Texto académico
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Módulo 6. ¿Por qué deberías leer lento en literatura académica?
Millones de personas en el mundo no pueden leer y de aquellos que pueden, muy pocos leen libros regularmente. Es fácil llenar un día (cuando no estás trabajando) navegando quizá por Internet denotando los titulares de noticias y revisando lo último en videojuegos…, o quizá entre amigos embriagándose de emociones compartidas en las charlas sin ningún sentido de ganar alguna profundidad en la vida. Nada en estas actividades es leer en el sentido que deseamos decir. Por ejemplo, el revisar un correo electrónico, los periódicos o un mensaje de texto chat. La lectura es un oficio, un placer por saber la estética de la vida, el heroísmo de los pensadores. Nuestro objetivo es ayudarle a ser un mejor lector y que este efecto literario enriquezca su vida.
Leer mejor significa leer lentamente. Hay un movimiento silencioso en favor de la lentitud, en la cercanía con la sintaxis, el léxico, la semántica y los estilos de pensamiento. En una reacción humanista contra el ritmo sin aliento de nuestro mundo impulsado por computadoras, los escritores se han preocupado por la tendencia de un lector distraído, aturdido, que perdió la capacidad de concentración y sin espacio para la literatura. Leer para obtener información, no es lo mismo que leer lenta y profundamente para el placer emocional y de la comprensión. La lectura lenta es tan rigurosa porque está llena de deleite inesperado.
Si estás en este párrafo, ya te encanta leer, pero a menudo no te das el tiempo para ello. Con demasiada frecuencia y especialmente al final del día ajetreado, la lectura se convierte en voltear las páginas, sin terminar ninguna o solo mirar estático noticias en la Web o TV; revisar sitios de redes sociales, perdiendo el tiempo hasta que los ojos se cansen. La lectura lenta es el antídoto contra tales distracciones que nos atormentan cada vez más en la era digital.
La forma en que lees importa más que cuánto lees. Y un buen libro es lo único que te enseñará a leer con la mente completa, enfocada en disfrutar y en el beneficio racional. Los blogs, los noticieros periodísticos, tweets..., no te mostrarán de qué se trata la lectura. Solo un libro puede hacer eso. Perderse en un libro -inmerso, absorto, felizmente abandonado- nos exige de preparación. Para disfrutar tienes que saber qué buscar. El objetivo es dar con algunos signos en el camino para lograr la lectura lenta.
Cuando hayas aprendido la lectura lenta, tendrás una posesión segura, una infinita posibilidad de placer. Tus actitudes y respuestas al mundo cambiarán de maneras que nunca podrías haber predicho. La lectura lenta cambia tu mente de la manera que el ejercicio cambia tu cuerpo; sentirás y actuarás de manera diferente, porque con la literatura estarás más vivo y abierto a la expansión de tu ser.
6.1 ¿Las distracciones tecnológicas nos están haciendo estúpidos?
La lectura real de la literatura, está diseñada para aumentar la fuerza creativa del lector, nunca pierde su poder. No está sujeta al tiempo de la forma en que el correo electrónico o Facebook lo hace. La lectura exige tiempo de usted, con el fin de darle algo que dure. El tiempo, la necesidad de leer, para qué sirve, es la clave. En estos tiempos todos deseamos que ocurra rápido. El problema es que todo sucede rápido y el poder de reflexión está secuestrado. Sentimos que ya no somos capaces de decidir qué merece nuestra atención y qué no. Como resultado, hemos empezado a sufrir ansiedad. Los niños y los adolescentes se han hecho adictos a la actividad continua del clic, el ritmo que los gobierna no da para invertir más tiempo. Estamos en el camino de convertirnos en vegetales del “Clic”, si están aburridos solo hacen clic y más clic. Su capacidad de concentración está tan extraviada que solo quieren para su educación piezas cortas de texto, una que le exija no más que definiciones de glosarios y diccionarios.
La mayoría de padres quieren que sus hijos vayan a la universidad, sean profesionistas exitosos. Sin embargo, un 90% dice Mark Bauerlein, no logrará la concentración necesaria que nos exige el pensamiento altamente estructurado de la literatura original[1]. El uso constante de redes sociales y saltos por la Web dificulta la preparación de un joven universitario, dados los intensos hábitos de pensamiento crítico necesario. No podemos apagar la Red, y en realidad, no querríamos. Está voluntad generalizada ha hecho que nuestro mundo sea mucho más conveniente, más conectado. Podemos encontrar la información que necesitamos rápidamente y comunicarnos entre una gama mucho más amplia de personas que antes. Hemos ampliado la cooperación científica y llevado a nuevas fronteras la tecnología. Pero hay una desventaja sustancial: la pérdida de placer privado y reflexivo, como la lectura seria.
La Internet, a diferencia de la literatura, es un lugar salvaje que compite por la atención de los usurarios, generando un mar de mensajes que nos distraen de manera intensa. La red afirma con orgullo que la información es “libre”. Pero, la abundancia en línea de posibilidades no logra liberar nuestra creatividad. Tenemos demasiadas opciones, resultando en una Atención Parcial Continua (por su siglas en inglés, CPA), que ocurre cuando intentamos hacer demasiado a la vez[2]. La CPA no es lo mismo que habilidad de multitarea. Cuando se argumenta que CPA es una interferencia de ruido que anula nuestra reflexión, es dada por el emparejamiento divergente de actividades automáticas con otras que requieren nuestra atención de reflexión:
“La lectura es una habilidad esencial que mejora con la práctica, no solo cuando estamos aprendiendo a leer sino como adultos. Los estudiantes universitarios pueden no tener el hábito de leer, excepto quizá de textos obligatorios. Las habilidades de lectura profunda pueden verse erosionadas por los hábitos de atención interrumpida y parcial[3]”.
La mayoría de los estudiantes universitarios poseen habilidades básicas de lectura. Pero mientras que algunos son lectores con fluidez que encuentran la actividad sin esfuerzo y agradable, a otros les resulta una tarea difícil. En su estudio de lectores ávidos, Catherine Ross observa: “los lectores que no son de libros, encuentran cualquier tipo de trabajo de lectura duro y ven a esta en los libros en particular, como algo para prepararse psicológicamente y realizar solo cuando hay largos bloques de tiempo disponibles. Los lectores confiados, por el contrario, dicen que les resulta fácil leer libros, algo que pueden hacer casi en cualquier momento[4]”. Solo a los lectores expertos les resulta fácil leer. Convertirse en un lector consumado no solo no sucede por casualidad. La lectura es una habilidad adquirida, no innata; cuantos más libros leamos, mejor nos convertiremos en un carácter intelectual sólido. Catherine Ross habla de la fluidez en la lectura en términos de la afirmación de Malcolm Gladwell, de que se necesitan diez mil horas de práctica para ser bueno en algo[5]. La lectura solo se vuelve fácil y placentera después de que la dominamos en muchas horas de trabajo, unos 2.4 años.
Irónicamente, en ningún momento de la historia ha sido más conveniente acceder al material de lectura para sobrevivir. La proliferación de dispositivos personales, y en particular la adopción de teléfonos inteligentes por un gran porcentaje de la población adulta, aunque no se distribuye de manera uniforme, hace que el material de lectura esté disponible prácticamente en cualquier lugar y en cualquier momento. Las personas pueden personalizar la experiencia al escuchar libros o leerlos digitalmente en una variedad de tipos y tamaños de fuente, colores de fondo y niveles de brillo. Sin embargo, rara vez tantos estudiantes tuvieron dificultades para leer material de literatura seria. Nosotros, profesores universitarios lo llamamos "el problema de Anna Karenina", lamentando el hecho de que los estudiantes parecen incapaces o no quieren leer libros. La pregunta fue, ¿los estudiantes lograrán reunir las docenas de horas de atención necesarias para pasar una larga novela como el clásico del siglo XIX de Tolstoi? Si no se logran estas horas, ¿qué significa eso para la educación superior que cuenta con más “difíciles” obras para leer? El problema ciertamente está muy extendido entre nuestra comunidad universitaria. En su obra nominada al Premio Pulitzer, The Shallows, Nicholas Carr escribe: “Solía ??encontrarme fácilmente sumergido en un libro o un artículo extenso. Mi mente quedaría atrapada en los giros de la narrativa o en los giros de la discusión, y pasaría horas paseando durante largos tramos de prosa. Ese ya no es el caso. Ahora mi concentración comienza a derivar después de una página o dos. Me pongo nervioso, pierdo el hilo, empiezo a buscar algo más que hacer. Siento que siempre estoy arrastrando mi cerebro rebelde de regreso al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en una lucha… a medida que disfrutamos de las recompensas de la Red, ¿estamos sacrificando nuestra capacidad de leer y pensar profundamente[6]?”.
La distracción se ha convertido en el fenómeno característico del siglo XXI. La ejecutiva de Microsoft, Linda Stone, acuñó el término atención parcial continua (CPA) para identificar el estado mental observado. El periodista Thomas L. Friedman describe la atención parcial continua como “realizar múltiples tareas durante el día, dedicando continuamente solo una atención parcial a cada acto o persona con la que se encuentre. Es la enfermedad de la modernidad. Hemos pasado de la Edad del Hierro de la Era Industrial, a la Era de la Información, la Era de la Interrupción[7]”. Las distracciones tecnológicas son uno de los principales culpables de fragmentar nuestro flujo de pensamiento complejo. Las computadoras nos interrumpen con recordatorios emergentes, alertas por correo electrónico, Tweets, mensajes de chat, alertas de calendario y recordatorios de actualizaciones de software. Por lo general, trabajamos en múltiples pestañas y ventanas en dos o más pantallas. Si nuestra atención se desvía por un momento, a menudo es difícil encontrar nuestro lugar nuevamente en todas nuestras ventanas, pestañas y aplicaciones abiertas. Los teléfonos inteligentes son un problema aún mayor, ya que son nuestro compañero tecnológico donde quiera que vayamos. Mantener nuestro flujo de pensamiento se convierte en un desafío cuando un mensaje de texto entrante, una llamada telefónica, una alerta de correo de voz o un recordatorio de tarea nos interrumpe al sonar, vibrar, reproducir música o solo aparecer[8].
Según una encuesta de Pew de 2017, el 92 por ciento de los jóvenes de dieciocho a veintinueve años poseen un teléfono inteligente en comparación con el 77 por ciento del público en general[9]. Los estudiantes de hoy han crecido en una cultura de distracción que reduce su capacidad de concentración, fragmenta la experiencia de lectura, y los hace menos pacientes con material de larga duración. Se ha vuelto cada vez más difícil para ellos encontrar un lugar o un tiempo libre de las distracciones e interrupciones de la tecnología móvil. Aunque las distracciones siempre han sido parte de la vida, se estima que las interrupciones en el lugar de trabajo se duplicaron entre 1995 y 2005[10]. La investigación muestra que en un día típico, los trabajadores de la información dedican tres minutos a una sola tarea antes de ser interrumpidos; 19 % de empleados no regresan a una tarea interrumpida, y el 33 % del tiempo o más, un trabajador de la información se consume por interrupciones. Las distracciones digitales son especialmente prominentes en la vida de los estudiantes. James M. Kraushaar y David C. Novak descubrieron que los estudiantes participan en un comportamiento multitarea el 42 % del tiempo en clase[11]. Promedian menos de seis minutos en una tarea antes de ser interrumpidos por distracciones tecnológicas tales como medios sociales o mensajes de texto[12]. Después de examinar los registros de computadora de los estudiantes, Terry Judd descubrió que solo el 10 % de las sesiones se centraron en una sola actividad[13]. No es sorprendente que los estudios hayan concluido que el segmento de la población en edad universitaria se involucra en más multitareas y comportamiento interrumpido que el público en general. Los estudiantes que realizan múltiples tareas reportan una menor motivación en la realización de la tarea y una menor capacidad de concentración[14].
Muchos estudiantes se han acostumbrado a responder un mensaje de texto, revisar las redes sociales o escuchar música mientras realizan otras actividades. La verificación constante de los dispositivos móviles en todos los lugares posibles se ha vuelto tan común que pocos notan su interrupción. La capacidad de realizar múltiples tareas se considera un rasgo envidiable y una prueba de una mente ágil. Pero el aluvión constante de interrupciones y autointerrupciones es perjudicial para su capacidad de concentración. Cuando las personas realizan múltiples tareas, dividen su atención entre dos tareas y estas tareas compiten por los mismos recursos cognitivos limitados. La teoría de la cognición postula que la multitarea secuencial (cambios de más de unos pocos segundos, como escribir un artículo y al mismo tiempo enviar mensajes instantáneos a un amigo) es más problemática que la multitarea concurrente (cambios de un segundo o menos, como mirar un mensaje ese momento mientras se escribe un artículo[15]). Alternar entre actividades aumenta significativamente el tiempo que le lleva hacer algo, ya que las personas deben regresar y revisar dónde dejaron la tarea principal antes de reiniciarla. Restaurar el contexto original de una tarea suspendida requiere tiempo y esfuerzo[16]. Debido al retraso en la reanudación, o al tiempo que lleva reiniciar la tarea inicial después de una interrupción, lleva más tiempo alternar rápidamente entre tareas de lo que lo haría secuencialmente[17]. Se ha demostrado que la multitarea no solo disminuye la productividad, sino que también interfiere con el aprendizaje, impide el rendimiento académico, reduce la comprensión lectura y hace que sea más difícil concentrarse en textos académicos[18].
Los estudios han demostrado que los cerebros de las personas no son aptos para la multitarea a menos que esas tareas sean bastante simples o altamente practicadas[19]. La atención a múltiples estímulos provoca un cuello de botella en la memoria de trabajo y sobrecarga de la capacidad cognitiva[20]. Además, las personas sobreestiman su capacidad para realizar múltiples tareas y lidiar con las distracciones. Los encuestados en un estudio eran conscientes de su comportamiento cambiante solo en el 12 por ciento de las veces[21]. El efecto acumulativo de un estilo de vida multitarea es una erosión de la atención y una disminución de la capacidad para concentrarse en actividades sostenidas, especialmente aquellas como la lectura que requieren una mente atenta en su conjunto. Los libros nutren pensamientos e ideas personales, pero los estudiantes necesitan tiempo para reflexionar sobre lo que leen. Cuando alternan entre tareas y múltiples interrupciones, se privan de este tiempo necesario. Además, un estilo de vida multitarea hace que sea más difícil sacar tiempo ininterrumpido de sus días para leer material de un libro.
Aunque algunas personas todavía prefieren los libros impresos, la lectura se ha convertido en una actividad mucho más móvil que nunca. Sabemos que por primera vez en la historia, más personas en todo el mundo acceden a Internet a través de dispositivos móviles en lugar de dispositivos de escritorio[22]. Como resultado, Google prioriza los sitios web aptos para dispositivos móviles en sus clasificaciones. En su discusión sobre "la tiranía del espacio vital pequeño", el experto en usabilidad web Steve Krug escribe: "Durante décadas, hemos diseñado para pantallas que, si bien pueden parecer pequeñas para los diseñadores web que trabajaban horas extras tratando de exponer todo a la vista, eran lujosas para los estándares actuales. Pero si antes se pensaba que los bienes raíces de la página de inicio eran preciosos, intente lograr las mismas cosas en un sitio móvil[23]”. Recuerda a los diseñadores web donde una forma de lidiar con las restricciones impuestas por las pantallas en miniatura es dejar cosas afuera. ¿Qué significa esto para los lectores? Se acostumbran con más comodidad a la versión más corta que a la versión larga de una historia, el relato abreviado en lugar de la narración completa.
Como el correo electrónico ha dado paso a los mensajes de texto y los blogs a Tweeting, también han cambiado nuestros hábitos de lectura. Si el material de lectura que siempre tenemos a la mano se ve en una pantalla en miniatura, nuestra experiencia diaria con la lectura nos hace creer que la configuración predeterminada para la lectura es breve. La lectura constante de elementos de longitud de fragmento en pantallas en miniatura afecta nuestra experiencia con todo el material. Cada vez más, la experiencia de lectura de los estudiantes está inextricablemente vinculada con sus teléfonos inteligentes y otros dispositivos. La tecnología móvil es especialmente frecuente en el segmento de la población en edad universitaria. El estudio ECAR 2016 de estudiantes de pregrado y tecnología de la información descubrió que el 61 por ciento de los estudiantes universitarios posee dos o tres dispositivos con capacidad para Internet, y el 33 por ciento posee cuatro o más[24]. Además, el 29 por ciento de los estudiantes postsecundarios ahora posee dispositivos portátiles[25]. Como afirman los investigadores de ECAR, "Nuestros datos demuestran claramente que los estudiantes universitarios tienen una orientación fuerte y positiva hacia las tecnologías digitales[26]".
Paradójicamente, la increíble riqueza de material de lectura en Internet ha fomentado el hábito de leer menos. En Letting Go of the Words, Janice Redish recomienda que los creadores web permitan a los lectores "agarrar e irse" porque los usuarios están "bombardeados con información y se están hundiendo bajo la sobrecarga de información[27]". Tiempos de descarga, pantallas pequeñas, aversión al desplazamiento y preocupaciones sobre imprimir cantidades no razonables adicionales para mantener las palabras al mínimo[28]. Su consejo para los creadores de sitios web es "¡Corten! ¡Cortar! ¡Cortar! Y cortar de nuevo! Derriben el muro de palabras[29] ”. Los escritores web, como ella señala, generalmente comienzan con la conclusión porque los visitantes del sitio ocupados pueden no leer más allá. Las oraciones en los sitios web generalmente consisten de diez a veinte palabras, y los párrafos son solo de una oración. Las ideas a menudo se convierten en listas para lectores digitales.
La lectura en línea se caracteriza no solo por escanear e interpretar, sino también por saltar de un hipervínculo al siguiente, actividades que interrumpen los procesos de pensamiento lineal. Por lo general, un enlace conduce a un segundo y luego a un tercero, y los lectores no vuelven al material original. Los hipervínculos, como observa Nicholas Carr, "no solo nos señalan trabajos relacionados o complementarios, sino que nos impulsan hacia ellos. Nos alientan a entrar y salir de una serie de textos en lugar de dedicar una atención sostenida a cualquiera de ellos[30]”. La experiencia de lectura se fragmenta aún más por los diseños de página digital que dividen el contenido en múltiples secciones, incorporando características como barras laterales, desplazamiento texto, anuncios y una variedad de contenido multimedia. En otras palabras, la lectura de pantalla reduce constantemente nuestra capacidad de concentrarnos en una cosa a la vez.
Sin embargo, no todas las lecturas de pantalla son iguales. Los libros electrónicos, que las bibliotecas universitarias están comprando cada vez más, son una categoría más ambigua. Aunque los libros electrónicos a menudo se leen en teléfonos inteligentes y tabletas, difieren de otros contenidos digitales. Los libros electrónicos siguen el mismo formato lineal que sus equivalentes impresos y contienen un uso mínimo de hipervínculos y páginas fragmentadas en múltiples secciones. Como resultado, la experiencia de lectura de libros electrónicos está más cerca de la impresión clásica. Los estudios han encontrado que no hay diferencia en la comprensión de lectura entre los formatos digital e impreso[31], ??pero los estudiantes hacen más tareas múltiples mientras leen libros electrónicos que en la lectura de libros impresos. La investigación ha demostrado que, aunque a los estudiantes les encanta la conveniencia de los libros electrónicos, creen que la impresión clásica facilita la concentración, por lo tanto, prefieren la impresión PDF para la lectura académica[32].
Anunciar un libro. Como observa Helga Dittmar, el mensaje típico que se transmite en los productos publicitados es que "podemos acercarnos a ser más de lo que somos ahora (nuestra identidad real) a cómo nos gustaría ser (nuestra identidad ideal) mediante la adquisición y el consumo de los significados simbólicos asociados con los bienes de consumo a través de los modelos idealizados que los promocionan[33]”. Por ejemplo, maniquíes y gráficos de personas permiten a los clientes imaginar la experiencia que disfrutarán con el producto. Por esta razón, Rachel van Riel, Olive Fowler y Anne Downes argumentan que la oferta de texto académico necesita usar gráficos que estén centrados en el lector, no en el libro[34]. Describen una exitosa campaña de biblioteca que usó carteles con el tema “Se el mejor”. Un póster mostraba a una joven totalmente hipnotizada por un libro y ajena a su entorno[35]. Los lectores aprovechan las emociones que evocan esos gráficos y se inspiran para leer. Como señala Jonah Berger, “los mensajes de marketing tienden a centrarse en la información… La gente piensa que si simplemente exponen los hechos de una manera clara y concisa, inclinará la balanza”.
Pero lo que realmente necesitamos hacer es aprovechar los sentimientos porque son los que motivan a las personas a la acción[36]. "Con una buena estrategia visual emocional”, afirman Ebster y Graus, "los productos casi se venderán solos[37]". Los más modestos proyectos de educación en línea, observa Sorensen, toman un papel activo "mediante una comprensión superior del comportamiento del usuario y las creaciones de un diseño discursivo, la navegación y la selección de la Web adecuados para que a los lectores se les presente lo que quieren cuando lo desean[38]". En un momento en que el valor de la educación superior es cuestionado, los educadores WEB deben pensar en términos de tasas de conversión de usuarios presenciales a en línea y el retorno de la inversión en número de egresados. Los académicos escriben libros para apoyar el programa académico de sus instituciones matrices, pero también deben considerar el servicio de valor agregado de estos libros dentro de la oferta en línea de sus universidades. Mientras más estudiantes lean, más fluidos se volverán y más probabilidades tendrán de desarrollar el hábito de la lectura de por vida. Si los estudiantes de hoy han crecido en una cultura de distracción que reduce su capacidad de concentración y los hace menos pacientes la longitud del material de los libros, no es demasiado tarde para ayudarlos y entrenar su concentración para obras de larga extensión. Adoptar y diseñar estrategias inspiradas en la seducción racional y emocional es una forma en que la literatura en línea puede atraer a los estudiantes a la actividad de lectura.
Escapar de la demagogia pedagógica de las plataformas digitales, es la dedicación a una tarea, y la determinación de hacer bien esa tarea. Entrenar la mente del estudiante para pensar en serio leyendo con lentitud y concentración, para aprender hacer cualquier cosa bien desde la revisión de la literatura, hasta el sofisticado diseño experimental de la ciencia moderna. La lectura lenta, como la han experimentado un número cada vez mayor de investigadores, es la única manera de experimentar realmente todo el poder del efecto literario necesario para la formación del carácter intelectual del universitario moderno.
Una vez que nos hayamos defendido de las constantes distracciones de la Red digital, podemos establecernos y reducir la velocidad de lectura, listos para perdernos deliciosamente en la literatura original. La lentitud y la paciencia que conlleva, es la clave para una buena lectura. Este es el hilo conductor de nuestra propuesta. Leer por un verdadero disfrute y comprensión, muy diferente a leer para obtener información. Descubrir que una narrativa requiere tiempo y concentración.
