Texto académico
Deslizándose por las letras
Eduardo Ochoa Hernández
Ma. De Lourdes Toscano Paniagua
Nicolás Zamudio Hernández
Filho Enrique Borjas García
Gladys Juárez Cisneros
Sergio Rogelio Tinoco Martínez
Alejandro Omar Negrete Pérez
Rogelio Ochoa Barragán
7. La escritura
Explorar los modos de la arquitectura de los textos, es la manera en que lee un escritor que arroja su voluntad a revelar lo que hay en un texto: estructura, funcionales, estilos, imágenes, terminología especializada, estética, ritmo, ... Para escribir, la literatura es el terreno en que la curiosidad desmenuza las piezas de su construcción. Aseguramos que no hay programa de escritura creativa que pueda ser eficaz con las prisas y desinterés de los supuestos aprendices del oficio del texto escrito, muchos piden que estos proyectos académicos sean del tipo entretenimiento, es decir, sin el objetivo de interés por revelar lo virtuoso y técnicas de composición avanzadas, en caso así, el novel escritor se extravía, se frustra y reparte culpas. Escribir también es afinar los recursos del diseño de una arquitectura del texto que logre un cambio eficaz con su gramática textual, sea convencer, describir, informar, orientar, reflexionar, opinión, emoción, seducción, demostración o explicación. Escribir es pensar, es resistir ante los embates del fundamentalismo en las ideas, es democratizar la voz académica en aras de que el avatar creado en el texto materialice los deseos de honor intelectual, de formación disciplinar, de autonomía del novel y de talento producto de la pasión profunda por la creatividad.
Sin duda, escribir es una tarea intelectual más compleja que leer, dado que intervienen mecanismos de valoración epistemológicos, de adecuación, cohesión y coherencia; simultáneamente el interés de comunicar un texto se acota en el espacio de creación. Pero además, hay un ingrediente aún mayor en un escenario de sobrecarga de información, el de atrapar lectores desde la portada, títulos, temáticas, terminologías, enfoques prácticos, desde una psicología cargada del color necesario para captar lectores potenciales. En sentido doble, escribir es pensar y tiene el interés de comunicar atrayendo y entreteniendo. Es una tarea analítica y una actitud de comunicación, esto ocurre al pasar de lector investigador dentro de otros textos, al propio texto.
En los años como profesor, nos hemos dado cuenta que a los estudiantes de cada nueva generación inscrita, se observa gradualmente que se deteriora su capacidad de comunicación, y manifiestan en sus textos o evaluaciones un deterioro gramatical, de coherencia y cohesión en sus ideas, además, de una clara tendencia reduccionista en la complejidad de los conceptos que maneja. Por un lado, la lectura reconfigura al lector con cada nuevo desafío, lo que enriquece su desempeño analítico y de comunicación. La lectura tiene efectos insorteables que de otro modo no es posible adquirir, en la lectura el novel cambia su léxico, reconoce los modos de puntuado, las estructuras de los argumentos y los modelos de pensamiento: novela, cuento, ensayo, artículo, informe,…
El oficio del escritor no se puede transportar por enseñanza, es necesario vivirlo a través del propio espíritu, aprendiendo a reconocer cómo los textos cambian la mente de quien lee. Este oficio es definido por los ámbitos:
- Práctica de lectura
- Planificación y construcción del texto
- Revisión literaria
- Premisas
- Estructuras de razones y argumentos
- El minitexto como búsqueda de ideas
- Algo que contar: metaargumento
- El discurso
- Título, introducción, resumen y conclusiones
- Estilos y normas de estilo
- Revisión de estilo y corrección de borradores
Por la naturaleza de estas tareas relacionadas con el proceso de creación del texto académico, inferimos que profesores y estudiantes con dificultad para adquirir la competencia de comunicación y análisis de textos escritos, no han trabajado bajo un modelo de creatividad en el que se ejercite y se descubra que la lectura es un viaje de conocimiento sobre los cómo se estructuran los textos, cómo se da ese imán que atrapa lectores al paso de cada nuevo enunciado. Atreverse a enfrentarse con el desafío de elaborar textos altamente estructurados y factibles de tener éxito en su publicación: es el primer paso. Un segundo reto, reconocer que la educación básica, media superior y superior no trabaja para atrapar a sus estudiantes en la curiosidad vertiginosa de descubrir leyendo en la literatura, ante ello, no desarrolla la actitud en el texto: tenacidad, entusiasmo y apertura al aprendizaje.
