Texto Académico
Autores
Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Filho Enrique Borjas García
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Rogelio Ochoa Barragán
7. El paradigma del profesor escritor
Un profesor escritor reflexiona y busca su identidad como educador, el sentido de su vida y la fusión de los contrasentidos que desde su iniciación se le van presentando. Vivimos una sociedad vacía producto de planes…, planes y evaluaciones, su conciencia del tiempo es valorar el instante presente sobre cualquier otro momento temporal; por ejemplo, los estudiantes solo tienen una oportunidad en su intento permanente de resolver las paradojas que la propia sociedad les presenta. Por el contrario, para el profesor escritor siempre hay una puerta abierta porque considera suficiente el propio hecho de vivir y respirar juventudes ansiosas de encontrar su propio desafío. Dice Walter Benjamin: “hemos sido esperados en la tierra como, negadores del determinismo, portadores de la esperanza[1]”. El mundo existe para nosotros, pero el mundo nos preexiste. Y nada más cierto nos preexiste que el lenguaje.
El profesor escritor elabora conocimiento, de un saber, por naturaleza antidogmático de los problemas humanos, este contenido educativo es crítica del lenguaje, ensayos que son crítica del mundo, o, mejor dicho, de las estructuras dentro de las cuales el lenguaje se inserta. El profesor escritor prevalece por encima de las palabras que usa y pretende que su mensaje permanezca incluso después de su vida. Su preocupación es la creación y por eso considera básica la reflexión sobre el ser humano. Reflexiona sobre el hombre tanto hacia adentro como hacia afuera. No nos referimos tanto a la “naturaleza” del hombre, sino a la condición del hombre. Este profesor tan particular, invierte en su lenguaje, mismo que le permite nombrar e identificar las cosas del mundo y comunicarse con la otredad. En ese salir de sí mismo para encontrarse con “lo otro” en un río de literatura, le permite a nivel personal la comunión, y la relación con otras culturas y civilizaciones, y a nivel institucional transforma los propósitos. La palabra es el vehículo de relación. Actitudes y palabras, que abarcan desde lo más íntimo a lo más universal de la escritura y la lectura usadas en libertad.
A pesar de ello, no se puede conseguir la plenitud del profesor escritor, al final está solo y la fusión con sus pares se produce únicamente de un modo momentáneo, después queda en el aula virtual en soledad. El trabajo del profesor escritor es capaz de saltar fronteras de la ciencia, la filosofía, las artes y la política local, para convertirse en un educador del mundo a través de la literatura académica. Ahí radica su permanencia a través del tiempo, su trascendencia. Es así como el profesor escritor deja siempre abierta la puerta de la esperanza, su obra nunca tiene punto final. Atiende a las circunstancias concretas cambiantes de su tiempo, aquello capaz de pasar de generación en generación, lo razonable, lo que está más allá de la lógica formal. El profesor escritor es un docente y transmite sus argumentos explicativos, persuasivos y ornamentales apoyados en la literatura original. Al escribir consigue superar su soledad y comunicar una sensación de suspenso sin conclusión ni respuestas definitivas en sus escritos. Este profesor es un científico que piensa, no un pensador que escribe ensayos. La experiencia pedagógica no se puede reducir a la palabra, pero necesita a la palabra para expresarla. Las palabras en sus cuerpos argumentativos son las únicas armas del profesor escritor, sus textos son precisamente, reflexiones sobre esa experiencia, su pensamiento ha estado influenciado a su cultura, estilo de vida y, ambos al curso de la historia.
La actitud del profesor escritor, es la figura pública capaz de congregar a los hombres a discutir en tensión y diálogo, en discusión de los grandes problemas de su tiempo. Su personalidad y sus obras, su principal mérito, es reunir a dialogantes a discutir, el poder de este escritor descansa en la obra artística de la escritura, en la libertad de su expresión y en la independencia de sus ideas. Al contestar ¿qué pretende comunicar?, ¿A dónde quiere llegar?, el profesor pretende explicarse a sí mismo que su intención no es filosofar, sino que pretende explicar el acceso científico, estético, ético y lógico al hombre, no es la sustitución de una tecnología por otra; es tan solo el saber indagar si aprendimos sobre nuestro ser volviéndonos hacia nuestras propias obras, es decir, perseguir en ellas la imagen que aspiramos ser. En definitiva la obra del profesor escritor es la de un intelectual, resultado de una indagación interior que no olvida a su sociedad. Sus escritos están definidos por las analogías, fundamentos y paradigmas, porque no se trata de usar las palabras que la gente usa, sino las que los auténticos profesionales necesitan para decir lo que quieren decir a la sociedad. Ahí radica la diferencia en el estilo de escritura del profesor escritor.
Pero este profesor debe estar más cerca de la realidad que incluso el científico o el filósofo para poder encontrar los argumentos persuasivos de su tiempo, que están definidos en analogías y arquetipos, porque su fuerza radica en el poder de la palabra de fijar imágenes; esto lo logra porque está más cerca de la sociedad en concreto, que en abstracto. Pretende como Eliot, reconstruir una tradición y eso es muy poco frecuente en nuestro sistema educativo. El profesor escritor es capaz de introducirnos en la modernidad a la luz de la literatura original contemporánea, y a la vez de las tradiciones. El pasado es importante, dado que el nuevo saber requiere un territorio cultural basado en sus propios signos. En determinado momento íntimo de indagación interior y dialogando con la literatura original, el argumento sale de la pluma o del teclado del profesor y se produce una irrupción de una voluntad ajena. Voluntad que se manifiesta en el momento mismo de la creación y es anterior a toda operación intelectual de reflexión. Producir contenidos educativos es una suerte de minería de documentos y el fruto del cálculo. Lo que verdaderamente importa es la verdad que expresa el argumento dentro del texto, en función que invoque motivos para mover a nuevos exploradores a la caza de la realidad.
Para el profesor escritor, sus estudiantes son el portavoz de sus mensajes a la sociedad, las evaluaciones cuantitativas del desempeño docente ayudan muy poco cuando intentan ser un cañonazo de datos que tape la falta de tacto y talento pedagógico. En contrasentido, este nuevo profesor pretende que su obra abra las puertas de su actividad en el aula, en el sentido transparente mediante una lectura de inmersión, hacer desaparecer signos y conseguir el goce racional y estético de la vida de las ciencias. La transparencia pedagógica es vital para el progreso crítico del profesor escritor, su eje, la correspondencia universal con la literatura original y la escritura se convierte en el reflejo de su causa educativa. Cuando repasamos lo que escribimos, al paso del tiempo lo natural es que sintamos que no nos convence, sentiremos rubor al releer lo antes escrito, pero si vemos en ellos sabremos que somos aprendices siempre, además de conocimientos, dejan plasmados sentimientos sobre un tiempo generacional particular, esta contemplación gratuita es muy importante, debido a que encierra el mayor tesoro del profesor escritor: la humildad frente a la realidad. El deseo de este profesor productor de sistemas simbólicos, tiene un origen muy antiguo, es religioso en el sentido etimológico de la palabra, un valor epistémico que está antes del concepto místico de educación.
El estudiante lector, no es otra persona concreta dentro de nosotros mismos, él es distinto, el mundo recién nacido día a día, no hay escisión y los opuestos quedan fundidos en el momento de la contemplación textual. Su independencia radica en el hecho que un escritor quiso decir, generó una imagen simbólica que intentó parecerse a su imaginación, pero una vez público este texto vuela con alas propias y este es el que habla, y ya no el profesor escritor concreto. Como ave mensajera de cuando en cuando tocan correos electrónicos y otras mensajerías modernas a nuestra atención, para anunciar que nuestro texto ha retornado a nosotros en forma de pregunta, somos ahora un profesor en línea. Una línea abierta formada de innovadores discursos para el aprendizaje, en principio con muchas ambigüedades que establecen un reto de tolerancia mayúsculo para la comunicación, sin embargo, la educación es resultado de la comunicación, por ello, el profesor escritor sistemáticamente renueva su oferta de contenido.
Cuando escribimos la fijeza es momentánea, porque existe el tiempo, si releemos podemos volver el tiempo, es decir, al lenguaje que nos permite vislumbrar lo absoluto pero no permanecer. La vida como el tiempo real no se lee, es la función de nuestras experiencias traídas al tiempo inmediato de la memoria operativa, una vivencia. Escribir es vivir la práctica más lúcida de educar, lo aseguramos, el profesor escritor es un promotor a favor de restaurar la lectura y la discusión como mecanismos del aprendizaje. Ante lectores poco experimentados el profesor escritor puede parecer difícil, pero el reto lingüístico disciplinar así lo exige, son en principio poco accesible a los aprendices con un vocabulario débil, pero con investigación y el apoyo de fuentes documentales auxiliares (diccionarios, tesauros, enciclopedias, ensayos, revisiones,…) el lector llega al mensaje. Cuando se escribe y no se censura la terminología con que hablan las ciencias, las artes y la cultura, se proclaman sus grandezas y el bajo nivel de los lectores. Es decir, no hay crisis de contenidos, sino de lectores. El profesor escritor está vivo en sus propios elementos, los científicos siguen escribiendo, sin embargo, pasamos por un difícil y trágico momento de debilidad del sistema educativo para hacer de la lectura-escritura la tecnología del aprendizaje, hoy por error transmitir información es cumplir con la tarea educativa, nada más trágico para una sociedad que anhela la libertad creativa. Sociedad que supone la posibilidad de vivir ideas pensadas y sentidas, y para conseguirlo ha de realizar un gran esfuerzo. El profesor escritor debe dar voz a los sin voz, la otra voz, la que está en la calle, la voz de los sin esperanza, de la pobreza y al mismo tiempo tender los puentes lingüísticos con los científicos y demás especialistas del intelecto y la poesía. Este puente renueva al hombre enfermo, agonizante de aburrimiento, atrapado en la ciudad de los autómatas. No se trata de recoger la cultura subterránea de las calles, sino de enriquecer a sus portadores y darles existencia en la sociedad del conocimiento.
Si el profesor escritor no es capaz de transformar su voz a la voz de todos dentro de una escuela epistémica, su mensaje carece de valor, perdería el poder de comunicación necesario para persuadir y explicar. El profesor escritor, mencionamos que se transforma en profesor en un discurso en línea, porque no solo es el que habla desde su experiencia literaria, sino el que oye y orienta, de lo contrario sería un filósofo o un científico.
La experiencia literaria es la creación de obras hechas de palabras por un creativo y que, a su vez, es lo que experimenta, lo que piensa y lo que siente un lector cuando lee la obra. Todo documento educativo ofrece al principio dificultades que hay que vencer, porque aprender es un desafío, no un paseo de diversión ciega y muda; alcanzar el goce al leer y escribir requiere un esfuerzo mayor al cotidiano, de forma diferente a la conversación de la calle o al discurso de poca estructura. Cuando la sociedad a la que se dirige el contenido, vive en la rebatiña por falta de discusión franca argumentada, el contenido no progresa, ni decae y cuando un profesor se encuentra solo o rechazado por ser fiel a no renunciar a la terminología necesaria para profundizar en la realidad, no quiere decir necesariamente que su creación no merezca reconocimiento, únicamente ocurre que el estudiante lector libremente no desea hacer un esfuerzo para comprender y después juzgar, simplemente decide por desinterés inclinarse por el prejuicio, lo que los jóvenes llaman “solo es puro rollo”.
A las preocupaciones disciplinares y existencialistas, el profesor escritor añade las políticas. No puede ni debe evitar vivir vinculado a una época y hacerse eco de sus problemas. Es un creativo que dialoga con su época en serenidad y profundidad, sin imponer, siempre deja la puerta abierta a las ideologías. Es un intelectual que escribe, investiga, piensa, expone, construye, y educa con el ejemplo en la perseverancia, la honestidad y la honradez al explorar la realidad. Producto de sus reflexiones son los contenidos que genera, no se trata de cuerpos argumentativos que demuestran, sino de otro tipo de expresión de sus inquietudes, pensamientos y sentimientos. Es otra forma de comunicación sin pretensiones exacerbadas en el contenido de la filosofía, la ciencia y la técnica; son modos de comunicación didáctica de procesos intelectuales de construcción de conocimiento, se podría calificar de crítica didáctica y constructiva. Su lectura puede producir fascinación propia de la prosa literaria, muy lejos de los ensayos académicos con información emocional escasa, nuestro profesor escritor ha pensado siempre que la prosa, para que esta viva, para que no sea solamente la prosa científica del tratado, sino para que sea la prosa sinuosa, imperfecta, conversación viva del ensayo, necesita la irregularidad del argumento ornamental de la inspiración poética. El discurso didáctico es reflexión, colinda con la filosofía pero no es filosofía, colinda con la prosa descriptiva pero no lo es, colinda con la historia y tampoco lo es. Sitúa sus trabajos entre la escritura objetiva propiamente dicha y la prosa emocional de la expresión poética. Este profesor escritor, realiza sus textos a hombros de gigantes según sus propias peculiaridades dentro de un modelo documental para presentar los contenidos.
El profesor escritor es un desarrollador de elaboración de contenidos adecuados y novedosos para apoyar la labor docente y los procesos de aprendizaje de los estudiantes (escolarizados, obreros, y curiosos) a 500 años de su aparición en Europa, se consolida su figura social como un democratizador del conocimiento. Ante el vertiginoso envejecimiento del conocimiento técnico y científico[2], es indispensable contar con equipos de escritores con una base epistémica mínima que fortalezca la producción editorial con fines educativos curriculares. Tal es su importancia, que en 1478 solo a dos años de la primera imprenta en Inglaterra, la Universidad de Oxford comenzó con esta importante tarea. Libros para posgrado, licenciatura, ingeniería, nivel técnico, bachillerato, secundaria, primaria y preescolar son ahora cotidianos productos de los profesores escritores bajo las figuras editoriales de la era “University Press”.
El aumento en la profundidad del conocimiento está siendo impulsado por las fuerzas combinadas de la cuarta revolución industrial y el ritmo creciente del cambio tecnológico[3]. La globalización está siendo impulsada por la desregulación nacional e internacional, y por la revolución de las comunicaciones relacionadas con la tecnología de la información. Sin embargo, es importante señalar que el término Economía del Conocimiento se refiere a la estructura económica global que está surgiendo, y no a una combinación de estos fenómenos. La aparición de la economía del conocimiento se puede caracterizar en términos del creciente papel del conocimiento como factor de producción y su impacto sobre las capacidades en el aprendizaje, la organización, la innovación, la tolerancia política-religiosa y la democratización de la sociedad. Los signos de este cambio emergente de la sociedad son:
• Hay un enorme aumento en la codificación del conocimiento, que en conjunto con las redes y la digitalización de la información, está dando lugar a su creciente mercantilización. Conduce a un cambio en el equilibrio de los conocimientos para los problemas propios y emergentes -conduce a una relativa escasez de conocimientos tácitos-. La codificación es la promoción de un cambio en la organización y la estructura de la producción basada en generar nuevo conocimiento.
• La información y las tecnologías de la comunicación están cada vez más a favor de la difusión de información a través de la reducción de las inversiones necesarias para un intercambio masivo de información técnica, científica, humanista y de comunicación social.
• El aumento de la tasa de acumulación de conocimientos es positivo para las reservas económicas en crecimiento (aumento del límite de velocidad de crecimiento). El conocimiento no es necesariamente agotado en el consumo.