Quien tiene el poder de atraer nuestra atención tiene el poder de permitir que la información nos llegue o, por el contrario, asegurarse que no recibamos esa información en lo absoluto aunque esté frente a nuestros ojos. Hay que luchar por controlar nuestra atención aunque se enfurezcan muchos a nuestro alrededor. Los publicistas prueban todos los trucos para colgar pantallas, lanzar anuncios emergentes de videojuegos, redes sociales, radio, TV, cine y cada rincón del espacio urbano recorrido y que decir de añadir banners en la Web y trasporte público. Para los publicistas modernos su principal criterio es saturar el inconsciente y crear aficiones de liderazgos políticos, productos milagrosos, ofertas increíbles… todo nos quieren vender hasta un sueño que nos roban espiando en nuestras cuentas digitales. Tenemos un cierto nivel de control sobre nuestra atención, por lo que podemos tratar de ignorar sus intentos de distraernos. Pero siempre tienen éxito cuando no estamos educados para este autocontrol. Es importante por ello tener una idea de cómo funciona nuestra atención.
Los estudiantes del primer semestre de cada ciclo escolar en la Universidad Nicolaita nos reportan, no poder concentrarse y perder el control, por consiguiente abandonan la lectura de los libros. Tomemos un poco de distancia para abordar este problema serio para el desempeño intelectual del estudiante universitario.
Cuando vamos a dar un paseo por el bosque, generalmente disfrutamos de la vista de todos los árboles que nos rodean y de las innumerables sombras de verde. Abrimos los ojos y permitimos que en nuestro entorno visual funcione su magia. Nuestros ojos son nuestra ventana al mundo. Todo lo que tenemos que hacer es abrirlos para poder ver. Sucede automáticamente. Detectar una ardilla en un árbol o seguir las huellas de un caballo son acciones de reflejo. Creemos que lo que vemos es todo el panorama estable, rico y muy superior a cualquier entorno digital. Sin embargo, en realidad tomamos menos información a bordo de nuestro entorno de lo que podríamos pensar. Por ejemplo, las películas están llenas de errores de continuidad que los espectadores no detectan. Los objetos se mueven de una posición a otra, y un fondo lleno de plantas y árboles se convierte repentinamente en un desierto estéril. Solo se da cuenta de estas discrepancias cuando alguien se toma la molestia de señalarlos a usted, con el resultado de que es casi imposible no verlos la próxima vez.
El hecho que no podamos registrar todo lo que vemos en nuestro mundo visual conduce a afirmaciones frecuentes de que el sistema visual humano es ineficiente y defectuoso. Después de todo, parece bastante ineficiente no ser capaz de detectar cambios en el escenario. Simplemente no es necesario procesar toda la información disponible para nosotros. Los sistemas que usan menos energía tienen una ventaja en el esquema evolutivo de las cosas. Un sistema eficiente hace que la energía que no utiliza esté disponible para otros sistemas y eso es lo que hace nuestro sistema visual. La retina capta la luz de todo lo que nos rodea, pero solo se procesa esa información que es relevante para nosotros. La imagen del todo, parece ser ignorada y solo captado lo que es relevante. Y eso es algo bueno. Imagine caminando por un supermercado tratando de procesar toda la información que ve. Para que usted conozca todas las marcas y precios de cada producto le consumiría mucha energía.
Cierra los ojos por un momento e imagina el lugar en el que estás leyendo este texto. ¿Cuánta información detallada puede proporcionar sobre el espacio que le rodea? Tal vez el espacio es familiar para usted, por lo que recordar ciertos detalles de memoria le resulta sencillo. Entonces podría concluir justificadamente que tenemos una representación interna muy limitada nuestro mundo externo. El sistema visual posee una característica única que le permite representar información de forma muy selectiva. Toda la información visual que está disponible para nosotros en un momento dado es 100 por ciento accesible. Todo lo que tenemos que hacer es abrir los ojos y la información lo inunda. Esto significa que podemos utilizar el mundo visual como una especie de disco duro externo. No necesitamos almacenar cada detalle relacionado con el mundo exterior en nuestro mundo interno porque toda la información visual está continuamente disponible para nosotros externamente.
Lo único que necesitamos para recordar internamente nuestra interacción eficaz con el mundo visual externo es dónde se encuentra la información relevante en relación con nuestra propia ubicación espacio tiempo. Un factor más importante que el mantenimiento de la ilusión de un mundo visual es la forma en que lo monitoreamos. Piense en la luz dentro de una habitación, en una forma que se enciende y apaga, no logramos comprobar sí cambian algunos objetos. Si desea comprobar la riqueza de su percepción, puede centrarse en un objeto en particular y experimentarlo en su totalidad. Pero su entorno podría cambiar por completo mientras lo está asimilando, sin que se de cuenta, una vez que cuando su enfoque cambia al todo de su visión los detalles del entorno se salen de su atención.
La información de los detalles puede no ser relevante para la tarea con la que está actualmente preocupado, pero puede ser muy relevante para su capacidad de evitar peligros. Afortunadamente, el sistema visual está diseñado para permitir que este tipo de información “interrumpa” nuestro enfoque de las tareas específicas en ese momento. Independientemente de lo selectivo que sea nuestra percepción, todavía estamos bombardeados con información visual todos los días. Vemos pantallas de ordenador, tabletas, teléfonos inteligentes, señalamientos viales…, esto es porque se tarda menos tiempo en trasmitir la información visual que la auditiva. El sistema visual humano es capaz de procesar información muy rápido, unos 300 milisegundos por palabra en un texto. Hoy sabemos que nuestro cerebro puede procesar 24 cuadros por segundo, más rápido no puede detectar cambios en la escena. Si definimos “ver” como la información que es recogida por la retina, esto significa que “vemos” automáticamente y simplemente “ver” algo no requiere ningún esfuerzo de procesamiento adicional.
Si desea comunicar un mensaje visual, como la información de una señal de tráfico, es importante saber qué tipo de información puede comunicar en un instante de tiempo. Cuando nos desplazamos por la ciudad nos sorprende la cantidad de información que procesamos como conductor o como pasajero. La información visual tiene límites y no podemos rebasar la capacidad biológica que disponemos. No podemos procesar en un abrir y cerrar de ojos una frase completa. Se dice que la comunicación de información tiene éxito cuando lo relevante llega al usuario deseado. Independientemente de lo sorprendidos que pudiéramos estar por un anuncio, si no logramos recordar el mensaje después de haberlo visto, entonces el anuncio no habrá funcionado y el publicista habrá fracasado en su tarea. El creador de un anuncio tiene dos tareas: asegurarse de que se vea y que la comunicación de la información se procesada. Un piloto de avión tiene enormes señales, datos y otras informaciones, pero el diseño de las cabinas la proveerá de instrumentos para que se jerarquice y se capture inéditamente la información cuando se produce un problema.
La aplicación “Freedom app” tiene como objetivo:
“Eliminar las distracciones y concentrarse en una sola tarea. Bloquea sitios web y aplicaciones o todo Internet si lo desea. Con sus distracciones bloqueadas, puede ingresar a su flujo de trabajo y permanecer en la tarea. Simplemente trabajar sin distracciones, ayuda a romper el hábito de verificar cualquier fuente digital que esté haciendo señas. Cuanto más experimente el tiempo de Freedom, más lo encontrará indispensable. Comience con poco, luego desarrolle nuevos hábitos de períodos más largos de tiempo de trabajo enfocado. Trate su correo electrónico como un buzón (el correo va y viene una vez al día) y disfrute de sus redes sociales de manera proactiva en su tiempo (no en modo de respuesta). Te sorprenderá lo mucho que puedes hacer con Freedom app. Escuchamos todo el tiempo de usuarios satisfechos acerca de cuán inconscientes estaban del impacto negativo que tenían las distracciones, hasta que experimentaron el silencio del tiempo de Freedom[39]”.
Leer y escribir, son un acto de arte, creativo, del más exigente intelecto, como dice Emerson: usted no puede crear una posibilidad seria, tratando de interrumpir su atención. Necesita control, silencio y reclusión. Debes apagar el huracán digital afuera para poder concentrarte. La libertad del exceso de estímulos ambientales hace posible una apreciación adecuada del objeto frente a nosotros, la serie de palabras en una página. Cuando somos liberados de la presión de responder a cada momento alertas a algo fuera de nuestro libro, nos volvemos capaces de leer lento y cuidadosamente.
Hace unos sesenta años, Reuben Brower en la Universidad de Harvard creó un curso al cual nombró “lectura lenta” o “lectura cercana”; se convirtió en una manera influyente de abordar la literatura, en su libro Understanding Poetry enseñaron a los estudiantes a pensar las palabras, a ver los pequeños puntos de estilo que hacen la gran diferencia literaria[40]. Insistió que los lectores deben tomarse el tiempo para conocer un libro, para entender el ritmo y atmósfera, para averiguar cómo funciona. El primer paso para aprender a leer mejor enfatizó Brower, es reducir la velocidad. El término “lectura profunda[41]” fue desarrollado unas décadas más tarde por Sven Birkerts: “ralentizar para que puedas dejar que un libro se apodere de ti, y para que puedas llegar a conocerlo mejor”. Birkerts estaba contra los vientos de Internet con su tendencia a mutilar la atención y reducirnos a las distracciones de Google.
Los lectores lentos no conforman una trama nueva o inventan acontecimientos que el escritor posiblemente estableció antes y después de la obra. En su lugar, se mantienen en el guión que se les ha dado, y tratan de permanecer lo más fieles posibles a las palabras de la página. Brower condenó “el curso de apreciaciones de antaño en el que el profesor montaba la plataforma del contexto y contaba una rapsodia que él solo era capaz de entender y que el estudiante memorizaba, con las impresiones habituales, para el examen que se avecinaba”. En su lugar, quería que los estudiantes averiguaran lo que era leer una historia, poema, novela…, en particular. Tuvieron que tomar un papel activo, para ver cómo funciona un texto. Vamos a ver qué podemos hacer con este libro, fue el lema del aula. El profesor trabaja junto con los estudiantes, eran socios dentro del placer de la lectura y la comprensión. Brower escribió que la literatura requiere una lectura animada casi como si estuviéramos participando dentro de ella. Debemos hacer el esfuerzo para habitar las voces que hablan dentro de los libros, para vivir, por unas horas, en su mundo.
La literatura es una criatura misteriosa en su totalidad, en el número de elementos que intervienen y la variedad de efectos literarios que producen cercanía en su relación con el lector. La literatura nos demanda atención porque está bien trabajada, logrando ser un cuerpo orgánico que podemos llevar dentro de nosotros mismos, sostenernos en la adecuación y la fuerza de sus palabras. Una obra literaria clásica o académica es digna de no ilustrar una ideología o dogma moral o una sola forma de ver la historia. En cambio, es un organismo dinámico, complejo y ambivalente en su interpretabilidad, tal como un ser humano. Tenemos que vivir con un libro, al menos por un tiempo, para apreciar en verdad todo su poder. Es por eso que Brower promovió para sus estudiantes la lectura lenta; en lugar de engullir un volumen de páginas contra tiempo, sugiere digerirlos con deliberación profunda.
Las universidades de hoy descuidan y son cómplices de una lectura en la superficie de los símbolos, defendamos que en todo curso académico el estudiante viva la esencia de lo literario en la ciencia, la poesía, la novela…, se preocupe por los detalles de estilo, elegancia, coherencia, rigor, retórica, poética, matemática..., sobre como se escribe algo, sobre la idea de que escribir es aprender a pensar; que cuando se pide reconozca los puntos principales, es pedirles que siempre estén inmersos en la obra y preparados no para el próximo examen, sino para la vida intelectual.
La esencia de los estudios sobre los estilos de pensamiento es parte sustantiva del desafío de la educación. Las tendencias de libros construidos como manuales de una plancha u horno de microondas para la educación, no son para el beneficio del estudiante, son una forma de entretener más que de enseñar a pensar. El deseo de leer literatura original con el amor por el pensamiento más elevado, está perdiéndose cada día más, el profesor ya no escribe su literatura académica, se ha convertido en intermediario de la información y no en la voz original que habla a su generación sobre temas con un enfoque centrado en la libertad de pensamiento.
Al igual que la Internet se interpone en la concentración de una lectura profunda, la academia se interpone en la actividad intelectual de leer con cercanía y profundidad. Algunos momentos en que hay que ir a los autores lideres del pensamiento, los sabotea el profesor en nombre de que estamos cortos de tiempo, dejando que se lean algunos ensayos cortos sobre estos autores. Los estudiantes comienzan a tener la sensación de que leer solo da lugar a enterarnos de algunas ideas útiles de los libros y no a la magia con que se argumentan, defienden, justifican, explican, demuestran para el deleite del triunfo sobre algunas ideas. Los profesores dan el lugar a los libros como un medio para informarse un poco más. El problema de reducir los libros a temas, menoscaba la experiencia intelectual de la lectura lenta, necesitamos hacer tiempo y espacio para experimentar y disfrutar de lo que leemos.
Leer para disfrutar en lugar de para hacernos de información detallada en temas, es la manera de conocer la literatura. Aprendemos que leer demasiado rápido es dejar de lado aprender los estilos de pensamiento, y solo quedarnos con informaciones sueltas. Nada es más absurdo para la educación que por cantidad de información temática, por clases apresuradas se renunciará a la formación del carácter intelectual de la juventud. Cuando el diálogo y la conversación surgen entre lector y texto, se crea un paisaje fundamental para la reflexión. Cuando leas unas pocas líneas en voz alta, escúchate dándote el tiempo para ver si respetas entonación, puntuado y ritmo. La lectura en voz alta requiere esfuerzo y tiempo, pero es un pasatiempo emocionante y absorbente, que reúne a todos para compartir un texto.
La memorización de la información es una tarea desalentadora, pero cuando la memoria es producto de la reflexión es clave para abordar la discusión y el debate de las ideas en torno a sus justificaciones, fundamentos, cálculos, categorías…, añadiendo cada día nuevas experiencias en los estilos de pensamiento. A menudo la lectura la consideramos una actividad solitaria, hablar de libros es como hablar de películas o videojuegos, el espacio para socializar lo leído es esencialmente el mecanismo de seminario en que perfeccionamos nuestra memoria. Otros lectores pueden ayudarnos a ver detalles que pasamos por alto. Las discusiones en línea o foros virtuales, permiten estas actividades de discusión de las ideas presentes en una obra.
En las conversaciones sobre libros, estamos obligados a encontrar desacuerdos. Diferir es una señal de que todos los participantes asumieron el compromiso de estar dentro de la obra y discutir desde su interior. Cuando un estudiante hace comentarios fuera del libro (opiniones que no corresponden a la estructura que presento el autor), es solo una señal de que no fue responsable de hacer una lectura cuidada de dicho texto. No todos lo libros son para todos los lectores. No te gustará todo libro, por cualquier razón, el gusto por una obra, solo tiene sentido esa crítica para aquellos que tuvieron el valor de leerlo. No es muy respetable que un estudiante juzgue un libro que jamás habitó con el esfuerzo intelectual que se merece.
Los argumentos sobre cómo juzgar el valor de los libros son perpetuos e inevitables, también son profundamente útiles. Tales argumentos pueden vigorizar su discusión sin importar de qué lado se esté. Pueden salvarnos de una instancia aburrida en nuestro gusto personal. Deberíamos estirar ese debate para ver a dónde puede llevarnos. Ser exigentes con nosotros mismos para pensar en por qué no nos gustó un libro y cómo alguien pudiera responder a tu juicio.
Trate de ver la totalidad de una obra literaria y aprecie los objetivos del autor; cuando lo haga, podrá evitar la opinión instintiva y sin hornear en la reflexión más analítica. Los lectores deben entender los valores de un autor. Los buenos libros son formas de ver el mundo; si nos molesta lo que pensamos que es un sesgo o prejuicio de un autor, lo más probable es que no hayamos profundizado lo suficiente en el proyecto de ese autor. En primer lugar el autor necesita lograr simpatía con la idea de un libro de sí mismo. Si termina rechazando una pieza de texto, esa decisión debería venir como un descubrimiento en lugar de un reflejo mecánico. Mucho depende de nuestra evaluación de la personalidad de un autor, desde la primera página. Incluso cuando instintivamente no nos gusta un libro, debemos entender por qué. Los valores de una autora están implícitos en su personalidad; nuestros propios valores pueden diferir. Pero todavía podemos aprender algo sobre nosotros mismos a través de nuestro encuentro con cualquier libro y cuando hablamos del libro con otros, también aprendemos algo sobre ellos. Harold Bloom escribe que la lectura aumenta el Yo, y hasta que te conviertas en ti mismo, ¿qué beneficio puedes ser para los demás? Bloom señala la recompensa más verdadera de la lectura, convertirnos en nosotros mismos[42]. Podemos alcanzar esta meta enfrentando honestamente nuestras propias reacciones a los libros, y tratando de saber por qué reaccionamos como lo hacemos. En otras palabras, debemos hacernos de la lectura profunda y lenta.
6.2 ¿No logras leer con placer un libro?
La lectura debe ser un refugio, una isla en el mar del ruido de la tecnología que nos envuelve todo. La tecnología, una parte central de nuestras vidas, no se puede simplemente desear que no nos distraiga, tenemos que atender esto nosotros mismos. En las horas que estamos leyendo, debemos alejarnos de las alertas de los medios electrónicos, permanecer en contacto estrecho con el texto. Cuando leemos estamos solos. La lectura nos llama a nosotros mismos y lejos del mundo de las distracciones; pero también nos proporciona conexiones de largo alcance con otras personas. El placer mental forzado de un paraíso en una isla desierta no es una mala imagen para tener en la cabeza mientras se prepara para leer. Ninguna tormenta terrenal puede llegar hasta aquí, estás a salvo dentro de un libro. La imagen de este paraíso refuerza la idea de que la lectura es una experiencia fundamentalmente solitaria. Sin embargo, la lectura también siempre ha tenido una dimensión social, como en nuestra vida temprana, el acto de leer nos ayudó a comunicarnos mejor y más tarde descubrimos que lo podemos hacer incluso con quienes ya no están en este plano de existencia. Nuestros mentores dejaron su sello en nosotros, nos acercaron a un texto, nos dieron el alfabeto, la sintaxis, la ortografía, el puntuado, la sentencia, la metáfora, la frase… las páginas de palabras pronto nos exigieron algo más. Y hay, por supuesto otra conexión social en la lectura, la conversación que por implicación, con el autor del texto, el libro también es gran mentor.
Los profesores y padres que se quedaron con nosotros codo a codo enseñándonos a pensar el texto, al leer nos revelaron no solo un nuevo universo de maravillas, sino también un sistema de reglas para fortalecer nuestro carácter intelectual. Las reglas pueden parecer interponerse en el camino de una actividad como la lectura, que se hace por el amor a la imaginación. Leer bien requiere una habilidad nacida de la técnica, al igual que la reproducción de música, pintura, o algún deporte simple está ligados a reglas. La técnica y las reglas que van con la lectura, te liberarán para una inmersión en el texto. El sociólogo Richard Sennett sostiene que no hay nada que importe menos que lo mecánico en la técnica, la buena técnica es un arte del buen pensamiento[43].
Sennett define lo que él llama “aprendizaje repetitivo instructivo”. Señala que la educación nada contracorriente, hace del aprendizaje un adormecimiento mental. Sennett cita al violinista Isaac Stern para definir el papel de dominar una técnica: cuanto mejor sea tu técnica, más tiempo podrás ensayar sin aburrirte. El músico tocando una secuencia de notas una y otra vez, se rompe sobre el peculiar carácter de un momento en la pieza que está tocando. Su práctica conduce a un trabajo de exploración creativa. Del mismo modo que alguien que hace un dibujo y corrige su trabajo una y otra vez, volver a trazar líneas, probar posibilidades. Los escritores cambian casi todas las reflexiones de sus borradores minuciosas frases. El sentido táctil y palpable de un objeto material en el que se está trabajando una frase, lienzo, instrumento musical, esto es crucial para la cercanía con el arte, escritor y músico expresan su técnica por nuevos caminos una vez que lo básico.
Puede parecer extraño pensar en nuestra experiencia de lectura en términos de técnica. Pero la lectura que no domina identificar un determinante, un sustantivo, un adjetivo, un verbo, un adverbio, una preposición, una conjunción… le es tan fuera del mundo de la imaginación que leer te parece aburrido, la técnica gramatical al no dominarla, resulta en un extravío y un fracaso seguro. Visto de esta manera, la técnica tiene implicaciones morales, como dice Ruskin: pide una evaluación honesta de fallas y deseos de hacerlo mejor, se requiere revisar todo trabajo y cada revisión le dice algo nuevo sobre sus limitaciones[44]. De esta manera el ritmo repetitivo mira hacia adelante y ofrece descubrimiento.
Estamos acostumbrados a pensar que la reflexión y la práctica en las reglas de la lectura se oponen, pero la práctica y las reglas son de hecho necesarias para que podamos expresarnos de una manera satisfactoria. No se puede hablar o escribir sin un sentido firme en la gramática y el modismo. Del mismo modo, no se puede leer sin conocimiento de las herramientas críticas necesarias para desbloquear las profundidades de un texto, para descubrir cómo significan las palabras en la página. Las creencias y la búsqueda de su corrección, para la verdad en la práctica, crean la expresión de nuestra imaginación. Una curiosidad sobre el objeto en el que estamos trabajando se convierte en un esfuerzo por llegar a su verdad, para ver lo que realmente es. Poco a poco eliminamos los errores a medida que descubrimos qué interpretaciones funcionan y cuáles no. Aprendemos a lidiar con las ambigüedades, no deseándolas o resolviéndolas prematuramente, sino persiguiéndolas en el avanzar de un texto para tener una idea más clara del texto.
Cada libro es único; para disfrutarlo, debes saborear su carácter especial. Las reglas de la lectura lenta no se pueden aplicar de forma automática e insensata; hacerlo arruinaría lo especial del libro. Dibujar la lectura por número de páginas de una obra, no funciona, no se puede abarrotar con éxito una creación literaria en un conjunto preconcebido de páginas. Todos recordamos las clases en las que el profesor se acercó a la literatura como un objeto de taxonomía. En tal clase se nos podría decir, por ejemplo, la obra que acabamos de leer es un teatro del absurdo, lo que significa que cumple los tres criterios siguientes: representa un universo sin sentido, muestra que la acción es inútil y recomienda el suicidio, saliendo abruptamente del texto. La perfección de tal débil clasificación en la que se evita el esfuerzo profundo. En ella, no aprendes nada sobre una obra, al no ser capaz de encajarla en un patrón de pensamiento, así como no aprendería nada sino investigas lo que el texto te exige, explicación, investigación, corroborar, referencias…, si leer o escribir no te estimula, entonces no lo estás haciendo con energía u originalmente, caminas por la vida de prisa sin tener un puerto claro a donde quieres llegar. Cuando trabajas de esta manera perezosa e inexacta, te estás perdiendo la diversión del arte de pensar y sentir. Cada uno de nosotros puede hacer un buen trabajo; solo necesitamos organizarnos. No todo el mundo puede convertirse en un revisor de literatura profesional o crítico, pero todos podemos aprender a leer bien. Leer lentamente y cuidadosamente no requiere ningún talento especial, en cambio, exige que te mantengas comprometido con una práctica intelectual que interroga y piensa en medio de cada texto leído.
