Texto académico
Autores
Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Filho Enrique Borjas García
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Rogelio Ochoa Barragán
1. La crisis lingüística en la comunidad académica
La crisis en la educación actual, es creada por el factor que inhabilita a los estudiantes a aprender por sí mismos[1]. Transformar el aprendizaje orientándolo a la soberanía intelectual, es pasar del axioma de “aprender por enseñanza”, al de promover la escritura creativa en la competencia de investigación, instaurándola como progreso del potencial racional en la creatividad del discurso objetivo. Además es hacer de la literatura el medio para ofrecer innovadores discursos académicos, que representarán el producto intelectual e indicador de la complejidad y la creatividad de toda la comunidad de aprendizaje. En este contexto de dar una respuesta a la crisis de la educación, el lenguaje es desarrollado como herramienta de pensamiento, experimentación mental y acción humana para el progreso ético. Esta idea pone en tensión a la autonomía intelectual para aprender (autofundación de lo humano) y a la instrumentalidad burocrática de acciones mecánicas, que aunque a favor de la calidad de la educación, esta última solo logra desarraigar las relaciones culturales y éticas.
Por otro lado, la instrumentalidad del éxito es una colonización que implementa procesos racionales mecánicos, con el objetivo de convertir a la educación en un sistema que funcione obedeciendo la lógica de una existencia casi divorciada de la literatura académica y la competencia en el sistema de escritura. Estudios sobre personas altamente exitosas han demostrado una y otra vez que el éxito no es el resultado de una gran fuerza de voluntad y de la capacidad de vencer la resistencia, sino de habitar entornos de trabajo inteligentes que favorecen la creatividad[2], la originalidad, el respeto a la propiedad intelectual y la tolerancia al error[3]. En este contexto surge la alternativa de promover el aprendizaje del español con propósitos de desarrollar el pensamiento en progresos significativos en las facultades intelectuales de la comunidad académica. La imagen de un hombre reorganizando sus ideas, es un largo camino de formación del intelecto para producir texto objetivo. Camino muchas veces cargado de solitarias jornadas de síntesis y razonamiento desde la escritura.
La innovación educativa utiliza como vehículo principal el diseño de discursos académicos materializados en forma de literatura. La relación de comunicación entre profesor y estudiante es enriquecida por un proceso de comunicación escrita y un discurso académico que representa a los sistemas de pensamiento o conocimiento. Desde este discurso la comunidad académica califica el tipo de ideas, su profundidad discutida, el rigor y la actualidad en su diseño discursivo que habla a las nuevas generaciones. La editorial, los profesores escritores y el aprendizaje del español con propósitos académicos, todos ellos crean e interactúan organizando una nueva tradición intelectual, institucionalizando y sistematizando en un sentido amplio, el diseño de literatura curricular. Esta literatura involucrada con cadenas de razón, argumentos, preguntas, ejemplos, ejercicios, justificaciones, demostraciones, cálculos, explicaciones y fundamentaciones, con el fin de contribuir significativamente al acto de ganar soberanía intelectual. El discurso académico no es simplemente una consecuencia o posibilidad de un tema curricular, es un diseño discursivo objetivo que se comparte a su comunidad, al modo de artefacto lingüístico, mismo que expresa los estilos de pensamiento de su tradición intelectual. Escribir discurso académico es construir la identidad académica de la institución educativa.
1.1 El español para propósitos académicos (EPA)
El EPA se identifica por su uso específico en el entrenamiento del intelecto, tiende a ser abstracto y parece depender de su coherencia justificada para crear discursos innovadores para el aprendizaje. Los estudiantes lo atienden como una necesidad práctica, lo que significa que los diseñadores del currículo lo consideran el medio discursivo que hace presente la voz del profesor. Los profesores se centran en este discurso en las aulas, una narrativa al modo hipotético deductivo impregnada de pausas de reflexión y observación de pensamiento lateral sobre sus implicaciones disciplinares. Este español es influenciado por la competencia de investigación que recoge datos, procesa argumentos y crea teorías que se utilizan para explicar alguna parcela de la realidad. Los que practican el texto académico, comprenden que los principios primordiales de este son la originalidad, su propósito comunicativo y la autoevaluación del aprendizaje.