• La codificación está produciendo una convergencia y divergencia cultural, salvar las diferentes áreas de competencia cultural, la reducción de la dispersión del conocimiento local, y el aumento de la velocidad de renovación de los conocimientos científicos y técnicos.
• El sistema de innovación y su conocimiento de la distribución de poder, son críticamente importantes.
• El aumento de la tasa de codificación y recopilación de información están dando lugar a un cambio de orientación hacia habilidades tácitas (tratamiento epistemológico mínimo) que promuevan nuevas habilidades técnicas.
• El aprendizaje es cada vez más central para las personas y organizaciones.
• El aprendizaje se implica en la práctica docente por sus usos posibles y en la misma interacción social de los consensos de las ideas.
• El aprendizaje de las organizaciones en red es cada vez más un factor de eficiencia institucional y compromiso social.
• Iniciativa, creatividad, resolución de problemas y la apertura al cambio son cada vez más importantes competencias.
• La transición a un sistema basado en el conocimiento puede hacer que el mercado falle en principio, pero la experiencia internacional en este sentido nos señala que da lugar a un repunte sostenido en el desarrollo de la sociedad y su economía.
• Una economía basada en el conocimiento es fundamentalmente diferente a los sistemas basados en recursos materiales del siglo pasado, la comprensión económica no es convencional, debe ser evaluada en términos de justicia social.
El concepto de sociedad del conocimiento puede ser entendido como una sociedad en la que la investigación, la educación y la producción de literatura producida por el profesor escritor son de fundamental importancia económica, democrática y para la paz[4]. Este concepto se utiliza a veces como sinónimo de “sociedad de la información” en la Comunidad Económica Europea. Para aclarar este sinónimo haremos referencia a:
“Sociedad de la información es un estadio de desarrollo social caracterizado por la capacidad de sus miembros (ciudadanos, empresas y administración pública) para obtener y compartir cualquier información, instantáneamente, desde cualquier lugar y en la forma que se prefiera.”…“Sociedad que crece y se desarrolla alrededor de la información y aporta un florecimiento general de la creatividad intelectual humana, en lugar de un aumento del consumo material” (Castells, 1998[5]).
Una forma de desarrollo económico y social en la que la adquisición, almacenamiento, procesamiento, evaluación, transmisión, distribución y diseminación de la información con vistas a la creación de conocimiento y a la satisfacción de las necesidades de las personas y de las organizaciones, juega un papel central en la actividad económica, en la creación de riqueza y en la definición de la calidad de vida y las prácticas culturales de los ciudadanos” (Libro Verde sobre la Sociedad de la Información en Portugal 1997[6]).
La información y el conocimiento constituyen un bien público global y son esenciales para avanzar en la educación, la ciencia y la cultura, así como también para impulsar la democracia; la información y el conocimiento son también fundamentales para cerrar la brecha existente entre los “inforicos” y los “infopobres[7]”.
Una formación epistémica básica, donde se exponga el racionalismo en todas sus formas es vital para la nueva democracia[8], sin embargo, involucra retos enormes a nivel de habilidades tecnológicas y en el manejo de información dentro del amplio espectro del Efecto Mateo[9] que margina a las sociedades en desarrollo como la nuestra[10]. Ya no basta la ciencia académica, en la que lo importante eran los descubrimientos científicos, las teorías y los hechos, los expertos contemporáneos en política científica aceptan que siga habiendo investigación básica, porque es la que posibilita las innovaciones de ruptura de paradigma, pero prefieren una investigación científica más fecunda en la justicia social, que genere además de avances tecnológicos, sobre todo innovaciones que den viabilidad a la sociedad en una condición humana más digna y en paz con el medio ambiente[11]. No basta la generación de conocimiento publicable en revistas con factor de impacto ISI[12], los científicos se ven compelidos a transferir conocimiento a otros agentes sociales, no solo a difundirlos en el ámbito de su propia comunidad epistémica. Ante todo hay que transferir conocimiento a las nuevas generaciones en formación y el sector de salud y de justicia en lo particular. El paradigma de las University Press, tiene como forma una cadena de valor, con eslabones, donde los productos de la actividad científica son el primero, dicho conocimiento validado por las comunidades científicas es ahora eslabonado por el profesor escritor, al procesarlo, contextualizarlo y transferirlo en una codificación diferente en cuanto a sus recursos de explicación, no en cuanto a significado, una vez transformado es introducido en la Web en forma de e-Books curriculares o en otros modelos documentales para obtener imaginarios sociales innovadores a partir de su lectura crítica.
Este cambio no ha sido asumido por muchos científicos, que siguen manteniendo su sistema de valores tradicionales y se dan por satisfechos si han generado avances en el conocimiento, el haber sido reconocidos en su trabajo por los revisores de revistas con factor ISI. Algunos, en cambio, si lo han asumido, los llamaremos profesores escritores, protagonistas en la trasferencia de conocimiento y los procesos intelectuales que lo generan. Estos son muy conocidos en la iniciativa privada porque han apoyado la cultura de la innovación, a diferencia de muchas instituciones públicas que no suelen brillar por su ímpetu innovador. Tenemos que tener presente que las normas de calidad y acreditación llegaron primero a las industrias privadas. Por tanto, la mayor cantidad de literatura, manuales, cursos de entrenamiento y libros en general de transferencia de conocimiento y habilidades de frontera se producen en este sector. El profesor escritor de manera sistemática tiende puentes curriculares entre la ciencia y la industria, gobierno y educación, potencia la democracia al mismo tiempo que promueve una sociedad basada en la razón.
La actividad del profesor escritor se caracteriza por una colaboración estrecha entre científicos, ingenieros, filósofos y pedagogos, en general entre expertos de diversas disciplinas. La transdiciplinariedad se crea en esta tendencia de cambio de la que habla Gibbson y se concreta en generar equipos de escritores que elaboren y colaboren en las convergencias disciplinares a problemas sociales[13]. La ciencia moderna se ha caracterizado por una fuerte tendencia a la especialización. Estar al día en los avances que se producen en una determinada especialidad científica lleva mucho tiempo y requiere una sólida formación en la materia, puesto que las observaciones y los experimentos hay que comprobarlos y repetirlos, por si acaso a sus proponentes se les hubiera escapado algún detalle o error. Normalmente, en la frontera dichos científicos se citan unos a otros, y con frecuencia olvidan que la ciencia requiere de una sociedad democrática y justa, para florecer. Kuhn observó que las comunidades científicas son pequeñas y de no más de cien personas debido al alto grado de especialización de las líneas de investigación. Sin embargo, los científicos no son solo nada más productores de conocimiento, también son usuarios del mismo debido al gran volumen que se genera en las disciplinas. Por tanto, cuando requiere utilizar los avances que se han logrado en un campo diferente al suyo, se convierte en aprendiz del conocimiento organizado, procesado y publicado por los profesores escritores, en el que, a veces, encuentra en sus ensayos una fuente de inspiración para su propio trabajo. Este procedimiento de transferencia de conocimiento es muy frecuente en países desarrollados, cabe decir es lo habitual[14].
Sobrevivir en la profesión en cualquier disciplina exige ahora mismo, que nos adaptemos constantemente a la nueva topología que emerge del cambio tecnológico y de cambios de paradigmas, la tensión por el cambio de las prácticas en el desarrollo económico cuyo quehacer exige de innovaciones, desestabiliza el ambiente social, generando remplazo de trabajadores por envejecimiento no biológico, sino por envejecimiento de sus prácticas profesionales[15], el rol del profesor escritor es central para que la justicia social devuelva la estabilidad. En fin, aparte de los productores de conocimiento original de frontera y los usuarios, requerimos de quien distribuya el conocimiento en la sociedad entera: el profesor escritor.
Mientras que los sistemas educativos cerrados presentan unos límites muy claros que actúan como fronteras impidiendo la interacción transdiciplinaria, en México hay muchos intentos por abrir estos sistemas cerrados, por ejemplo los llamados cuerpos académicos, organizados en dependencias afines o DES. Mientras los sistemas educativos de interacción abiertos posibilitan la interacción transdiciplinaria no por decreto o por coerción, sino por necesidad al enriquecer su actividad de producción de e-Book’s, sistema que determina las propias características esenciales de la actividad del profesor escritor, lo que Maturana y Varela denominan patrón de organización[16].
7.1 ¿Qué busca al crear obras el profesor escritor?
La respuesta es: lo bello porque es ético, sin embargo, aquello con lo que todas las obras son bellas, de la misma manera que todas las cosas pequeñas, son pequeñas por el hecho de ser menores a la mitad de nuestra estatura, aunque no lo parezcan, son necesariamente pequeñas. Siguiendo este razonamiento ¿qué sería una obra bella, con la que todas las cosas son bellas lo parezcan o no? No podría ser lo adecuado, pues las hace parecer más bellas de lo que son según tus “propias palabras”, y no permite que interlocutores al tópico de estudio las hagan parecer como son. Hay que esforzarse en intentar decir qué es lo que hace que una obra sea bella, como acabamos de decir, lo parezca o no. En efecto, esto es lo que busca un profesor escritor más allá de un mero protocolo de textualidad: introducción, problema, hipótesis, métodos y materiales, resultados, discusión-conclusión. Es decir por ejemplo, cuantas veces asiste a ver una película por el hecho de introducir un tema que parece interesante, con ideográficos excitantes y resulta que una vez vivida la experiencia decimos que resultó ser un fiasco más de Hollywood. Además, la responsabilidad social de los escritos del profesor se materializa en la rendición de cuentas sustraídas de sus propias obras, sin embargo, en el proceso de atender la naturaleza de nuevos problemas con raíz social, los profesores escritores han de intensificar su sensibilidad y compromiso, en especial hacia las implicaciones éticas y políticas de su trabajo, en este sentido, más reflexivo.
7.2 Modelos generales de trabajo del profesor escritor
En este contexto de cambio del profesor escritor, hemos generado distintos conceptos y definido recursos; los siguientes modelos y procesos son resultado de todos los textos expuestos para el seminario-taller de formación de profesores escritores que integra esta propuesta.
7.3 La actitud de un profesor escritor
La ciencia consiste en liberarnos de la enajenación recibida en la vida y compartir libremente el análisis y premisas que tejen la razón que da forma a una sociedad más justa . En este sentido, la actitud de un profesor escritor, por tradición es la de un reformador intelectual que cree firmemente en el valor de la transformación mental de los estudiantes para mejorar las relaciones sociales de libertad creativa a favor del bien común, la ciencia como motor del progreso occidental enfrenta obstáculos materiales: a la miseria de recursos literarios y la escasez de liderazgo social fundado en la razón. Las plataformas tecnológicas para explorar la realidad y la verdad, son también muy escasas, sin embargo, un profesor escritor no ignora que el cambio depende más de la voluntad y deseos de los individuos por abstraer en torno a su condición y actuar con goce por el cambio teórico y práctico. La lucha del profesor escritor no se dirige a las creencias, sino al cómo es que los estudiantes construyen sus creencias como forma de conocimiento. El profesor escritor es un rebelde intelectual que ejerce presión para dinamizar la relación libre de violencia entre las comunidades académicas, para que estas críticamente en libertad hagan frente a la enfermedad, el autoritarismo, la explotación y la miseria, que son por mucho la misión social de la educación.
En los tiempos de oscuridad y de dureza el profesor escritor fue atropellado en su libertad académica, sin embargo, a pesar de ello, democratizó los bienes científicos, técnicos, literarios y mentales; el criterio histórico observable, nos dice que basta que un hombre tenga conocimientos científicos producto de su inquietud por servir a favor de su sociedad, ello nos ilustra, no se impide que los menos afortunados de la educación, por vías pedagógicas creativas libres en la Web gestionen el conocimiento científico. Si un ingeniero es un artista de la tecnología; si un QFB es un productor de evidencia para la salud humana; si un historiador es la conciencia histórica de liberación social; o si un filósofo es un ciudadano que renuncia a las cloacas de los intelectuales y un artista es un revolucionario emocional de los sentires sociales; aseguramos, que a pesar de cadenas y candados autoritarios en el ejercicio de fondos públicos para la educación superior, esta actitud positiva de los profesores escritores, ayudará a promover la atmósfera en la que tales cosas serán posibles a pesar de que muchos intenten hacer de todo esto bienes privados. Si a un profesor escritor se le condena por su actitud crítica al destierro laboral o a la muerte de los olvidados de las políticas educativas, los verdugos nunca adquirirán su amor hacia la felicidad por la verdad, por la realidad y la cultura literaria. Por esta razón, los profesores hombres y mujeres que de verdad son humanistas, deben considerar su deseo de más conocimiento de la educación, que los efímeros premios de reputación de falsos liderazgos administrativos. Esto quiere decir, que un profesor escritor querrá que cada ser humano sea lo más posible, un ser creativo libre en su vida diaria, y, lo menos posible, un utensilio mecánico del aparato disciplinar que corresponde a un guijarro.
Un guijarro es un ser racionalista instrumental; con límites racionales para crear, sin referentes morales y con carencias de conciencia sobre el sentido de felicidad en la creatividad fundada en la argumentación, la discusión y la verdad producto del consenso de las comunidades epistémicas. Un guijarro se agrupa para apoyarse en la fuerza de la rebatiña, para hacerse con la fuerza salvaje de la multitud de bienes materiales y organiza las voluntades en función a la avaricia.
Así como a las instituciones se les juzga por el grado de bienestar que ofrecen a la sociedad, el profesor escritor promueve que su práctica docente sea acreditada en sus indicadores de calidad y productividad, no como recetarios de un manual de calidad, sino como creadores de revolucionarios discursos originales, sin embargo, vive moralmente obligado a ser promotor de la vía de aproximación crítica a la verdad y a la justicia; su riqueza profesional no reside en instrumentar meticulosas restricciones y regulaciones de la vida académica, sino por crear formas pedagógicas originales que inciten a pensar y sentir por sí mismo a cada estudiante en la ciencia, su compromiso social y la cultura en general.
El profesor escritor renueva sistemáticamente el valor de la libertad académica ¡La libertad académica no se cultivó en muchos profesores! Por ello muchos la mal entienden como anarquía entre la relación con sus pares, administrativos y estudiantes. Los resultados históricos trágicos a toda luz de la anarquía entre Estados, gobiernos y ciudadanos, debería bastar para persuadir a cualquier profesor de que el anarquismo no ofrece solución a los males de la educación. Lo que nació como libertad de cátedra, evoluciona bajo el concepto de libertad académica: de socialización, de acción, de promoción estética y pensamiento a favor de la educación como estratégico objetivo de justicia social; por ello, ella debe ser transparente, pública y abierta a la crítica de todos; y qué mejor que sea a través de la literatura que se transparente.
Podemos concretar que el poder que la sociedad deposite en el profesor, el objeto de este será promover la cooperación social, la tolerancia a la crítica, hacer de los valores de la ciencia la sabiduría para dirimir la discusión de los males sociales, contraria al reduccionismo intelectual, promoverá el más alto rigor en el pensamiento flexible y la estética como forma de esperanza de un mundo mejor.