Este texto literario que estás leyendo, si es bueno, es capaz de ejercer una influencia sobre ti, por lo que necesitas decidir lo que piensas al respecto. Los clásicos, especialmente, se asemejan a una generación de mentores, una que ejerce una autoridad sustancial sobre su mundo, aunque es posible que no siempre sea consciente de ello. A menudo usamos los adjetivos Maquiavélico o Kafkaesco por Maquiavelo y Kafka, estuvieron en este mundo antes que usted, dando forma a su sentido de las cosas. Por mucho las figuras de los escritores genios se pueden contar entre tus mentores morales, aunque sus lecciones sean frecuentemente difusas y mágicas. Los mentores provocan, inquietan y ambivalente no siempre consuelan la pesada existencia humana.
Los libros ¿Qué son para ti y qué eres de ellos? Hay una diferencia entre apagar sus voces o rechazar los modos de pensamiento de estos mentores; averiguar cómo te relacionas con ellos y lo que piensas sobre esa relación. Al igual que crecer, la lectura requiere pensamiento. Significa evaluarte a ti mismo, también, junto con el libro que estás leyendo.
Un nuevo libro, es un mundo completamente nuevo. Debes llegar a conocerlo gradualmente, estar abierto a él; ver lo que se siente vivir allí por un tiempo. Cuando leas, intenta entrar en el mundo que el autor ha creado y permanecer en ese mundo durante unas horas o días. Un nuevo libro es una especie de país extranjero, con sus propias costumbres y tradiciones distintivas en su forma de pensar. Usted, el lector, es el primer turista, luego un residente potencial; tendrás un tiempo mucho mejor y más gratificante si decides ser un viajero involucrado y dispuesto a crecer por el camino que propone el libro. Conseguir todo lo que puedas de tu viaje en esta nueva manera de pensar y sentir, significa una nueva tierra a la vista y signos del lugar, permaneciendo de pie alerta ante todas las sorpresas que nos esperan si tenemos el carácter de llegar al final de su propuesta.
Si te gusta lo que lees, incluso puedes decidir vivir allí por un tiempo; volver una y otra vez a Auten, Eliot, Paz, Milton, Sabines o Chekhov. Cuando haces un viaje a otro país (libro), necesitas un mapa, una guía y algunos conocimientos de la lengua nativa. Desprenderte de papá y mamá, en el sentido de estar por cuenta propia, madurar hacer que su viaje valga la pena. Aunque pensemos espontáneamente en el placer de leer, buscamos en las páginas hacernos de algunas reglas que rijan nuestra honestidad, apertura sexual, los hechos del entorno de nuestro tiempo y la cultura en ese paisaje.
La virginidad de nuestra mente, en este viaje literario, debemos renunciar a que será inevitablemente inmutada, comprometida y seguramente madurada con elegantes placeres del arte literario. Por lo general todos nos damos cuenta de que la lectura es una práctica que requiere ciertas herramientas gramaticales, de puntuado, teoría literaria, epistemología y psicolingüística. Aprender a enfocarse y en qué enfocarse, cómo desarrollar la paciencia y el discernimiento necesario para experimentar realmente un libro. Es entregar nuestra virginidad en nombre de habilidades requeridas para la comprensión, el resumen, la síntesis, la reseña…, el lector sufre su madurez intelectual genuinamente como un conjunto de mensajes del libro. El compromiso ardiente de perder la virginidad, allí en el libro aprendemos a amar lo literario justo antes de caer en hojear información cruda. No todos se acercan al corazón de la madurez con cuidado y con placer, encuentran algunos un callejón sin salida por su limitado lenguaje e inaccesible sintaxis y, sume además, la pereza de investigar lo que nos exige la interpretación del texto.
El libro tradicional, ya sea encuadernado o electrónico sigue siendo el mejor formato para la lectura lenta. Prefiero el libro impreso, ya que me encanta la forma y la sensación de este objeto, y la sensación de que, al cambiar de página, estoy siendo tocado por la presencia de las palabras, el testimonio de un autor que ha hecho lo que tengo en mis manos. Otros dicen que Kindle y las tabletas permiten hacer otro tipo de lectura. El libro electrónico ha sido un avance emocionante, ahora puede llevar consigo miles de libros en una mochila. La lectura lenta debemos intentarla hacer independiente del soporte del libro. Ya sea en formato clásico o electrónico el libro todavía se diferencia abismalmente en la posibilidad de lograr una lectura lenta en comparación a una página Web. El internet amorfo (que no limita la página en blanco) impide la lectura lenta. Un libro impone una estructura fija a los lectores. Empuja hacia atrás en las páginas y la Web no puede hacer esto. Un lector se vuelve más eficaz y confiado solo luchando con la exigente estructura clásica de un libro emulado en PDF.
6.3 Conversar literatura
Un momento en el que ocurre un intercambio entre profesor y estudiante, cuando cada uno de nosotros adopta una mirada. El Profesor dice ¿qué no lo comprendes?, el estudiante, ¿qué no lo entiendes? ¿Será un problema de comunicación? Básicamente, ambos hemos leído la misma obra, pero no hemos usado las mismas herramientas analíticas. Si alguna vez has pasado tiempo en una aula, cuando sucede esto, es una señal de que la educación de los estudiantes de hoy carece en suma de epistemología, ontología, escritura creativa, metodología de disertación…, usted sabe de ese momento. Puede parecer a veces que el profesor estuviera inventando interpretaciones de la nada, una especie de magia analítica que lentamente desmenuza la estructura de las ideas.
En realidad, el profesor cuenta con un poco más de experiencia, esa que dan los años de lector y escritor académico, algo que se pretende introducir a los estudiantes, desnudar y volver para ellos analítica la literatura. Cada lenguaje tiene una gramática, un conjunto de reglas de sintaxis que rigen el uso y el significado, y el lenguaje literario no es diferente. Es todo menos arbitrario. Es un arte, ello lo hace no racionalista mecánico, es decir, solo seguir una serie de pasos ABC. Requiere de la forma activa del lector que interpreta el texto, vital para su efecto literario. Nadie en la educación clásica lo considera abordar, dado que esto implica que el profesor de literatura o de física sea huésped distinguido de su literatura.
Si no lo sabía, la gramática de la literatura es fascinante. Incluso si no lo sabes, la estructura del párrafo, el orden de inventiva narrativo, la voz, el tono, el estilo… pueden leerse y son parte de la lectura lenta que hay que aprender a reconocer y anticipar sus efectos racionales y emocionales. Cuando alguien presenta un tema sin la gramática de la literatura, divaga, hace un desastre del lenguaje, se tropieza constantemente, tan pronto como veas a una persona con experiencia reconocerás patrones racionales y estéticos en la elegancia de discutir, justificar, ensayar en general las convenciones literarias que más se pueden desear en un párrafo cuidado.
La novela por ejemplo tiene un conjunto muy grande de convenciones: psicología de personajes, atmósferas, nudos, ritmos argumentales, estructura de secciones, capítulos, puntuado, el control de sorprender. Los poemas involucran forma, ritmo, estética, erotismo, métricas. Un artículo de investigación posee la estructura general problema-solución, organizando planteamiento del problema, hipótesis, método, diseño experimental, discusión de resultados y conclusiones. Y luego hay convenciones en todos los géneros literarios en un sentido casi universal. Cuando en un poema se menciona primavera, se proyecta una verdadera constelación de asociaciones mentales que elevan nuestra experiencia literaria a un cielo imaginativo poderoso; juventud por ejemplo, promesa, rebeldía en una nueva vida y corderos saltando en su ignorancia. Y si aprendemos delicadamente a leer de este modo las palabras, esa contención puede llevarnos a conceptos más abstractos como el de la verdad en la ilustración, la justicia, la renovación de la fertilidad de la imaginación.
Bien, digamos que tenemos algo de razón y hay un conjunto de convenciones literarias, como clave para leer literatura original. ¿Cómo podemos conseguir ese poder para reconocernos buenos lectores literarios? De la misma manera que en el pensamiento matemático reconocemos las propiedades de un espacio geométrico, en la física resolvemos interpretar un marco de referencia espacio-tiempo, debemos practicar su disciplina.
Cuando un novato lector, se encuentra con un texto de ficción, se centra en el flujo de la historia y en los personajes, ¿quiénes son estas personas? ¿Dónde ocurren los acontecimientos? ¿Qué cosas maravillosas o terribles les están pasando? Estos lectores responden en primer lugar, y a veces solo, su lectura a nivel emocional; poco trabajo conceptual. En otras palabras están involucrados en sentir e instintivamente en el trabajo de leer nunca, o casi nunca, toman notas reflexivas. Todos los escritores consumados, cuando leen ponen la pluma en el papel, la yema del dedo en el teclado, esperando a cada oración revelar el arte de su construcción, al modo de un detective literario. Frases, párrafos, proposiciones, marcadores discursivos, el tono, la voz, metáforas y efectos literarios son identificados. Cuando un profesor lee, por otro lado, aceptará en cada nivel la respuesta afectiva de la historia, pero gran parte de su atención estará comprometida por otros elementos de la literatura, ¿de dónde salió ese efecto?, ¿a quién se parece este personaje en el universo literario? ¿Dónde he visto esta forma de crear el efecto literario? ¿La forma única de emplear algún término? ¿Las conexiones intelectuales con otros escritores? ¿Cual es la innovación en la tradición literaria? Si aprendes a preguntar dentro de la lectura y tomar notas reflexivas, verás los textos literarios a través de nuevas gafas y leerás y comprenderás la literatura con una nueva luz y se volverá gratificante cada nuevo libro, volviéndose divertido y placentero el tiempo que habitamos dentro de la literatura.
Memoria, símbolo, patrón racional y estético. Estos son los ingredientes más que ningunos otros, separan al lector cuidadoso, lento y minucioso del resto de los demás. Los novatos, dicen: estoy algo arruinado, mentalmente no se me queda nada, el tema no logró volverlo analítico y hay muchas veces en las que estas habilidades no son algo que quiero hacer para mi perfil intelectual. Es como hacer un nuevo viaje sin saber a dónde ir. Leer mecánicamente una y otra vez, no necesariamente mejora en algo la experiencia de leer, un error muy popular. Los profesores también leen todas sus vidas, piensan y atienden simbólicamente el texto. Todo es un símbolo de algo, al parecer, hasta que se demuestre lo contrario. Preguntamos ¿Qué es este enunciado? Metáfora, proposición, cláusula, sentencia, frase, interjección. ¿Qué significado tiene esta palabra en este contexto? ¿Quién es el escritor o pensador, enunciado en la obra? El tipo de mente que creamos entre el bachillerato, la licenciatura, posgrado es resultado de la crítica que somos capaces de realizar en nuestras lecturas lentas y muy cercanas al texto. Tener predisposición a ver el texto como existente en sí mismo en una nueva manera de reconfigurar nuestro intelecto. Simboliza Grendel, es un monstruo de la épica medieval, es real en la cultura, pero también puede simbolizar la hostilidad de un universo hacia la existencia humana y una oscuridad en la naturaleza humana que la conduce a la violencia más cruel y superior al control humano. Leviathan simboliza, un hombre depredador de hombres. Simboliza el “genio maligno” de Descartes, una entidad que juega manipulando la evidencia, los hechos para que los científicos crean lo que él quiere manipular. Esta predisposición a entender los términos dentro de la literatura, el simbolismo es su fuerza discursiva, con años de entrenamiento se puede aprender a dominar este tipo de escritura, con la recompensa imaginativa simbólica invaluable que conlleva.
En el ámbito de la mejor literatura, la poesía, la disertación y la novela ocupan una posición difícil de acotar, incómoda para la educación simuladora y desafiante para la libertad académica. Su gramática es profundamente excéntrica para los hablantes corrientes, con respecto a los estilos de pensamiento hegemónicos de su tradición. Es verdad que aprender a pensar por dentro de la literatura a menudo causa la percepción de su arte racional y estético, que se tilde de complejo como una forma de pereza intelectual para no hacer frente a su comprensión. Las salidas fáciles son muchas, pero el precio de educar fuera de este canon occidental, deja fuera el temple del carácter intelectual de nuestra juventud. Las batallas dentro de la literatura, son también entrenar la memoria y a través de ella, con una lectura atenta nos revela nuestro potencial mental; la lectura lenta es una propuesta para los cursos presenciales y en línea, se trata de un modo meditado y con referencias a la ciencia de la cognición, lo que lo hace responsable, resistente al fraude en un sentido de solo simular que se entrena el intelecto.
“Los educadores no deberían necesitar una crisis para recordarnos las necesidades emocionales e intelectuales de nuestros estudiantes[45]”.
Puede decirse que la universidad humanista hereda de la Ilustración la literatura, está arraigada en ese primer despertar que fundió el descubrimiento del especial estado de la academia en el paisaje de formar la autonomía intelectual de los estudiantes. El honor que una universidad concede a sus mejores profesores es el de escribir la literatura curricular que hablará por ella al mundo y a todas las épocas de su historia. No en vano, un profesor universitario es de excelencia y severo en su intelecto medido dentro de la literatura que gestiona y crea. Culminar este trabajo, de algún modo es lo inédito que crea la tradición intelectual de una universidad en beneficio indiscutible de las nuevas generaciones. La literatura mantiene un tono elocuente y programático en la unidad de los objetivos de conocimiento. Su dificultad, lejos de relajarse con el tiempo, es acrecentada por la convicción de que los estudiantes ganen mayor profundidad en sus estilos de pensamiento. Llevar a formular la literatura como medio de aprendizaje durante la juventud, afianza cada vez más la confianza intelectual del estudiante.
Empezar a escribir compulsivamente y romper la parálisis intelectual en la juventud, publicando literatura académica e incluyéndola en los cursos en línea, deliberadamente crea una corriente de pensamiento predominantemente elegante y original. Un movimiento así, en concreto mantendrá una estrecha relación con el aprendizaje profundo de las ideas. Cada lección, es una forma ambiciosa formal y conceptual de educar, considerando la literatura disponible como plataforma de procesos de aprendizaje que fundamentan, explican, demuestran, categorizan, justifican, narran. El declive de la credibilidad en la educación universitaria, es que habría abandonado el arte de pensar como el medio por excelencia del trabajo entre profesor y estudiante, un lenguaje que se podía mirar a través de la literatura disponible, para dedicarse luego a procesos intelectuales de disertación y poesía. Este proceso de apropiación del conocimiento, es estilístico de las formas de pensar. Es indisoluble, por otro lado, la literatura es una forma de vivencia de lo intelectual. Este fervoroso entusiasmo mantiene a la juventud en autoexpansión de sus recursos analíticos y disciplinares. Es plausible pensar, que la marchita práctica pasiva y trivial de las clases clásicas presenciales de trasmitir información, nunca hace dueño del conocimiento al estudiante, ni de los instrumentos analíticos e intelectuales de una tradición.
La intimidad con un libro y su autor no viene sin esfuerzo. Sea lo que sea que decidas leer, recuerda desafiarte a ti mismo. Para volver a la metáfora de los viajes a un país extranjero: busque lugares literarios que sean extraños e instructivos, en lugar de aquellos demasiado cercanos a casa. Lo pasará mucho mejor. Dijo John Milton en Areopagítica: el beneficio de leer libros promiscuamente, es que podemos encontrar obras que nos desafían y anulan nuestras ideas preconcebidas como nada que hayamos conocido antes[46]. Solo puedes tener este tipo de encuentros si exploras ampliamente, y si prestas atención a las recomendaciones de los lectores que han viajado antes que tú, que han encontrado los clásicos que todavía asombran y provocan, a menudo después de ciertos e incluso muchos siglos. Un amigo, un escritor del viejo continente, me dice que solo lee las obras de los autores que nacieron antes que él. Nosotros no vamos tan lejos, pero admitimos preferir a los autores con madurez en su escritura, porque son más profundos y por lo tanto tienen más que decir a nuestra vida.
Releer un libro que nos gusta. A menudo, hemos regresado, a veces después de muchos años, a libros que amábamos antes. En algunos casos descubrimos nuevas dimensiones en el libro y nos dimos cuenta de por qué habíamos sentido una conexión tan profunda en él. Sabía por primera vez algo sobre nosotros, así como el libro era algo de nosotros mismos. Releyendo, nos relacionamos también con una o más versiones de nuestro pasado. El novelista Robertson Davies comentó que un libro verdaderamente grande debe leerse en la juventud, de nuevo en la madurez y una vez más en la vejez, ya que un buen edificio debe ser visto con la luz de mañana, al mediodía y a la luz de la luna[47]. Estas palabras de Davies son un excelente consejo, pero recuerde que los contornos del edificio pueden cambiar radicalmente con el tiempo en la madurez de nuestra mente.
Curiosamente, no se puede leer un libro; solo se puede releer, escribió Vladimir Nabokov. Un buen lector, un lector importante, un lector activo creativo es un relector. Cuando leemos un libro por primera vez, el mismo proceso de mover laboriosamente nuestros ojos de izquierda a derecha, entre líneas, páginas tras páginas, este complicado trabajo físico sobre el libro, el mismo proceso de aprendizaje en términos de espacio y tiempo, esto se interpone entre nosotros y la apreciación de su arte racional y estético. Al releer, vemos un libro como un todo por primera vez, nuestro trabajo de reflexión, en él somos capaces de tomarlo como un todo a la vez.
Si lo desea cualquier libro puede convertirse en parte de su canon personal. Tal libro nutre la autoestima del lector, incluso si él o ella relee solo unas pocas páginas. Insto a los lectores a tener en casa un estante corto de libros favoritos, que se abran a menudo y releerlos, al menos una página de vez en cuando. Releer no es volver necesariamente a todo el libro, sino a partes de él, es una manera esencial de evitar juzgar al autor demasiado rápido y no pensar que uno comprende un libro demasiado pronto. Si el lector quiere captar la riqueza de un libro, debe medir su respuesta, que esta no sea su primera impresión, y tratar de averiguar por qué se considera una obra maestra. Comparar sus respuestas primeras y las reflexionadas en lentitud, a un clásico le permite crear amistad con él. Normalmente, necesitamos encuentros y desencuentros con alguien antes de llamarlo amigo.
Recuerdo el exceso de azote de la vida y lo inquietante, qué le sucede a todo el mundo en este tiempo COVID-19, que nos dispersa profundamente, vorazmente se lleva los días, sin pensar sensato, leer y releer es un ensayo memorable para recuperar el autocontrol, describe el hechizo que la lectura arroja sobre la vida. Elizabeth Bowen, nos enseñó que la vida infinitamente más seductora y menos oscura es de la mano de algunos libros íntimos.
6.4 Mente, cuerpo y feminismo en el amor por leer
6.4.1 Miedo a leer y escribir
La imaginación envía un mensaje al corazón… acude al cerebro por ciertos canales secretos.
Un hombre caminó por casualidad sobre un peligroso desfiladero. Yacía sobre un peligroso paisaje en un arroyo en la oscuridad, sin daño, al día siguiente por la mañana, percibiendo el peligro en el que estaba, murió de miedo. Cuando hablamos de melancolía en su sentido moderno, normalmente, entendemos que significa un estado de tristeza, vejación e introspección. El miedo no entra en nuestras definiciones modernas de melancolía. En el renacimiento sin embargo, ser melancólico era vivir con miedo. La ansiedad, el terror, los sustos repentinos y las fobias eran vistos como señas de identidad melancólica, justo con la tristeza[48]. Una cierta disposición de la mente alterada en su razón por emociones de soledad. Hipócrates refiere a la tristeza como la madre y la hija de la melancolía. Tanto el origen como la descendencia de la angustia mental. Estas emociones engendran unas a otras y crean una prisión que lo colorea todo de gris. Un duelo puede conducir a la tristeza duradera y un susto puede convertirse en una fobia de por vida. Esto muestra no solo lo fuerte que puede ser la imaginación, sino que también representa un papel intrigante en el rompecabezas científico, literario y filosófico. Un hombre pone su vida en riesgo cruzando un arroyo por la noche pero, como no puede ver, no puede percibir el peligro en el que se encuentra. En cambio, su percepción viene después del evento. Porque el miedo es una emoción conectada a algo que aún no ha sucedido[49]. Aristóteles lo describe como una especie de dolor o agitación derivada de la imaginación de un mal destructivo del futuro[50]. Pero en este caso el miedo de este hombre está conectado al evento que ya ha ocurrido.
La imaginación funciona haciendo algo presente para nosotros, ya sea que algo esté en un pasado o en un futuro completamente inexistente. La oscuridad le robó la interpretación del peligro, por lo que su imaginación no hace consciente dicho peligro. Una caída desde esa altura seguro que su vida terminaría, pero fue su imaginación la que lo mató. Debido al miedo un hombre, se ve interferido en su imaginar con su acción en el mundo. Por un lado, es curioso, extremo y difícil de creer. Pero por otro, es una historia con la que podríamos identificarnos. Si bien el miedo retrospectivo parece una causa extravagante de muerte, todo el mundo ha experimentado los efectos físicos del miedo, como un latido del corazón sin aliento.
El dolor y el miedo pueden causar melancolía cuando son excesivos en proporción al objeto, cuando se arraigan. El miedo podría haberse sentido gradualmente al cruzar el precipicio, pero solo se encontró al día siguiente con este. A veces la muerte misma es causada por la fuerza de la imaginación, como un fantasma que se materializa. La causa de caer es un peligro inminente, pero también podría ser un truco de la imaginación.
¿Por qué el miedo y la tristeza son tan peligrosos y se propagan a los melancólicos? La respuesta se debe en parte a su naturaleza intrínseca. Desde la antigüedad en adelante, los filósofos clasificaron el miedo y la tristeza como pasiones. También conocidas en el Renacimiento como efectos o perturbaciones del alma, las pasiones son similares a lo que ahora llamaríamos emociones, pero la forma en que fueron conceptualizadas por los escritores de la época revela un sentido mucho más fundamentalmente encarnado de lo que significa para los humanos sentir. Las pasiones se interponen entre nuestros movimientos internos (nuestra fuerza de voluntad y cognición) y nuestros movimientos externos (nuestra vista, oído…) y comparten algo con nuestros sentidos y nuestra razón, pero no por igual. Aquino clasificó las pasiones: miedo, tristeza, alegría y esperanza. Todas las demás pasiones derivan de estas cuatro, entre ellas la ira, la envidia, el orgullo, los celos, la avaricia y la vergüenza.
Las pasiones son una causa común de melancolía porque, así como el mal humor del cuerpo puede trabajar sobre el cerebro y dañarlo, así las pasiones pueden alterar equilibrio humoral del cuerpo. Las consecuencias pueden ser graves: la mente trabaja más eficazmente sobre el cuerpo, produciendo por sus pasiones perturbaciones, alteraciones, como la melancolía, la desesperación, las enfermedades crueles, y a veces la muerte misma. Describir las acciones de las pasiones en términos viscerales, no lo crucifica por las pasiones, sino se crucifica a sí mismo.
6.4.2 Tormentas en nuestras mentes
Jacob Boehme, zapatero, tenía visiones místicas que identificaban a Dios con el fuego, y al Hijo con la luz: para ser salvados, tenemos que pasar por el infierno de la vida, y aprender a leer literatura: la firma de todas las cosas. William Blake leyó a Boehme con cierta simpatía, como lo hizo inicialmente Swedenborg, pero luego decidió que un poeta como John Milton contenía las verdades más grandes que los místicos solo podían tocar, el diablo que todo lo enferma es el comienzo de su propio fin, su caída hacia afuera y debajo de sus últimos trozos de una ideología libertina en terrible espacio interior de su derrota, su comprensión forzaba la voluntad y su propia muerte real es una liberación de la muerte en la vida que ha sufrido desde que la pobreza fue su destino. Así lo leyó William Empson, quizá el crítico literario más profundo del siglo XX.