Esencialmente, el estilo científico presente en el texto académico, es una cuestión que resuelve la pregunta: ¿hay habilidades y funciones del lenguaje que sean transferibles a través de las diferentes disciplinas, o debemos centrarnos en los conocimientos particulares requeridos por la profesión? No hay duda de que la competencia lingüística en general es vital, sin embargo, por error el currículo clásico no incluye la formación en el estilo de pensamiento científico propio del texto académico. La cuestión de la función de la habilidad intelectual en el EPA, es indicativo de que es necesario crear discursos transversales a las disciplinas, todos ellos, a la luz de los valores epistémicos sobre la originalidad; el respeto a los derechos de autor; el rigor para justificar; ganar profundidad; el arte de la razón como estética y la literatura como árbitro de la verdad, entre muchos otros valores.
Los académicos han intentado aislar las habilidades del lenguaje referidas al EPA. Así se identifican formas y actividades de estudio que se creen comunes a todas las disciplinas. Por ejemplo a la proposición, una vez que los estudiantes han aprendido el sistema de escritura en sus características generales, serán capaces de utilizar esta arquitectura en una variedad de estilos discursivos para satisfacer las necesidades de conocimiento objetivo. Los practicantes del EPA se enfocan en la competencia de investigación y la retórica del estilo del pensamiento justificado. Estos ven al aprendizaje como un proceso gradual de lecturas analíticas y la adquisición de estructuras discursivas que implican las formas de explicar, fundamentar, demostrar y justificar.
El desarrollo de las habilidades y conocimientos, se sustenta en la educación basada en esquemas retóricos específicos equivalentes a ejercicios de entrenamiento de una inteligencia más aguda y audaz. Consideremos al EPA como una actividad de escritura creativa no restringida al aula sino que representa uno de los modos de expansión por la literatura académica. Simplemente escribiendo discursos originales objetivos apoyados en el EPA se puede lograr aprender lo específico de las disciplinas dictado en el currículo. Los profesores que producen la literatura académica de apoyo al aprendizaje, se transforman en entes más abstractos, sensibles al arte de la razón y solidarios para ofrecer nuevos caminos de experiencia al lector. El profesor escritor fomenta una pedagogía dentro del acto creativo de pensar al escribir, preparando al estudiante en los diferentes estilos disciplinares del pensamiento. Este enfoque produce ensayos de imaginación objetiva y fórmulas de razonamiento que son comunicadas en estructuras de argumentos.
El paradigma del profesor escritor devuelve la iniciativa del aprendizaje al estudiante, ya no son más clases con discursos improvisados heterogéneos en donde la experiencia intelectual del estudiante es ajena de la actividad en las aulas. El EPA es la idea de que existen formas genéricas y habilidades transferibles entre el contexto del currículo y propósitos disciplinares. Habilidades de síntesis, análisis de información, parafraseo, resumen de cuerpos de argumentos, toma de notas en los laboratorios, en conferencias, en aulas y en la lectura de textos académicos[4]. El EPA en su primer fase debe basarse en la habilidad intelectual de registro más que en las disciplinas particulares. No hay suficientes variaciones en la gramática, estructuras discursivas y estilo para justificar la toma de notas como un proceso para temas específicos[5]. Las convenciones académicas exigen a su comunidad densidad léxica, modernos argumentos disciplinares, concreción, conceptos abstractos, relaciones, clasificar, cuantificar, calcular, justificar, demostrar, evaluar, fundamentar, describir, explicar[6], todo dentro de la elaboración de un discurso objetivo. La lectura académica es intertextual, objetiva, de neutralidad emocional, basada en el metadiscurso problema-solución y visualización de perspectiva disciplinar[7]. El éxito del discurso académico, es la adaptación de la literatura curricular a las necesidades y condiciones lingüísticas de los estudiantes, con la filosofía de exigirles más densidad de vocabulario especializado y complejidad argumentativa[8]. Es ampliamente conocido que profesores de asignatura que practican la enseñanza, no son sujetos generalmente con la intensión de fortalecer la habilidad en el sistema de escritura, los valores epistémicos y la alfabetización en el discurso académico[9]. Especialistas reconocen a menudo que los profesores escritores son los que comprenden el núcleo subyacente del lenguaje con propósitos académicos[10]. De hecho, se generan serios problemas cuando los estudiantes no identifican el núcleo común de los elementos de su lengua; además, es necesario concentrar esfuerzos en un sistema que los formará dentro de una tradición intelectual en las variedades específicas del discurso académico, esto tendrá consecuencias positivas en el aprendizaje[11]. Exigencias retóricas y lingüísticas en el contexto académico son necesarias de atender curricularmente y asegurando en mayor o menor grado las oportunidades de desarrollo profesional.