7.4 La práctica del profesor escritor
La escritura de contenidos curriculares, no es una crítica de la literatura simplemente, es escribir estos contenidos en la búsqueda permanente de persuadir la imaginación en ensayos reveladores, su lectura intenta producir fascinación propia para aquellos estudiantes que están dispuestos al esfuerzo, rigores y procesos intelectuales que exigen las ciencias. Esta escritura es la reflexión que colinda con la filosofía, la ciencia y vive en la cultura. Cada profesor escritor hace de su libertad académica cuerpos argumentativos libres y la referencia a textos complejos en una operación que se pliega sobre matices personales, pero siempre sometiéndose al proyecto curricular institucional. El profesor escritor es protagonista y objeto de reflexión, se trata de un ensayista y revisor del estado del arte, abierto al mundo, que sobre todo abre caminos disciplinares, sociales e ideológicos.
La experiencia fundamental del profesor escritor, es que puede decir lo que observa, puede expresar sus ideas y conceptos, a pesar de que la prosa ensayista como reflexión escrita sea una de las mejores formas de captación instantánea de la realidad. La reflexión escrita aunque sea un texto excelente, transporta al lector a otro sitio fuera de sí mismo, por esto, la voluntad de apertura del ensayo académico sugiere al estudiante una realidad sin comprobación final. La propuesta de contenido del profesor escritor, corre el peligro de quedar anclada a una postura fija, la alternativa es escribir con humildad socrática (yo solo sé que no sé nada) desde lo que no se sabe hacia lo que se puede llegar a saber; criticando lo que otro cree saber; produciendo vértigos y en una forma sutil para evadir la confusión y el vacío. Al buscar la verdad con seriedad y honradez, al final quedamos instalados en la incertidumbre de no haber encontrado nada seguro. El profesor escritor que convoca con sus textos a una revolución científica, convoca a la sociedad a insertarse en una civilización, en una época y en sus propias contradicciones. El texto académico del profesor escritor debe ser iluminador y creador, es donde la pasión y la reflexión se complementan, sin embargo, no debemos negar su dignidad formal de ser propuesta fronteriza del saber y del sentir. Al sembrar dudas frente a la curiosidad del estudiante, se trata de crear un camino que se va haciendo y retornando de cuando en cuando en algunos pasos en permanente preocupación moral por la verdad. Es una apuesta en práctica de forma coherente con las convicciones sociales sobre las cuales evalúa su trabajo escrito un profesor, que es labor creadora, puente entre la ciencia, filosofía y la ingeniería, que no se limita a plantear y a exponer problemas, sino que encuentra el texto de terreno fértil para conciliar su experiencia en la literatura creativa y el respeto por las diferentes culturas del mundo. Los textos del profesor escritor, al ser construidos a hombros de gigantes de la literatura original, se remiten a otros textos y estos a otros más, su entrelazado analógico o digital, garantiza una conexión que extiende el derecho democrático al conocimiento.
El profesor escritor es siempre revolucionario de su tiempo, al que Kuhn refiere como introductor de cambios en los paradigmas de observación científica, es decir, expresa los nuevos sentimientos del horizonte a su sociedad, hace balance de su vida, convivencia y abre brechas de saberes y sentires para la juventud.
Estamos claros en que el trabajo del profesor escritor no intenta agotar las posibilidades del objeto de estudio curricular, sin ser tampoco juego verbal solamente, sino que recurre al argumento poético como la vía de persuasión sensible para nuestros jóvenes mexicanos cargados de pasiones caóticas. Los textos del profesor escritor son el resultado de su experiencia de pensamiento y sensibilidad con otros textos, debe estar atento en estos textos más allá de la lingüística, porque además de argumentos, hay en ellos una tradición ideológica, una cultura que expresa una relación obvia con su sistema literario y cultural. Es cierto que la lingüística no explica qué son los paradigmas científicos, técnicos y literarios, así como tampoco lo que es un poema y un argumento matemático, pero dice cómo son, cómo están hechos y sobre todo no debe haber diferencia semántica entre leer, escribir y vivir. El profesor escritor pretende como el ilustre filósofo mexicano Alfonso Reyes, la resurrección de la conciencia creativa del México que sigue vivo, se apoya para escribir en la trascendencia de las ideas de los procesos sociales, la importancia de nuestro yo histórico y renueva el lenguaje mexicano; en sus textos vive la esperanza utópica de su juventud, de poder pasar del mundo en silencio, es decir, del mundo de la necesidad al de la libertad creativa.
El silencio se manifiesta en el profesor escritor como testigo de la insuficiencia del lenguaje literario, al tiempo que plantea la posibilidad de comunicación con pares y estudiantes. Donde acaba el discurso filosófico, científico y técnico puede oírse el silencio como algo que las palabras no pueden decir a la juventud. El estudiante es un lector que está siendo seducido por la ciencia, y el motor de su movimiento es su deseo de aprender el poder de lo que somos cuando imaginamos y sentimos para existir. La ciencia es importante para el hombre, lo es porque los que la practican viven una de las vías más altas de su ser. Su imaginación, de acuerdo con Kuhn se pinta de imágenes paradigmáticas en las que podemos reconocernos de una manera más cercana, porque solo queda la brecha llamada poesía entre nosotros y la realidad. El profesor escritor sueña con escribir no la verdad última, sino la motivación más seductora para los estudiantes. Esta escritura ideal de palabras y ritmos de la sensibilidad humana, proyecta su obra en absoluto a la crítica pública para su evaluación de calidad. Por los extremos de su práctica, el profesor: investigador, divulgador y escritor; consciente o inconscientemente sus vivencias fluyen y se reflejan en sus obras; vivencias intelectuales, profesionales y emocionales en el campo de la disciplina y de la sociedad. Por eso es muy difícil deslindar el entrelazado de su influencia en su obra escrita, apuntaríamos imposible y no deseable.
Nuestro profesor escritor nunca pretende la máxima precisión dentro de la disciplina curricular en la que escribe, pero sí es intolerante a la rutina cotidiana de transcribir, de fragmentar en diapositivas los textos en lecturas estériles en transcripciones acríticas apoyadas en cañones y software, como si estas por ser tecnologías nuevas sustituyeran el talento intelectual requerido para aprender la ciencia. Diapositivas que rompen el mundo objetivo y subjetivo, se instalan en el ojo surrealista que hace desaparecer la demostración argumental, la referencia de fundamentos y la estética de la literatura original, donde no interesa nada que tenga que ser leído en alguna terminología especializada, son calcos o simple cortar y pegar, no los resultados de una cultura asimilada y personalizada. Se anulan en estos casos los ecos literarios de autores estudiados por el profesor. En esas llamadas diapositivas, se neutraliza además la libertad de cátedra al renunciar a ella como la forma de tomar partido en la literatura, ya sea como ruptura o continuación, donde la idea de cambio es esencial para la formación del profesional del siglo XXI que aspira a tener lo que la Organización Internacional del Trabajo llama: empleos decentes[17]. El contenido elaborado por el profesor escritor, es el espacio de esa reconciliación generacional disciplinar, precisamente en el espacio escrito surge la nueva vía donde se argumentan las disciplinas sobre su profesión. Por ello, nosotros reconocemos a los profesores escritores por su perseverancia ante la tentación de tantos caminos que simulan educación en ciencias fuera del ámbito intelectual de la lectura y la escritura.
7.5 Lo que escribe
El profesor escritor tiene sus sentidos alerta, bien abiertos a todos los estímulos que se gestan en su época y que ponen en crisis a la educación; además, es centinela de las prácticas disciplinares y sus tecnologías. Es un divulgador de la ciencia actual, de las artes y de los nuevos procesos intelectuales, cuya huella se detecta doblemente en la literatura científica y la filosofía. Resiste a las modas, de oleadas tecnológicas que solo pretenden una visión mercantil de la educación. Su meta es contemplar la literatura original como la forma más alta de la comprensión, con discursos que retumban y derrumban creencias que no fueron comprendidas en el sentido del significado de la investigación documental y científica en general . Inicia por reunir en sugestiva conjunción textos que son de clarividente rigor; aportes científicos tan alejados en el tiempo los unos de los otros, como lo es Platón para Roger Penrose; escuelas y contra escuelas del pensamiento; que le implicarán tener el valor e inteligencia para tomar sobre sí la época actual.
Su obra escrita es la revisión de los acercamientos racionales a la realidad, apoyándose en textos en una segunda lengua; es entonces que ocurre un exotismo forzado y movido por el entusiasmo de leer en inglés, dado que es el lenguaje en que la académica expresa sus pensamientos y hallazgos. De lo contrario no logrará críticamente enfrentarse con los productos de la ciencia lúcidamente escritos, con sus objetos de estudio y con los problemas que plantea su época; ni identificará a hombres y mujeres que escriben la historia de las ideas hoy mismo.
Ya hemos dicho, que nuestro profesor se aleja del fatalismo lingüístico que condena al estudiante a vivir encerrado entre muros infranqueables del habla materna; está convencido de que las lenguas no son prisiones para la ciencia, sino oportunidades de enriquecimiento cultural, desde ellas y por ellas podemos tener interlocutores de otras escuelas epistémicas, son puentes que cruzan sin cesar nuestra existencia, traducir supone entonces reinventar una traslación de sentido entre lenguas, interacción que es fuente siempre de una nueva capacidad creadora. Una comunidad académica que no traduce su conocimiento queda limitada a hablar consigo misma, no olvidemos que la cultura evoluciona por el diálogo. La traducción no es un sistema de decodificación de literalidad lineal. Es imposible una correspondencia lineal entre frases de lenguas distintas, sin embargo, la nueva creación al ya no ser la cosa originaria, sí debe encontrar la imagen que diga casi lo mismo, usando vasos comunicantes entre nuestras culturas. Así, mediante esta traducción resolvemos el aislamiento cultural que Gabriel García Márquez denunció mágicamente en su Macondo, como una degradación del lenguaje que tiende a la tragedia. La traducción no solo enfrenta a los idiomas, sino también a las épocas. Primeramente descomponemos el texto, lo dispersamos en léxico e hipótesis de sentido de las frases; para después reconstruirlo y lograr una verdadera conversión, producto de enfrentarse con la lengua con la que nos comunicamos con otra, y plantearnos ante ella todas las dudas que, inmersos en la rutina unilateral, no suelen surgir.
El profesor escritor no pretende llegar a un conocimiento que ilumine el mundo antes de describirlo o reinventarlo, intenta que la realidad de los objetos cotidianos disciplinares y sociales, que su inmediatez no niegue el horizonte de instalar al hombre sobre una nueva luz. Quiere decir, superar al hombre formado como tecnología utilitaria, acercándolo a la sabiduría de la filosofía, la función creativa y la cognoscitiva. Debemos buscar una filosofía pedagógica que reúna la vida concreta y la voluntad de saber; de tal manera, que el temperamento de cada estudiante, sea el impulso de cada universidad y el corazón de cada profesor escritor con su sociedad. No queremos decir, o subestimar que el estilo de nuestra época no está marcado de temporalidad histórica, no la abstracta, sino el tiempo que pasa por un aquí y a través de una comunidad concreta, donde su sello es una crisis moral provocada por la instrumentalización del hombre, que no le permite trascenderse y esta afirmación es válida tanto para la ciencia, la educación y la democracia. Los estilos de educación nacen, crecen y mueren, pero el profesor escritor al no pertenecer a los que viven la muerte de la historia, de su fecundidad depende la originalidad de sus explicaciones, misma que sobrevive a los estilos. Cuando la historia muere, se da la degradación de los contenidos curriculares. La degradación de los textos de los profesores escritores, es producto de una exacerbada tendencia a ser un artículo de consumo, donde sus mensurandos de calidad están en función de números, muchas veces sin correlación a criterios de trabajo creativo original. Por ejemplo, toda expresión de revisión tutorial o ensayo, es un lenguaje que desemboca en la significación; pero además, en manos del profesor escritor, las cosas se convierten en otra cosa, sin dejar de ser instrumentos de significación disciplinar, renuevan la voluntad de ser y de saber; porque el profesor escritor diversifica los objetos de una teoría y profundiza la validez de sus categorías, sin romper el orden de coherencia de la ciencia, sin dejar que las palabras sean solo ellas mismas, trasciende el lenguaje para instalar una época provisional, donde los estilos que trasmutan todo, no se les permite negar las posibilidades de un mundo mejor. Es decir, no se permite cancelar la historia, como una forma eterna de referir a la verdad. El profesor escritor, en una visión de doble eje de la representación imaginaria de la realidad, pide ayuda a la filosofía y sobrepasa la idea de acumular conocimiento, por la idea de componer conocimiento. La palabra del profesor escritor nos lleva a las fronteras del diseño curricular, donde la soberanía intelectual del estudiante lo proyectará a otras tierras semánticas, disciplinares, sociales y a otros cielos de verdades. Por eso los textos del profesor escritor son conocimiento, salvavidas, liberación, abandono de dogmas, experiencia disciplinar, emoción, intuición y pensamiento criticable.
Las figuras argumentales de persuasión y ornamental, sirven para que el oficio de escribir contenidos curriculares, sea expresión que viva en el nivel mismo del habla sufriendo el vaivén del sentir de los hombres. Porque la libertad de cátedra no es un derecho, sino la obligación moral de hacer propio el lenguaje de la ciencia para renovar nuestro propio decir cultural. El instrumento para comunicar y defenderse, así la actividad del profesor escritor es una función social irreductible a cualquier otra experiencia literaria. Es una actividad vital, no como simple ejercicio de escritura, sino como una forma de satisfacer la lucidez necesaria de un instinto que recoge su momento irrepetible en la historia auténtica de la educación, en una inspiración generacional. La técnica de escritura, comienza por una negación de la imagen estática de los contenidos, sin ser una intención destructora de sentido, pone a dialogar a los gigantes de la literatura y en la ruptura de su tiempo, proyecta las posibilidades disciplinares, sociales y científicas al estudiante.
El texto es la forma, la transparencia portadora de sentido, donde las palabras no son las únicas portadoras, sino que actúan como puentes entre las matemáticas y los modelos ideográficos. Sus objetivos de la forma (algoritmo textual) son mantener la tensión en relación con lo inexpresable, es decir, la meditación de la reflexión racional de la realidad. Al desvanecerse las palabras en la reflexión, se opone el deseo de la sintaxis y surge así la representación y la escritura, un texto que no es imagen fiel del pensamiento vivo que entró en la virtualidad de la reflexión. La escritura es un instante de creación de la posibilidad de infinitas lecturas e interpretaciones profundas, signo de la desaparición de los textos originarios. La hoja en blanco, silencio desafiante a la razón y el sentir, sitio de comunicación y relaciones literarias, lugar de batallas filosóficas, ideológicas y científicas; sistema en continuo amanecer, de movimiento entre realidades irrepetibles y cambiantes a la luz de la lectura.
Escribir y leer son actos reales e históricos, sus productos, los textos, sin embargo se oponen al paso de la historia, esperando un argumento que los renueve, ideas que por demás son anacrónicas, pero no resisten cuando llegan revoluciones con mayor rigor lógico y las nuevas experiencias estéticas. El tiempo de la historia de las ideas no es cosmológico, es narrativo y fundamentalmente son las marcas históricas de las pulsaciones humanas.