No importa cuán talentosos, privilegiados o fuertes seamos, todos tenemos una debilidad, un punto de ruptura, vulnerable de desesperación y duda, pero a pesar de la creencia común, no se puede encontrar si estamos ahogados en la vida huyendo de nuestra mediocridad, a veces la manera correcta de amar es salir por donde habitan todos nuestros fantasmas. Algunos están destinados a permanecer para siempre, mientras otros se desvanecen tan lejos cuando el arte de la ciencia, las matemáticas, la poesía..., son parte de nuestra vida.
Anhelamos la infinidad de nuestra infancia donde todo era posible. Nos preguntamos, ¿por qué estoy tan distraído que la visión en mi cabeza está borrosa, bloqueada por todo lo demás que está pasando, tal vez estoy cayendo en pedazos porque quiero tantas cosas diferentes con ella, que el camino llama en todas direcciones?, vamos a encontrar el camino correcto dentro de mil libros, si pierdo, si mis páginas quedan todas vacías, darme cuenta que ellas no han decidido a quedarse al lado de todos estos días grises.
Ha pasado tanto tiempo que no se pueden cambiar las letras que hicimos, son demasiado profundas y las palabras que se dicen demasiado fuertes para no ser olvidadas en esta vida, las ideas de la literatura son los poderes superiores de su inteligencia sensible. Donde quieren que nuestras almas vayan cuando terminemos aquí en este mundo, debe haber un lugar para releer nuestros textos en la línea del tiempo de nuestro universo, incluso si no lo es en este momento, la poesía y unos tequilas y lo están creando. Cuando uno se va, cuando uno muere, un nuevo libro vendrá a completar este ciclo interminable de renacer entre nuevos aprendizajes.
Como mariposas la gente solo se queda por un tiempo. Guarda un poco de amor para sí mismo. Tu corazón es una fuente de gotas frescas de valor, brotan como jardín y dibujan estrellas en los espejos cristalinos de las noches.
Sonríes a todo el mundo excepto a tu reflejo, estás tan atrapado en la sequía de este mundo que ya no sientes tu propia sed, pero incluso tu suavidad tiene límites, podría secarse tu pasión, tú también eres una flor, mereces una fotografía en color, la que sueles regalar a la primavera de tu juventud. Tu fotografía de blanco y negro, le dará color a los libros que lees y cada herida sin cicatrizar sanará y, tu piel correrá a través de un mundo lleno de afiladas poesías de melancolías por el futuro. Ritmos venenosos en las letras, tal vez hay tal cosa como dar demasiado al leer, es un jardín su corazón, un brote latiendo en un hogar de literatura y las flores crecen de sus manos cuando invita al mundo tomando notas.
Página blanca. Tomar notas sobre la vida. Finalmente, llegas a comprender que siempre hay una razón para que las cosas sucedan de cierta manera.
Leer bien despierta y amplía la mente. Proporciona un vasto reino de experiencia interior que se extiende mucho más allá de la vida cotidiana. La ciencia, la ingeniería y la experimentación son de esos mundos que leyendo bien, tomando notas seguirás siendo tú. Pero serás más interesante y mejor versión de ti mismo. Nuestro objetivo universitario de producir literatura curricular, es presentar enfoques variados a la experiencia profundamente gratificante de la lectura, especialmente de poesía, matemáticas, disertación. Esta forma de educación universitaria puede conducir a encuentros textuales que crean pasiones, amores por el aprendizaje y resuenan emocionalmente. Eres lo que lees y escribes, celebra este valor para aprender a vivir más consciente y emocionado del acto creativo del conocimiento. El desafío, enriquecer sus prácticas de lectura y mejorar su placer de crear ideas. El programa de literatura en línea, está destinado a cualquier persona interesada en obtener más pasión por la vida dentro de la ansiedad, los dramáticos tiempos trastornados para la educación y la vida social, todos exacerbados por la crisis del COVID-19 y los cambios ineludibles que la acompañan.
Leer bien, con habilidad y confianza, incluso experiencia, importa ahora más que nunca en la educación en línea. Leer literatura original con compresión, síntesis y placer puede ayudarnos a navegar por las innumerables perturbaciones que estamos viviendo. La lectura permite ver a una mujer como persona y no como objeto; permite ver al niño no como ignorante sino como posibilidad de un ser científico, artista, matemático…, proporciona perspectivas nuevas sobre nuestro potencial humano y alivio ante las tragedias de estos días. Leer bien puede ayudarnos a entender mejor los desafíos que enfrentamos juntos y ayudar a manejar el dolor y el sufrimiento que soportamos. También puede darle paz a la mente en un tiempo en medio del caos de la salvaje política que inunda todo.
El valor de aprender a leer bien, radica en tomar notas haciendo preguntas en medio de la lectura. Así aparecen múltiples placeres por el conocimiento que ofrece la literatura y la imaginativa ampliación de nuestra existencia consecuencias de leer. Aprender a leer bien y disfrutar de una mejor lectura no es tan difícil como la mayoría de la gente piensa. Cada uno podemos hacerlo a partir del carácter de investigar las palabras, frases y datos presentes en el texto… aprender a concentrarse en escuchar al texto en el intelecto, es decir, el significado textual que se produce en la conciencia.
6.4.3 Preguntar al leer un texto es esencial para su eficacia
Una pregunta importante que los lectores deberían considerar al leer literatura y otros textos desafiantes es “¿Qué significa el texto?”, es una pregunta familiar, y sin duda estimula la investigación reflexiva. Creemos que deberíamos considerar sus limites para la comprensión literaria, especialmente su interferencia con el placer de la literatura por parte de los lectores. Para pensar en la cuestión del significado productivamente, tenemos que replantearlo en el contexto de otras consideraciones textuales. Leer por agencia de significado es importante, debería impulsar nuestras prácticas de lectura y aumentar nuestras intenciones de lectura al tomar notas.
¿Qué otras preguntas podríamos hacer acerca de lo que leemos? ¿Qué más podemos considerar acerca de un texto, mientras nos damos a la tarea de la búsqueda de significado? Aunque lidiar con significados textuales puede ser nuestro objetivo final, no se deduce que debamos comenzar con la cuestión del significado. Otras cuestiones pueden llevarnos alrededor y a través del texto, obras literarias especialmente, con mayor placer y comprensión. Las preguntas que hacemos sobre los textos reflejan suposiciones fundamentales sobre la comprensión textual y la interpretación. Nuestra pregunta determina las instrucciones racionales que aplicamos en nuestra lectura y el rumbo que puede tomar, nuestras preguntas determinan lo que somos capaces de ver y decir de los textos; influyen profundamente en la forma en que percibimos los textos y lo que hacemos de ellos. Cambiar nuestras preguntas cambia tanto nuestra comprensión de los textos, como el valor especial que adquiere la literatura para nuestra persona.
Usted puede tener la intención de hacer algo hoy, solo para que su conocimiento apremiante por la literatura se levante inesperadamente y tome toda su atención del resto del día. Te miras dentro de un libro como una persona que has estado esperando sea tu propia persona por venir, o alguien que no esperabas viene llamando después de leer un libro. Lo que has creído es puesto a revisión para mejorarlo, lo que no tenías ni idea o esperanza surge como nuevo campo para el éxito en medio de los libros. Un asunto que promete ser una molestia para nuestra ignorancia, pasa de malestar a un asunto de placer cuando se gestiona toda su justificación y fundamento. Nuestras experiencias diarias no se parecen a lo que encontramos en los libros y no las podemos anticipar. Esto es cierto a lo largo de toda lectura, siempre que tengamos el valor de no simular o abandonar en la primera línea, párrafo o página un libro.
Descubrimos en la lectura de literatura naturalmente que hay cosas que contradicen nuestras expectativas poco apoyadas en la ciencia, la técnica o el arte de pensar. Esto hace que sea aún más difícil que nos definan como una persona estática sobre cualquier cosa. Leer es una acción dinámica que modifica nuestra persona y con más intensidad cuando hacemos preguntas para ganar profundidad al habitar el texto. De lo único que puede estar seguro es de la verdad de que todo es en gran medida incertidumbre, puertas que nunca se nos abren y otras que si las abrimos con libros nos regalaran una vida emocionante y digna.
6.5 Disertar, es el arte de pensar que hace autónomos a los universitarios
Una pregunta que debemos hacer al encontrar un texto es qué tipo de texto parece ser. ¿Qué estamos mirando (y escuchando)? Aunque breve, la disertación deja claro que se trata de texto académico y científico, es un conjunto de consideraciones de fundamentos y justificaciones que se discuten dentro de observaciones sobre la experiencia humana. Respondemos a disertaciones de manera distinta que a poemas, novelas, cuentos o guiones de teatro. Las disertaciones nos hacen diferentes exigencias que las obras de otros géneros literarios no. Parecen ser una prosa estructurada de notas explicativas, frases unidas a referencias, datos y diseños experimentales. Su tono de hecho, es un estilo de investigación que reorganiza el conocimiento disponible en un nuevo sendero de ideas.
¿En qué se diferencia nuestra experiencia de leer poesía, de leer disertación? ¿Cómo cambia nuestra respuesta frente al texto cuando se alinean modelos de explicación, hechos, datos y la lógica de la epistemología que determina el estilo de pensamiento científico de esa tradición intelectual? Al ver esas frases que abarcan los márgenes de una página, las entendemos de una manera diferente, como efecto literario. Al ver líneas forradas de metáforas, altera nuestra perspectiva poética; al ver proposiciones, cláusulas y operadores discursivos altera nuestra perspectiva de disertación. Así es como nos acomodamos a lo que estamos leyendo, lo que nos hace el texto en la lectura y lo que hacemos con él. El cambio de género, cambia todo esto y nuestra propio identidad del Yo.
Si es un poema, ralentiza nuestra lectura reflexiva, centra nuestras emociones y atención deslizando la conciencia por el conocimiento de lo humano. Pero, si la prosa es de disertación, tomamos un primer paso, identificar el problema y deducir soluciones propuestas, no es que esto sea un detalle de la prosa, sino un estilo del discurso académico y científico. Una vez que aceptamos que un texto como obra literaria determina la habilidad intelectual ligada al género, sabremos mejor como mirarlo con profundidad; sabremos que preguntas hacerle y a qué tipo de análisis intelectual someterlo. Sabemos qué recompensas puede producir esta atención si tiene éxito: fortalece nuestra capacidad de síntesis. El conocimiento del género guía nuestra lectura dentro de las obras literarias; conocer el género de un texto nos facilita identificar su estructura lógica que es crucial para dar cuerpo a la totalidad del texto. Si conocemos la estructura, sabremos cómo mirarlo y qué preguntas hacer con él; sabemos a qué tipo de análisis someterlo. Sabemos qué recompensas traen a nuestra conciencia leer cada tipo de texto, guía nuestra lectura para su comprensión.
Aplicar las convenciones del análisis literario poético o científico, es algo muy distinto a leer etiquetas comerciales de productos mundanos, por supuesto, cada una de las obras literarias dice mucho más, sugiere más, significa más, es mayor para nuestro conocimiento de la complejidad del género literario y su fecundidad creativa.
Un universitario hace consideraciones de contexto más allá del género, puede abrir un texto de otras maneras. Puede preguntar acerca de la relación del texto con la tradición intelectual de la sociedad a la que pertenecen sus autores. Puede considerar la calidad de las referencias que sostienen sus afirmaciones y la coherencia con sus conclusiones. El título es parte de la descripción inicial del texto, proporciona un punto de vista de cómo las cosas están siendo delimitadas para su estudio. También observamos el problema como objeto de estudio y algún objetivo particular respecto a las conclusiones que se expresan.
También nos damos cuenta que leer disertación, especialmente una voz que discute evidencia, hechos y teorías. Dirige nuestra atención a la búsqueda de la verdad, anuncia el enfoque y la posición de los autores frente al conocimiento. El texto científico o académico empuja la experiencia humana al límite de un nuevo marco de conceptos, diseños experimentales y modelos inductivos bayesianos que son clave en los detalles concretos de palabras abstractas que trasmiten similitudes y diferencias con los antecedentes de investigación. Leemos literatura siempre en relación con otras obras literarias entre sí. Leer todo en contexto es la forma más eficaz de desarrollar el intelecto de la educación universitaria más elegante y rigurosa de nuestro tiempo.
¿Qué podríamos preguntarnos que tiene una disertación o poema en común con todos los demás? Esto nos hace más sabios, identificar lo que comparten los textos de un mismo género, está más allá de los temas que tratan, nos familiarizamos con el estilo de pensamiento característico del género y con ello su forma visual de reflexión, su forma en como influye en nosotros cuando los leemos, escuchamos y tomamos su contenido como referencias originales de nuestras conclusiones y lo que hacemos con ellas.
Ser novato y no comprender la lógica del discurso poético o científico, inicialmente le aseguramos que el significado que extrae de los textos, al no tomar en cuenta el patrón creativo que los genera, su mirada en la lectura se extravía, se frustra y finalmente usted considera que el valor para su persona de tal texto no aplica en hacerlo mejor ser humano. Además de contextualizar las obras en su género, y contexto dentro de otras obras en sus relaciones entre sí, leer es crear experiencia, estilo de pensamiento y entorno lingüístico desde la comunidad de pensamiento que creo el texto.
6.6 Una educación más allá de la simulación intelectual
Una educación que logre que todos encuentren comprender la voz de los textos literarios científicos, de ficción, de ingeniería…que nos invite a escuchar sus voces en una experiencia habitual en nuestras vidas. ¿Por qué querríamos hacer esto? Queremos reivindicar los valores de la lectura de forma institucional en la educación universitaria, difundir cotidianamente las razones por las cuales disertar nutre la visión de los estudiantes, profesores y la democracia.
El discurso académico moderno habla con estética, con convicción en su escritura, narra exploraciones con preguntas y contextos profundos y, es un universo de literatura creada por mentes libres. Atender la dimensión intelectual de un texto, privilegiando procesos metodológicos consolidados en la ciencia, la teoría literaria, la lógica y la disertación en su escritura. Son tiempos de inmediatez y velocidad de información en la Web. Es hora de desarrollar una imaginación que aumente nuestras capacidades de escuchar los ritos de la buena escritura y sentir su pulso, lo que aumenta nuestro placer de lectura. Crear conceptos, frases, sentencias, cláusulas, inferencias, reflexiones, discusiones, justificaciones, cálculos, demostraciones, explicaciones, categorizaciones, fundamentos y modelos…
Tomando otra arista del problema, podemos observar que leer configura la mente en voz más alta en complejidad. La prosa que normalmente inunda la literatura académica, para nada es una página silenciosa. Leer permite a los profesores y estudiantes crear un lugar para escuchar y aprender el arte de pensar formas originales de tradiciones intelectuales. En silencio, con los ojos mirando a través del texto abandonamos la superficie de lo real, al ganar profundidad, uno se permite el ritmo de palabra y frase; frase y párrafo; revelando las formas del pensamiento. Las habilidades resultantes son una mayor conciencia del lenguaje llevado a cabo en gran medida por el disertar al leer y escribir.
Fomentar la lectura perceptiva y la escritura elocuente. En una enérgica defensa del valor de formar habilidades intelectuales y no la memorización, Thomas Newkirk sugiere que aprender el arte de disertar, logra todo lo que la lectura analítica y de placer hace, y más: ideas, estilo y belleza[51]. Al reflexionar al texto en la lectura, se extiende el arte de los textos al tomar notas. Así que proponemos superar el ¿qué dice el texto?, por preguntar ¿qué hace el texto?
Nos anima a examinar no solo los efectos que produce un texto, sino también la forma en que el escritor crea esos efectos de conocimiento. Preguntar qué hace un texto antes de preguntar lo que significa nos da tiempo para considerar su epistemológica, ontología, sintaxis y pragmática. Al considerar su lenguaje y forma, hacer observaciones y conexiones entre sus datos, conceptos, teorías e imágenes de su estructura, se hace claro el propósito del texto y efecto de su puntuado.
Preguntar qué hace un texto, es reconocer su poder expresivo, emocional y su capacidad para educar nuestro intelecto al despertar y provocar el pensamiento. Esta pregunta alienta la atención sobre cómo nos mueven los textos, así cómo nos instruye, nos dirige a su resonancia lógica y narrativa, y su significado cognitivo. Podemos resaltar y ralentizar las cosas que atendemos en el texto, podemos comprender el texto a través de la compresión intelectual y la aprehensión emocional de ganar profundidad y concertación. Respondiendo al nuevo lenguaje que se nos presenta ganaremos los detalles textuales que nos exige el contexto de sus propuestas de conocimiento.
Nuestra pregunta dominante para una educación fuera de las repuestas burocráticas que simulan entrenar el intelecto, es ¿qué hace un texto? Involucra muchos niveles: en el efecto de diseño para el profesor; el efecto personal en su lectura y colectivo en discusiones grupales para estudiante-profesor. Objetivamente estos contenidos abiertos a la sociedad, le permiten a la institución transparentar el grado de racionalidad y analítica con que se discuten y abordan los temas del plan de estudios. Los textos de literatura académica dicen sobre el grado de los propósitos intelectuales y hacen explícitos los efecto pretendidos del texto en las habilidades intelectuales de cada pieza de disertación y narrativa. Nos invitan a inspeccionar sus palabras escrupulosamente y luego a responder a sus múltiples placeres intelectuales.
Podemos leer con preguntas de apoyo en la estructura e implicaciones conceptuales del tipo de texto: ensayo, tesis, artículo, revisión, reseña, resumen, síntesis, disertación, poema, cuento, novela, informe, biografía… Podemos considerar preguntas sobre propósitos de las estructuras, suposiciones de los géneros y formas. Las preguntas que surgen como proceso de lectura surgen a medida que leemos, experimentamos las afirmaciones, la evidencias, hechos, datos, tesis, cláusulas en su voz y tono, exposición de la discusión de las ideas y otras características de los procesos mentales de disertación.
En su mejor momento, nuestras preguntas sobre lo que hacen los textos nos llevan a pensar en ellos de maneras más profundas y más expansivas como práctica pedagógica de una triada didáctica: profesor-literatura-estudiante.
Leer interrogando al texto
En el mejor de los casos, nuestras preguntas sobre los textos nos llevan a pensar en ellos de forma más exhaustiva y expansiva. Nuestras preguntas fomentan el análisis y la apreciación, y nos invitan a explorar las formas en que los textos estimulan nuestros sentimientos y nuestros pensamientos sobre ellos. Las preguntas hasta ahora son más sugerentes que exhaustivas. Nos ayudan a abordar las obras literarias en un espíritu de indagación y exploración, con alegría, sin buscar una respuesta interpretativa única, absoluta, definitiva a su significado.
6.7 ¿Qué hace el texto?
Todas las interpretaciones de un texto no son igualmente válidas, igualmente persuasivas o igualmente útiles. Algunas interpretaciones son más persuasivas que otras; algunas son más interesantes, más convincentes, más elegantes. El empleo de una serie de preguntas sobre los textos nos invita a considerar sus dimensiones intuitivas, bien pueden llevarnos a una interpretación más ricamente matizada. Ampliar la gama de preguntas que hacemos sobre los textos, no solo nos ayuda a ver más en ellos, sino que también inspira una experiencia de lectura más gratificante.
¿Qué significa el texto? ¿Qué muestra el texto? ¿Qué revela y oculta el texto? ¿Qué sugiere el texto? Cada una de estas preguntas nos lleva a leer los textos de otras maneras, aunque en última instancia, por supuesto, nos llevan a nuevos significados del texto. Esencialmente, entonces, al explorar estas cuatro variaciones de nuestras preguntas sobre el texto: decir, hacer, mostrar y sugerir. Hacer preguntas relacionadas nos invita a analizar las implicaciones de un texto: lo que no dice directamente. Considerar lo que un texto muestra puede resaltar sus cualidades, sus imágenes, sus escenas, su forma lógica de describir. Los críticos expertos en lecturas deconstructivas proporcionan ejemplos hábiles de cómo los textos están en conflicto, en desacuerdo consigo mismos, cómo se socavan y sabotean a sí mismos a través de lagunas y contradicciones, a través de formas de mostrar algo distinto de lo que narran. Los críticos más tradicionales, los críticos formalistas, por ejemplo, miran cuidadosamente para ver qué textos muestran y reconocer armoniosamente lo expuesto, si lo que esos textos revelan entra en conflicto con lo que dicen, si es que dicen algo de manera evidente.
La literatura, por su naturaleza, sugiere en lugar de explicar solamente; la implicación de exponer sus afirmaciones de manera audaz y directa. Esta generalización amplia, sin embargo, no significa que las obras literarias no incluyan declaraciones directas. Dependiendo de cuándo fueron escritas y por quién, las obras literarias pueden contener grandes cantidades de narraciones directas y menores cantidades de sugerencias e implicaciones, como en la narración omnisciente. Pero cualquiera que sea la proporción de una obra que muestra a la narración, siempre hay algo para ser interpretado por los lectores. Así hacemos la pregunta ¿qué sugiere el texto? Como una forma de abordar la interpretación literaria, como una forma de empezar a pensar en las implicaciones de un texto. Lo que implica un texto es a menudo de gran interés para nosotros. Y nuestro trabajo de hurgar en las implicaciones de un texto pone a prueba nuestros poderes analíticos. Al considerar lo que sugiere un texto, ganamos práctica en dar sentido a los textos. Y la forma principal de hacerlo es observar de cerca el lenguaje y los detalles de un texto. Escuchemos la apertura de un texto, es una verdad universal reconocida, que un solo hombre en posesión de una buena lectura debe estar en la frontera de los significados.
Por poco conocidos que sean los sentimientos o puntos de vista de tal hombre lector, esta verdad está tan bien fijada en las mentes de las circunstancias de los hábitos de lectura, que se consideran como la propiedad legítima de sus acumulados de lectura. ¿Qué hace el texto? ¿Qué muestra? ¿Qué sugiere? Podemos responder a cada una de estas preguntas brevemente antes de considerar sus implicaciones con más detalle.
Al escuchar lo que el texto dice, escuchamos tres voces: el narrador, el diálogo y los argumentos. Hacer preguntas es útiles para escuchar las voces de un texto. Considerar lo que el texto “sugiere” es involucrarse en especulaciones sobre la importancia de lo que dice, hace y muestra. Para tener acceso a lo que dice un texto, tenemos que hacer algunas preguntas estándar de disertación e innovar en osadas preguntas. Escribir notas, son los productos de leer interrogando al texto, nos permiten establecer conexiones entre evidencias, hechos, datos, teorías, hitos…, todas las nociones de arte literario. ¿Qué significa el texto? ¿Qué hace, dice y sugiere el texto? y ¿cómo ayuda preguntar “cómo” a los lectores el texto ayuda descubrir los significados?