El principio de una alfabetización en el discurso académico recibe un fuerte respaldo teórico al fortalecer la comunidad académica conjuntamente con la escritura creativa y desarrollar el estilo del pensamiento científico para una visión del mundo a través del discurso objetivo[12]. Si bien cada disciplina se basa en distintos recursos léxicos; son la gramática, el puntuado, la ortografía y la habilidad retórica algo común del conocimiento especializado. La gama de léxico especializado ordena nuestro pensamiento y explica las cosas que suceden o existen. Las habilidades racionales para encadenar proposiciones mediante operadores modales y alcanzar inferencias de conclusión son más un repertorio de aprendizajes serios a la luz de los valores epistémicos. El discurso académico sobre todo responde a las condiciones culturales, es decir, un estudiante no aprende en un vacío cultural para juzgar el discurso académico, sus prejuicios lo hacen propenso a inconvenientes emocionales y a distorsiones sobre la tracción intelectual del discurso objetivo[13].
En la academia todos escriben. Especialmente en el ámbito medio y superior. La escritura es un medio de presentar la oferta del discurso académico del profesor y a la vez, la evidencia de si el estudiante aprendió la complejidad de alguna área curricular. Escribir no necesariamente es producir documentos de ensayos, artículos, tesis o libros, es básicamente el arte de pensar para aprender el estilo intelectual dentro de las disciplinas. Al escribir queremos lograr algo más que recordar una idea, cita o resultado de cálculo. Se escribe para ganar poder racional al ordenar nuestros pensamientos, examinar las justificaciones de nuestras creencias, ganar profundidad práctica y teórica. Al producir notas de nuestras lecturas empíricas o literarias, se realiza un esfuerzo intelectual por lograr que la escritura creativa pieza por pieza en el texto, alcance la maestría del arte de los estilos disciplinar y científico del discurso objetivo.
No hay duda de que el libro académico asiste en camino discursivo formal, estructurado y citado correctamente. Además, expone la experiencia psicológica de los estados mentales frente a los desafíos de complejidad, intenta ganar concentración para disminuir las interrupciones al aprendizaje. Tanto profesor como estudiante, tienen en común que ambos necesitan dominar el sistema de escritura justo en la frontera de comenzar a crear discursos frente a una pantalla u hoja en blanco de papel[14].
La educación que se aleja de tomar notas, solo se subordina al fin de la historia de las ideas. En cambio, cuando entienden los que hacen educación, que tomar notas es la actividad de parafraseo de síntesis de premisas dentro de una observación fáctica o teórica, que en conjunto promueven el estilo de pensamiento objetivo. El medio para abordar lo desconocido, es hacer consciente este estilo de pensamiento mediante el trabajo organizado dentro de la escritura creativa. Y tal vez esa es la razón más importante de tomar notas y elaborar argumentos dentro de proyectos académicos. Escribir es como respirar un nuevo léxico y ganar profundidad racional, y hacer de esta actividad un hábito intelectual agudiza nuestra percepción y atención. La escritura es una técnica de concentración frente a la vida cotidiana de ruido intenso. Recoger notas es crear un argumentario, organizar sus categorías, datos y referencias. Armados con notas podemos comenzar a estructurar ideas escritas dentro de esa pantalla en blanco, una y otra vez, hasta ganar profundidad, rigor y originalidad en las ideas.