Producir el texto es una negociación de inferencias entre ideas recogidas y creadas que responden al sentido global de un texto planeado (textualidad), en donde el minitexto es el argumento de tesis problema-solución y eje vertebrador del proceso de escritura que expresa conocimiento, tanto para ensayos, poemas y tesis, entre muchos otros modelos de conocimiento ya consolidados. El escritor debe aprender a controlar su comunicación y recursos analíticos para producir razones, esto quiere decir que mediante el ejercicio consciente debe ampliar con la lectura su experiencia en la identificación de estructuras discursivas, léxico a modo de ideas (frases), términos especializados, operadores discursivos y conectores. Un síntoma de un novel en formación es la manifestación de impotencia en la composición escrita, expresada por la frase común: “es que yo quería decir”; “lo que pretendí decir”; “es que yo comprendo lo que escribí y no entiendo por qué otros no”. En ese momento de impotencia creativa de comunicar y expresar, se distinguen estas dos categorías como algo vinculado, pero de naturaleza diferente, cuando uno expresa no está focalizado en el público lector, sino en las ideas, es decir, se está atendiendo las propias sensaciones y pensamientos; caso contrario, cuando uno está focalizando en la comunicación, estamos atendiendo la revisión de estilo intentando hacer clara, coherente, precisa y fluida la propuesta de lectura de nuestro borrador para un público. El enfoque en la comunicación trabaja el texto de modo que llegue de la mejor manera al lector, es decir, se trabaja una prosa centrada en el lector. Mientras la prosa centrada en el medio documental, por el contrario traslada las tareas al ámbito del mensaje a modo de pensamiento y conocimiento.
El carácter de la comunicación escrita académica, es dado por la metamorfosis del producir ideas originales, discutir los hechos y combatir las ideas de otros. Las ideas son las imágenes orgánicas del texto, mientras sus elementos son las cadenas de razones y argumentos en la estructuras del discurso. De ahí que la escritura sea algo más que transcribir una conversación, cada enunciado es para un escritor el reto de hablar de algo, mientras que para el lector es juzgar el contenido y su importancia dentro de un discurso. Este ir y venir entre escritor y lector, es un compromiso intelectual mediado por un código escrito; leer es un razonamiento de estructuración textual en el que sensaciones y curiosidades son el motor que mantiene viva la lucha por el significado del código escrito. El código del texto es un medio requerido para que los intelectos de lector y escritor creen sentido a los mensajes, esos vehículos que traducen la imaginación. Cada mensaje se puede categorizar, reconstruir en el flujo del discurso, razonar su rol e inducir su importancia para la tesis global del texto. El flujo del texto es una secuencia lineal de ideas codificadas, y el orden creciente de páginas, es un diseño que sopesa antecedentes, complejidad, precisiones conceptuales, categorías, elementos, …, todos ellos, necesarios para discutir la tesis del texto. En otras palabras, la información se estructura, cada nueva premisa y cada nueva idea son secuenciadas para expresar lo imaginado y comunicar los objetivos del texto.
La escritura respecto de la lectura requiere de un mayor cálculo, concentración y estabilidad psicológica, dado que entre cada unidad de texto creado hay por lo común tareas cotidianas de otra naturaleza, es decir, situaciones imprevistas de inversión de tiempo entre cada nueva tarea de composición de texto, esta condición exigirá controlar la estructuración creciente de un texto, cambiar constantemente de enfoque entre ver a la escritura para comunicar y para expresar las ideas. Cuando nos comunicamos de un modo asíncrono, emisor y receptor están coordinados y se encuentran en un mismo contexto de comunicación; al compartir tiempos idénticos con el público se dan interrupciones cuando alguna cosa no está clara para proseguir un flujo de comunicación coherente, dándose matices, modificaciones y nuevas explicaciones para intentar dar más precisión sobre el contenido de los mensajes. Además, gesticulaciones y poses del público muestran los grados de interés que permiten al expositor modificar sobre la marcha su discurso. En contraste, la comunicación escrita es distante y no conoce a su público, cuando el autor escribe el público no está presente y cuando el lector atiende al texto, el autor está ausente. Nadie pregunta o revela sus poses cuando el escritor está construyendo texto, el escritor no tiene indicadores de la respuesta de su público en el momento de producir el discurso, si acaso lo tendrá de manera diferida en el tiempo, cuando su obra sea publicada y ya no pueda hacer mucho por adaptarla a su público lector.
El tiempo de escribir y el tiempo de leer están postergados entre sí, ante esta realidad, se requiere que el escritor construya, a partir de imaginar las posibles preguntas, refutaciones, curiosidades y emociones necesarias para atrapar un diálogo no lineal con su público. Pero no solo el tiempo sufre un distanciamiento, también lo geográfico, lo cultural, la escolaridad, la edad y las ideologías. La distancia conceptual, cultural y generacional del autor y su público, el escritor las toma en cuenta en su estilo para el diseño de oraciones, enunciados, frases, parágrafos, léxico y títulos temáticos entre muchos otros aspectos que pronostica palabra a palabra para crear un avatar, desde el cual se hable en ausencia temporal, biológica, generacional, cultural y geográfica del autor.
Escribir, es atar a la página nuestra habla, ese producto de imaginar: pensar y sentir; texto que viajará en el tiempo y mantendrá estático su código, pero dinámica su interpretación. Ante esta naturaleza el novel escritor conforme aprende a controlar el flujo de palabras, en constantes borradores revisará, retocará, ajustará y mejorará su comunicación escrita y evaluará el poder y alcance de sus ideas. En ausencia de gesticulaciones propias de una comunicación cara a cara, el escritor se auxilia del puntuado para modular los énfasis, el tono y la potencia de la voz, remediando la distancia de personalización entre autor y lector.