Entre escritor y lector hay relaciones necesarias y contradictorias más allá del tiempo narrativo generacional; nos referimos a las terminologías, donde la literatura original es un reino único donde a veces está muerto y otras veces vivo. Al leer un texto poético, científico, técnico, filosófico…, lo resucitamos, lo reproducimos, para más tarde, a falta de lectores volverlo a reposar en el sueño de los olvidados. Esto quiere decir, que la literatura es un laboratorio de y para la imaginación viva, es en el fondo un conjunto de técnicas narrativas, sintácticas y rigores semánticos, que registran la experiencia simbólica de meditación con la realidad, la otredad y nuestro yo. Pero ni la palabra del científico, ni la del hombre común puede suplantar la presencia inmediata del mundo, donde no se puede decir nada, la palabra calla como un modo de ser fiel a la realidad inalcanzable. Silencio no como impotencia lingüística, sino como una forma superior de expresión de humildad.
La lectura para el profesor escritor es un camino hacia sí mismo y hacia los demás simultáneamente, el escritor explica su posición entre el movimiento de ideas reflejadas en la literatura, donde señales textuales son creadas en forma de composición de frases clave; son el producto de la necesidad de anclar su creatividad en el instante vacío de la hoja en blanco; su fijeza es siempre momentánea respecto al ritmo imparable de la producción moderna de conocimiento. La tensión que vivimos al tejer ideas para generar nuevas explicaciones, solo la resuelve el silencio, sentimiento consecuencia de nuestros límites de expresión y complejidad, además, sentimiento que nace por falta de datos de experiencia de lectores reales que nos permitan hacer juicios de valor. Este constante ir y venir, nos proporciona la sabiduría que radica en la vivencia de comunicación en tránsito permanente de renovación, dialogando con la literatura y los estudiantes. Cada nueva lectura de textos, inicia un nuevo camino sobre una hoja en blanco, un nuevo fin, un nuevo desafío y un nuevo esfuerzo; se trata de conseguir un equilibrio entre lo que la currícula pretende, y lo que nos indica nuestro tiempo precario e imperfecto escenario para escribir. Equilibrio, donde nos reconciliamos con lo que espera la sociedad local y lo que problematiza la ciencia, la filosofía y las artes en todo el mundo.
En fin, la mezcla de las figuras argumentales (principalmente las persuasivas y ornamentales) en sus géneros y su final abolición territorial en la literatura académica, desemboca en una práctica literaria única para los profesores escritores, práctica docente irreductible al amparo de la pedagogía humanista de bases axiomáticas al cobijo de la biología cognitiva. Es decir, escribir es una lucha narrativa sin tregua y un amor por la composición simbólica en permanente adulterio literario.
7.6 La revisión
Mientras que la revisión es consistente como ensayo en cualquier manual de escritura o de retórica, no tiene una historia bien desarrollada de teoría y estudio como el ensayo. Su importancia parece tan evidente que se tarda uno un minuto en organizar en su apoyo la premisa de Estado del Arte. Los aprendices de escritor deben ser capaces de escribir en las nuevas condiciones de la licenciatura, postgrado, la profesión y para la comunidad. Si los estudiantes pueden revisar, esto significa que pueden medir su escrito en las necesidades de una audiencia, un propósito, un conjunto de restricciones disciplinarias y las expectativas. La sociedad en su conjunto merece cuidadosamente nuevos trabajados, prosa precisa, no solo agradable de leer, además, éticamente escrita para aclarar las cuestiones, las decisiones y tareas como la educación superior.
Los profesores escritores deben ser capaces de presentar la revisión no sólo como la forma de una asignatura, sino como satisfacción individual y de utilidad social. Estos entendimientos funcionales de la revisión junto con las de tipo ético y estético, los podrán seguir hasta que el significado es totalmente explorado, desarrollado y matizado, se preguntarán "¿Qué tan cierto es esto de escribir hasta el final?" o ¿se puede continuar trabajando hasta que sus respuestas estéticas o los patrones del lenguaje sean casi satisfechos? Entendemos por éxito el resultado de explorar el papel de la creatividad en la reestructuración de la imaginación de un documento con una nueva imagen o diseño arquitectónico de la textualidad. Desde el análisis retórico, es estudiar el papel de las asociaciones textuales y de la argumentación para conseguir los fines de explicación. Son tareas siempre inconclusas.
En general, los escritores experimentados son mejores en la revisión que los noveles, sin embargo, son más arriesgados estos últimos para introducir nuevas habilidades para la vida, como resultado de la autarquía en el conocimiento, la ambición de sus raíces en una carrera y una disciplina, e incluso los beneficios de un sueldo o de una entrada significativa en un currículum, sin embargo, ambos están sujetos a equilibrar los objetivos personales con las expectativas institucionales que hacen de este aprendiz de escritor, estar atado al plan de estudios.
La revisión como mero delineamiento secuencial de problemas e ideas, que sustituyen un objeto de estudio, es un concepto erróneo de este producto intelectual. Algunos quieren hacer parecer a la revisión como desvinculada de una narrativa de ensayo, en lugar de buscar la idea-base de la conexión argumentativa, que va a añadir una proposición o la transición entre parágrafos. Escritores sin formación en la escritura de la revisión, pueden producir textos vagos y hacer de un tema interesante algo inabordable, por el mal uso de términos, que resultan vagos a la crítica.
La revisión podría ser definida de manera directa como el acto de toma de cambios a un documento escrito para hacerlo mejor, nos parece estar relacionada con casi todo lo que sabemos acerca de la escritura. Cuatro aspectos de la revisión son fundamentales: (1) la revisión como corrección; (2) la revisión como crecimiento del aprendizaje, desarrollo y descubrimiento; (3) revisión retórica como objetivos del establecimiento y funcionamiento de la realidad; (4) la revisión como la afirmación de la identidad, ya sea personal, política o estética. Estos conceptos se pueden deducir de algunas metáforas comunes acerca de la revisión. Decimos "pulirlo", "limpiarlo", "arreglarlo", "jugar con un poco más", "ir a fondo", "hacer que suene mejor”. A veces los escritores hablan de estar "en todo lugar" o "perdidos" en sus proyectos, con la revisión dirigida pueden lograr una mejor organización, se "focaliza" (otra metáfora común). A veces los escritores actuales recurren al reto de revisión por ser el producto para conseguir un trabajo concreto o la apertura de lo que piensan o quieren decir, o defender sus creencias. Para estos es común declarar que la revisión revela la sabiduría de fondo, los métodos y prácticas de los ámbitos de estudio.
Estudiantes y profesores pueden pensar a la revisión principalmente como la actividad de corrección de los errores de un escrito. En la escuela secundaria, algunos de nosotros ensayamos como revisión sobre un escrito para verificar las formas correctas de las palabras o identificar pifias gramaticales en las mismas. Los estudiantes todavía pueden pensar en la revisión desde este sentido en función de sus experiencias en la escuela secundaria. El énfasis en la corrección de errores tiene sus raíces en la "corriente tradicional" retórica, un conjunto de supuestos que se desarrolló a mediados del siglo XIX e imperó hasta mediados del siglo XX.
Los noveles que dicen que necesitan ir en más profundidad cuando frente a un ensayo o cuerpo de ideas, encuentran su voz no muy definida (estilo), ya no piensan en tomar más torturas de mecanografía de aficionados, obligados a volver a escribir páginas enteras para pulir su tecleado, no hay capacitación inmediata por transcripción de textos, o fácil con pocas horas de procesamiento de textos. Debemos superar la idea de escribir muchas cuartillas para formar la ilusión de la exhaustividad en la escritura. A pesar de esta crítica, para la mayoría de los escritores es una alegría tener un becario que se ocupe de la ortografía, y de errores comunes de redacción.
Es muy útil y necesario vivir un proceso de orientación para la distinción entre la composición escrita de la revisión y el ensayo. En un ensayo sometido a composición, las capas de textualidad de los proyectos no existen explícitamente, a menos que el escritor haga un esfuerzo especial para mantener los marcadores textuales. Escritores meticulosos, que a menudo regresan sobre sus pasos para perfeccionar cada frase, revisan en la pantalla o el papel su estilo (forma única de argumentación y estética literaria).
Los teóricos del proceso de composición escrita convergen en un modelo de etapas de composición desde la obtención de piezas de información aisladas, pasando por la argumentación y creando finamente textualidad, como un modelo de bifurcación, es decir, los escritores saltan en audaces procesos de reestructuración entre cuerpos de argumentos después de un párrafo o frase, y luego de volver a leer introducen terminología que les parece más elegante. Este modelo descansa en la psicología cognitiva de la elaboración de los pensamientos y nos lleva a pensar en la revisión, no como algo que ocurre página a página del texto, sino algo que sucede en el aparato cognitivo del escritor; es decir, acerca de los procesos mentales que subyacen a la revisión.
La composición escrita ha ganado reconocimiento como disciplina, la nueva situación de competencias en la generación y aplicación de conocimientos, ha impulsado programas de escritura de nivel superior, cursos especializados, programas de escritura en el currículo y los cursos del primer año con un enfoque claramente retórico y de diseño documental. Los profesores producen y consumen documentos asignados a temas del plan de estudios en una variedad de géneros, además de ensayos, artículos, informes, manuales en el sentido tradicional, y complementan las investigaciones centradas en torno a la función social y a la elaboración de los documentos.
Los noveles escritores que aprendieron a valorar sus textos por la labor que podrían hacer en un entorno real, a menudo informan como hábito, escriben en colaboración, comprenden las convenciones ideológicas de las estructuras escritas y no solo las de construcción de formato; se encuentran bien preparados tanto para ser académicos y para hacer redacción de proyectos especializados de la escritura en ciencias. Si el enfoque retórico tiene en Latinoamérica poca atención, puede ser por la falta de alegría, del juego libre en la composición escrita y la elección libre de lecturas. Nuestros profesores favoritos explicaron en nuestros primeros años los convenios de composición escrita y mostraron cómo usarlos, también demostraron lo divertido que era, en ocasiones, el jugar contra ellos o con ellos. Sí el compositor escritor entiende cómo equilibrar los riesgos y beneficios de la escritura libre, la calidad funcional de su oferta educativa, agrega más beneficio dentro de ese laboratorio social que es la escritura.
7.7 La falta de usuarios en la biblioteca
A los que se les ha negado el derecho de expresarse y con ello son sometidos a vivir en una cultura del silencio, nunca podrán expresar la lectura del mundo que desde sus propios ojos emerge, es un derecho que la educación gestiona para todos los afortunados que viven en ella el manejo de la auténtica lectura y la escritura. Al no tener forma de participar en la creación y recreación de la cultura, la historia los deja fuera del contexto, como si fueran metafísica y no un ser concreto, como un discurso abstracto sin vinculación con su realidad. Basta observar las muchas butacas de madera ralladas en las aulas, que parecen un desesperado llamado de un mundo ciego y de una estética atrofiada por la falta de talento. La biblioteca clásica o de última generación, sintetiza la relación en el conocimiento del mundo y la transformación de nosotros mismos; acto que nos permite tomar distancia de la práctica disciplinar para conocerla críticamente, volviendo a ella para transformarla y reconfigurarnos a nosotros mismos. La mayoría de los estudiantes solo pueden ejercer una actividad física con su disciplina, sin la posibilidad de poder llegar al acto de unión del trabajo de las manos y del intelecto teórico, Samuel Ramos nos advierte que este divorcio de teoría y práctica nos hace daño y nos instala en el marco teórico del imbécil[18]. Parece que la biblioteca fuese derecho exclusivo de unos cuantos, de aquellos que pueden ver y sentir; para el resto no se les permite un conocimiento crítico de la realidad, se les provee de recetas y diapositivas que fragmentan la literatura para no despertar conciencias, no sea que nos acusen de haber perdido como docentes la realidad de nuestra sociedad, o haber abandonado las críticas de fondo que se dirigen al contenido mismo del pensamiento científico, y por habernos instalado en ingenuas ideas pedagógicas que hacen añicos los procesos intelectuales, sus productos de literatura original y sus terminologías especializadas. Estamos de acuerdo en una toma de conciencia de la falta de una biblioteca que promueva su quehacer más lejos que solo almacenar, catalogar y dar en préstamo literatura; es necesario además, dar sentido a la promoción real de la actividad de lectura libre y escritura creativa, así como a las diferentes normas y estilos que internacionalmente están convenidos para su comunicación.
La historia en sus innumerables capítulos de situaciones de opresión, nos enseña que la conciencia de esta situación no basta para transformar esa realidad opresiva, sino que es necesario desarrollar políticas curriculares con una estrategia docente capaz de orientar su acción a transformar la actitud y aptitud científica del estudiante. Lo más común es que en respuesta a esta falta de usuarios de biblioteca en las universidades, se den respuestas objetivistas mecanicistas, y por lo mismo no humanistas. Los factores objetivos de la existencia de una realidad de opresión impuesta a estudiantes por una negación sistémica de construir conocimiento, dentro de los procesos intelectuales de lectura y escritura libre conlleva a poner en crisis las relaciones entre sujeto y objeto, lenguaje que enmudece el pensamiento de complejidad superior, el ser, sus marcos teóricos y su práctica. Al romper la unidad dialéctica con la realidad, el estudiante cae en la negación de su condición, es incapaz de explicar en forma coherente sus motivaciones disciplinares. Es verdad que la toma de conciencia de la biblioteca, no es argumento de discusión de la realidad educativa universitaria, ni esta es para la construcción de procesos selectivos de literatura original por parte de los académicos, ni mucho menos revolución de la juventud actual, sin embargo, el arbitrario error mecanicista de transformar la información en conocimiento, crea una situación de didáctica de la opresión, esto explicaría por qué concebimos la historia como una entidad mítica, exterior y marginal de la práctica docente. De acuerdo con Marx en “La sagrada familia”:
“La historia no hace nada, no posee ninguna inmensa riqueza, no libera ninguna clase de lucha: quien hace todo esto, quien posee y lucha es el hombre mismo, el hombre real, vivo; no es la historia la que utiliza al hombre para alcanzar sus fines, porque la historia no es sino la actividad del hombre que persigue sus objetivos[19]”.
Esta condición concreta que nos desafía, los profesores la percibimos por error como una situación ajena a nuestras praxis. Significa, que mientras nuestros estudiantes son incapaces de plantear por escrito sus pensamientos, los profesores con sus buenas intenciones siguen generando diapositivas que minimizan las habilidades intelectuales, como límites de una prisión para el talento de las ciencias. Nuestros estudiantes seguirán en su celda, sin libertad, sin imaginar el mundo desde de la biblioteca. La praxis docente no es una actividad desprovista de intención o de finalidad social, o de reflexión y acción de capacidad para transformar el mundo, sino que su quehacer confiere el significado pedagógico de sus fines.