Otra razón para tomar notas a través de argumentarios, es generar la experiencia de evaluar el estado del pensamiento científico, técnico o disciplinar[15]. Y es el vértigo de la página en blanco es el que impulsa a los estudiantes a los centros de información y bibliotecas; ayuda mucho el software de evaluación de plagio para dejar a la vía de escritura creativa como la vía más seria del aprendizaje de alto desempeño dentro de la complejidad intelectual.
La literatura académica, ahora mismo en México, no es el tercer elemento del pacto didáctico: profesor-estudiante-literatura. Dentro de las instituciones de educación, sus estudiantes y profesores de manera cotidiana no toman notas como algo intensivo, sistémico, metodológico y como actividad promotora de la soberanía intelectual; su ausencia a largo plazo atrofia los estilos del pensamiento más riguroso y abstracto[16]. Y aún así, es más probable que algún tipo de racionalización se nuble de la vista actual sin la toma de notas como exploración de la teoría de nuestro tiempo.
¿Qué podemos hacer diferente para enfrentar en la educación el vértigo de la pantalla u hoja en blanco? Con cada lectura que recoge una nota, se crea para la conciencia del hombre un mundo nuevo, imaginación que dirige por nuevos caminos la ciencia, la ingeniería y el diseño[17]. Al tomar notas, se hace necesario la habilidad de redacción de las arquitecturas de las proposiciones, el parafraseo de referencias, citar correctamente y agrupar en categorías las notas dentro de argumentarios. Es explícito que la toma de notas, es un modo que en medida de nuestras limitaciones racionales (intelectuales) permite volver propia a la lectura y, que para aquellos que no han tomado notas, es un acto justificado sentir vértigo paralizante al encontrarse frente a una página en blanco y tener que escribir. Por ello, una buena escritura creativa se basa en una productiva toma de notas. El acto de escribir algo en otra obra predecesora nos dota de contexto para ordenar en nuestra mente los conocimientos y lograr tratar de reorganizarlos en términos de evidencias, premisas, referencias y dentro de marcos teóricos.
En síntesis, la calidad del discurso académico se da justo antes de comenzar a redactar, es decir, al pensar nuestras lecturas y sus productos en forma de notas y decisiones sobre temas que serán clave en la escritura de argumentos. La inteligencia se desarrolla en la escritura del discurso.
El indicador de inteligencia en la academia no debe ser basado en un índice IQ de evaluación estandarizada, sino en la forma de trabajar los procesos intelectuales de construcción del discurso objetivo. El éxito académico no es sobre la cantidad de ideas en la mente del portador, sino en el modo de acción al enfrentar la ignorancia y los propósitos del saber. Lo que hace una diferencia significativa a lo largo del espectro de todo desarrollo de la inteligencia es otra cosa: la autodisciplina o autocontrol del manejo del estilo de pensamiento científico para abordar las tareas intelectuales[18].
Hay pocos escritores en la comunidad académica, muchos de ellos han descuidado el sistema de escritura, creando discursos confusos por vicios en el estilo. Ya no se entiende ni quién habla, ni de qué habla el texto. Todo se enreda y retuerce en la vaguedad de una serpiente que afloja y aprieta nudos verbales inextricables en sortilegios verbales. Ya no obedecen a las reglas de la sintaxis y al flujo de partículas discursivas que intentan ganar coherencia en el orden de las ideas. Los cuerpos de texto no responden a ningún metaargumento al modo de problema-solución. El discurso se oscurece con la renuncia a ganar profundidad en la justificación, la referencia y la interlocución construyendo frases para que las ideas ganen complejidad y compromiso con el arte de razonamiento. Además, no combatir el cortar y pegar texto, más allá del plagio, es la más dañina forma de destruir el intelecto de la juventud[19].
Hasta ahora, solo observamos que se enseñan técnicas para escribir y tomar notas en fichas de trabajo sin mucho sentido en el flujo del esfuerzo intelectual para desarrollar la autonomía creativa del novel. Al aprender este flujo, es necesario hacerlo dentro de procesos intelectuales formales, honestamente parten de declarar que no podemos obligar a nadie a pensar. Partir de una buena estructuración de las ideas nos permite movernos por la curiosidad de una tarea a otra, sin amenazar, con la complejidad de la vista panorámica del sistema de escritura creativa. Un discurso altamente estructurado ayuda a que el novel pueda confiar y recordar, centrarse en los estilos de pensamiento justo antes del sistema de escritura, el contenido, argumentos e ideas particulares que le permiten participar en el debate de las ideas.