En cierto modo, nuestras variantes de preguntas, junto con nuestra concentración analítica revelan el significado textual a través de decir y hacer, mostrar y sugerir… nos han llevado a cómo un texto significa lo que hace. Nuestra pregunta de “cómo” nos dirige hacia la técnica, hacia la artesanía y el arte creativo, hacia las muchas y variadas maneras en que los escritores dicen, muestran, sugieren y hacen las cosas con palabras a medida que crean literatura.
¿Qué pasa con un sueño aplazado? ¿Se seca como una uva al sol? Tal vez solo se hunde como una carga pesada de tristeza.
El lector de poesía es una especie de peregrino, que se presenta con su chica. El lector es lo que Wallace Stevens llama “erudito de una velada”. Leer poesía es una aventura en renovación, un acto creativo, un comienzo perpetuo de amor, un renacimiento de la libertad. Comenzar a leer no es un tipo de acción… también es un estado de ánimo, un tipo de trabajo, una actitud, una conciencia que se mueve por debajo de la piel.
Léase estos poemas a sí mismo en medio de la noche. Encienda una sola lámpara y léalos mientras está solo en una habitación oscura. Dilos a ti mismo en un lugar donde reina el silencio y el estruendo de la cultura, el constante zumbido que nos rodea, se ha detenido en la poesía. Esos poemas han venido de una gran distancia para encontrarte. Pienso en la atención natural del alma. Imagina que has bajado a la orilla del acantilado, encuentras una botella de aspecto remoto del pasado. La traes a casa y descubres un mensaje dentro. Esta carta, tan extraña e inquietante, parece haber estado abriéndose camino hacia alguien durante mucho tiempo, alguien que durante mucho tiempo ahora resulta ser usted. El gran poeta ruso Osip Mandelstam, destruido en un campo estalinista, identificó esta experiencia. ¿Por qué el poeta no debería dirigirse a sus amigos a aquellos que están naturalmente cerca de él? En momento crítico, un joven enamorado lanza una botella sellada con su nombre y una nota. Vagando por las dunas muchos años después, se encontró con ella en la arena. Lee el mensaje, anota el aroma del tiempo, la última voluntad y testamento de alguien que ha fallecido. Tendré derecho leer el mensaje de otra persona. El mensaje en la botella fue dirigido a su buscador. Lo encontré. Es decir, me he convertido en su destino secreto, la vida es un desafío de este modo, convertirnos en lectores del mundo.
Así es para todos los que leemos poemas, que nos convertimos en los destinatarios secretos de los textos literarios. Estar en casa en medio de la noche, tener presentes las cicatrices, de repente llega el mensaje esperado. Nos acercamos a los libros y leemos el mensaje de la botella en cada página… porque esta anoche soy su destino, su posteridad, su corazón.
Nos encanta el estado de ánimo, el trabajo lúdico y el trabajo de transformación de conciencia, la atención de la imaginación en las letras invisibles que vienen con la lectura de poesía. Ella no me leerá seguramente, esta noche, en el alba, se olvida de mandarme sus letras…
La lectura es un punto de partida, una inauguración, una iniciación. Abra la edición del lecho de muerte de “hojas de hierba” (1891-1892) e inmediatamente se encontrará con una serie de “inscripciones”, veintiséis poemas que Walt Whitman escribió durante un período de tres décadas para inscribir un comienzo, para presentar e inaugurar su obra principal, el único libro que había estado escribiendo toda su vida. Comenzando mi propio libro sobre los riesgos y las esclavitudes, los encantamientos particulares de la lectura de poesía, sigo pensando en el poema de seis líneas de Whitman “comenzando mis estudios”:
Comenzando mis estudios el primer paso. El mero hecho de la conciencia, estas formas, el poder del movimiento. El menor insecto o animal, los sentidos, la vista, el amor. El primer paso que sigo me asombro tanto. Apenas he ido y apenas deseo ir más lejos. Pero parar y merodear todo el tiempo para cantarlo en canciones estáticas.
Disfrute la capacidad de sentir la forma en que Whitman permanece en este poema de una sola frase sobre el primer paso del estudio, el mero hecho -el milagro- de la conciencia misma, la alegría.
Apenas puedo pasar página, tantos nos quedamos con el placer de Whitman en la alegría de comenzar que el espíritu más profundo de la poesía es el asombro. La poesía es una forma de inscribir ese sentimiento de asombro. No creo que debamos subestimar la capacidad de ternura que la poesía abre dentro de nosotros. Otra de las “inscripciones” es un poema simplemente para esa chica que en su totalidad se extraña: si pasas a conocer y deseas hablar de secretos de mujer, escribir para ella, no debemos separar el poema de cada existencia de nuestras vidas…
La poetica de la tentación
Nuestra comprensión del poema depende de cómo interpretamos su pregunta inicial. ¿Qué está preguntando sobre un sueño diferido? ¿En qué tipo de “sueño” nos invita el poeta? ¿Qué tipo de tentación esta en juego? Y una vez que pasamos a una lectura metafórica o simbólica, comenzamos a considerar lo que el desplazamiento de estos sueños podrían hacer a un individuo en consecuencias deseables. Ralentizar las cosas entre letras nos da tiempo para procesar las emociones que el poema dice y sugiere, lo que muestra y hace. Nos da la oportunidad de notar y conectar los tipos de detalle. Los humanos somos tan torturados por no adivinar adecuadamente lo que nos hace felices, colocando contra puntos de los más absurdos. El poema tiene que liberar al lector, enfrentarlo a la tentación de ser feliz con lo que somos por debajo de la piel.
6.8 Grafiti crítico: la capacidad de tomar notas es esencial para el éxito de los estudiantes universitarios
“Marcar, subrayar, anotar un libro no es un acto de mutilación, sino de amor”. Mortimer Adler, 1940.
Si siempre has logrado graduarte sin haber escrito nunca nada: “hombre vs. naturaleza”, en un margen, tal vez ahora sea el momento de dar un paso adelante en nombre de tu soberanía intelectual.
Cuando se da la anotación, en muchos textos y muchos periodos de tiempo de reflexión. La anotación es una forma en que los lectores hablan con sus textos, sobre y más allá de los textos, dentro y a través de los textos. La anotación conecta a las personas, textos e ideas, lo que permite una visión compartida, un diálogo comprometido y una nueva comprensión y conocimiento. La anotación, como la definimos y la discutimos, es la adición reflexiva de una nota a un texto. Probablemente lea anotaciones todos los días. También puede escribir, dibujar o crear anotaciones. Las piezas de texto de anotación son la estrategia de aprendizaje más intensa de la disertación como marcas de reflexión, de productividad intelectual… al igual que lo dicho por Poe, los lectores que se remontan mucho antes de la llegada de la Internet, sus actos de lectura están unidos con actos de escritura en su comunicación, cuando leemos, tomamos, transformamos y creamos en procesos de reflexión. Esto es lo que llamamos tomar notas… trasladar su núcleo, como los ribosomas del pensamiento humano.
Tomar notas es una invitación a pensar y también al escribir sobre las muchas maneras en que las personas agregan reflexiones a sus vidas personales y profesionales. Eso es lo que discutimos, notas como ideas intertextuales que ayudan a comprender y agregar disertación a una reflexión. Notas en su propósito: proporcionar información, comentar, generar conversación de discusión, expresar disertación y ayudar al aprendizaje.
El término anotación esta íntimamente conectado con la cultura intelectual y el contexto, en consecuencia, la toma de notas es la tarea de síntesis de lectura, pensamiento, escritura y comunicación. Cuando se hace referencia a un grupo de notas selectas sobre un objeto de estudio se consideran un argumentario o bases de conocimiento de un contexto específico de revisión. La anotación es el paso primario en la alfabetización del estilo intelectual de investigación académica y científica.
Los ensayistas escriben sobre notas en atención a muchos autores. Estamos en deuda con ellos por su aliento, perspectiva crítica y comentarios invaluables. Nos gustaría agradecer, en primer lugar, la tenacidad de luchar contra los dogmas.
La anotación es una práctica situada dentro del contexto y cultura de la actividad más rigurosa de las academias universitarias más exigentes. El conjunto de notas, están determinadas por las formas en que las personas perciben las propiedades, conexiones lógicas entre los objetos abstractos, los datos y las inferencias de los autores, este patrón se basa en la experiencia de reflexión personal y alineación de las acciones de disertación del lector, puede permitirse encender o defender la curiosidad. Así como los posibles usos de la notas están determinados por su profundidad, una vez que la cultura impresa se desarrollo, los libros se volvieron material marginal para nuestra crítica.
Las formas en que la anotación se crea individualmente y se implementa en las universidades hace posible una gama de usos de disertación, debate, discusión y publicación con oportunidades y conflicto apasionante en sus posturas. La anotación es la forma de crear autoexpresión, documentar y seleccionar nuevos conocimientos. La actividad de tomar notas proporciona información, haciendo que el conocimiento sea más accesible. Compartimos comentarios, hacemos opiniones expertas en nuestra perspectiva, transparentamos nuestro compromiso de estudio. Provocamos conversación productiva. La anotación expresa y cuestiona el poder de las ideas, haciendo que la vida cívica sea más robusta y participativa, la vida académica más rigurosa y profunda y ayuda al aprendizaje, aumentando nuestro intelecto, cognición y colaboración. Estas son las razones por la que la anotación es importante.
¿Qué tiene de cotidiano la anotación en la escuela? La anotación puede haber sido una práctica académica esperada o requerida en la filosofía de disertación. La anotación en la escuela ayudó a desarrollar el sistema de toma de notas que todavía se usa como una iniciación a la reflexión. Esta tarea específica requerida tiene el objetivo un análisis en profundidad de los desafíos y las nuevas oportunidades involucradas del intelecto en la: gestión del conocimiento, la extracción de información y la adquisición de conocimiento[52]. La tarea toma de notas, es desafiante debido a problemas específicos del dominio del conocimiento, como la complejidad del lenguaje, incertidumbres, términos compuestos, acrónimos, hechos, datos[53]… En la Rice University, los programas puente de verano de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) brindan a los estudiantes universitarios de STEM que ingresan un trabajo de curso adicional. Programas que están diseñados para reducir la deserción y aumentar la diversidad de estudiantes que persiguen carreras STEM. Los resultados mostraron que la participación en el programa tuvo un efecto de tamaño medio en el promedio general de calificaciones y mejora en la retención universitaria del primer año. Estos resultados expresan la importancia de un diseño experimental reflexivo y cómo la investigación adicional podría guiar el desarrollo de programas puente STEM para aumentar el éxito y la retención de los estudiantes de STEM que se matriculan en las universidades[54].
La anotación es una forma en que los lectores hablan con sus textos, sobre y más allá de los textos, y dentro y a través de los textos. La anotación conecta ideas, visiones, hechos, evidencias… es la adición de texto a un texto en forma de nota. Cuando leemos, tomamos, transformamos, extendemos el texto. Esto es lo que llamamos tomar nota, es la energía necesaria para hacer dinámica el aula presencial o virtual, con información puntual, comentarios, generar conversación, expresar el aprendizaje. En 2021 MIT Press Essential Knowledge dedica una investigación de pares al objeto Anotación, en su mayor parte como una alfabetización de la actividad humana de disertar[55].
Cuando la anotación es una tarea cotidiana, hace más valiosa la educación. Contribuye al descubrimiento científico, dado que a muchos tipos diferentes de personas agradan diferentes tipos de notas y una variedad de textos, como transcripciones, parafraseo y escritura creativa libre… crea un entorno rico para la discusión de las ideas y ayuda al aprendizaje. La anotación es un acceso formal al conocimiento, revela perspectivas, revela un discurso interactivo que afirma y desafía la autoridad, y facilita oportunidades educativas vibrantes en su perfil de autogestión de conocimiento.
Para definir la anotación, nos dirigimos en primer lugar al teórico literario Gérard Ginette, quien afirma que un texto rara vez aparece en un estado desnudo, sin el esfuerzo y el acompañamiento del lector en un cierto número de reflexiones. Estos esfuerzos textuales representan un tipo de umbral, una zona transaccional a través de el cual los lectores entran y se retiran a reflexionar cuando se encuentran con un texto. Esto Ginette lo llama paratexto[56]. La anotación refuerza el texto al que se refiere y está anclado. La anotación como paratexto es una producción fuera de, pero también y siempre atada a un texto.
La anotación es una tarea cotidiana intelectual diversificada porque muchos tipos diferentes de personas agregan diferentes tipos de notas a una variedad de textos, como transcripciones, códigos y el entorno construido al modo de grafiti crítico.
Para Merriam-Webster, la anotación es “una nota añadida a modo de comentario o explicación”. El Oxford English Dictionary hace eco de esto, observando que es “una nota a modo de explicación o comentario añadido a un texto o diagrama”. Nos hemos asentado en estas definiciones porque nos da flexibilidad para explorar el amplio género de anotaciones, tanto manuscritas como digitales, textual y visual, desde diferentes períodos de tiempo y al servicio de múltiples propósitos. Nuestra definición no incluye los términos comentario cuando se trata de disertar, refiera a justificar, fundamentar, discutir, demostrar, explicar… dado que la anotación la considera la ciencia un activo muy importante para el aprendizaje. Se discute en este contacto asuntos de autoría, experiencia, intención y expresión a medida que ponemos en el primer plano el elemento paratexto como privilegio de STEM en la formación epistémica, ontológica y del discurso académico de disertación.
Da manera más inmediata, nuestra definición requiere que hagamos y respondamos ¿Qué es una nota? ¿Qué es añadir notas? ¿Qué es un texto? ¿Anotación para quién?
Las notas, según el erudito literario Andrew Piper, son “registros de lo cotidiano[57]”. Una nota puede ser una palabra, un dato, una proposición, una teoría, un hecho o una pieza de reflexión de disertación. Las notas deben ser discursivas y sensibles al contexto de investigación, curiosidad, interrogación… Las marcas de copiar y pegar, resaltar con color o subrayar, son notas textuales de un recuento meramente aritmético y no reflexivo. Las notas median la relación entre la lectura y la escritura. Para Piper, las notas son “brasas silenciosas de creatividad”, lo que indica, donde la lectura mundana mecanicista adormece, la anotación impulsa acrobacias de alto vuelo de conciencia intelectual. El proceso de tomar nota, es una actividad de depurar nuestro intelecto a la luz de un texto.
Agregar una nota mientras se lee literatura, es como editar el ensayo de ideas en nuestra mente, es aceptar una invitación para hacer significados nuevos. Tal acción corrobora la postura ampliamente aceptada de los teóricos literarios: nadie puede negar ahora que el lector es un agente que participa en la producción de significado cuando lee lento y con la conciencia abierta. Añadir una nota es dar sentido respondiendo activamente a un texto, en otras palabras, es actuar con agencia[58].
La palabra agencia se remonta a el verso latino “ago”, que significa actuar, hacer. En nuestra discusión de la anotación, estamos interesados en cómo los individuos y los grupos actúan para dar sentido a través de un tipo de escritura receptiva anclada permanentemente a las palabras escritas preexistentes. El acto de agregar notas reconoce que los lectores tienen varios roles en relación con sus textos, la palabra de un autor no es final, y los lectores responden hablando y construyendo un significado idiosincrásico o compartiendo dentro y sobre los textos. El acto de añadir notas también pretende ser imaginación de contribución permanente. Aunque las notas también pretenden ser una contribución permanente, las notas fijadas dentro de un libro o las marcas de lápiz ligeramente presionadas pueden comenzar como anotaciones que hacen significado, tales adiciones se pueden borrar fácilmente. ¿Y entonces qué? Es útil volver a visitar Genette: “si un elemento del paratexto puede aparecer así en cualquier momento, también puede desaparecer, definitivamente o no, por decisión del autor o por intervención externa, o por el desgaste del tiempo”. Mientras que una nota meditada, puede pasar de una anotación a un paratexto. Un anotador, sin embargo, actuó con la agencia para hacer algún significado al anclar inicialmente su nota a un texto. Además, nuestro énfasis en la acción de anclar una nota a otro texto ayuda a distinguir la anotación de los lugares comunes, un acto relacionado de la creación de significado por el cual los cuadernos personales registran pensamientos, reflexiones y otra información a menudo al leer otro libro.
6.9 Leer para que el cuerpo sienta
La lectura parece ser un acto incorpóreo, puramente mental. El lector ávido parece perdido en un mundo textual, aislado de la vida del cuerpo y del mundo real que lo rodea. Sin embargo, la suposición de que la lectura es incorpórea también impregna la teoría literaria y cultural. De manera rutinaria, definimos la lectura como un acto de conciencia, una cuestión de cognición, emoción o espiritualidad, todo lo que tradicional e implícitamente se presenta como lo opuesto al cuerpo físico denso. Pero la lectura es sin duda un acto corporal. Los ojos escanean la página, las manos sostienen el libro, las posturas corporales alinean todo el marco músculo esquelético en torno a los requerimientos visuales y manuales de la lectura, adaptándose a la materialidad del libro y al espacio físico que habita el cuerpo lector. Se desarrollan hábitos somáticos que integran la lectura en la vida diaria del cuerpo. Leemos mientras comemos, mientras viajamos en metro y mientras nos acostamos en la playa.
Estos procedimientos y hábitos corporales no se han tenido en cuenta en nuestra comprensión del trabajo del lector. Hasta hace poco, la teoría literaria ha enmarcado tácitamente el acto de leer ignorando los ojos y las manos, las posturas y hábitos de lectura, y negando cualquier conexión entre la vida trascendente de la mente lectora y la vida inmanente de la lectura en el cuerpo.
La entrada de las ciencias cognitivas y neuronales en la conversación de la teoría literaria ha complicado este dualismo, lo que ha obligado a los teóricos a reconocer la fisicalidad del cerebro y el sistema nervioso, donde la mente y la conciencia parecen encarnadas, pero el cuerpo físico denso aún reside al otro lado de la realidad, el dualismo, fuera de nuestro análisis de la práctica de la lectura.
Este manuscrito, por el contrario, se basa en la premisa de que la lectura es un acto físico, un logro asombroso del cuerpo humano que crea la conciencia. Prácticamente todos los cuerpos humanos son capaces de leer, dotados por la evolución de las especies de un cerebro y un sistema nervioso, con ojos y manos que pueden aprender las complejas habilidades que requiere la lectura. La lectura exige el trabajo de la conciencia y la cognición, la emoción y el espíritu, como ha supuesto la teoría literaria, pero todos estos atributos de la mente son logros del cuerpo, producidos por la interacción entre el cuerpo y el mundo, incluido el mundo textual. Cuerpos leídos. nervios, músculos, manos, cerebros, carne y sangre adaptados precisamente a la tarea de leer; en y a través de esa tarea conectando con el lenguaje, la sociedad, la cultura, la historia; en y a través de esa conexión que produce la mente, la conciencia, la experiencia textual.
La lectura es una práctica física que requiere una vasta pedagogía social. Las manos, los ojos y el cerebro deben aprender los procedimientos y respetar la lógica de la práctica. La lectura socializa el cuerpo, lo somete a una poderosa disciplina. Sin embargo, todos los cuerpos de lectura son únicos, con capacidades diferentes y socializados de manera diferente. Las prácticas de lectura son representadas por cuerpos idiosincrásicos específicos en entornos físicos y sociales complejos y concretos. De modo que empiezo con dos narrativas que ofrecen una rica descripción de los cuerpos de lectura específicos en el trabajo y que sugieren las cuestiones teóricas planteadas al afirmar la fisicalidad de la lectura. El magistral cuento corto de James Joyce, "A Little Cloud", culmina en una escena de lectura densamente narrada y emocionalmente poderosa; el pequeño Chandler, llamado así por su cuerpo “frágil” y “refinado”, acaba de pasar la velada con su viejo amigo Ignatius Gallagher, que ha dejado Dublín para convertirse en un periodista de éxito en Londres. El pequeño Chandler es un empleado, en esencia un copista, una persona que lee y "escribe" todo el día dentro de las limitaciones mecánicas y extremadamente estrechas de su trabajo. Pero también cultiva una vaga ambición por la gloria poética y la liberación personal, soñando que algún día podrá expresar su melancólica alma celta en verso. Chandler, en otras palabras, es un escritor fracasado, un aspirante a poeta, y una noche se enfrenta a una figura que encarna todo lo que nunca será: un escritor de éxito, un cosmopolita, un hombre que ha vivido un "vagabundo y vida triunfante” que contrasta marcadamente con la vida de Chandler de tranquila y ordinaria desesperación. En el transcurso de la noche, Chandler somete su cuerpo a sustancias de las que habitualmente se abstiene: whisky, puros, los ruidos y la vida vulgar, y al final de la salida, está lleno de resentimiento visceral por su propia vida convencional. Está casado con una esposa "remilgada" y común, que no tiene nada de la "pasión" y el "anhelo voluptuoso" que Chandler imagina en las mujeres europeas que Gallagher ha conocido. Chandler llega a casa con su esposa, hirviendo de ira apenas reprimida, intoxicado, amargamente energizado, peligroso. En el momento en que entra por la puerta, sus manos están ocupadas. Su esposa, enojada por su llegada tardía, se va al mercado y arroja a su bebé dormido a los brazos de Chandler. Sostiene al niño en su mano derecha y con la izquierda toma un volumen de la poesía de Byron, un símbolo del mundo al que aspira, esperando encontrar versos que se adapten a su estado de ánimo melancólico. Se nos ha dicho que el libro de Byron es uno de los muchos que compró en su época de soltero, pero que ahora ignora en su propia vida doméstica. En el pasado había querido leer estos versículos en voz alta a su esposa, pero es demasiado tímido para expresar su anhelo romántico. Ahora, en su ausencia, lee algunas líneas en voz alta, sintiendo “el ritmo del verso sobre él en la habitación” (Joyce). Pero en ese momento el bebé se despierta, comienza a llorar y rompe el estado de ánimo poético producido por el libro, dividiendo e incapacitando el cuerpo lector de Chandler. El llanto se intensifica y Chandler se rinde rápidamente: “Fue inútil. No sabía leer. No pudo hacer nada. El llanto del niño atravesó el tambor de su oído. ¡Fue inútil, inútil! Estaba preso de por vida ”(Joyce). En un momento de exasperación de los padres, se inclina hacia la cara del niño y grita "Alto" y, por supuesto, solo logra aumentar los gritos del bebé. Ahora se destruyen todos los pensamientos sobre la lectura y Chandler se aterroriza ante la frenética respuesta de su hijo. En ese momento su esposa regresa y calma al bebé, dejando a Chandler “bañado de vergüenza”, de modo que “las lágrimas de remordimiento brotaron de sus ojos”(Joyce).
En esta escena, Joyce dramatiza las complejas pasiones de un determinado cuerpo lector. El momento se describe con detalles físicos específicos, rodeado de un contexto social específico. Esta experiencia particular, fallida, de leer a Byron solo podría haber sido producida por Chandler, en este momento de su historia personal, en este estado corporal específico. Está bajo la influencia del alcohol; abrumado por la emoción; dividido somáticamente entre el libro y el bebé; sentirse atrapado física y espiritualmente en su hogar convencional; su matrimonio sin vida; su aburrida ocupación; su cultura desanimada y paralizada; y su momento en la historia de Irlanda. Todas estas condiciones de su cuerpo físico y social conspiran para socavar su lectura del poema de Byron. El llanto exigente y distractor del bebé hace que sea físicamente imposible producir los altos niveles de concentración visual y cognitiva necesarios para la lectura. Su ira, intoxicación, frustraciones personales y celos producen un cuerpo que no puede concentrarse en la tarea. En este momento, no puede integrar la lectura en su vida doméstica diaria y su cuerpo no está disponible para el trabajo interpretativo. Puede sostener el libro y escanear la impresión, pero no puede comprometerse completamente con sus intensas demandas emocionales. El cuerpo emocional que llega al texto en este momento no puede procesar las emociones del texto. Los momentos específicos de lectura son difíciles de capturar. La lectura es evanescente, temporal. El momento de la lectura está incrustado en un contexto material específico y mutable, y desaparece en un instante. Es el cuerpo mortal y cambiante el que lee y, a menudo, no deja rastro de sus acciones.