En la medida en que no se percibe la función sustantiva de la biblioteca en la práctica docente, nos instalamos en el mito de la neutralidad de la ciencia y de la mixtificación de la verdad. Cancelamos la formación más crítica y comprometida, más rigurosa en relación con la verdad, lo que significa una aproximación con el alcance provisional en el tiempo. El profesor sabe muy bien que el conocimiento no es algo que se beba, un edificio acabado y dado, sino un proceso social que exige una actitud vigilante de la literatura original, característica de un investigador crítico, al que no le satisfacen las creencias engañosas de los libros de texto. Por eso mismo no puede aceptar para el estudiante que el acto de conocer se agote en el aula como una simple narración de la realidad, por el contrario, busca liberar a los estudiantes inmersos en la alienación que provoca la cotidianidad académica de presentar en diapositivas fragmentaciones literarias; los estudiantes no alcanzan espontáneamente la conciencia de sí mismos sobre su realidad al verse como agente pasivo indiscutible del rol pedagógico de la educación superior. Es verdad que este riesgo existe, de ahí que los métodos de acción pedagógica deban no ser otros que los ya probados en la sociedad que generan la dinámica de conocimiento, tales como el artículo científico, el ensayo, la novela, la revisión científica, la tesis, el poema, la novela, la reseña, la síntesis, el resumen, la fotografía, los modelos ideográficos…
7.8 Debate
Finalmente nos parece necesario afirmar que paralelamente a los productos tácitos del conocimiento se adquieren productos morales intelectuales: responsabilidad, búsqueda rigurosa de la verdad, flexibilidad mental a los paradigmas, tolerancia al error, solidaridad social, consenso público de la verdad, honradez intelectual, eficacia, respeto a la propiedad intelectual, confianza epistemológica…, entre muchos otros aspectos éticos. Además, los procesos intelectuales definen nuestros criterios, de tiempo a invertir, costo, método, materiales, habilidades intelectuales (leer y escribir), criterios de calidad, en colaboración o individual, publicables…, entre los principales normativos de la vida intelectual.
Al analizar el papel de la biblioteca, nos damos cuenta que es fundamental para elaborar contextos técnicos, científicos, filosóficos y disciplinares, que permiten la profundización teórica del mundo y de nosotros mismos. Es el proceso por el cual, en el puente de relación sujeto-objeto, el sujeto se torna capaz de percibir, en términos críticos, la unidad pública de la ciencia entre él y el objeto. Cuando los profesores se niegan a educar acompañados de la biblioteca, rompen así la unidad profesor-estudiante-literatura, ya no es libertador de conciencias sino un guijarro.
Todo contenido académico debe reflejar una intención curricular y fundamental de quien lo elabora, de esta manera ,la libertad de cátedra atiende y despierta el deseo de profundizar conocimientos en aquel o aquellos a quienes se propone el contenido. Si falta en los estudiantes el ánimo para usarlo, o si el texto no es capaz de desafiarlos, se inhibe la motivación fundamental para aprender.
7.9 Producir explicaciones
Producir explicaciones, es abandonar la mera descripción nominal de la realidad al desafiar el por qué y el cómo, demostrando que los sucesos en cuestión deben tener un origen relacionado entre las cosas que existen. El objeto de ensayar explicaciones, es deducir un orden necesario de las cosas, no es un trivial el uso del lenguaje especializado, cuya terminología muchas veces nos hace creer que estamos ante un conocimiento realmente científico. En 1996 se publicó en la revista norteamericana Social Text un artículo con el título “Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity”, su autor Alan Sokal, reforzó sus argumentos a hombros de citas de intelectuales célebres[20]. Más tarde revelaría su “broma”, que el uso intempestivo de la terminología científica y las extrapolaciones abusivas de las ciencias exactas a las humanidades ocultan un fraude que afecta a todas las revistas especializadas de humanidades. Cuando pretendemos usar explicaciones (teorías) fuera de un paradigma que los gestó, solo causamos confusión y no revolución científica, de acuerdo con Kuhn los problemas científicos viven en el interior de paradigmas que definen los criterios de evaluación de soluciones teóricas y procedimientos experimentales[21].
Para generar explicaciones científicas, desde Aristóteles se considera que las explicaciones científicas deben tener siempre la forma de una deducción lógica, sin embargo, los explicandum deducidos lógicamente de las premisas deben cumplir además de la condición lógica (deben ser verdaderas las premisas) que los dota de formalidad, la condición epistémica que estipula las relaciones cognitivas que debemos observar frente a las premisas, y las condiciones sustantivas que suscriben el contenido que forman las premisas.
La condición epistemológica de una explicación nos sirve para juzgar el valor de la propuesta, si no estamos en condiciones de discernir si las premisas son o no falsas, diremos que su estatus cognoscitivo es vago. Una explicación científica satisfactoria debe reducir lo no conocido a lo ya conocido. Sugerimos que los noveles comprendan que elaborar explicaciones, es la actividad intelectual de intentar comprender lo no conocido en términos de lo conocido, en la medida en que la construcción y el desarrollo de sistemas explicativos (modelos) se hallen regulados por el marco teórico que los suscribe como verdaderos. De acuerdo con esta posición, las relaciones de dependencia entre sucesos y propiedades deben mantener su estatus cognoscitivo en función de que permita su traducibilidad a enunciados acerca de cuestiones observables. Es decir, merece el examen de la realidad en búsqueda de la verdad. Persigue no solo un intento por sistematizar las premisas y sus hechos, sino además, nos concierne la posibilidad de traducir los enunciados explicativos en enunciados acerca de cosas observables públicamente verificables.
La condición sustantiva que deben guardar las explicaciones, actualmente es debatida en el seno de la filosofía llamada “holismo” o “evolución emergente”. Es una tesis de lo emergente, donde se jerarquiza la organización de las cosas y procesos, y la consiguiente aparición de propiedades en niveles superiores de organización de la realidad que no son predecibles a partir de propiedades que se encuentran en niveles inferiores, por ejemplo, leyes moleculares a partir de leyes atómicas. Aunque invocamos lo emergente en la física, hoy se formulan audaces explicaciones en la psicología, la biología y en una gran cantidad de conexiones teóricas con los fenómenos sociales.
Sin embargo, en el racionalismo crítico vale la pena advertir, que no hay evidencia o algún enunciado lógico como punto de partida en el crecimiento del conocimiento. Su punto de partida es una hipótesis precisa y consistente cuyo origen no importa, lo decisivo radica en que pueda ser propuesta a la realidad quien la mantendrá de pie o la derrumbará. Las explicaciones que emergen de la actividad del racionalismo crítico generan frases científicas, sí poseen explícitamente la potencialidad de ser falseadas, es decir, refutadas.
7.10 Cambio educativo, es el reposicionamiento curricular de la epistemología
El profesor escritor se sirve de las palabras para provocar un desafío cognitivo, estético y de vida. Gracias a los cuerpos argumentativos, es decir, gracias a un sistema de proposiciones hace de estos un medio excelente para educar, se transforman las frases en un proceso de significar. Las palabras se conducen en medio de un camino delimitado por saberes y sentires, en franca rebeldía con diccionarios y contextos. En realidad, la palabra nunca se encuentra aislada de la unidad significativa que es la frase, un escritor que pretende educar debe tomar en cuenta que el lenguaje simbólico consiste en representar un elemento de la realidad por otro de naturaleza simbólica. La distancia entre la palabra y el objeto es irreductible a cero; la realidad que describen las palabras no se agotará por estas, la inmersión de la conciencia en la realidad siempre es mediada por la frase y la facultad de la voluntad, no existe ningún producto intelectual en el que no haya intervenido una voluntad creadora. La palabra es el ser humano mismo, ellas son nuestra realidad y el testimonio de nuestra experiencia en la perforación de la realidad.
Cuando se discute sobre la educación cara a cara y su versus a distancia, muchos intentan valuar cuál es mejor, la crisis de la educación no empieza en el medio pragmático para establecer presencia, sino cuando las palabras se corrompen y los significados son tan ambiguos, que confunden el sentido de nuestros actos de saber y distorsionan el significado textual de nuestras tareas académicas.
El profesor escritor afirma que el lenguaje escrito es diferente en sus alcances a la idea popular de verlo como una tarea igual a hablar en voz alta un discurso escolar. Muchos profesores que practican la educación cara a cara no tienen presente el hecho de que la composición escrita es un proceso mucho más elaborado, complejo y fácil de transmitir en un protocolo formal como el ensayo, el artículo científico, entre otros. Estos profesores ven a las palabras con que enseñan la ciencia y la disciplina, como textos con la complejidad y precisión de las frases que dan forma al conocimiento; sin embargo, el habla discursiva escolar es la sustancia o alimento de la relación interpersonal entre estudiantes y profesores, pero no es el discurso original de la ciencia ni la disciplina. El prestigio que rodea a los profesores de conferencia verbal, radica no solo en su espontaneidad y desenvoltura de su discurso áulico, sino porque los estudiantes tienen la exagerada creencia que al hablar en voz alta se adquiere más conciencia de las cosas que se nombran y discuten, sin embargo, la lectura puede descubrir otros muchos detalles de la elaboración del conocimiento, su protocolo de comunicación y de sus fuentes de validación de la realidad mucho más allá de la pragmática escolar.
Así como nadie puede creer que un hombre de ciencia sea producto de parábolas de la cotidianidad a las que refiere Carlos Monsiváis en “Los rituales del caos”, tampoco nadie puede defender la idea de que el artículo de investigación científica, el ensayo…, entre otros, son una secreción espontánea del lenguaje común. Algunos en contra de este argumento insisten en que al tiempo de hablar en voz alta se crea una dinámica de reconciliación léxica y científica que radicaliza el lenguaje común en dirección científica. De ahí que el posracionalismo plantee que cambiar al hombre es un asunto de una mente que autoorganiza la historia como la conquista de vivir en el fundamento real de la ciencia, que exige la plena reconciliación del lenguaje común con el léxico especializado, recurso para los estudiantes para ir, más allá de sí mismos, al encuentro de lo que es profunda y originalmente la actividad científica de pensar. Al profesor de conferencia verbal que le es imposible confiar en la dinámica del lenguaje escrito de la argumentación científica, este apenas advierte que no existe un solo paso de desarrollo científico en la historia, en el que no haya intervenido la voluntad creadora sobre un sistema de proposiciones escritas. Sí la ciencia es lenguaje escrito, este rasgo fundamental toca la fuerza creadora en la marcha de la actividad de composición escrita, de un modo tal, que hablar de sociedad del conocimiento implica la abolición de querer educar deseando nada y distraído de la curiosidad del reverso del mundo del lenguaje común, es decir, el lenguaje especializado de la ciencia y la filosofía.
El efecto de la literatura original científica en los estudiantes, los hace vivir la comunicación y perpetuar sus experiencias, pasiones, esperanzas y creencias científicas. En un sentido de ganar profundidad, la inserción escolar de la obra científica original, coincide con el nacimiento de la sociedad del conocimiento, una sociedad marginal que como alimento a la sociedad del tercer mundo, no hemos podido digerir. De ahí que muchos profesores de conferencia verbal cara a cara, una y otra vez hayan intentado domesticar el discurso científico en simples diapositivas proyectadas que constituyen la evidencia para los desterrados de la sociedad del conocimiento.
En este mismo sentido, los malos políticos en materia educativa convierten al profesor conferencista en protagonista único del cambio educativo, dejando un nulo lugar al profesor escritor de literatura curricular original; diseminan en las masas la utopía de que se puede alcanzar la sociedad del conocimiento sin leer y escribir literatura original; se abandona pues la biblioteca como el eje curricular de la actividad de aprendizaje y la posibilidad misma de que resolver ese exilio se transforme en justicia social para México. Sin sistemas para elaborar conocimiento, la sociedad se queda sin salida y sin porvenir anclada en la violencia; algunos oportunistas de la política educativa creen que con un simple cambio verbal de cómo llamamos al profesor (facilitador, asesor, tutor, etc.) ante la sociedad, se da un paso en la dirección correcta. La esperanza en estos cambios nominativos tiende a petrificar y a producir en esta época de crisis un estancamiento decadente de la educación institucionalizada. Por el contrario, cuando los momentos de esplendor social hacen historia, ocurre como consecuencia de una libertad creativa fundada en la epistemología plena de la ciencia. Apenas las universidades tienen grandes escritores en diversidad disciplinar, surgen los grandes estudiantes de ciencia dispuestos a abandonar la oscuridad del discurso conferencista del profesor.
En la visión de progreso que introduce la figura del profesor escritor: es verdad que la dificultad de toda la obra científica original, encierra un currículo oculto, donde el goce científico no se dará sin vencer ciertas dificultades epistémicas, terminológicas, argumentales y matemáticas; es algo análogo a la creación científica. El estudiante reproduce las vivencias intelectuales de los científicos y experiencias de la creación producto de grandes esfuerzos, la sociedad cambia, pero no progresa ni decae en principio, al principio se rompen y aflojan sus ataduras, la sociedad retoma su proyecto abandonando el lenguaje sectario egoísta de los conferencistas, es entonces que el ciudadano hermético reclama la grandeza de la ciencia y el destierro de la miseria de la historia de la educación institucionalizada.
7.11 La prosa del profesor escritor
En el fondo de toda prosa del profesor escritor, circula como una especie de vía subterránea la pedagogía, la filosofía y la poesía, por las exigencias del discurso educativo y científico, sin embargo, el pensamiento en la medida que es lenguaje escrito obedece al argumento explicativo o persuasivo principalmente, sin embargo, este discurso no está completo, es medido en su calidad por su impacto educativo, de lo contrario este tipo de literatura no alcanzaría los fines curriculares aunque como prosa literaria en libertad alcance un goce y una profundidad distinta. El profesor escritor es libre de producir textos, argumentos y proposiciones para integrar contenidos, vale la pena precisar que el currículo gobierna los objetivos, metas y estrategias de aprendizaje que finalmente deben reflejarse en la producción de literatura del profesor escritor. Este prosista busca un estilo propio para intelectualmente elaborar los conceptos para intervenir y explicar la realidad. Con el aparato crítico y de análisis que define a la prosa, se exige que el pensamiento se imponga a los caminos de las palabras, su inclinación a demostrar y a explicar en un incesante ir y venir de argumentos; nosotros agregamos la vía del argumento ornamental de la poesía, que fractura deliberadamente el discurso para abrir caminos a las emociones, que teorías y hechos requieren para dejarse seducir en el camino del aprendizaje.
En la prosa del profesor escritor, danza la terminología que define el lenguaje de la escuela epistémica a la que pertenece, lucha sin descanso contra la vaguedad e intenta alejarse más aún de la ambigüedad; en este proceso de elaboración de la prosa, se libra una constante batalla contra la inercia del lenguaje común para medir el discurso por su longitud en su trama. La fractura que produce el argumento poético dota de ritmo al cuerpo de explicación y genera una abstracción diferente a la imagen racional de la vida del hombre de ciencias, cambia el ritmo y rompe la monotonía de la vía pura de la razón, con ello regresa el habla de la pulsión que requiere el aprendizaje de complejidad superior, así hay un flujo y contraflujo de argumentos explicativos, demostrativos y ornamentales. Sin embargo, en muchas ocasiones, es necesaria la puntuación de comas y puntos en parágrafos para el creciente predominio de la literatura argumental de las ciencias, por otro lado, lo visual poético revela nuestra necesidad ideográfica de hacer pausas reflexivas en la ceremonia del discurso escrito de las ciencias en pequeñas parcelas de la realidad, tendiendo a romper la mecánica de una lectura con un solo ritmo.
La actividad de composición escrita del profesor escritor oscila entre la prosa y la poesía, es decir, entre el discurso y el ritmo emocional de su propuesta; entre una abstracción racional sobre la realidad y una reflexión sobre el saber vivir. La importancia entre el pensamiento representado como información y la sabiduría expresada como poesía, son la propuesta moderna de expresión de la prosa libre en la elaboración de contenidos curriculares. La llamaremos prosa posracionalista.