Enfrentar el distanciamiento entre escritor y su público, no es una imprecación asociada con comunicación aburrida, tediosa o ininteligible. La seducción, la persuasión, la precisión, la objetivación y muchos otros objetivos de la comunicación, no solo son alcanzables por la escritura, sino que en muchos casos reinventan nuevos caminos para la experiencia epistémica, emocional, científica, literaria, poética y de comunicación. El objetivo del autor de cualquier texto escrito es sin duda el de atrapar lectores, ahora en esta época de tsunamis de información electrónica se le exige innovación para identificar los modos de interés de públicos particulares. Internet no homogeneizó al lector, lo ha diversificado, internacionalizado, distinguiéndolo cultural y geográficamente a través de sus intereses geo-sociales. Ante este escenario de la sociedad red, el que un texto tenga lectores es una cuestión del factor de visibilidad electrónica de un texto, dado por estadísticas de respuesta sobre un algoritmo de navegación en Internet.
El tejido del texto digital formado por capas superpuestas de códigos de etiquetas (HTML), de estilo (CC3), de programación (JavaScript) y textualidad en lenguaje natural, compite por lectores en términos de entretenimiento, información y formación. Podríamos deducir de esta naturaleza digital, la originalidad, los criterios literarios, culturales, técnicos y científicos determinan la formación de públicos lectores, captados y retenidos sobre la lectura de un texto. El tráfico de red sobre un texto, es una medición del impacto social del mismo, y la originalidad en función de criterios literarios, es sin duda el factor selectivo más importante sobre el público al que es dirigido el mensaje. En segundo plano, las referencias cruzadas entre documentos en la sociedad de la información, es un efecto de que las audiencias rápidamente se transforman también en autores. Ante este nuevo paradigma, el escritor si quiere ser visible y contar con un público lector, debe considerar que la comunicación de hoy está más centrada en el contenido, más que en la tecnología de soporte. De este modo la publicación de textos es campo de comunicación inspirado en un juego democrático de libertad creativa.
Los que tienen la voluntad de comunicar y expresar su conocimiento por escrito, están convencidos que es una contribución democrática contra el fundamentalismo de las ideas, las élites intelectuales, y de sobre manera, es fortalecer la libertad de expresión crítica, estética y moral. El pánico del hecho de que la publicación expone nuestras limitaciones, errores, dogmas, falta de fundamentos, criterios obsoletos, plagio, intolerancias, etc., hace que esta inseguridad o miedo, sean canalizados a aprendizajes que eleven la confianza en términos de eficacia para atrapar lectores. La mejor manera de reducir el miedo a publicar, es ganando confianza en los procesos intelectuales propios de la escritura creativa. Al dominar un proceso creativo, talento y competencia se alinean a nuestro favor, la sensación de seguridad aumenta nuestra autoestima y por experiencia, es cuando escribir se vuelve un deseo virtuoso de vivir la razón y la emoción de existir con más fuerza en la realidad social local y global.
Nuestra experiencia nos indica que a mayor formación en el ámbito de la escritura creativa, el plagio y la simulación creativa, también disminuye su incidencia en función de ganar confianza en el dominio de los procesos creativos del texto escrito. El novel escritor desde un inicio requiere reconocer honradamente la diferencia entre adquirir conceptos y aprender a producirlos como un sistema de razones y argumentos fundamentados, estructurados y comprometidos con claridad con una visión auténtica y progresista. Si bien no solo de la lectura se obtiene la experiencia en gramática y textualidad, sí determina en mucho su aprendizaje; manuales de estilo, textos sobre gramática y pragmática del discurso también será necesaria su consulta para afianzar con maestría algún método de escritura creativa. Aprender sobre recursos efectivos de comunicación, es aprender a leer los textos desde las escuelas formalista, funcionalista, posracionalista y estructuralista que permita revelar piezas narrativas, psicológicas, racionales y textuales que convierten a la escritura en un avatar poderoso que habla a las sociedades.
Cuando nos referimos a un novel escritor, no quiere decir que su voluntad sea dirigida necesariamente a la de ser un genio de la literatura, más bien, nos referimos al ámbito disciplinar de ser un profesor escritor, periodista, redactor publicitario, guionista, novelista, cuentista, científico o técnico que en el marco de su disciplina pretende contribuir con presión crítica, estética y moral para la mejora de su contexto de desarrollo profesional. Los deseos virtuosos, por sí solos no hacen al escritor disciplinar, requieren también del genio literario para competir con talento y técnica literaria por captar lectores. Si bien el método científico es un metaargumento estandarizado: problema, hipótesis, métodos y materiales, resultados y discusión; su textualidad y su arte argumental son interactivos en sus aspectos de genialidad y elegancia literaria en la búsqueda de la verdad. La falta de genialidad literaria en la escritura se manifiesta en la ciencia y el texto académico como una crisis epistemológica en la exploración de la realidad.