Afortunadamente, los artistas literarios como Joyce pueden hacer que esos momentos cobren vida ficticia, y los artistas visuales pueden capturar al menos la imagen del cuerpo lector en el trabajo. De hecho, existe un género de artes visuales que podría denominarse “mujer leyendo”, en pinturas de la época medieval en adelante, y más tarde en fotografías de los siglos XIX y XX, que intentan representar los cuerpos lectores de mujeres alfabetizadas. Tomemos como ejemplo una fotografía de Agatha Thornycroft de finales del siglo XIX.
Su cuerpo lector representando en la fotografía como un ideal femenino: hermoso, conmovedor, inteligente, pero domesticado e incorporado a la vida familiar. Ella es uno con el espacio que ocupa: su blusa combina perfectamente con las cortinas de la época. Pero aunque está representada en el ámbito doméstico, está, como cualquier buen lector, ausente de la escena. Su cuerpo y su mente están enfocados en el libro, no en el mundo físico y social. Parece haber encontrado la “habitación propia” de Woolf, un espacio personal, que le permite sumergirse por completo en el trabajo de la lectura. Si la historia de Joyce nos da un ejemplo de una situación física y social que no permite la lectura, en esta foto vemos un entorno de apoyo perfecto que potencia una experiencia de lectura ideal. Agatha se sienta, con una hermosa luz natural brillando sobre ella y sobre las páginas del libro. La arquitectura y el diseño interior del espacio parecen haber sido diseñados precisamente para el cuerpo de lectura: ella se beneficia de la luz natural, pero definitivamente está en el interior, protegida del viento y el frío y las distracciones del mundo exterior. Aquí, la lectura se presenta como el trabajo del cuerpo civilizado, como una práctica culta y educada apropiada para una joven respetable. La cultura burguesa del siglo XIX tenía sus preocupaciones sobre la lectura de las mujeres —que pudieran escapar de las demandas sociales en un mundo autoindulgente de fantasía de mala reputación o pensamiento independiente— pero no hay nada de esa ansiedad aquí. Esta lectura es admirable, enriquecedora y adecuada, incluso para una mujer en el ámbito doméstico. La pose corporal de Agatha expresa su total absorción. Sus ojos están absortos; sus labios están bellamente separados en lo que parece asombro. Es como si el libro fuera tan vivo, tan rico, que ella no pudiera asimilarlo todo. Su brazo derecho parece abrazar el libro, ligera pero íntimamente; el libro parece ser una extensión de su cuerpo, el principio organizador de su vida.
Al igual que con Joyce, se nos da un cuerpo de lectura que es absolutamente único: un cuerpo sorprendentemente individual en un mundo material y social específico. Es una lectora capaz, intelectual y emocionalmente, en un mundo que parece diseñado precisamente para su cuerpo lector. Parece haber aceptado las reglas y procedimientos corporales de la lectura, pero irradia afirmación y confianza. Ella producirá una lectura completamente propia, en lugar de someterse a un gusto aceptable o un juicio ortodoxo. Podemos ver en su pose la compleja relación entre las limitaciones físicas y sociales de la práctica y su capacidad para expresar el estilo personal, físico e interpretativo, del lector. Agatha lee con la confianza de un privilegio social que infunde tanto su trabajo cognitivo como su porte físico. La lectura se siente como una parte natural de su vida corporal, una tarea que puede realizar de todo corazón. El pequeño Chandler, por otro lado, no lee debido a una división dentro de sí mismo que se manifiesta en cuerpo y mente. Los cuerpos de carne y hueso de estos dos lectores — ojos y manos, posturas y hábitos — hacen visible el funcionamiento de sus cuerpos neurales —pensamientos y sentimientos, interpretaciones y respuestas— y nos recuerdan que leer es precisamente el cuerpo en acción.
En el canon de la teoría literaria, se dice poco sobre el cuerpo lector, especialmente el cuerpo operativo, habitual, el cuerpo que realiza la tarea. A partir de Aristóteles y Platón, la teoría literaria tiende a centrarse en el cuerpo como un lugar de efectos emocionales e ideológicos más que como un agente productivo. Las teorías clásicas de la catarsis explican cómo las emociones corporales se manejan mediante estrategias textuales, y las teorías contemporáneas de la identidad se han concentrado en cómo las imágenes corporales se ven afectadas por las formaciones ideológicas articuladas en el texto. En ambos contextos, el cuerpo del lector se representa como pasivo o receptivo, en lugar de comprometido o decidido. Los teóricos de la respuesta del lector han enfatizado el papel activo y productivo que juegan las emociones del lector en el proceso interpretativo, pero por lo demás, el cuerpo lector parece desaparecer de su análisis. Los movimientos del ojo, los gestos de la mano, la vida cotidiana habitual del cuerpo lector parecen demasiado mundanos, demasiado instrumentales, para requerir una atención crítica. Mi argumento será que es precisamente porque estas prácticas corporales son tan mundanas y habituales que tienen su poder casi invisible sobre la experiencia de lectura. Incluso dentro del movimiento de respuesta del lector, basado en la tradición fenomenológica, el cuerpo del lector está curiosamente ausente. Como dice Stanley Fish en su influyente artículo “Literatura en el lector: estilística afectiva”, la teoría literaria debe atender a “la conciencia activa del lector[59]”. El punto esencial e invaluable de Fish fue que el lector es un agente activo en la producción de significado, pero su sentido de agencia es puramente mental. Nunca hay una sensación de que la conciencia está encarnada, ya sea en el trabajo temprano de Fish que rastrea la actividad cognitiva del lector a medida que procesa el texto en desarrollo, o en su trabajo posterior que ubica la actividad del lector dentro de poderosas comunidades interpretativas. La conciencia está tan involucrada en una interacción compleja con el desarrollo del significado dentro de un universo textual que el cuerpo simplemente pasa desapercibido.
Creemos que es notable que las obras del movimiento de la respuesta del lector, las reflexiones teóricas más completas sobre la lectura jamás producidas, dejen de manera tan conspicua al cuerpo fuera de la ecuación. El lector es el creador de significado lingüístico, y ese trabajo se presenta como una práctica incorpórea de cognición y respuesta emocional. Una generación más reciente de teóricos orientados al lector ha comenzado a abordar este desequilibrio, centrándose en el cuerpo emocional y neuronal del lector. Karin Littau's Theories of Reading: Books, Bodies, and Bibliomania sostiene que la imagen del lector en la crítica de la respuesta del lector “tiende a ser una mente incorpórea en lugar de un ser fisiológico sentado al borde de su asiento, lágrimas brotando por dentro, pulso acelerado, hormigueo en la columna[60]”. Como sugiere esta cita, el principal interés de Littau está en el cuerpo emocional del lector, "los placeres afectivos del transporte" que pueden inducir una "fiebre de lectura", una adicción física que puede parecer contraria a la fría racionalidad de la comprensiva e interpretativa mente. Nuestro propio interés por el cuerpo del lector es diferente al de Littau, más operativo que emocional. Deseamos explorar las acciones habituales del cuerpo a nivel micro, especialmente los ojos y las manos, a medida que interactúan con el libro físico. Pero Littau logra llamar la atención sobre el cuerpo lector, durante tanto tiempo descuidado por la mayoría de las teorías literarias.
Fisiología de la novela de Nicholas Dames: lectura, ciencia neuronal y la forma de la ficción victoriana se centra en el cuerpo neuronal del lector, la base fisiológica de la psicología de la lectura[61]. Dames descubre el trabajo de científicos y eruditos literarios británicos del siglo XIX que pensaban en la lectura en términos corporales, intentando explicar la neurología de cuestiones como la calidad de la atención del lector, las tasas de consumo y comprensión, la capacidad de los lectores para dar sentido a textos muy largos y los movimientos de los ojos del lector como determinante de la velocidad de lectura. La fisiología de la novela nos recuerda una cepa en la teoría literaria que casi fue erradicada en el siglo XX por el surgimiento de las prácticas de la Nueva Crítica que enfatizaban el papel del lector como agente interpretativo incorpóreo, un énfasis que luego compartió el movimiento de respuesta del lector. Ofrecemos esta observación no tanto como una crítica, sino como una demostración de cuán profundamente se insinúa la desencarnación del lector en la historia de la teoría literaria.
Incluso Merleau-Ponty, el más consciente del cuerpo de los fenomenólogos, para quien el cuerpo es la presencia del ser humano en el mundo y el fundamento de toda actividad hermenéutica, no proporciona una reflexión sostenida sobre el cuerpo del lector[62]. Es el momento de dirigir la atención teórica al cuerpo procedimental, que realiza las tareas físicas de la lectura, y al cuerpo habitual, que integra la práctica en la vida cotidiana, junto con otros hábitos y funciones físicas. Nuestro argumento será que estos procedimientos y hábitos, realizados de forma única por cada lector, contribuyen y limitan el proceso activo mediante el cual los lectores producen el significado del texto. Los teóricos de la respuesta del lector descartan permanentemente la imagen del lector pasivo. Ya no podríamos pensar en el lector como una pantalla en blanco en la que se proyecta el significado o incluso como un mero decodificador de un mensaje plenamente presente en el texto. Nadie puede negar ahora que el lector es un agente que participa en la producción de significado, creando un significado real idiosincrásico a partir del potencial virtual de la semiótica textual. Nuestro objetivo es delinear el papel del cuerpo peculiar y específico del lector en ese proceso de producción activo. Aunque los teóricos de la respuesta del lector vieron la lectura como una actividad, siempre la vieron como una acción dentro de las limitaciones. Sus críticos a veces los ridiculizaron por defender un juego libre interpretativo en el que los lectores simplemente inventaban sus lecturas a partir de sus propios deseos, pero ninguno de los teóricos de la respuesta del lector adoptó esa posición.
Todos reconocieron que las acciones del lector están limitadas por el texto, por las normas lingüísticas y semióticas, por las comunidades interpretativas y por los contextos históricos y sociales. Ninguno de ellos estaría de acuerdo con la famosa afirmación de Sartre en "¿Por qué escribir?" que el lector existe “como pura libertad, como actividad incondicionada[63]”. Fish siempre ha tenido claro que la lectura y la interpretación se rigen por reglas: la comprensión... procederá en términos del sistema de reglas que comparten todos los oradores. Y en la medida en que estas reglas limitan la producción... también serán limitaciones en el alcance, e incluso en la dirección, de la respuesta; es decir, responderán a algún alcance, predecible y normativo[64]. Dentro de estas reglas y sistemas, los lectores deben adquirir "competencia". Para Fish, la lectura es una habilidad, una técnica que debe aprenderse dentro de la comunidad interpretativa que establece las reglas. En la misma línea, el ensayo de Jonathan Culler "Competencia literaria[65]", habla del sistema de convenciones que el lector ha asimilado, y que impone convenciones y procedimientos en el lector. Este tema de la restricción es tan fuerte, de hecho, que parece desconcertante recordar que los conservadores veían la respuesta del lector como una defensa de la anarquía interpretativa.
Los lectores se involucran en una construcción activa de un significado personal e idiosincrásico, pero primero deben aceptar las limitaciones interpretativas que hacen posible su tarea. Pero estos teóricos no reconocieron que la interacción física entre el cuerpo del lector y la forma material del texto también se rige por convenciones que imponen restricciones y requieren una competencia corporal específica. Los ojos del lector deben aprender las complicadas habilidades del movimiento eficiente, siguiendo las reglas establecidas por las convenciones gráficas de su cultura alfabetizada. Las manos deben aprender a sujetar y manipular el libro y, lo que es aún más desafiante, ahora deben aprender los protocolos inflexibles de los dispositivos de lectura digital.
Los ojos y las manos deben someterse a estas disciplinas tan profundamente que los procedimientos se conviertan en una segunda naturaleza, ya que cualquier habilidad artesanal se vuelve inconsciente para un maestro. Pero así como la teoría de la respuesta del lector enseña que las limitaciones producen diversidad interpretativa, las limitaciones físicas de la lectura también producen cuerpos de lectura distintivos. Incluso en las tareas de procedimiento del ojo y la mano, no hay dos lectores que procesen el texto material exactamente de la misma manera. Cada par de ojos toma un camino único a través del texto, y cada par de manos sujeta y manipula el libro o el dispositivo de manera diferente, en un estilo físico generado por los propios hábitos corporales del lector. Como dice Norman Holland en 5 Lectores, el tema de identidad de cada individuo se expresa en el proceso interpretativo[66]. Y ese mismo tema identitario también se expresa en las tareas cotidianas, en todos los aspectos de la vida: cada uno crea al menos su propia forma de caminar, hablar, sonreír, sentarse, dormir, amar, pelear, comer y todo lo demás. Añadiría a la lista de Holland el acto físico de leer. Cada lector crea un régimen único de hábitos de lectura, que incluyen movimientos oculares característicos, formas de captar el libro y las posturas físicas, todo entretejido en una vida cotidiana en la que cada individuo crea, como dice Pierre Bourdieu, un “modus operandi”, un estilo personal[67]. Este estilo lo podemos ver tanto en los hábitos físicos del lector como en los hábitos interpretativos, en todos los trabajos del cuerpo lector. Pero las tareas físicas de la lectura tienden a olvidarse en nuestro análisis de la práctica lectora. Esta invisibilidad existe porque la lectura, así como muchas otras tareas de alta demanda cognitiva, crea lo que el filósofo Drew Leder llama “el cuerpo ausente[68]”. En muchas actividades que se repiten con frecuencia, argumenta Leder, el cuerpo se aleja de la conciencia cuando enfocamos la atención en el objetivo de la actividad en lugar de en los procedimientos físicos que conlleva. Leder dice: normalmente uno utiliza su propio cuerpo de esta manera subsidiaria, atendiendo a un mundo externo. Para Leder, la lectura “exige solo un uso mínimo, aunque complejo, del cuerpo”, particularmente los ojos y las manos, y esto “relega la mayor parte del cuerpo a un papel meramente de apoyo. Olvidé mi torso, la posición de mis piernas, el panorama de los sentidos, mientras me concentro aquí en mi lectura y escritura ”(Drew). Incluso el trabajo de los ojos se olvida: para usted, el lector, la apariencia física de las palabras en esta página tiende a alejarse de la conciencia focal; el lector atiende desde estas marcas negras a los significados que revelan. Leder entiende la conciencia como un proceso dual en el que la atención se dirige hacia afuera, al objeto de percepción en lugar de a la fuente corporal de la percepción. Este olvido es eficiente, permitiendo que las percepciones y actividades cotidianas funcionen sin problemas, sin la distracción de la autoconciencia y, en particular, de la conciencia corporal. Pero Leder nos recuerda que si nos permitimos olvidar el cuerpo “ausente”, no podremos comprendernos plenamente a nosotros mismos ni a nuestras interacciones con el mundo, incluido el mundo semiótico del texto y las convenciones de lectura socialmente construidas pero profundamente incorporadas. Leder sostiene que el fenómeno del cuerpo ausente explica en parte el dualismo penetrante cuerpo-mente de nuestra cultura. Debido a que el cuerpo es relegado con tanta frecuencia a un trasfondo operativo, es fácil divorciar la mente del cuerpo, especialmente en una tarea como la lectura. La experiencia sentida de muchas tareas de alta demanda cognitiva es que requieren exclusivamente trabajo mental, y que tal trabajo no tiene un hogar corporal. Por lo tanto, Leder siente que el dualismo, aunque equivocado, tiene sentido experiencial: podemos olvidarnos del cuerpo y lo hacemos. Pero para muchas teóricas feministas, junto con otros antidualistas pensadores, la división mente-cuerpo es más que un recurso operativo; es una traición total a la encarnación humana. Cuerpos volátiles de Elizabeth Grosz: hacia un feminismo corporal presenta la filosofía occidental tradicional como una “negación del cuerpo” basada en “una somatofobia profunda”. El cuerpo se reduce a “un instrumento, una herramienta o una máquina a disposición de la conciencia, un recipiente ocupado por una subjetividad voluntaria y animada” y, por lo tanto, el cuerpo “requiere una disciplina y un entrenamiento cuidadoso[69]”. Desde la convicción de Platón de que el cuerpo es la prisión del alma hasta la estricta división entre la mente y el cuerpo de Descartes, hemos heredado un legado de dualismo anti-corporal que desalienta una comprensión completa de la experiencia encarnada.
La teoría feminista ha demostrado de manera convincente que la "somatofobia" se deriva de una negación de lo femenino. El cuerpo, como lo femenino, toma el lugar del otro excluido. En el dualismo salvaje y cruel imperante cree que las mujeres están dominadas por sus cuerpos, que son la fuente de su incapacidad para razonar y autogestionar, los logros de la mente. Sus emociones e impulsos corporales los hacen fuera de control, más allá y en contra de la fuerza de la razón[70]. Simone de Beauvoir articuló el obvio absurdo de esta creencia en El segundo sexo: el hombre ignora soberbiamente el hecho de que su anatomía también incluye glándulas, como los testículos, y que estas secretan hormonas[71]. Piensa en su cuerpo como una conexión directa y natural con el mundo, que cree aprehender objetivamente, mientras que considera el cuerpo de la mujer como un estorbo, una prisión, abrumado por todo lo que le es peculiar. El absurdo de la creencia, por supuesto, no disminuye su poder. Definir al hombre como mente y a la mujer como cuerpo, coloca a la mujer en el lugar de lo abyecto y divide falsamente la razón y la emoción, la mente y el cuerpo, el hombre y la mujer. La somatofobia de nuestros supuestos sobre la lectura asegura que la lectura está asociada con la cognición y la razón, definidas con seguridad como una práctica patriarcal, inmune a las influencias histéricas del cuerpo. Recordarnos a nosotros mismos la personificación de la lectura parecería desalojarla de la pureza de la conciencia, haciéndola vulnerable a la emoción incontrolable y a la fisicalidad burda. Nos obligaría a ver la lectura como una práctica física inmanente a la vida cotidiana.
Para contrarrestar las explicaciones esencialistas del cuerpo, en las que la biología es el destino, las feministas enfatizan el poder del discurso para moldear el cuerpo hasta el punto de que el cuerpo se vuelve discursivo. Elizabeth Grosz afirma la necesidad de "recuperar el cuerpo de los reinos de la inmanencia y la biología para verlo como un producto psicosocial" y Denise Riley sostiene que los cuerpos "trazan fenómenos que se producen por los giros de las grandes tecnologías y la política. . . En un sentido fuerte, el cuerpo es un concepto y, por lo tanto, difícilmente inteligible a menos que se lea en relación con cualquier otra cosa que lo soporte y lo rodee[72]”. Este giro al discurso ha sido decisivo, prácticamente desacreditando las ideologías esencialistas. Pero el costo de esta maniobra es una sensación disminuida del cuerpo sentido, el cuerpo vivido, en su peculiaridad desordenada. Puede que sea retórica y estratégicamente necesario ver el cuerpo como un concepto psicosocial, pero el "concepto" difícilmente hace justicia a la experiencia cotidiana del cuerpo. Carol Bigwood dice que un cuerpo y una naturaleza formados únicamente por significados, discursos e inscripciones sociales y políticos son productos culturales, desencarnados de su contenido existencial completo. El cuerpo postestructuralista... es tan fluido que puede adoptar formas de realización casi ilimitadas. No tiene peso terrestre real[73]. La figura del lector se presta obviamente al análisis como un producto discursivo comprometido íntimamente con el desarrollo y procesamiento temporal del discurso. Pero quiero recordarnos el “peso terrestre” del lector como cuerpo activo, de carne y hueso, inmerso en la inmanencia de la que Grosz quiere “recuperarlo”. Por supuesto, también hay teóricas feministas que ofrecen una imagen más activa y robusta del cuerpo. Judith Butler describe el género como “un proyecto corpóreo sostenido y repetido” o una “estrategia” que crea “una estilística de la existencia[74]”. Butler no quiere negar la discursividad del cuerpo, pero declara la agencia del sujeto individual para resistir el discurso - “los cuerpos nunca cumplen del todo” - y para crear una vida física que las disciplinas sociales no pueden predecir completamente. La "estilística corporal" de Butler se refiere a las prácticas habituales de la vida cotidiana: ropa, gestos, porte, interacciones dentro de contextos físicos y sociales, prácticas en cuya identidad se construye.
El cuerpo del lector está sujeto a la regulación y es capaz de improvisar, comprometiéndose en un proyecto corpóreo sostenido y repetido que produce un régimen cotidiano único que no puede reducirse a las regulaciones. Trinh T. Minh-ha afirma que “no tenemos cuerpos, somos nuestros cuerpos y somos nosotros mismos mientras estamos en el mundo[75]”. Para explicar nuestro descuido del cuerpo, Minh-ha invoca un mito casi blakeano en el que el ego y la razón derrotan al cuerpo: “El ego es una identificación con la mente. Cuando se desarrolla el ego, la cabeza se hace cargo y ejerce un control tiránico sobre el resto del cuerpo". Como resultado, malinterpretamos la naturaleza misma del pensamiento y la conciencia al separarlos del cuerpo: el pensamiento es un producto tanto del ojo, del dedo o del pie como del cerebro. Evocando las ideas de las artes marciales y otras formas de meditación somática, Minh-ha quiere ver la conciencia y la cognición como infundidas en todo el cuerpo, el centro de energía en la parte inferior del abdomen tan vital para las artes marciales y las prácticas de movimiento. Minh-ha nos señala una conciencia encarnada que no permite los dualismos simples que dominan nuestra comprensión general de la vida humana y nuestra comprensión específica de la lectura. Con este robusto sentido de encarnación, afirmaremos que no es que la mente del lector esté encarnada, sino que el cuerpo lee (todo el cuerpo, músculos y huesos, nervios y cerebro) y que las operaciones de la mente, construidas socialmente, históricamente condicionadas, en todas sus sutiles interacciones con la complejidad de los textos, son las obras del cuerpo. Este trabajo encarnado del cuerpo "ausente" se hace visible si pensamos en la lectura como una práctica. Las exploraciones de Pierre Bourdieu de este término son las más influyentes en la teoría social y cultural reciente, pero hay muchos filósofos y teóricos que a menudo se derivan de la ética de Aristóteles, que arrojan luz sobre el concepto de práctica, que siempre implica al cuerpo[76]. Siguiendo a Bourdieu pero con algunas reservas y diferencias, definimos una "práctica" en estos términos:
1. Una práctica es una acción con un propósito. Los individuos involucrados en las prácticas tienen metas y estrategias dirigidas a cumplir con la lógica de la práctica.