Para romper la tarea amorfa de transcribir en papel o en el ordenador, debemos centrarnos en cómo el flujo del estilo de pensamiento científico nos conduce a un estado de inmersión en argumentos, cadenas de razón, arquitectura de sentencias, puntuado, gramática, ortografía. Un buen flujo intelectual de los procesos, nos da la noción de aprovechar el tiempo y puede conducirnos simplemente por el trabajo que se disfruta, algo así como no actuar por ocurrencia y casualidad.
Como estudiantes y escritores del texto académico tenemos más libertad que otros para elegir en qué queremos gastar el tiempo y los recursos. Aún así, a menudo luchamos al máximo con la dilación del tiempo y la motivación. No es falta de tópicos de interés, sino el empleo de rutinas de trabajo que nos den a nosotros la confianza y permitan dirigir el proceso en la dirección correcta. Un buen flujo de trabajo estructurado aumenta nuestra libertad para hacer lo correcto en el aumento de profundidad, rigor y elegancia en las ideas escritas.
Tener una estructura clara para trabajar no es completamente diferente de hacer la planeación acerca de algo. Si hacemos un plan, nos imponemos un flujo lógico de tareas; para seguir el plan tenemos que empujarnos a nosotros mismos y hacernos de coraje intelectual. Esto no solo es muchas veces desalentador, también tenemos que hacer adulaciones improvisadas para un proceso abierto de investigación. Además, pensar en estudiar, es ajustar nuestros próximos pasos con una nueva visión, entendimiento o logro, y que idealmente sobre el plan se realicen algunas excepciones. A pesar de que planear la investigación y el aprendizaje, es en su mayoría una guía de estudio y literatura de referencia; es un error enorme que la única alternativa se reduzca a ese proceso, dado que se espera que las nuevas ideas y conocimientos puedan empujarnos hacia adelante. No queremos hacernos dependientes de un plan que está amenazado por lo inesperado, las nuevas ideas y descubrimientos de frontera.
Necesitamos intentar volver a los estudiantes planificadores de sus tareas intelectuales. Para aprender muy seriamente de una manera que se genere conocimiento real y se despierten nuevas vías de curiosidad. Necesariamente necesitan estos noveles de la escritura creativa para apuntar alto en sus expectativas. Estos buenos estudiantes están habituados a luchar con términos ajenos a su vocabulario en principio, con arquitecturas complejas de sentencias, una segunda lengua, cláusulas, frases u oraciones, porque a ellos les preocupa encontrar la expresión más profunda, elegante, coherente a su discurso y la más adecuada al estilo de su disciplina. Si bien, les lleva más tiempo que transcribir, ellos son conscientes que componer sus ideas implica de modo virtuoso reorganizar el conocimiento informado en la literatura a su alcance, es la experiencia de aprender imaginando y no realizando memorización simple. Estudiantes así pasan más tiempo en las bibliotecas para tener un mejor panorama de las temáticas que se documentan.
Los buenos estudiantes leen más allá de lo obvio. Cuando menos lo esperan, se les presenta un efecto cognitivo, la experiencia de leer literatura les permite nuevas maneras de combinar las ideas de modo inteligente con el objetivo de generar nuevos argumentos. Esto se debe a que su cerebro reconoce los estilos de pensamiento como algo flexible empleando nuevas arquitecturas de sentencias y cadenas de operadores discursivos.
Apegarse a los límites de la disciplina y contenido indicado por el profesor, es grave, no solo porque no se explore más allá. Esto, además, provoca sentirse menos acertados en las ideas, dado que estas no fueron construidas por una toma de notas que organizó el conocimiento dentro de un proceso intelectual con base en la literatura disponible. Esto es el efecto Dunning-Kruger[20]. Si bien, es necesario que el profesor escriba su propio discurso académico y lo haga llegar en forma de libro, este no es una fuente cerrada de información y mucho menos la voz única que habla de los contenidos señalados en el currículo. Esto significa que los estudiantes no deben confiar en un solo texto. Los estudiantes deberían extender su horizonte a la lectura de otros autores para consolidar desde varios puntos de vista el contenido. Cuando no se toman notas, los estudiantes carecen de construir sus opiniones, justificar sus ideas, y pierden confianza en la participación de discusiones.