Frente al racionalismo, como instintiva rebelión esgrimimos una filosofía no separatista entre ciencia y humanismo, no desmantelamos los sistemas de construcción de sentido crítico de las escuelas epistémicas, de análisis y de argumentación fundadas en la lógica matemática de la proposición en ciencias; sino que fracturamos este discurso para minarlo de la imagen poética, con el fin de traducirlo a la cultura, dotarlo del humor con que se vive en el contexto del imaginario social del lector y no menos importante, intentamos sobrepasar la gramática de la ciencia con el ritmo de la cultura de la realidad social de los estudiantes universitarios. No se trata del triunfo de la analogía poética sobre el pensamiento lógico de las ciencias, es volver al ritmo de la cultura como pulsión principal para el aprendizaje superior que se vive en las universidades de México.
Volver al discurso poético entre el tejido de cuerpos de premisas, proposiciones y terminologías científicas, entraña un cambio de actitud del profesor ante la realidad, adopta en principio al posracionalismo como acento pedagógico frente al paradigma de competencias, dado que este último paradigma, su acento de saber hacer para perfilar la instrumentalización del hombre proclama un interés de los mercados de capital y no el de una sociedad fundada en la justicia social. Lograr el triunfo de la corriente humanista posracionalista en la educación superior, no es imponer un concepto por la fuerza del pensamiento lógico; sino de invitar a los estudiantes, profesores y directivos a revalorar el racionalismo dialógico que más que limitarse a elaborar ideas de coherencia lógica formal, permite discutir problemas disciplinares, sociales y medioambientales para alcanzar acuerdos, consensos y un destino colectivo de una auténtica sociedad bajo el paradigma de la discusión permanente.
Mientras el racionalismo produce un liberalismo extremo enfocado en la individualidad egoísta que hereda a las democracias un habla de opiniones autoritarias, el posracionalismo apuesta a la integración democrática de voluntades (despertar de la sociedad civil) por la vía de valores epistémicos y culturales dentro de una sociedad libre; insistimos en que no pretende lograr su fin por decreto, sino por la creatividad que producen acuerdos en la vida dialógica racional de las comunidades, motivadas para resolver problemas colectivos y dar sentido cultural a su devenir.
Poesía, salvavidas de la ciencia,
no me di tiempo en mis apuros por comprender,
que dejé de ver, de oler y de palpar la vida.
La razón se apoderó en lo absoluto de mi sentir,
pensé que mi deber era el pensamiento,
olvidé sentir creciendo la razón,
que era distinto que crecer como escritura argumentada.
El profesor escritor construye marcos explicativos que nos permiten entender esos marcos interpretativos de la realidad que llamamos teorías científicas. Ante todo, el concepto de paráfrasis surge a partir de la dicotomía descriptivo/prescriptivo, la cual aboca a la educación a una tarea descriptiva de los contenidos de la ciencia, o bien al diseño y justificación de un conjunto de normas que todo científico debería seguir si es que quería ser reconocido como tal.
7.12 El profesor escritor que educa la disciplina
Para definir algunas características del análisis que dan forma a la prosa del profesor escritor, debemos estudiar la relación disciplina vs educación. El contenido de la prosa, constituye una categoría semántica autónoma, que no se reduce a la descripción o a la prescripción. Una misma semántica puede sugerir diferentes interpretaciones plausibles. Del mismo modo la actividad teórico normativa (prescriptiva) puede ser sometida a la paráfrasis, resultando diferentes explicaciones de ella. Para cada caso, apuntamos siempre a una faceta reflexiva de segundo orden, que es propia de la educación. Nuestro asunto de fondo nos conduce a preguntarnos: ¿cuál es el método adecuado para acometer tal tarea?.
Nos apoyaremos en la opción estructuralista (formalista), la versión contemporánea ha ampliado su contexto de acción más allá de lógica como instrumento para evaluar la teoría empírica, no renuncia al formalismo matemático sino que lo trasciende. Desde aquí, los estructuralistas dirían que la tarea propia de la actividad del profesor escritor es la de generar una gramática de la ciencia, la de ofrecer un modelo de interpretación teórica, un armazón conceptual y un modo de vida gobernado por los valores de la ciencia.
En gran medida, para el profesor escritor la relación del enfoque estructuralista con su objeto de estudio es una teoría narrativa, es la misma experiencia que mantiene esta con su objeto de investigación, la cual, en rigor, no consiste en una paráfrasis y una nueva argumentación de los hechos, sino en una nueva visión de los objetos científicos, en una propuesta emocional para contemplar fenómenos de cierta manera, sin renunciar a la experiencia epistémica expresada en la teoría científica formal.
Es habitual que la ciencia elabore una nueva propuesta de representación teórica bajo nuevas luces del objeto representado, donde las representaciones alternativas y diferentes no implican arbitrariedad, sino tensión puesta en relieve de aspectos diferentes del mismo objeto. Esta idea es expresada a través del análisis de la diferencia existente entre “representación de” y “representación como” y puede hablarse incluso, con sentido, de estilos fraseológicos en la prosa del profesor escritor y de la faceta creativa e inventiva de recursos documentales para iluminar aspectos o matices no vistos bajo perspectivas alternativas. Ofrece, desde la aparente neutralidad política, una gramática de la ciencia, sin comprometerse con una escuela determinada en nombre de la pluralidad.
De hecho, reconocemos que la literatura convencional universitaria en México, en gran parte de esta tiene como atributo la pobreza que impide valorar y analizar uno de los aspectos más importantes de la empresa científica, la vivencia científica misma y los motivos de los científicos, más allá del análisis de los productos finales, es decir, las teorías científicas y sus mensurandos de la realidad. Por tanto, en esta literatura no se dice nada acerca de cómo se elaboran, nada acerca de los procesos de idealización, del rol de la experimentación en la construcción teórica, nada acerca de los enigmas científicos, ni sugieren nuevas vías para la imaginación y creatividad científica, nada, finalmente de cómo se admiten las teorías científicas para continuar el diálogo en la educación superior.
La prosa del profesor escritor, no son epistemologías simplemente, sino narrativas sobre lo que es la ciencia, ambas la caracterizan como una actividad con un objetivo pedagógico, con criterios sociales, etc. Y tales narrativas van acompañadas de diferentes modos de ver la ciencia, hacia sus valores y hacia las condiciones de aceptación por parte de los estudiantes universitarios.
La definición de la prosa del profesor escritor, como tarea fraseológica de la actividad científica, es una actitud crítica y en gran medida la propia práctica científica. Si bien es actitud crítica, si no la dotamos de contexto se convierte en una expresión vacía, causa de su generalización, por ello, se intenta definir tal actitud asociada a la narrativa empirista de la ciencia, con un empirismo nuevo, alejado de la idea que reduce el pensar al vivir. Es decir, en el sentido de la característica posracionalista constructiva de la actividad científica moderna, el profesor escritor construye narrativas de la experiencia de la actividad científica.
Van Fraassen[22] nos apoyará en nuestro recorrido deconstructivo de los conceptos y por los supuestos asociados a la creencia de equiparar las leyes con el orden natural y la teoría en un orden determinístico natural, para reorientarnos a ver la actividad científica como la tarea constructora de modelos fraseológicos de los fenómenos a partir de lo que es actual y observable, al abordaje de teorías o hipótesis como adecuadas[23]. Esto supone la incursión en la manera de hacer ciencia y evitar los peligros de la instauración en el dogma, una actitud necesaria ante los prolegómenos, al afirmar que solo cuando el científico interrumpe su adormecimiento dogmático, este logra innovar teóricamente.
Los procesos de aceptación de las teorías científicas no constituyen el final de un proceso de escritura de la prosa del profesor escritor, no nos tumbamos a adorarlas, las teorías no son respuestas a enigmas en las que podamos descansar, la imagen de la narrativa académica como una práctica creativa, innovadora, constructiva y mediadora, su educación racional y aceptación de los estudiantes se produce a través del proceso mismo de construcción y mediación experimental característico de la práctica cotidiana de las diferentes disciplinas. En otras palabras, los compromisos con estos marcos teóricos son por sustentación y desarrollo, compromisos con líneas de investigación que asumen la interpretación de los fenómenos con las categorías sentadas por tal corriente del pensamiento. O mejor, supone considerar estas líneas y teorías o marcos interpretativos como guías pedagógicas expertas que nos orientan en una dirección que nunca sabremos si es la verdad. Esta imagen del experto (profesor escritor) que guía nuestras ideas se revela muy productiva ya que pone el acento en las actitudes hacia los modelos e hipótesis más que en sus contenidos, y permite al tiempo, valorar los procesos de cambio de ideas de los estudiantes, como un proceso racional de libre elección y no un mero ajuste o actualización de la información ante nueva evidencia como si se tratara de una teoría probabilista de la decisión. Nosotros estamos del lado que sostiene que la educación no es probabilismo de redes bayesiano propio de la inteligencia artificial, y hacemos del voluntariado jamesiano, la bandera de la propuesta literaria del profesor escritor: afirmamos que la verdad depende de las exigencias prácticas de la vida de los hombres, inclusive su ausencia está en detrimento de la razón, por tanto, la voluntad es la base para el juicio, la moralidad, la determinación intersubjetiva de la verdad.
Nos inspiramos para la prosa del profesor escritor en los trabajos de P. Feyerabend[24], este compromiso con un marco interpretativo no impide que se renuncie a la elaboración de marcos teóricos alternativos. Muy al contrario, una idea de progreso que hace más énfasis en cómo somos capaces de alzarnos sobre los hombros de los éxitos pasados que en el hecho, también innegable, de que el aprendizaje depende crucialmente de la exploración de hipótesis empíricas rivales. En otras palabras, existe una necesidad de avance en la investigación científica pero no una necesidad de suspender la aceptación de la ciencia actual mientras avanzamos. El valor del avance es, por otro lado, también resultado de una imagen del mundo expresada más que en términos especializados, en las actitudes hacia las afirmaciones empíricas, una actitud de alejamiento o indiferencia respecto a ellas, ya que todas deben prepararse para rendirse a la fortuna de la experiencia futura.
“El hombre es un campo de investigación en el que aún hoy día puede observarse un número indeterminado de fenómenos antes nunca vistos a los cuales todavía no se ha dado nombre”.
Arnold Gehlen, El hombre[25]
En conclusión, el profesor escritor invita a considerar a la ciencia y nuestra realidad como un complejo sistema de diferentes dominios no relacionados en ninguna forma sistemática o uniforme, parece erigirse en la imagen más adecuada que puedan construir los estudiantes de nuestro mundo y nuestra ciencia a la luz de la literatura especializada.
El profesor escritor de ciencias se ha encontrado clásicamente en una perspectiva poco reconocida en la sociedad: no siendo él mismo un científico se encarga, sin embargo, del estudio y la educación en ciencias. Tan paradójica situación ha hecho que los propios científicos lo acusen unas veces de inutilidad, porque la ciencia puede funcionar sin su ayuda docente, y otras veces de injerencia, de dar imágenes distorsionadas de su actividad precisamente porque los profesores no son practicantes de la ciencia. Esto se debe en gran medida a la imagen generalizada que provoca la Concepción Heredada que, con el fin de conseguir supremacía y autonomía para la filosofía de la ciencia, centró su tarea en su carácter de reflexión de segundo orden, con capacidad de análisis de los métodos y resultados de la ciencia mediante un método específico y distintivo de la ciencia.
La Concepción Heredada de la ciencia de Putnam, 1962 se define[26]: “La concepción heredada se puede asumir como paradigma en lo que respecta a la forma de entender la ciencia y la tecnología (respecto de su contenido así como en lo referido a su organización interna como comunidad de científicos), pero también acerca de lo que ha de ser la política científico-tecnológica, el cambio tecno-económico y el papel de la sociedad en todo ello así como la forma de su interacción.
Para ello se basaba en dos eventos históricos que habían tenido lugar antes de las formulaciones iniciales de la Concepción Heredada[27], Zubiri, Lakatos y la crisis gödeliana del fundamento matemático y los nuevos desarrollos de la lógica, en cuya resolución jugó un papel fundamental el recurso a métodos metamatemáticos y el análisis lógico. Ya Aristóteles había visto que el análisis lógico era eficaz en la resolución de crisis internas del conocimiento científico. Aunado a esto, la aparición del giro lingüístico que parte del supuesto de que el conocimiento es un reflejo fiel y neutral de lo conocido, preconizaba el estudio del lenguaje en que se describe la realidad y se dice que el conocimiento es la forma más objetiva e intersubjetiva de analizar la realidad del hombre.
La Concepción Heredada asignaba la tarea central para la educación, que consistía en el análisis y, por tanto, en la reconstrucción de la estructura lógica de las teorías científicas mediante métodos metamatemáticos. Al incorporar el giro lingüístico, la exigencia depara en el análisis lógico del discurso científico, las teorías tienen la misma estructura que sus formulaciones verbales. La educación de la ciencia resultante pretendía ser una reflexión sobre la naturaleza y las características del conocimiento científico, pues intentaba establecer sus condiciones necesarias y suficientes para su validez.
Esta forma de entender la educación de la ciencia introducía, sin embargo, una fuerte tendencia a lo memorístico y a lo enciclopédico. La actividad del aprendizaje de la ciencia, debe observarse más allá de los numerosos procesos lógicos de análisis, situando la discusión entre los contextos constituidos en la actividad de invención de una teoría y los contextos de justificación de la misma, de los cuales, estos últimos se caracterizan por procesos de armazón deductiva, contrastación, rechazo o aceptación de una teoría. Los procesos del primero, no influyen sobre la forma o aplicación de la teoría, ni sobre su evaluación cognitiva. Por ello, por error solo el contexto de justificación interesa a la educación. Esta idea limita la actividad educativa a la simple formación de las teorías construidas y formuladas al paso de la historia de las ideas científicas. Su estudio escolar no profundiza en la estructura lógica de las teorías, de esta manera la Concepción Heredada hacía ver a las teorías como ideas aisladas y estáticas, negando la dinámica tan importante de los aspectos vivenciales de la actividad científica de invención, concediendo solo una importancia secundaria al escenario externo: nos referimos a la filosofía de la ciencia, la psicología de la actividad científica, la lingüística, entre muchos otros.
Esta idea empobrecida de la educación en ciencias, postulaba que el conocimiento científico es el más verdadero y genuino; mientras que el conocimiento vivencial ordinario, sí se le parecía al primero en su objetividad, en decidibilidad, en su intersubjetividad y en su racionalidad (propiedades del conocimiento científico). La objetividad, la entenderemos como aquello que constituye un objeto, más allá de la influencia del aparato cognitivo con el que se observa, de los supuestos y deseos de los observadores. La evaluación de una proposición, que permite concluir si es falsa o verdad la llamaremos decidibilidad. Cuando una verdad provisional en el tiempo es producto de un consenso público, es decir, independiente de los sujetos individuales, decimos que hay intersubjetividad. Cuando un constructo proposicional que representa conocimiento hipotético está justificado por la lógica matemática, es revisable en contraste con la evidencia y permite realizar una crítica racionalista dialógica, decimos que hay en él racionalidad.