2. Una práctica es una acción que se repite con frecuencia, que forma parte de la vida cotidiana. Se repite con tanta frecuencia que se convierte en una "segunda naturaleza" y eventualmente requiere poca o ninguna atención consciente.
3. Una práctica opera por medio de un “habitus”, un conjunto de disposiciones, supuestos, hábitos y pautas morales adquiridos a través de la repetición. Estas son las disposiciones que conducen al éxito en la práctica, permitiendo un abanico de improvisaciones que adaptan la práctica a situaciones cambiantes.
4. El habitus de una práctica se materializa en el practicante. El cuerpo aprende las habilidades físicas necesarias para la práctica y desarrolla las posturas y gestos habituales que conducen al dominio. Bourdieu llama a esta encarnación el habitus hexis.
5. Aunque a menudo funciona sin atención consciente, una práctica debe aprenderse y puede mejorarse mediante un esfuerzo consciente. Una práctica puede convertirse en el método de un individuo; una forma de estar en el mundo. Puede llegar a importar lo suficiente como para que la excelencia en la práctica se convierta en una meta.
6. Una práctica puede volverse fundamental para la identidad de un individuo. Mucha gente cocina, pero algunas personas asumen la práctica como una vocación autodefinida y se consideran chefs, organizando su vida diaria en torno a la práctica.
7. Toda práctica genera una comunidad que comparte los valores y creencias, las formas de pensar y sentir y mover el cuerpo que fomenta el habitus de la práctica.
Estamos particularmente interesados, por supuesto, en la encarnación del habitu en hexis. Pero analizar la hexis del cuerpo lector contribuye a su vez a una comprensión más general del habitus de la lectura: los valores, las creencias, los procedimientos cognitivos y las disposiciones emocionales de la comunidad de lectores y los contextos sociales e históricos en los que operan. Para usar la frase de Butler en un contexto diferente, la lectura es un “proyecto corpóreo sostenido y repetido”. La práctica de la lectura impone exigencias de procedimiento al cuerpo lector. Los ojos deben moverse por la página en saltos disciplinados pero flexibles, y las manos deben sujetar y manipular el libro para que los ojos puedan hacer su trabajo. Estas tareas físicas deben enseñarse y aprenderse, al principio de manera bastante consciente, para que el lector novato pueda tener acceso físico al texto, pero eventualmente deben volverse inconscientes, para que el lector pueda concentrarse en el trabajo cognitivo. Es decir, la práctica debe encarnarse y, por lo tanto, "ausentarse" de la conciencia. Como todas las prácticas, la lectura tiene un objetivo pragmático, la comprensión y todo lo que sigue, los procedimientos de la práctica deben subordinarse al resultado deseado. Si atendemos a esos procedimientos, podemos ver cómo los cuerpos lectores también ponen en funcionamiento las directrices sociales internalizadas aprendidas en las instituciones pedagógicas de la alfabetización. Ver la lectura como un acto del cuerpo es verla como una práctica social con la necesidad de un cuarto propio al modo de Virginia Woolf.
“Práctica” es un término amplio que coloca el acto de leer en un contexto con muchos tipos diferentes de acciones cotidianas, que incluyen artes y oficios, profesiones, deportes, prácticas espirituales, rituales e interacciones sociales. Todas estas prácticas se repiten sin cesar pero son impredecibles. Los practicantes deben someterse a la lógica de la práctica, pero son libres de improvisar dentro de esa lógica. Los jugadores de póquer conocen las reglas del juego, pero toman decisiones en cada momento del juego reaccionando a las situaciones específicas que se presentan. Han jugado el juego con tanta frecuencia que son libres de operar "instintivamente" dentro de él. De manera similar, los lectores han interiorizado los procedimientos de la práctica, de modo que pueden adaptar sus cuerpos a las demandas únicas de un desafío de lectura en particular. Por pura repetición, han asumido el habitus de la práctica, definido por Bourdieu como “el principio generativo instalado de forma duradera de las improvisaciones reguladas”. El habitus no es un conjunto de reglas rígidas, sino más bien un sistema de disposiciones, es decir, formas permanentes de ser, ver, actuar y pensar, o un sistema de esquemas, esquemas o estructuras duraderos (en lugar de permanentes) de percepción, concepción y acción. Las disposiciones y hábitos instalados en el practicante se convierten en “un principio estructurado de invención, similar a una gramática generativa capaz de producir un número infinito de oraciones nuevas según patrones determinados y dentro de límites determinados” (Bourdieu). En un proceso dialéctico, asumimos el habitus de la lectura comprometiéndonos en la práctica de la lectura, y la práctica de la lectura procede en la línea que posibilita el habitus. La lectura se convierte en una segunda naturaleza:
Cuerpo hexis habla directamente de la función motora, en la forma de un patrón de posturas que es tanto individual como sistemático, porque está vinculado a todo un sistema de técnicas que involucran el cuerpo y las herramientas, y cargado de una serie de significados y valores sociales: en todas las sociedades, los niños están particularmente atentos a los gestos y posturas que, a sus ojos, expresan todo lo que hace a un adulto consumado: una forma de caminar, una inclinación de la cabeza, las expresiones faciales, las formas de sentarse y de usar los implementos, siempre asociado a un tono de voz, a un estilo de hablar y (¿cómo podría ser de otra manera?) a una determinada experiencia subjetiva (Bourdieu). Para Aristóteles Hexis: «posesión». «disposición» o «estado activo”.
Estas “cosas que se dan por sentadas” están incorporadas en las prácticas y determinan nuestras perspectivas sobre todas nuestras experiencias, incluidas nuestras experiencias de los textos. Son elementos de nuestro “horizonte de interpretación”, el conjunto de expectativas y supuestos que orientan el trabajo interpretativo. En la medida en que la hexis del lector estructura la experiencia pero permanece inconsciente, contribuye a la tarea cognitiva e interpretativa de la lectura. La disciplina del cuerpo en la práctica tiende a producir una lectura socialmente disciplinada del texto. Esto no quiere decir que todas las lecturas en un contexto social dado sean idénticas. Hexis permite la improvisación y la adaptación individual. Sugiere que "leer a contrapelo" es más difícil de lo que afirman algunos teóricos. El grano corre profundo, en los mismos cuerpos de los lectores y en todas las comunidades construidas en torno a sus prácticas interpretativas. Sin embargo, hay muchas lecturas posibles permitidas por el habitus de la práctica, porque hay muchas adaptaciones individuales de hexis. Bourdieu articula este sentido de libertad dentro de las limitaciones, citando las innumerables elecciones minuciosas, perfectamente improvisadas y perfectamente necesarias, que uno es capaz de operar instantáneamente en cada momento de la vida y cuyo producto logrado uno descubre, al final, casi como un espectador. El habitus permite la espontaneidad y la improvisación, pero solo dentro de la lógica de sus intenciones prácticas. Marcel Mauss proporciona una terminología alternativa para la hexis de Bourdieu con su término “técnicas del cuerpo[77]”. Mauss utiliza este término para describir “las formas en que, de sociedad en sociedad, los hombres saben cómo usar su cuerpo”. Analiza ejemplos como caminar, nadar, bucear, marchar, cargar a un niño, dormir, ponerse en cuclillas, sentarse y descansar, todo hecho de manera diferente dentro de las diferentes sociedades. Cuenta la historia de un regimiento británico que descubrió que no podía marchar eficazmente al ritmo de los tambores franceses, cuya "técnica" se adaptaba al paso de las tropas francesas, no británicas. El proceso de adquisición de estas técnicas es social: no son simplemente un producto de algunos arreglos y mecanismos puramente individuales, casi completamente psíquicos. Más bien, son “las técnicas y obras de la razón práctica colectiva e individual”. Se aprenden en un proceso social en gran parte inconsciente: “el niño, el adulto, imita acciones que han tenido éxito y que ha visto realizar a personas en las que tiene confianza y que tiene autoridad sobre él. La acción se impone desde afuera, desde arriba, aunque sea una acción exclusivamente biológica, involucrando su cuerpo”.
Los más jóvenes aprenden de los adultos, sus padres, profesores y familiares el estilo de leer. Así que profesores que son vistos leyendo, escribiendo… es esa la tradición que inspiran.
En el nivel micro, este proceso ocurre dentro de las familias y en los contextos locales, pero se relaciona con las realidades sociales del nivel macro: Mauss dice que las prácticas son “ensambladas para el individuo no solo por él mismo sino por toda su educación, por toda la sociedad a la que pertenece, en el lugar que ocupa en ella”. Como Bourdieu, Mauss ve las prácticas como fuerzas conservadoras: “Llamo técnica a una acción que es eficaz y tradicional. No hay técnica ni transmisión en ausencia de tradición”. Tomo de las técnicas del cuerpo de Mauss el tema de la operación hábil. Se puede marchar bien o mal. Se puede ver gracia o torpeza en un buceador o en el movimiento de un andador o incluso en un cuerpo en reposo. Bourdieu llama a esta habilidad "savoir faire", una comprensión incorporada de la tarea y de los estándares de excelencia honrados dentro de la comunidad de práctica (esquema de una teoría de la práctica). Cualquiera en la comunidad puede reconocer la excelencia en la técnica, aunque ni el practicante ni el observador pueden articular los fundamentos de ese reconocimiento. La autoconciencia no es necesaria para sobresalir en una práctica. Bourdieu, de hecho, argumentaría que la autoconciencia se interpone en el camino de la práctica hábil, desviando la atención del practicante del momento en el que se desarrolla la práctica, adaptándose siempre a nuevas situaciones, sin tiempo ni inclinación para reflexionar. Los lectores también desarrollan técnicas de cuerpo en su práctica diaria. Con el tiempo, sin mucha atención consciente, se convierten en lectores con habilidades físicas y cognitivas. Sus ojos y manos aprenden a operar por sí mismos, lo que permite una práctica de lectura cada vez más eficiente. Las prácticas en términos éticos, son el intento de dominar una práctica al desarrollar las virtudes morales requeridas por la práctica. MacIntyre dice[78]:
Por "práctica" me refiero a cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa socialmente establecida a través de la cual los bienes internos a esa forma de actividad se realizan en el curso de tratar de alcanzar los estándares de excelencia que son apropiados y parcialmente definitivos de esa forma de actividad, con el resultado de que se amplían sistemáticamente las facultades humanas para alcanzar la excelencia y las concepciones humanas de los fines y de los bienes involucrados.
MacIntyre conecta aquí la práctica con la búsqueda de la excelencia. Una práctica adquiere estatura moral cuando el practicante la persigue por sí mismo, por los bienes inherentes a la realización de la práctica, más que por los bienes que pueden alcanzarse mediante la práctica. Un practicante moralmente resuelto se dedica a la práctica porque se siente intrínsecamente valioso y, como tal, merece ser ejecutada con dedicación a la calidad. En el proceso de búsqueda de la excelencia, el practicante obtiene las virtudes que exige una práctica determinada y particular. El jugador de ajedrez aprende la virtud del pensamiento estratégico. El policía aprende lealtad. El profesor aprende a tener paciencia y escribir con rigor. Y el lector aprende las virtudes de la lectura: obediencia al código, dedicación a la comprensión profunda, atención al detalle, apertura al mensaje del texto, empatía con la perspectiva del autor, distancia crítica, etc., todas las virtudes interpretativas que la hermenéutica engrandecen la tradición. Las acciones crean disposiciones (hexis en griego, habitus en latín), especialmente acciones que importan lo suficiente como para crear un deseo de excelencia. MacIntyre escribe en la tradición de la Ética a Nicómaco de Aristóteles, en la que la virtud se gana solo haciendo la práctica: la forma en que aprendemos las cosas que debemos hacer, sabiendo cómo hacerlas, es haciéndolas. Por ejemplo, las personas se convierten en constructores al construir y en jugadores de cítaras jugando a la cítara. Así también, entonces, nos volvemos justos al hacer cosas justas, moderados al hacer cosas moderadas y valientes al hacer cosas valientes.
La lectura Katharine Breen nos recuerda que en la cultura medieval se creía que la práctica cotidiana de la lectura era fundamental para el proceso de desarrollo moral. Se consideró que la adquisición de la alfabetización latina y, más tarde en el período, la alfabetización vernácula implicaba la adquisición de la virtud misma[79]. A medida que adquiere el habitus de la gramática, el estudiante no solo aprende reglas, sino que él mismo se regula, se hace regular, por el idioma que estudia y la disciplina del aula en la que lo estudia. En este contexto, “habitus” es la posesión de la razón misma, que tiene una función religiosa, en su capacidad de articular las verdades universales de la fe cristiana. Habitus comienza en el esfuerzo por dominar la gramática, pero conduce a una ética sistemática y plenamente interiorizada. Este esfuerzo requiere dedicación diaria a la adquisición de una habilidad que debe convertirse, como diría también Bourdieu, la segunda naturaleza a través de la repetición. La repetición implica la mejora, como en la práctica de un oficio, de modo que un habitus es a la vez la culminación de un régimen de entrenamiento cuidadosamente diseñado y casi completamente automático. En la cultura medieval, la formación requiere la sujeción a una “comunidad ordenada normativamente”. La comunidad de la práctica define los términos de excelencia y transmite esos estándares a los nuevos profesionales, reproduciendo la estructura de la comunidad y la sociedad que la apoya. Las líneas de poder están claras; el habitus de la lectura es una forma de organización física y mental impuesta desde fuera y luego incorporada y perfeccionada según las capacidades de cada individuo. Esta dinámica de imposición e incorporación significa que los valores de la comunidad se convierten en los valores del practicante individual, entrenados en el cuerpo como presuposiciones inconscientes, tanto más poderosos porque se sienten naturales, inevitables, dictados por la lógica de la práctica misma. Adquirir un habitus particular es crear una infraestructura en el alma, un conjunto de caminos intelectuales y morales que hacen que ciertos tipos de acción sean fáciles y placenteros mientras que otros se envían al desierto.
Estos usos del término habitus sugieren que las prácticas siempre están encarnadas y son comunales, un régimen físico y un compromiso cognitivo/ético. Un análisis completo de la lectura como práctica cultural sería una tarea imposible, mucho más allá del alcance de un solo manuscrito. En cierto sentido, gran parte de la historia de la teoría literaria podría pensarse en estos términos, como un análisis continuo de la ética, los procesos cognitivos y emocionales y las prácticas interpretativas de la lectura. Pero la hexis de la lectura no ha recibido un tratamiento extenso. Los académicos en campos especializados como la ciencia cibernética en la interacción humano-computadora y la ergonomía se han interesado en los ojos y las manos, los hábitos y las posturas de los lectores, pero no han intentado conectar estos procesos operativos con el trabajo cognitivo, emocional e interpretativo de leer. La pregunta que motiva nuestro texto es: ¿Cómo se relaciona la hexis con la hermenéutica? ¿Cómo afectan los procedimientos y hábitos del cuerpo lector a nuestras experiencias en los textos? Este enfoque en la práctica pone en primer plano dos aspectos relacionados del cuerpo lector: los procedimientos físicos y la vida habitual de la lectura en la experiencia diaria. La lectura impone complejas demandas de procedimiento, más complejas de lo que algunos analistas han permitido, en los ojos y las manos. Los ojos del lector, por ejemplo, están sujetos a elaboradas reglas de movimiento y enfoque. La distribución y el diseño de libros, revistas, periódicos, anuncios, sitios web, blogs, mensajes de texto y correos electrónicos son todos diferentes y todos requieren movimientos oculares complicados y precisos. No hay nada natural en estos movimientos. Deben aprenderse y practicarse hasta el punto de dominio inconsciente, pero a menudo no se enseñan explícitamente, por lo que el proceso pedagógico ocurre tácitamente, en las acciones de los padres y maestros y en las adaptaciones inteligentes de los lectores en desarrollo.
Como diría Leder, los ojos del lector están ausentes de la conciencia, pero sin embargo operan con una disciplina cinética estricta y eficiente. De manera similar, las manos del lector se vuelven adeptas a las demandas de lectura de habilidades manuales. Aprenden a sostener el libro, o cualquier otro dispositivo de lectura, en un agarre eficiente, adaptándose a su tamaño y peso, encontrando formas de mantener la relación física requerida entre los ojos y el libro durante largos períodos de tiempo sin las ineficiencias de la fatiga. Aprenden cómo pasar la página, cómo hojear un libro en busca de ubicaciones específicas, cómo administrar el libro junto con la taza de café, cómo leer el periódico y agarrarse al poste del metro, etc. Ninguna de estas tareas requiere una alta carga cognitiva, pero todas son bastante precisas y necesarias para la tarea de lectura. Y ahora que los lectores deben ser expertos en manipular muchos formatos de lectura, la demanda de manos diestras para leer ha aumentado drásticamente.
Leer en dispositivos digitales requiere movimientos de la mano muy hábiles para controlar los cursores, activar las pantallas táctiles, cambiar el tamaño de la pantalla y seleccionar opciones textuales. La interacción humano-computadora requiere una inteligencia háptica que excede las demandas de los textos impresos, pero toda lectura involucra a las manos en la producción de significado. Los filósofos y los críticos culturales han señalado durante mucho tiempo la importancia de la visión y el compromiso táctil en la producción de conocimiento (piense en Heidegger en la mano humana) y la lectura requiere tanto el enfoque preciso de la mirada óptica como el agarre directo y contundente de la mano. Lo que parecen ser meramente procesos rudimentales son, de hecho, un conjunto incorporado de actividades precognitivas que dan forma al trabajo interpretativo de la lectura. Y como los trabajos de las manos y los ojos son incorporaciones adiestradas del habitus, implican al cuerpo lector en procesos sociales y regímenes disciplinarios. Como sugiere la palabra habitus, pensar en la lectura como una práctica cultural conduce a un interés en los hábitos físicos de los lectores.
Roger Beaty, de la Pennsylvania State University y especialista en el estudio de la creatividad, “es un proceso de lectura gobernado en tándem por el hipocampo —una estructura en forma de caballito de mar incrustada en el lóbulo temporal del cerebro— y la red neuronal de activación cerebral por defecto[80]”. Nuestro cerebro es un catalizador incesante, insaciable, para la invención y la innovación —no deja de soñar—, “nada puede disuadir al poeta”, escribe Thoreau en Walden, “porque está movido por el amor puro. ¿Quién puede predecir sus idas y venidas? Su negocio lo llama a todas horas, incluso cuando los médicos duermen[81]”
Todos los lectores experimentados desarrollan posturas habituales y formas de ocupar el espacio. Estas posturas van desde el cuerpo erguido ergonómicamente correcto en la silla de trabajo hasta los cómodos e informales despliegues de la lectura por placer. Implican todo el cuerpo, desde las manos que agarran el libro hasta los brazos y hombros que soportan su peso, pasando por la espalda que sostiene la pose (y a menudo cae presa del cansancio en las sesiones de lectura prolongadas), e incluso las piernas y los pies. que deben colocarse cómodamente en posturas sentadas. Estas posturas contribuyen al desarrollo de hábitos cognitivos y emocionales, que a su vez son visibles en el comportamiento del lector. Los lectores también hacen uso del espacio físico de formas características y habituales. Encuentran o crean espacios perfectamente diseñados para la lectura, o adaptan creativamente su práctica al espacio en el que habitan. Los lectores expertos pueden operar en bibliotecas y salas de lectura, pero también en restaurantes y salas de espera, metro y parques de la ciudad.
Dondequiera que estén, los lectores ocupan el espacio de una manera compleja: su actividad aleja su conciencia consciente del espacio y de las otras personas que lo habitan y, sin embargo, el espacio influye sutilmente en su práctica de lectura. Estos hábitos del cuerpo lector integran la lectura en todos los demás hábitos y funciones físicas de la vida cotidiana. Las personas leen mientras comen, se duermen, se bañan, viajan en un automóvil, toman el sol en la playa, incluso mientras se sientan en el inodoro. Los lectores habituales crean un estilo de vida centrado en la lectura. Cuando ingresa a la casa de un lector empedernido, lo sabe de inmediato: los muebles, la iluminación, el material de lectura cuidadosamente colocado o esparcido, todos hablan de las formas en que el hábito de leer se ha convertido en un elemento central de la identidad personal del lector. La vida habitual de la lectura crea una atmósfera somática para las tareas intelectuales y emocionales de la lectura. Cuando hablamos de la interpretación como un acto construido socialmente, generalmente tenemos en mente las estructuras discursivas y epistemológicas de la sociedad en la que está inmerso el lector, pero las restricciones sociales hogareñas creadas por las prácticas habituales son las formas cotidianas y rutinarias de ese proceso de construcción. Muchas de las actividades diarias asociadas con la lectura son hábitos del cuerpo físico denso, el cuerpo evocado por Bakhtin. Cuando reconocemos que leemos mientras comemos, cuando nos acostamos enfermos en la cama, cuando alucinamos con sexo, cuando nos sentamos en la bañera, la lectura sufre lo que Bakhtin llama "degradación". Lo que parece ser un ejercicio intelectual refinado se revela como una práctica corporal.
Evidentemente, esta no es nuestra imagen de sentido común de la lectura como práctica hermenéutica. La lectura parece sumamente civilizada, en el sentido que Norbert Elias le da al término, una práctica dirigida precisamente a elevar al ser humano por encima de sus funciones corporales, pero en un retorno de lo reprimido, tal vez, la lectura se asocia a través del hábito cotidiano con lo "pre-civilizado" del cuerpo humano animal, mortal[82]. El cerebro que comprende el texto, la química neuronal que empatiza con los personajes, los ojos que escanean la página, las manos que sostienen el libro, las posturas que adoptan los lectores y los hábitos con los que se conecta la lectura, estos son todos los factores clave, el idiosincrásico, de carne y hueso, histórica y socialmente construido, hermenéuticamente comprometido cuerpo de lectura.
Cuando los teóricos de la respuesta del lector describieron el encuentro entre el lector y el texto, estaban pensando en un encuentro de mentes: la conciencia del lector se encuentra con el significado del texto y, a través de él, la mente del autor. Pero ese encuentro también es físico. Las manos del lector se encuentran con el papel del libro en un toque que deja huellas en ambos. El papel es poroso. Las yemas de los dedos son porosas. La lectura implica un intercambio químico. Cualquier sustancia que ya esté en los dedos se transferirá físicamente a las páginas del libro y la composición química del libro se transferirá a los dedos. Las huellas del libro entran físicamente en el cuerpo del lector. Cuando manejamos las páginas, el papel absorbe las moléculas. Piense en la sensación de un libro de bolsillo dejado en una casa en la playa, cómo se hincha con la humedad del aire costero. Muchos lectores son sensibles a esta historia físico-química del libro. Pueden detectar en el olor o la textura de las páginas los hábitos del lector anterior. Pueden oler la comida o el humo o el moho que se desarrolla a medida que los libros envejecen. Las moléculas del libro entran tanto por la nariz como por las yemas de los dedos. Respiramos lo que leemos. Absorbemos la sustancia física del libro, al igual que el libro absorbe las sustancias que le llevamos. Para decirlo directamente, la lectura es asquerosa. El desarrollo reciente de dispositivos de lectura digital disminuye pero no elimina esta fisicalidad.