La escritura en el estilo académico habita entre los márgenes de la prosa corta y la narrativa de un avatar. Trata de mantener la inmediatez, que la hace accesible a la audiencia. El cuerpo de escritura es configurado como fórmulas matemáticas hipotéticas deductivas al modo de problema solución. La obra monta secciones de antecedentes, marcos de referencia, justificaciones, explicaciones y discusiones. La cara de la narrativa es un monólogo que guía en el camino de la experiencia de conocimiento. Es una adaptación narrativa entre teoría, ejemplos prácticos y reflexión ofrecida a los lectores. En el texto se lucha por conservar el enfoque de los objetivos académicos y frenar esa oleada rebelde que aspira a hacernos dispersos en la estructuración del contenido.
El avatar es un protagonista silencioso, sin nombre, sin embargo, ordena y susurra agitando la comprensión de las ideas. La voz del avatar normalmente se silencia en las francas discusiones de argumentos a favor y en contra de la tesis central al contenido desarrollado: el minitexto. Al leer el texto académico es perceptible la separación de secciones de discusión y la voz reflexiva del avatar. La contemplación racional y absorción de explicaciones es una manera de seducción racional sobre los objetos de estudio. Si el escritor trasciende el mundo a través de esta experiencia para unir argumentos sobre la esencia de justificar, explicar, demostrar, describir, dar antecedentes o plantear un problema.
La idea es producir un texto con una imagen a partir de extractos de un número de textos necesarios para darle un enfoque diferente. La creatividad es esa comunión entre conciencia e imaginación desde una observación racional de la literatura disponible. Cada jornada de escritura parece grabar las luchas de una conciencia que busca encontrar algún significado distinto en una situación que ofrece un enfoque distinto y una profundidad también diferente. El avatar en el texto interactúa con el lector para ser memoria, movimiento de reflexión y reconocimiento de la necesidad de coraje intelectual para dominar alguna habilidad de comprensión creativa.
El escritor se esfuerza por situar la conciencia dentro de un marco más o menos tradicional y realista de la disciplina. Una conciencia que aspira a la búsqueda de significado. Es decir, la idea de Kuhn, la revolución científica, es la herramienta de la academia moderna.
El lenguaje, se intentó trabajar como algo exacto a lo que pretende representar de la realidad. Descartes lo consideró como referencia exacta a la realidad. A su vez Leibniz lo observó como herramienta infinita para conocer el todo, absolutamente todo, para este último, la naturaleza se puede racionalizar en su totalidad porque ella misma es un gran diseño de ecuaciones fundamentales. Son necesarios nuevos argumentos para convencernos de que los positivistas lógicos y sus hostiles defensores en la academia que intentan perpetuar esta visión, deben ser enfrentados para el progreso ético del mundo que está surgiendo. El nuevo pensamiento asume formas de una mente narrativa que progresa en pasos hipotéticos deductivos, no es computacional, está desafiada por el sesgo cognitivo y es autoorganicista del Yo.
En el siglo XXI el profesor asume el compromiso de reducir la concepción mental de una conducta racional instrumental y examina el pensamiento humano como una teoría ética de la literatura. Es decir, un tratamiento narrativo contingente como actividad del lenguaje, como resultado de la discusión, el debate, el análisis de argumentos, efectos literarios en la búsqueda de objetividad y el consenso. La academia renuncia a la verdad como objetivo absoluto del quehacer intelectual, ampliando sus valores epistémicos. Ahora mismo, crear empatía, solidaridad, compasión, arte y colaboración para el bien común son objetivos de fortalecimiento del poder racional de las nuevas generaciones. El conocimiento académico se amplía del científico y técnico a otras formas como el literario, poético, lingüístico, proceptual-simbólico, informático, psicolingüístico, musical, diseño, ecológico y el social. Es importante precisar que el conocimiento científico no agota al conocimiento fáctico.