La Concepción Heredada concebía al criterio empirista de la experiencia como la última autoridad y garantía de un buen conocimiento. Lo genuino como rasgo del conocimiento se determinaba por lo decidible a posteriori, negando otras formas de conocimiento genuino a priori, como las matemáticas. Con la aparición de la concepción lingüística, lo genuino se amplió a la valuación fraseológica de los significados y su contrastación con los hechos para validar la verdad o falsedad del conocimiento científico. Validación que debe ser objetiva e intersubjetiva, es decir, de criterio neutral pero de crítica feroz.
La Concepción Heredada hace suyo el giro lingüístico y con ello le muestra a la educación de la ciencia la importancia capital que tiene en la educación la formación del lenguaje especializado. Además, la educación de la ciencia debe hacer del lenguaje artificial (matemáticas) el aparato cognitivo para replantear, deconstruir y reconstruir las teorías científicas.
Al superar la Concepción Heredada, el lenguaje además de su sintaxis lógica y semántica ligada a los hechos, los términos se abrieron a su construcción semántica metaempírica, donde todas las frases podían evaluarse en relación a la realidad o la posibilidad de otras realidades, términos tan comunes en la química y la biología sintética. Una frase tiene sentido sí y solo si puede correlacionarse empíricamente o como razón pura, a partir de las matemáticas puede demostrarse. Poincaré nos decía que las frases o argumentos matemáticos poseen semántica aunque no conexión empírica, por ello no pueden ser correlacionados con los hechos, sin embargo, la matemática posee en cuanto a su tautología, lo objetivamente demostrable.
La academia resulta que como actividad sustantiva reconstruye teorías como estructuras sintácticas, es decir, armazones lógicos que sostienen términos no lógicos (conceptos); como resultado deja ver a las teorías como un conjunto de frases (proposiciones), organizadas por una ideología y problematizadas lingüísticamente; así las frases son unidades o premisas independientes unas de las otras, aunque las unen relaciones de deductibilidad, unas guardan observables empíricos, otras hipotéticos o son singulares o universales; pero finalmente son hipótesis falseables. El número de frases que integran una teoría es variable y de posibilidad infinita. En un método metamatemático, las frases representan un sistema que da forma a la teoría, axiomatizados y derivados, como teoremas presentan a las leyes u otras teorías. Frases constituidas por términos no lógicos, distintos a observables las llamaremos frases teóricas (las leyes). Mientras que las frases que significan algo independiente a lo teórico y encuentran su falseabilidad en la experiencia propia del experimento científico (frases empiristas). Una frase teórica generalmente es muy compleja en su armazón lógico, pero su rasgo distintivo es su semántica ontológica. Esta frase teórica se refiere a algo en la realidad, sobre un conjunto de hechos inobservables susceptibles de falseabilidad con relación a la realidad. Cuando la frase teórica no es de la posición realista, es generalmente de tipo instrumental, es decir, de combinación de términos observacionales que vinculan eventos que permiten organizar la experiencia, pero no son falseables.
Ambas frases, la teórica y la empirista están separadas, en sus sentidos realista e instrumentalista, el profesor escritor debe crear un puente deductivo entre las frases teóricas y sus derivados observacionales que permiten explicar la teoría en función de sus términos empíricos.
Al complejizarse la terminología científica, se hace indispensable para deconstrucción de teorías los tesauros, diccionarios especializados, reglas de traducción fraseológica y sistemas de redacción, estilos y manuales de composición escrita. El conjunto de frases, es decir, el parágrafo, representa la unidad argumental que nos dice hipotéticamente cómo será la realidad si estas frases fueran verdad. Esto implica que cada proposición sea verdadera por confrontación directa con los hechos, o por referencia al contenido que la describe. Al no estar en condiciones de verificación total, debemos en un grado mínimo de medida confirmar las fuentes y verificar el significado de los términos en fuentes afines.
La idea de progreso de los estudiantes de ciencias, es un progreso acumulativo, no en volumen de contenidos, sino en el número de experiencias en la deconstrucción y reconstrucción de teorías mediante reducciones epistémicas entre estas, mediante la reducción por correlación semántica de términos teóricos derivar su apoyo observacional. Quiere decir, que cualquier desarrollo teórico en la historia que está conservado en teorías posteriores afirma su solidez y la vigencia de sus términos.
La acumulación continua de conocimientos y sus mensurables de control observacional, harán de la experiencia del estudiante universitario un profesional, emocional y racionalmente preparado para interpretar la extensión de la teoría a los hechos, a través de una vía epistémica.
Tradicionalmente la Concepción Heredada se autolimitaba a estudiar el cómo se habían construido las teorías, rechazando la epistemología que posibilitaba la renovación teórica, marginando a los estudiantes de la práctica real y sus problemas en la actividad cotidiana de la ciencia, lo peor ocurre cuando estos problemas lógicos que ella misma genera son reducidos a simples ejercicios escolares; o a enunciados aislados que dan lugar a la aplicación parcial de una teoría.
Este cambio en la educación superior de las ciencias rechaza y modifica los supuestos básicos del conocimiento científico como agentes estáticos; la educación de la ciencia y sus métodos están a favor de un aprendizaje de la semántica, estructura de las teorías y la epistemología que les da forma.
Lo que se pretende es elaborar una teoría de la racionalidad científica dentro de un ejercicio pedagógico, para ello la educación en la ciencia no debería de ser simplemente el análisis estructural lógico de las teorías, sino la recuperación y el análisis del método, y por tanto la lógica que le interesa reproducir al profesor escritor es la que guía la racionalidad de la práctica de los científicos.
La epistemología muestra a la educación en ciencias aspectos tan importantes como la diferencia entre conocimiento científico y el común; la teoría del conocimiento y los límites de su lenguaje ante la realidad; la incertidumbre de las observaciones, dentro de un sistema de fraseologías que recogen los criterios de intersubjetividad, racionalidad, decidibilidad y objetividad.
Cuando parece que finalmente hemos avanzado en una alternativa pedagógica para el profesor escritor de ciencias, un problema crucial salta a la vista, se trata de la psicología y la sociología a luz del posracionalismo, que reivindica el descubrimiento, con un interés heurístico de la investigación para hacer de la educación en ciencias una práctica real del quehacer científico.
La tarea del profesor escritor no es buscar criterios de justificación y demostración a priori, sino describir y explicar los que funcionan de hecho en la actividad científica. El profesor escritor no puede limitarse a analizar los productos documentales de la ciencia, debe considerar toda la actividad académica, como un aparato social de comunicación, de emociones humanas y de epistemología. Donde las teorías no son islas, sino ventanas de observación conceptual y algo más que un conjunto de frases lógicamente relacionadas. Dada la complejidad del armazón que integra las teorías, debemos dotarlas de contexto para que los valores epistémicos puedan guiar respectivamente el aprendizaje de la naturaleza. El desarrollo del aprendizaje no es acumulativo, en principio es revolucionario y después es evolutivo. El carácter global de este aprendizaje es determinado por el marco teórico y su estructura, si es revolucionario es un cambio completo de paradigma; mientras que si es evolutivo los cambios son graduales y progresivos en el tipo de experiencia en que se viven los aprendizajes. Esto sugiere un aprendizaje adaptativo en la interacción con los valores epistémicos y todo producto generado finalmente será reflejo de la realidad en la que se vivió la experiencia científica.
7.13 Escribir para una sociedad en transición permanente
En todos los casos, diremos apoyándonos en la “teoría del imbécil”, propuesta por Samuel Ramos, que en el divorcio teoría-praxis: ni el lenguaje observacional es neutral y único, ni la experiencia es puro reflejo de la realidad con independencia de la teoría; ni la distinción teórico-observacional es tajante y aceptable sin relativización, y en el mejor de los casos, son juntas el marco conceptual provisional en el tiempo, necesario para que los hombres elaboren intersubjetivamente conocimiento. La propia racionalidad depende de factores emocionales para ponerse en marcha, sin embargo, el razonamiento está en función del corpus de teorías y de los métodos para elaborar nuevas teorías. Los contenidos curriculares de la educación no son reflejo mecánico del espacio geográfico y del contexto histórico de sus habitantes, la ciencia no decae, solo reposa cuando la crisis rompe la estructura del proyecto moral de una sociedad. Todo esto, petrifica la libertad creativa cuando los profesores escritores no se comprometen con su propia creación literaria en la educación de sus jóvenes generaciones.
El cansancio motivacional de una generación de estudiantes, es confundido como un lenguaje sectario que se opone a la terminología de las ciencias, jóvenes que al vivir incertidumbre de participación social evalúan la calidad moral de su sociedad de la que es parte, pero siente el ánimo de divorciarse, más cuando su organismo secreta las hormonas de la revolución. Las creaciones del profesor escritor, son argumentos metamatemáticos que emergen de su propia condición como ancla objetiva con la vida, como frases inseparables de su ser, mismas que son su palabra, el flujo vital con que expresa lo que su espíritu quiere decir a esos entes en revolución. Su decir con argumentos poéticos, matemáticos, científicos o literarios, muchas veces es visto como muy alto y marginal a los jóvenes estudiantes; sin embargo, lo que ocurre es que el mundo que les rodea es muy pobre de significado, de eficacia moral y tormentoso por lo cruel del desencanto del discurso que diría Chomsky se da de “emperadores hacia piratas”. Para un profesor escritor la indignación por muy aguda que sea de nuestros jóvenes estudiantes, no es un problema, sino la solución y el punto de partida para las muy necesarias rebeldías en las artes, la ciencia, la técnica y las humanidades; rebeldía que busca un cause epistémico, moral, estético e ideológico; con su progreso intelectual y moral esta rebeldía anuncia la transición de una nueva sociedad y de una renovación de la esperanza. A pesar de que los rebeldes son los mejores estudiantes, muchos olvidan que ser profesor escritor es una suerte de arquitecto de terrenos para revoluciones que exigen comprometerse con su tiempo.
En el horizonte solo hay una masa enajenada del proyecto del fin de la historia y los rebeldes; los primeros, ante la falta de creatividad opacan sus vidas, la llenan de mediocridad al intentar progresar con la tragedia ajena y al verse a sí mismos como turistas de su tiempo renuncian a vivir tomando decisiones. Los segundos, están hechos de palabras producto de una educación que practicó la más alta promiscuidad literaria, un volver crítico constante sobre nuestros actos; escritura de un viviente que resiste a morir en la instrumentalización del hombre; habla con palabras que habitan en él, oye voces de los más grandes gigantes de las letras y las traduce en audaces ensayos con voz más viva a su tiempo y pone su obra libre a la crítica, para dar un más alto sentido al termino educación. El profesor escritor revitaliza el lenguaje, recrea y purifica el proyecto moral de una sociedad, pues lo comparte. Este escritor construye relaciones de empatía y ve al sujeto con el papel más alto en la constitución de un imaginario social espontáneo, imprescindible para que su rebeldía produzca los ríos de palabras interlocutoras de mentes y pensamientos de su tiempo. Rebeldía es un cambio de estilo de vida, forma fundamental de exclamación de los sentimientos que comunican a una generación con las demás que le preceden y le siguen; la historia sufre su mutilación inercial en presente, estrictamente como ciega afectividad del lenguaje emocional ante la más ciega razón que pretende atar al hombre a cadenas; fueron cadenas religiosas las que se rompieron por la ciencia; pero lo son también cadenas que la rebeldía romperá, las que los hombres se atan ante la autoridad imperiosa de la ciencia como si fuera la voz de la verdad.
7.14 La lógica en el discurso académico
La lógica es la herencia aristotélica para el texto científico moderno. La lógica son únicamente formas puras de relaciones de razón, no es ni contenido ni fondo del asunto científico. Su presencia son cadenas de sintaxis que el cerebro humano emplea en la ciencia para lograr ensayar objetividad. El tratamiento lógico del discurso científico es el manejo del rigor que justifica su poder de expresar la verdad. La lógica sirve para obtener una creación llamada verdad y no solo su verificación. Los elementos sintácticos son términos y relaciones. Por términos nos referimos a proposiciones o premisas (contenido conceptual) sobre las que se fundamenta un argumento, razón o idea. Las relaciones entre términos producen un orden lógico para el discurso, un sistema de relaciones a partir de operadores o partículas discursivas. El ingeniero trabaja con relaciones entre técnicas y objetos, el científico trabaja entre términos y sus relaciones de referencia con la realidad y el matemático entre relaciones y funciones entre objetos ideales.
Las relaciones entre términos son construidas con piezas lingüísticas invariables que sirven para establecer relaciones lógicas entre frases o vocablos[28]. Para la Real Academia se trata de partículas en el discurso, elementos que son operadores en la gramática de oraciones y del discurso. Sin embargo, dentro del análisis de textos, es común llamar a estos operadores marcadores del discurso, por servir como señales de intención de comunicación, segmentación textual (introducción, resumen, conclusión…,) y numeración de funciones textuales[29]. Los conectores y marcadores suelen clasificarse así[30]:
Conectores aditivos: o, y, además, igual, diferente…,
Conectores reforzadores:
-Justificativos: al fin y al cabo, después de todo, pues,
-Consecutivos: Así que, con que, de modo que, por otra parte,
-Contra-argumentativos: ahora bien, sin embargo, por otro lado,
Marcadores reformulativos:
-Parafrásticos: con otras palabras
-No parafrásticos: en conclusión
Marcadores de rectificación: más bien, mejor dicho, a decir verdad,
Ordenadores del discurso:
-De apertura: en primer lugar, para empezar
de continuidad: en segundo lugar, después
de cierre: en último lugar, para terminar
Marcadores de digresión: a este respecto
Marcadores de inferencias paralelas: también, tampoco
Marcadores de inversión inferencial: precisamente, por eso mismo
Modalizadores: a lo mejor, claro, ¿verdad?, ¿eh?, ¡por Dios!, vamos
Retardadores del coloquio: bueno, pues, o sea
Muletillas: bueno, pues, o sea
El discurso académico es un modo de ver el mundo en el que se procura reducir la ambigüedad, la argumentación en círculo, la regresión indefinida, la demostración del todo, por consiguiente, es una manera de pensar a partir de construir una experiencia de aprendizaje. Desde los tiempos de Euclides la intención del discurso científico fue centrarse en la garantía de existencia o demostración[31], escribir ciencia fue constructibilidad de lo real al modo euclidiano. Cualquier definición suministrada por un pensador, desde Euclides, pasando por Hilbert, Poincaré, entre tantos otros que reconocieron que el cálculo lógico debería poseer un algoritmo de construcción explícito y no exhibir contradicción implicada en su combinación de premisas. Por otro lado, el discurso académico se ha desarrollado a lo largo de la necesidad de dotar al hombre de capacidades intelectuales de un lenguaje universal, inventado para que cada mente humana con la honradez del escrutinio crítico pueda verificar los grados de verdad de sus expresiones. La escritura del discurso académico es una invención poderosa, dado que amplía la experiencia humana en aproximaciones graduales, pequeñas ideas que son cimientos de complejas experiencias teóricas, conocimiento hipotético por inferencia y experimentación científica como vivencia de un estilo de pensamiento. Los acontecimientos en una realidad están relacionados con los que le preceden, basado esto en el axioma de que una cosa no puede comenzar a existir sin una causa que la produzca, así se entrelaza el texto académico[32] con el científico.