El plástico del dispositivo es mucho más antiséptico y la experiencia del tacto es menos íntima, más puramente operativo en efecto, creemos que se podría argumentar que este repudio a la interacción táctil y química es parte del atractivo de los dispositivos de lectura, pero incluso el plástico se desgasta, y dejamos huellas de nuestro manejo manual del dispositivo en la superficie del plástico. No se puede escapar a la fisicalidad de la lectura.
En contraste con la intimidad del tacto, pensamos en la experiencia visual como más distanciada, más separada del objeto de percepción. Mark Smith, en Sintiendo el pasado: Ver, oír, oler, saborear y tocar la historia, describe lo que él llama "la gran división" en la historia de la sensación humana: antes de la modernidad, antes de la revolución de Gutenberg, "los sentidos de proximidad”-el tacto, el olfato, el gusto- fueron predominantes en el rico sensorium de la vida premoderna, mientras que después de la llegada de la imprenta, así como otros avances modernos en la presentación gráfica, la visión tomó poder, conectando “vista y lógica, vista y razón, visión y objetividad[83]”. De todos los sentidos, la visión parece menos física, y está más claramente conectada con la cognición, el análisis y la observación cuidadosa. Sin embargo, Smith siente que la gran división es demasiado simple. La visión, por supuesto, jugó un papel importante en la vida premoderna, y los sentidos cercanos, que parecen desterrados a la abyecta negación por la modernidad, continúan teniendo una influencia subliminal. Aunque verse personificado por la lectura ha sido la categoría principal por la cual se ha entendido al yo moderno para enmarcar el mundo y separarlo como un objeto de conocimiento, comprensión y manipulación, los libros y la lectura tienen “una cualidad profundamente táctil. Los libros fueron, y son, sostenidos, transportados, abiertos, tocados con los dedos, y acariciados. Podemos procesar conscientemente la lectura como una experiencia predominantemente visual, pero todo el cuerpo sensorial está involucrado en el acto. Y a pesar de nuestra asociación cultural de la visión con la razón y el desapego, basada en nuestra capacidad para detectar objetivos visuales distantes, la visión no está incorpórea o desconectada del objeto de la visión porque el objeto de la visión es la luz, reflejada en las superficies y la luz entra en el cuerpo a través de los ojos.
En el caso de la lectura, la luz se refleja en la página, poniendo en relieve el patrón de espacio negativo de la impresión contra el marcado brillo del fondo blanco. Los lectores se colocan de manera que la luz disponible se refleje en la página y se refleje en sus ojos, atravesando la córnea y la pupila y el gel vítreo del ojo para tocar la retina, que luego comunica al cerebro los impulsos eléctricos creados por este sentido, la visión es táctil: la luz reflejada por los objetos entra en el cuerpo del perceptor. En el acto de leer, es este contacto entre la luz reflejada en la página y la retina del ojo del lector lo que inicia el proceso de comprensión. Es decir, la lectura es en todos los sentidos una práctica física, desde las manos y los ojos hasta la carne del cerebro que logra la cognición y la interpretación.
El poder cognitivo de estos procedimientos y hábitos corporales se deriva del hecho de que operan por debajo de la conciencia. Lakoff y Johnson y muchos otros interesados ??en la cognición incorporada llaman a este poder “el inconsciente cognitivo”, la “mano oculta” que “da forma a cómo comprendemos automática e inconscientemente lo que experimentamos[84]”. Argumentan que las propiedades mismas de los conceptos se crean como resultado de la forma en que el cerebro y el cuerpo están estructurados y la forma en que funcionan en las relaciones interpersonales y en el mundo físico. Lawrence Shapiro en The Mind Incarnate, usa el término “andamiaje subcognitivo[85]”. “El cuerpo”, dice, “de muchas formas preprocesa la información que recibe el cerebro y de otras formas afecta la forma en que el cerebro gestiona la información”. El cuerpo es más que un simple caparazón para la mente, más que un recipiente que la mente pilota. El cuerpo está profundamente involucrado en las operaciones mentales. Y el cuerpo, como lo conceptualiza Shapiro, no es un cuerpo genérico, es el cuerpo de un individuo específico, en toda su idiosincrasia: las características morfológicas y anatómicas burdas tienen un impacto generalizado en los tipos de conceptos que uno desarrolla para luchar contra el orden y la organización en el mundo... la conceptualización no puede ser neutral al cuerpo, sino que debe entenderse en relación con las propiedades de cuerpos particulares.
Desde esta perspectiva, como dice Evan Thompson en Mind in Life: Biology, Fenomenology, and the Sciences of the Mind, debemos pensar en la mente como un sistema dinámico incorporado en el mundo, en lugar de la mente como una red neuronal en la cabeza[86]. Las interacciones con el mundo dan forma a ese sistema: las estructuras y procesos cognitivos emergen de patrones sensoriomotores recurrentes de percepción y acción. Lo que hace nuestro cuerpo, especialmente lo que hacemos repetida y habitualmente, da forma al andamiaje subcognitivo, que a su vez da forma al proceso cognitivo de una práctica como la lectura. Hexis es hermenéutica. La lectura como cognición incorporada es la base del libro de Gillian Silverman[87] Bodies and Books: Reading and the Fantasy of Comunión in America century XIX. Silverman escribe en términos fenomenológicos: “Incluso antes de que un lector le dé sentido a un libro, se involucra en lo que Heidegger llama precomprensión, una aprehensión intuitiva hecha posible por la existencia de uno en el tiempo y el espacio. Según este razonamiento, el conocimiento no es un acto de ideación aislada sino una dimensión del ser en el mundo (Dasein), una respuesta situada a los objetos interconectados y nuestro lugar entre ellos”. Se evoca a Merleau-Ponty para enfatizar la naturaleza encarnada del Dasein: la conciencia aquí no se puede reducir al “cogito” cartesiano; más bien, es un fenómeno vivido del cuerpo-sujeto, una conciencia de la subjetividad encarnada y las interacciones con el mundo de la vida. En su estudio de lectores del siglo XIX, Silverman está interesada en la fisicalidad de la lectura por una razón paradójica: el compromiso del cuerpo permite al lector crear una elaborada fantasía de comunión física con el autor y con otros lectores del mismo libro. Debido a que el cuerpo del autor da existencia al texto físico, y que otros lectores han manipulado físicamente el mismo objeto, el lector tiene una garantía para imaginar que la lectura produce un encuentro corporal con esos otros sujetos a pesar de su manifiesta ausencia del escenario actual de lectura.
El proyecto de Silverman la lleva a reconocer la encarnación de la lectura, pero no requiere que analice esa encarnación en términos operativos. No le interesa tanto lo que las manos, los ojos y las posturas logran en la lectura, sino la realidad imaginaria de la intimidad física que el lector puede construir. Los procedimientos de lectura a través de la repetición sin fin se convierten en programas motores que operan eficientemente en el fondo del proceso. Al comienzo del proceso de aprendizaje, en las primeras experiencias de alfabetización de los niños, por ejemplo, estos procedimientos requieren atención y trabajo consciente, como sucede cuando luchamos por dominar un nuevo dispositivo de lectura que requiere nuevos hábitos. Pero a medida que avanza el aprendizaje, estos programas motores ingresan a los centros de memoria de procedimiento en los ganglios basales del cerebro, reconectando las estructuras neuronales para lograr la máxima eficiencia. Esta plasticidad neuronal hace posible la alfabetización altamente funcional. Cuanto más invirtamos nuestros recursos prefrontales en aprender los procedimientos, menos podremos invertirlos en la comprensión e interpretación. Incluso los textos más simples requieren vastos recursos cognitivos, por lo que la creación de un inconsciente procedimental para la lectura es fundamental. Como analogía, si un jugador de baloncesto está centrado en cómo driblar el balón, no puede centrarse en las situaciones estratégicas del juego que se desarrollan. Una vez que se domina la habilidad física, el cerebro se libera para el trabajo interpretativo. Y en un nivel más afinado, exactamente cómo realizo esas tareas y exactamente cómo desarrollo hábitos ejercerá una influencia sutil en como le damos significado a los textos. Si desarrollo el hábito de hojear los textos en lugar de encontrarlos palabra por palabra, o si paso la mayor parte del tiempo leyendo en una silla de trabajo en lugar de en mi cómodo sofá, o si generalmente sostengo el libro firmemente en mis manos en lugar de descansar colocandolos en el escritorio, vuelvo a cablear mi cerebro y mi andamio precognitivo de formas sutilmente diferentes. El inconsciente cognitivo de la lectura se desarrolla en dos de las instituciones disciplinarias más poderosas: la familia y la escuela. Los padres y maestros modelan los comportamientos físicos de lectores hábiles y experimentados. Enseñan a los ojos del niño a moverse de izquierda a derecha (o de derecha a izquierda, según las convenciones gráficas pertinentes) moviendo los dedos a lo largo de la página. Los maestros requieren que los estudiantes se sienten quietos y callados, que asuman una postura de lectura viable, que pasen las páginas sin romperlas, que deslicen la pantalla táctil con la presión adecuada, que sostengan el libro o la computadora de manera segura, etc. Se involucran en un proceso disciplinario benigno foucaultiano, creando los “cuerpos dóciles” necesarios para la lectura. Los estudiantes deben someterse a la lógica física de la práctica o no podrán tener éxito en la tarea. Sus cuerpos deben volverse literalmente dóciles.
La lectura no permite movimientos aleatorios o vigorosos. El libro debe mantenerse quieto, a una distancia constante de los ojos, y la cabeza debe mantenerse quieta para que los ojos puedan enfocar. Los lectores pueden cambiar de posición sutilmente, pueden retorcerse y reajustarse, pero deben mantener una quietud virtual durante largos períodos de tiempo, una tarea que está lejos de ser natural para los niños pequeños. El simple requisito de quedarse quieto y callado se mantiene mediante la disciplina pedagógica al servicio de la habilidad de leer y escribir. Si se van a incorporar las habilidades de lectura, si el habitus de la práctica se convierte en hexis, si se van a instalar las estructuras precognitivas, los lectores novatos deben estar sujetos a disciplina. La cognición incorporada es producto de la intervención social. El habitus es menos una cuestión de reglas formales y explícitas que de suposiciones y disposiciones compartidas, a menudo tácitas, reglas prácticas: "así es como se hace", "conocer los entresijos". Dentro de una comunidad de práctica puede haber reglas oficiales, pero en lo informal las reglas son mucho más importantes y están reforzadas por el prestigio de practicantes de élite como padres y maestros. Los principiantes reconocen a los expertos al observar su comportamiento corporal, cómo se sostienen, su forma de transportarse y sus estilos de movimiento. Cuando pensamos en el habitus como hexis, como la encarnación de estas disposiciones hasta el más mínimo gesto físico, podemos ver lo difícil que es llevar esas estructuras de práctica a la conciencia crítica.
En el proceso de socializar en una comunidad de práctica, el principiante debe adoptar el estilo de comportamiento predominante o corre el riesgo de nunca ser aceptado como un compañero practicante. Participar en una reflexión crítica sería desleal a la comunidad. Si desea tener éxito en la práctica, debe someterse a su lógica pragmática. Los lectores están interesados ??en descifrar las marcas en la página para darle sentido a la escritura, para entender el significado del texto. Y ese significado solo está disponible para aquellos que siguen las reglas del código gráfico y la comunidad de práctica. Para tomar un ejemplo inverosímil, no puede sostener el libro boca abajo si desea leer con éxito. No se puede leer de derecha a izquierda en un idioma de impresión de izquierda a derecha. No puede omitir palabras si desea comprender el texto en su totalidad. No se puede leer en la oscuridad. No puedes leer mientras corres. Ninguno de estos actos ridículos se le ocurriría siquiera a la mente de un lector serio, porque desafían la lógica de la práctica. El hábito de la lectura los deja fuera de juego. Las prácticas son inexorables: o te sometes a su lógica o fracasas.
Sin embargo, dentro de esas limitaciones, la hexis de la práctica se encuentra con la particularidad del cuerpo del practicante. Caminando por una biblioteca es fácil ver la variedad de posturas que adoptan los lectores. Algunos son modelos de lógica ergonómica, pero otros se encrespan y se despliegan en poses en las que nadie más se sentiría cómodo. Siempre que los ojos tengan acceso funcional a la página, siempre que el peso del libro se pueda manejar de manera eficiente, la pose es una cuestión de estilo personal. Es raro que la postura de lectura sea una cuestión de planificación consciente; más bien, es una expresión inconsciente del carácter y el estado de ánimo personal. Cuando el pequeño Chandler se encuentra con el bebé en una mano y el libro en la otra, su pose encarna las exigencias del momento y las cualidades perdurables de su carácter. Cuando miramos a Agatha Thornycroft leyendo, vemos su mente en acción, su alma misma, en la inclinación de su cabeza y la intensidad de su mirada. Una de las ideas más importantes de Foucault es que la disciplina no crea uniformidad; crea individualidad y diferencia: toda la gama de subjetividades necesarias para el funcionamiento de una sociedad. La teoría de la respuesta del lector ha demostrado que los lectores crean significado de maneras que reflejan sus identidades individuales y sociales. De manera similar, los cuerpos de los lectores muestran diferencias individuales dentro de las limitaciones de la práctica, y estas diferencias físicas también contribuyen a sus formas características de dar significado. La práctica de la lectura requiere una adaptación y una improvisación física.
Las posturas y los hábitos de lectura cambian en respuesta a las condiciones cambiantes. Los diferentes libros deben guardarse de diferentes maneras. Las condiciones de iluminación cambian y el cuerpo de lectura se adapta. Incluso los ojos del lector improvisan a medida que avanzan por la página. Cuando los ojos comienzan un movimiento sacádico a la siguiente unidad de significado, no siempre pueden anticipar el terreno gráfico y lingüístico donde aterrizarán, por lo que se ajustan en medio de su salto, encontrando el lugar más eficiente para enfocar dentro de la siguiente unidad. De todas estas formas, el cuerpo lector demuestra un conocimiento sutil, un conjunto de habilidades disciplinadas por la práctica pero flexibles en el momento de la ejecución. De hecho, el signo de un practicante altamente calificado, es la capacidad de ajustarse y adaptarse dentro del flujo continuo de la práctica.
Las habilidades físicas y los hábitos de lectura son móviles e improvisables, entrenados tan profundamente que responden intuitivamente a las demandas cambiantes de la tarea. Si queremos comprender el trabajo del cuerpo lector, no podemos prescindir del concepto de disciplina de Foucault, que ayuda a explicar cómo se adquieren sus habilidades y cómo se coloca el cuerpo lector dentro de los regímenes de poder. Pero también necesitamos su pensamiento sobre el régimen, de The History of Sexuality, que enfatiza las formas en que los individuos crean su propio estilo de vida de prácticas en el cuidado de sí mismos[88]. Foucault no sostiene que esta creatividad no esté restringida, todavía opera dentro de los regímenes de poder. Pero la creación de un régimen es un proyecto personal y sutil dentro de la experiencia de la vida cotidiana. Para Foucault, la cuestión principal es cómo se pueden integrar las prácticas sexuales en una vida sana y productiva, pero la sexualidad no es la única práctica a gestionar. En la era clásica que está analizando, el desarrollo de un régimen también implica comida y bebida, ejercicio, interacciones sociales, todos los elementos de un estilo de vida diario. Los hábitos de lectura también se pueden entender en estos términos. Los lectores aprenden a integrar la lectura en la vida diaria, de manera que brinden placer y permitan experiencias de lectura efectivas. Para muchos lectores, la práctica se convierte en el centro de un estilo de vida, incluso en una necesidad obsesiva alrededor del cual debe organizarse el resto de la vida. La lectura se integra en la vida laboral, la vida hogareña, los viajes, el entretenimiento, el ocio e incluso las funciones biológicas. Este régimen de lectura no es una rutina rígida. Más bien, se trata de una improvisación diaria en la que momentos y horas de lectura se encuentran dentro de todas las demás prácticas que componen el régimen del lector individual. Este estilo de vida de la lectura proporciona el contexto dentro del cual ocurre el trabajo interpretativo del lector. Cuando leo una novela larga, me acompaña al trabajo, a la mesa del desayuno, a la calle, a la cama al final del día, y mi lectura deja huellas de todos los lugares por los que ha viajado el libro conmigo. En todos estos contextos, el acto de leer está sujeto a las reglas y circunstancias sociales de cada momento, y mi proceso hermenéutico está conformado por los mundos sociales que habito. Moldeado por, no rígidamente determinado. En cada aspecto físico de la lectura, argumentaré, tiene lugar una dinámica compleja de disciplina e improvisación, una dinámica que luego se repite en el registro hermenéutico. Se podría argumentar que los hábitos de lectura incorporados son meramente técnicas físicas que llevan el libro al rango focal de los ojos, de modo que el texto pueda ser procesado visualmente y estar disponible para el cerebro y, por lo tanto, para el trabajo de la mente, que no la tarea real de leer.
La posición medial es que la mente habita y es moldeada por el cuerpo, que sirve como su presencia física en el mundo. En el otro extremo del espectro se encuentra una concepción completamente materialista de la mente como el trabajo del cuerpo, condicionado por fuerzas materiales y sociales. El trabajo que he realizado en este proyecto me ha movido en esta dirección materialista. Incluso la palabra “encarnación” ya no me parece correcta, ya que sugiere que la mente es algo más que el cuerpo que se encuentra en una forma material. Los seres humanos son sus cuerpos, sus propios cuerpos peculiares, y es el cuerpo el que lee, así como es el cuerpo el que vive y respira y sufre y muere. Este cuerpo no es una entidad aislada que termina en sus límites físicos, sino un cuerpo que vive en un mundo de cuerpos humanos, conectado a ellos a través de interacciones y estructuras sociales, abierto a la actividad semiótica a la que están tan exquisitamente adaptados, capaces como son de habla, escritura y gestos y la capacidad de oír, ver y dar sentido a los signos socialmente construidos que encuentran, signos que sólo tienen sentido en lenguas y culturas particulares con sus ricas historias y tradiciones, signos que el cuerpo adquiere a través de instituciones pedagógicas complejas como la Universidad.
Sin embargo, la lectura implica no solo trabajo físico, sino también placer físico. Evidentemente, la lectura implica placeres intelectuales y emocionales, pero no se debe subestimar el placer del cuerpo. La lectura implica un encuentro físico entre el cuerpo y el texto material, y este encuentro produce placer: la sensación del libro en la mano, el olor del papel, el placer háptico de manipular la pantalla, la comodidad de leer en el espacio doméstico.
Estos placeres refuerzan y profundizan el hábito de la lectura. Los lectores llevan el libro en el metro, a la sala de espera y al dormitorio, no solo porque están ansiosos por leer la página siguiente, sino porque la presencia del libro físico en sí misma es reconfortante y satisfactoria. El libro (o el Kindle o el iPad) se convierte para muchos lectores en un dispositivo de transición, creando un sentido de identidad que continúa a través de cualquier tiempo y espacio que habita el lector. La lectura proporciona una agradable sensación de privacidad, de tiempo y espacio personal, incluso en un automóvil abarrotado. Conocemos personas que se llevarán un libro a un partido de fútbol, ??donde, en medio de una multitud ruidosa y extrovertida, puedan alternar la atención en el espectáculo público del juego y en la experiencia privada del libro. La lectura produce un capullo de espacio personal que otras personas dudan en invadir. Y leer en casa, en un espacio privado, es especialmente reconfortante, asociando la lectura con la vida doméstica y familiar. En su libro Amish Literacy[89], Andrea Fishman describe un momento en el que un padre está leyendo el periódico con sus hijos, uno de los cuales se sienta junto a él leyendo las mismas páginas dentro de la cortina creada frente a ellos por el periódico, el otro se sienta amigablemente delante de ellos, leyendo las páginas exteriores del periódico. Estas escenas son fundamentales para desarrollar el hábito de la lectura. La mayoría de los lectores comienzan su vida de lectura en el abrazo de sus padres, obteniendo placer con el libro pero también con la intimidad física. El placer corporal de estas experiencias perdura a lo largo de la vida del lector, y debido a que el libro es tan portátil, puede repetirse en cualquier lugar donde sea posible leerlo, incluso en circunstancias extrañas e inquietantes.
La lectura proporciona una satisfacción del deseo de amor de los padres, y el libro se convierte en un sustituto simbólico de esa intimidad perdida. El placer físico de la lectura también se deriva de un sentido de dominio práctico. Este placer es particularmente visible en lectores novatos. Los niños pequeños disfrutan claramente de la experiencia de pasar la página de un libro de imágenes o de mover los dedos a lo largo de una línea impresa. Pero el placer continúa en una experiencia de lectura madura. Incluso el erudito más sofisticado e intelectual disfruta de la experiencia física de anotar en el libro, lo que a menudo convierte en un fetiche tener la pluma adecuada y escribir con precisión en los estrechos límites del margen.
Las rutinas de leer y comer o leer y bañarse también dan placer. Requieren una manipulación continua del libro y la comida y sus implementos o del libro y el agua y el jabón, creando un micro-ritual de la mano y el ojo que entrega los placeres de la rutina productiva. Especialmente ahora que hay tantos dispositivos de lectura, cada uno con sus propios protocolos, el placer de adquirir dominio es una parte rutinaria de la experiencia de lectura. También existe, por supuesto, la experiencia de frustración y desconcierto ante las nuevas tecnologías, pero superar esos obstáculos se suma al placer de las nuevas experiencias de lectura. Si amas la práctica de la lectura, amas y disfrutas de las reglas básicas, la lógica, los códigos oficiales y no oficiales, las disciplinas discursivas, el habitus, la hexis.
El practicante experto desea y se esfuerza por obtener el hexis correcto: ese es el cuerpo que desea, esas son las habilidades que admira. Aceptar y disfrutar del habitus te permite pertenecer a la comunidad, ser digno de ser miembro, incluso si eso significa someterte a restricciones arbitrarias. El placer de la habilidad práctica es en este sentido masoquista: el lector se complace en someterse a las reglas. Ciertamente, los lectores aprenden formas de evadir y negociar las reglas creando así estilos personales, pero que la libertad operativa sólo es posible gracias a una sumisión previa y poderosa. Las prácticas físicas y los placeres de la lectura están situados históricamente y han cambiado con el tiempo en respuesta a muchos factores. A pesar de su fisicalidad, el cuerpo lector no puede reducirse a pura biología. Más bien, el cuerpo en la vida cotidiana es una función de su interacción con las fuerzas sociales y culturales que tienen sus propias historias. La historia del cuerpo lector, por ejemplo, solo tiene sentido en relación con la historia del libro.
A medida que el libro y las convenciones gráficas de la impresión cambian, el cuerpo lector se adapta. Manipular el pergamino no es manipular el códice, no es manipular la computadora. Cada formato requiere diferentes procedimientos de los ojos y las manos. Cada uno fomenta diferentes posturas y hábitos y formas de ocupar el espacio. Del mismo modo, el cuerpo lector cambia junto con el cambio en los espacios de lectura. Leer en una cabaña en la frontera junto a un incendio no es leer en la sala de espera de un médico. Cambios de mobiliario, cambios de iluminación. Leer con luz fluorescente no es leer con luz de velas. Todo cambio en la cultura material que rodea a la lectura afecta el funcionamiento diario del cuerpo lector.
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Autores:
Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Pedro Gallegos Facio
Gerardo Sánchez Fernández
Rogelio Ochoa Barragán