Las ideas son organizadas por la literatura al modo de una historia interna humana de contingencia y no solo epistémica al modo de una línea racional inteligente. Así, la ciencia es expresada como experiencia ética y como proyecto donde el evento improbable siempre se hace presente al modo del cisne negro. Y el lenguaje, es un universo de herramientas para el desafío de problemas y proyectos de vida, en forma de innovadores discursos que expresan lo que pertenece a la razón y a la fe. La tradición intelectual trata a los problemas del mundo extralingüístico con la capacidad para entender verdades necesarias para hacer coherente la realidad con la mente. Descartes no sería sensible a estas consideraciones, para él la salud mental es el estado de presencia de una conciencia racional. La razón es para Descartes las operaciones mentales con ideas innatas (axiomas) dentro de una dinámica que ofrece comprensión conceptual e imaginación objetiva sobre sentencias precisas e inferencias comprobables.
¿Qué estamos haciendo al desplegar el lenguaje como herramienta de la observación racional y emocional? La mente creada por el lenguaje no es referencia simétrica de la realidad. Lo más cercano a la realidad son los hechos, pero, estos también son conceptos o instrumentos lingüísticos de observación y no son en absoluto la cosa observada. Cada avance de progreso intelectual es un avance también en la renovación de las ideas asociadas a los hechos, y como ya hemos expresado, Thomas Kuhn llamó a esto revolución científica.
Distinto a Descartes que pensó a la mente como innatismo y providencia, Locke establece que crear la verdad es producto de sustantivas reflexiones a priori, dirige el conocimiento empírico como la dirección del acto de pensar lo objetivo, se centra en lo causal y no en la justificación de lo verdadero. Kant dirige este problema al proceso de justificar nuestras formas de pensar, no al origen que produce la razón. Estos pasos en la reflexión filosófica hacen ver al acto de pensar como un proceso de hacer juicios sobre lo verdadero o lo falso, justificado o injustificado. Pero Kant nos pierde un poco al considerar que la mente constituye los objetos de la experiencia en forma de síntesis conceptual de lo sensorial. Esto implica, que cualquier mundo que podemos conocer a priori debe tener cierta forma de relación causal en el espacio tiempo, donde la matemática y el lenguaje natural en general son disfraz esquemático de las formas lógicas que expresan el objeto material. Desarrolló el cómo podemos experimentar lo real, como un modo de conocer haciendo juicios, síntesis de intuiciones según reglas de procesar los hechos (conceptos), pero, los diferentes estilos de racionalidad no fueron considerados en la materia de producir conocimiento. En Kant los hechos son verdaderos por ser considerados coherentes en sus conceptos con lo observado, pone el juicio analítico y lo verdadero, como rehenes de la evidencia empírica, entre lo sensorial dado y la interpretación conceptual. Aunque, la lógica moderna de las matemáticas conduce a la sustitución de la “mente” con “lenguaje”, como vehículo de representación de lo real. Aunque podría parecer rebuscado o un asunto de conveniencia su fondo reside en nuestra base biológica, centrada en el gen FOXP2, responsable de la facultad del lenguaje[21].
Las proposiciones son lenguaje, una arquitectura que representa a la evidencia y su interpretación. Es demasiado obvio que no hay verdades analíticas si lo a priori no es algo idéntico a un hecho, y en última instancia este es lenguaje. En nuestra tradición intelectual occidental, un problema particular es respecto al conocimiento del mundo externo y al problema mente-cuerpo, al hacer hincapié sobre nuestra capacidad para atender las verdades desde una perspectiva de capacidad racional. Desde Descartes la idea de mente es sustituida en el ambiente intelectual por la de capacidad lingüística de hacer juicios, que solo pueden ser verdaderos o falsos, justificados o injustificados. Al desarrollar la autonomía intelectual dentro del estilo científico del pensamiento, podemos alcanzar la libertad creativa y dejar de formar espectadores del conocimiento sin que puedan intervenir en su traducción, reorganización, demostración y sin ser capaces de introducirlo en la práctica de su vida profesional de acelerados cambios.
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