe una lista. Y esté atento a cada nueva pregunta y clasificación que considere útil y agréguela a su lista. Entonces, ¿qué tipo de preguntas deberíamos esperar encontrar en nuestra lista de activadores? Aunque lo siguiente no es específico para ninguna profesión en particular, probablemente encontrará que algunas de sus preguntas toman una forma similar.


1. ¿Qué queremos decir con X?

2. ¿Por qué sucedió eso?

3. ¿Cuál es la conexión entre A y B?

4. ¿Cómo sabemos eso?

5. ¿Qué evidencia tenemos para esa justificación? ¿Es confiable?

6. Si ese es el caso, ¿qué sigue?

7. ¿Cómo es que A es el caso cuando B es o no es el caso? Hay alguna consecuencia?

8. ¿Qué otros ejemplos hay para que este tipo de cosas sucedan? ¿Hay motivos aquí para una regla general?

9. ¿Cuál es la historia, el trasfondo de esto?

10. ¿Es algo bastante único o se ha desarrollado a partir de algo más?


Al pensar en su propia lista de activadores, probablemente sea útil tener en cuenta cuatro reglas útiles:


1. Genere tantas preguntas como sea posible desde la literatura disponible.

2. Hacerlo tan claro y específico como se pueda.

3. Perseguir hasta donde le sea posible como cadenas de preguntas.

4. Si todo esto llega a nada, pregunte de nuevo después de revisar la literatura disponible.


Para cada materia que estudies, habrás aprendido las preguntas más relevantes y rutinarias para cada tema. Por ejemplo, si estuvieras estudiando historia, un curso bien diseñado te enseñaría no solo los hechos de la historia, sino también cómo pensar como un historiador. Entonces, el tipo de preguntas de rutina que habría aprendido a hacer podría incluir:

1. ¿Cuál fue la causa del evento?

2. ¿Cuál fue su motivo?

3. ¿Existe evidencia suficiente para justificar esa explicación?

4. ¿Cuáles fueron los efectos?

4.1 ¿Qué tan grande?

4.2 ¿Qué tan significativo?

4.3 ¿Quién fue el más afectado: individuos, grupos, clases sociales?

4.4 ¿Qué tipo de efectos: económicos, sociales, políticos, intelectuales?

5. Quién estuvo involucrado: clases sociales, individuos, grupos (religiosos, profesionales, militares).


Si estuvieras estudiando literatura, sin duda tendrías preguntas sobre las posibles influencias de un escritor en el trabajo, comparaciones con otros escritores y preguntas sobre tramas, atmósfera y antecedentes, temas comunes, personajes, estilo, diálogo, ritmo, suspenso, humor, tragedia , y así.


El punto es que para cada tema y profesión hay un conjunto de preguntas de activación, que usamos para generar y ordenar nuestras ideas, cosas que buscamos de manera rutinaria, estas surgen de la estructura de fundamentos, justificaciones, explicaciones, cálculos, categorizaciones y demostraciones clásicas de las disciplinas.


La razón por la que esto funciona, es porque rutinariamente recordamos hacer preguntas que de otra manera podríamos olvidar o asumir que son irrelevantes. Pero, más allá de esto, como hemos dicho, los pensadores originales dan un paso más: inventan nuevas preguntas para abrir nuevas perspectivas que otros no han visto. Por lo tanto, además de estas preguntas desencadenantes de rutina, necesitamos un método que nos haga pensar fuera de nuestra propia perspectiva limitada para hacer preguntas que de otro modo podríamos descartar como irrelevantes e impensables.


Hasta que cambiemos de perspectiva, es probable que no pensemos lo impensable y consideremos lo contrario a la intuición. Desafortunadamente, nuestros patrones rutinarios de pensamiento y comportamiento pueden dejarnos deslumbrados ante estas otras perspectivas. Estamos tan acostumbrados a pensar de una manera particular que nos resulta imposible cambiar nuestras perspectivas y abordar un problema a medida que otros lo abordan. En todas las profesiones esto tiene un grave impacto en nuestro desempeño. Un maestro que ya no puede ver lo difícil que es para sus alumnos comprender un tema en la forma en que lo presenta, es poco probable que obtenga lo mejor de sus alumnos. 


Ahora que hemos generado las ideas, el siguiente paso es revelar el patrón o estructura subyacente en el que están organizadas. Para comprender lo que parecen ser hechos e ideas no relacionados, las organizamos clasificándolas en términos generales. Esto los une en relaciones causales o lógicas: o los entendemos como partes de una secuencia causal de eventos o como elementos internos de un concepto, que están unidos lógicamente entre sí. Al revelar cómo nuestras ideas están interrelacionadas de esta manera, llegamos a comprender su significado y significado.


Deberemos aprender formas de analizar estos patrones de interrelaciones, revelando los diferentes tipos de relaciones que los componen. Algunas ideas están relacionadas como convergencias o divergencias, comparaciones o simplemente como ejemplos. Algunos están vinculados como causa y efecto. Otros se complementan o se refuerzan entre sí. Pero sean lo que sean, revelan el significado de nuestras ideas al estructurarlas en una jerarquía. Estos patrones son el andamiaje de nuestra comprensión: la forma en que damos sentido al mundo que nos rodea.


Pero desafortunadamente, no siempre son las formas más útiles de entender los hechos e ideas que se relacionan con un problema o situación. La relevancia de nuestros enfoques de rutina a los problemas puede verse afectada por circunstancias que han cambiado o están cambiando. La solución o el patrón de expectativas del pasado pueden llevarnos a decisiones imprudentes.


A veces aparece una mejor solución simplemente analizando un concepto, que revela el problema de una manera completamente diferente. Al igual que una novela policial, encontramos que el hecho clave que apunta hacia una solución ha estado oculto a la vista todo el tiempo. Esta disposición a cuestionar lo que parece obvio, como un concepto que usamos todos los días sin pensar, ha llevado a algunos de los avances más importantes en la ciencia moderna, como el trabajo de científicos, entre los que destacan Copérnico, Galileo, Darwin o Einstein.

Galileo y Copérnico cuestionaron la suposición, que obviamente parecía cierta para todas las personas cuerdas, de que la Tierra estaba quieta y el universo giraba a su alrededor. Einstein cuestionó las intuiciones profundamente arraigadas del espacio y el tiempo absolutos para llegar a su teoría de la relatividad especial, que derrocó a la física newtoniana que había dominado el pensamiento por dos siglos.


Sin embargo, normalmente, tendremos que trabajar con estas estructuras, cambiarlas y abordarlas de manera diferente para encontrar una solución. Una vez más, algunos de los avances más significativos en la ciencia moderna se han producido de esta manera, no como resultado de nuevos descubrimientos o nuevas pruebas empíricas, sino porque un científico ha analizado el problema de manera diferente.


Estructurar ideas no es otra cosa que producir argumentos dentro de un patrón  problema-solución: antecedentes, problema, hipótesis, método, diseño experimental, datos y discusión de resultados.



[1] Jason Fried 2012. Give it five minutes. 

https://signalvnoise.com/posts/3124-give-it-five-minutes

[2] William Blake. 2006. Canciones de Inocencia y de Experiencia. Letras universales.

[3] R. M. Hare. 2003. Moral Thinking: Its Levels, Method, and Point. University of Oxford

[4] Simon, Herbert, A., and W. G. Chase, ‘Skill in Chess’, American Scientist, 61 (1973), pp. 394–403.

[5] Finkelstein, Sydney, Jo Whitehead and Andrew Campbell, Think Again (Boston, MA: Harvard Business Press, 2008).

[6] Tillich, Paul, The Shaking of the Foundations, 1949 (Harmondsworth: Penguin,

1964).

[7] Huxley, Aldous, ‘Green Tunnels’, in Mortal Coils, 1922 (Harmondsworth:

Penguin, 1955).

[8] Handy, Charles, Beyond Certainty: The Changing Worlds of Organisations (London: Hutchinson, 1995).

[9] Jakke Tamminen, et al. Sleep Spindle Activity is Associated with the Integration of New Memories and Existing Knowledge. J. Neurosci., October 27, 2010 • 30(43):14356 –14360 • 14359 https://www.jneurosci.org/content/jneuro/30/43/14356.full.pdf

[10] Ellenbogen JM, Hu PT, Payne JD, Titone D, Walker MP (2007) Human relational memory requires time and sleep. Proc Natl Acad Sci U S A 104:7723–7728.


Autores:

Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Pedro Gallegos Facio
Gerardo Sánchez Fernández
Rogelio Ochoa Barragán