La escritura académica es un modo de distinción de sentido/referencia, son sentencias asertóricas, en las que un pensamiento a base de proposiciones realiza la hipótesis en función de referencias sobre un valor de verdad, es un discurso más allá de referencias que designan nombres a las cosas en un mundo posible en que existen como vivencia disciplinar. Un código escrito por un académico es una voz dentro de una redacción gramatical, aspira a organizar una secuencia coherente de datos, términos e hipótesis expresándola en relaciones de actividades intelectuales, es decir, producen explicaciones como secuencia ordenada de enunciados vinculados a modo de un discurso de argumentos que promueven una conclusión[33]. La concatenación de enunciados a modo de cadenas relacionadas por operadores lógicos (partículas discursivas), son explicaciones académicas que adquieren su perfección en los discursos a base de sentencias en las matemáticas, y en función de cadenas de ideas en el discurso académico.
Los enunciados que en su interior residen datos o referentes a información de hechos, los identificaremos como enunciados de naturaleza empírica. Por otro lado, serán de perfil teórico cuando el conjunto de lo que enuncian es modelado como cadena de implicación lógica, donde cada enunciado de la teoría tiene como consecuencia que sus derivados que hablan de universalidad pertenecen a su conjunto generador, en otras palabras, están encerrados en su poder de explicación respecto a una teoría, al modo de un cuerpo o campo algebraico. Es decir, los enunciados teóricos están confinados a un cuerpo de explicación o modelo epistemológico sobre la verdad. Las teorías científicas requieren ser validadas en la observación experimental, lo suficiente para corroborar su intento de explicación ontológico que las justifique. En este sentido, el discurso académico, es un renovar constante de los modelos de explicación; en la historia podemos reconocer tal efecto en el derribo de la teoría del Éter por medio del experimento de Michelson-Morley; como ejemplo en la Química, la teoría del flogisto, fue desechada para explicar la combustión[34]. Con base al tipo de enunciado, ya sea teórico o empírico, se entreteje un sistema de explicación formal, cuya creatividad se basa en la lógica de un sistema autoorganizado de operadores discursivos[35].
La coherencia en el discurso académico, condiciona a que todas las sentencias de un conjunto sean consistentes en su contenido de verdad, ligando cada enunciado directamente con su referencia de verdad: inferencia de conclusión. De este modo, el discurso académico, es una escritura que persigue alcanzar la objetividad, cuya dificultad, estriba en aislar los enunciados referidos solo a una única teoría, Putnam nos dice que, es equivalente a decir que la verdad no es transferible de una teoría a otra, dado que son irreductibles y en muchas ocasiones incomunicables en sus sentidos opuestos, no quiere decir, que una teoría es verdadera y otra es falsa, sino que son dos modos distintos de producir una explicación. Por ejemplo, Chomsky cree en una gramática innata de origen genético, y Vygostski en sentido opuesto piensa que el lenguaje solo se adquiere en socialización. Presumimos que el discurso académico es un modo de reorganizar el conocimiento que nos precede, justificando para acertar sobre algo, con la posibilidad de error, es una escritura que produce lo hipotético como alternativa justificada de objetividad. La objetividad se logra con una escritura que concilia posiciones de pensamiento, conexiones de correspondencia o referencia de verdad, con la coherencia que converge en una explicación de naturaleza argumental. Si bien, las sentencias son algo abstracto, no lo es el contenido al que refieren como existencia en la realidad, el papel de las sentencias en el discurso académico son del tipo de selección del pensador sobre las variables que intervienen en una realidad, es decir, son decisiones personales del escritor, su preferencia no es una gramática superficial, se trata de una autoorganización en su mente de premisas sometidas a operadores lógicos discursivos[36]. En fin, la escritura académica en palabras de Mario Bunge es un ir: “a la caza de la realidad[37]”. Para este importante intelectual, no hay nada que haga avanzar el progreso académico de un individuo, tanto como aprender a pensar desde el arte de la epistemología del discurso académico, como un arte de crear contenido a través de conexiones de sentidos y referencias como formulaciones racionales que desafían problemas a través de argumentar hipótesis de solución de naturaleza técnica, teórica o empírica[38].
Escribir el texto académico, es un proceso de composición de todo lo que se piensa, hace y se sintetiza al buscar organizar ideas investigadas en la literatura original, es redactar la conciencia de un flujo de pensamientos que actúan con la intención de transformar los pensamientos previos, un modo crítico de perfeccionar las alternativas de producir objetividad. Dichas cadenas de razones y argumentos emplean para ello en el español aproximadamente más de 1500 operadores discursivos organizados en categorías[39], de causa y efecto; ruptura; temporalidad; orden; resumen; aditivas; énfasis; concesión; comparativas; condicionales conjuntivas y disyuntivas[40].
Cuando todos nuestros estilos de creación predeterminados son conscientes, podemos elegir de entre ellos una combinación alternativa de estilo para la creación escrita. Pero el dominio de la escritura, como el dominio de la conversación, es enorme, no limitado por un puñado de ocasiones o propósitos, en consecuencia, hay muchos estilos de escritura. Un solo estilo de escritura inventado para fines particulares, puede ser como una conversación que selecciona sus temas, busca alcanzar la confianza en sus conclusiones, desea que su pensamiento sea accesible a una audiencia específica. Inclusive los mejores educados con doctorados y maestrías en ciencias de nuestra sociedad, comúnmente carecen de un estilo definido y original para presentar resultados a la gente fuera de su propia profesión. Escritores con una necesidad de esos lectores, inventaron un estilo que se ha hecho clásico: el académico. No fue inventado por una persona o por un grupo, sino por una generación de escritores franceses del siglo XVII para presentar conclusiones complejas a públicos en general. Sus virtudes son la claridad y simplicidad, en un sentido, así que son también sus vicios. Se declina a reconocer otros estilos, requisitos innecesarios, dudas o ambigüedades. Se construye y toma sus decisiones difíciles en silencio y fuera de la vista del lector. Una vez hecho es presentado como exigencia de transparencia del desempeño académico.
Escribir sin un estilo elegido deliberadamente, es escribir sin un concepto tácito de lo que la escritura puede hacer, cuáles son sus límites, quién es su audiencia y cuáles son los objetivos de escritura. Para la audiencia se toman decisiones asentadas sobre hipótesis de experiencia de lenguaje del lector idealizado. El estilo clásico es precursor del estilo académico, no es tímido para emplear términos especializados, ni ambiguo sobre sus fundamentos y justificaciones. Este estilo se basa en la hipótesis de que es posible pensar objetivamente y después presentarlo sin distorsión de sus fundamentos en un modo distinto para crear una experiencia de conocimiento narrativa. En este punto de vista, el pensamiento precede a la escritura, y tiene como axioma: toda idea con coherencia formal puede ser conocida por un público en general como un modo discursivo de experiencia intelectual.
El rol clásico es abierto, porque su prosa clásica es intrépida y suave, no da espacio al escritor para explorar nuevas vías discursivas. Los humanos para bien o para mal, son audaces, frescos o implacables en la búsqueda de significado. La condición humana no permite en general considerar al lector como absolutamente autónomo, el texto debe contener un avatar que lo asista, y quizás esta es la característica principal del texto académico moderno, este escritor moderno se interesa por alcanzar los fundamentos de la verdad que expresa la intervención del lenguaje en alguna realidad y al mismo tiempo, formar nuevas generaciones desde un discurso que habla de su propuesta educativa. El estilo clásico del siglo XVII no se interesó por esto último y no se sintió obligado a atender lo que todos los lectores promedio podrían interpretar, pero fue precisamente el efecto contrario lo que catapultó al estilo clásico como referente del texto académico.
Ciertos escritores clásicos franceses que impulsaron el estilo clásico fueron Descartes, Pascal, Madame de Sévigné, La Brayére, entre otros. Los franceses modernos aún alaban su poder de claridad, flexibilidad y elegancia. No se ha desalentado la ignorancia de atribuir las marcas del estilo a las cualidades inherentes a las lenguas particulares. Ejemplo del estilo clásico francés en el pasaje de La Rochefoucauld en “Maxims of le Duc de la Rochefoucauld[41]”, en español e inglés[42]:
Madame de Chevreuse had sparkling intelligence, ambition, and beauty in plenty; she was flirtatious, lively, bold, enterprising; she used all her charms to push her projects to success and she almost always brought disaster to those she encountered on her way.
Madame de Chevreuse avait beaucoup d’esprit, d’ambition et de beauté; elle était galante, vive, hardie, entreprenante; elle se servait de tous ses charmes pour réussir dans ses desseins, et elle a presque toujours porté malheur aux personnes qu’elle y a engagées.
Madame de Chevreuse tenía inteligencia chispeante, ambición y belleza en abundancia; era coqueta, audaz, alegre, emprendedora; usó todos sus encantos para empujar sus proyectos con éxito, y casi siempre traía desastres a esos encuentros en su camino.
La señora Chevreuse era un cúmulo de espíritu, ambición y belleza; era brillante, audaz y emprendedora; usó todos sus encantos para tener éxito en sus diseños, y casi siempre trajo desgracia a la gente que le concurrió.
Este pasaje muestra la verdad de acuerdo con un orden que no tiene nada que ver con el proceso por el cual el escritor llegó a saberlo. El escritor toma la pose de pleno conocimiento, esta postura implica que el escritor tiene experiencia amplia; de lo contrario, no sería capaz de hacer esta observación. La frase cristaliza la experiencia del escritor en una secuencia temporal y absoluta, como si fuese una prueba geométrica euclidiana. La frase tiene una dirección y un objetivo claro. Nos lleva a esa meta, que coincide con su frase final; se construye para el fin y después no deja duda cuando lo ha hecho. La sentencia es telegráfica.
En contraste, consideremos la sentencia de apertura de Samuel Johnson en el “Preface to Shakespeare[43]” que es un master recital, pero no de estilo clásico:
THAT praises are without reason lavished on the dead, and that the honours due only to excellence are paid to antiquity, is a complaint likely to be always continued by those, who, being able to add nothing to truth, hope for eminence from the heresies of paradox; or those, who, being forced by disappointment upon consolatory expedients, are willing to hope from posterity what the present age refuses, and flatter themselves that the regard which is yet denied by envy, will be at last bestowed by time.
QUE sin razón las alabanzas son prodigadas a los muertos, y que los honores debidos solo a la excelencia se rinden a la antigüedad, es una queja que probablemente siempre será constante en aquellos quienes, incapaces de agregar algo a la verdad, esperan prestigio surgido de las herejías de la contradicción; o aquellos quienes, siendo forzados por la decepción de recursos de consuelo, están dispuestos a esperar de la posteridad lo que la actualidad rechaza, y se adulan a sí mismos de que la relación que aún la envidia niega, al final será concedida por el tiempo.
Esta sentencia no es telegráfica desde su apertura. La debemos seguir por caminos complejos e inesperados. En la oración clásica de La Rochefoucauld, la última sección es la conclusión de todo lo que ha ido antes de existir en el principio y la sentencia está construida de modo que anticipemos la llegada de la conclusión. Es básicamente el modelo moderno de Condit problema-solución[44]. En la sentencia de Johnson, por el contrario, la frase final no es una conclusión que depende del resto de la sentencia. De ninguna manera la frase es inadecuada, pero no sigue un estilo clásico, situación, problema y conclusión.
De regreso a la oración de La Rochefoucauld, supuestamente parece más fácil de escribir, pero esconde realmente el esfuerzo del escritor para adoptar un estilo para expresar sus pensamientos. En cambio Johnson parece que tiene la intención clara de explicar lo difícil de escribir, mostrando a su lector el trofeo logrado por su esfuerzo personal. Para crear la frase de La Rochefoucauld, se necesita una verdadera maestría, es lograr que su flujo aparezca con la fresca espontaneidad que se logró, de hecho; notamos que el ritmo es demasiado perfecto para ese fin. Aún así, notamos que suena como discurso eficiente y preciso, si los ángeles hablaran a un público amplio sonarían así, pero si se quisiera desafiar la estética y racionalmente al lector, probablemente en Shakespeare y Samuel Johnson en sus ritmos no escucharíamos a alguien hablando espontáneamente, el discurso de Johnson es difícil de memorizar y parece decir que está confinado al texto escrito como discurso y memoria, porque para el estilo Shakespeare la verdad es el esfuerzo intelectual de resolver el rompecabezas exigiendo el sincero esfuerzo del lector, en él la estética es conducida por la complejidad inherente del conocimiento que expresa. Tomemos esto como una ley para el escritor, la verdad es una criatura que huye del esfuerzo sincero, y cuando es atrapada, es un trofeo racional y emocional sin igual.
La sentencia de La Rochefoucauld es el prototipo Situación-Problema-Solución, donde el entorno conceptual y lingüístico es extremadamente denso y complejo, su claridad responde al orden de las sentencias en un estilo clásico, ese gradiente entre estilo clásico y sencillo. Para el primero, la verdad es raramente pura y nunca simple; para el segundo estilo, la verdad es pura y simple. El estilo sencillo es muy adoptado en el texto académico, sin embargo, cuando este quiere alcanzar humildad frente a la incertidumbre de la verdad, se auxilia de la poesía, para no ser llano frente al desafío humano de su finitud. Para los clásicos el estilo sencillo o llano de la razón, es casi puro, deja traslúcida la tautología que lo sostiene, esa razón pura matemática. El estilo clásico moderno, introduce un refinamiento metafórico, que es meditación sobre las versiones humanas de la verdad, tomando la actitud superior de la inteligencia brillante del estilo llano, no es un estilo general de la gente, es expresado en la inteligencia como elegancia de medios racionales refinados, donde la verdad es solo una aproximación, tan característica del discurso académico.
El escritor de estilo llano, pretende ser el común en su escritura para decir algo realmente original y audaz a un mayor público. Este escritor toma del lenguaje presente en los términos del lexicón de la gente común, este que es reflejado en el consenso público del texto de divulgación, periodístico, instruccional, o simplemente referido como llano, reconoce en este tipo de texto el sentido de estilo común de la verdad para expresar sobre de ella nuevas verdades. A diferencia, el estilo clásico es elegante, desde las escuelas epistémicas toma de la propia revolución del conocimiento científico, la semántica vigente de sus términos, es un logro intelectual en sí mismo, no una dotación de lenguaje rebuscado. Tenga presente que la escritura es la hendidura del espíritu por donde advertimos al orbe. Este reconocimiento es elemental para comprender el texto académico en su rol en la educación.
Elemental no siempre significa fácil, a menudo es referido como fundamental. El texto de estilo clásico nace en la matemática de Euclides en su discurso sobre los objetos de la geometría, en su obra “Elementos”, que el propio Stephen Hawking reconoce como el nacimiento de este tipo de discurso[45]. Para el gran Isaac Newton, una vez establecidos los fundamentos o elementos, ya se está listo para hacerlos implícitos en el resto del discurso, estructurando nuevas realidades mentales. Un pequeño punto geométrico nos dirige a niveles más altos de la geometría euclidiana, cuidando que sea clara en cada escalón la abstracción construida que da la forma a lo que se pensó y se sintió.
Cuando la química superó su germinación en la alquimia en el siglo XVIII, se edificó alrededor del concepto de elemento químico, a pesar que solo se conocían unos cuantos de ellos en un esfuerzo incesante de reconocer su naturaleza. Del modo que Euclides y sus puntos geométricos fueron un elemento de partida fundamental de su dominio matemático. El origen de la química, en particular del concepto de elemento químico se le atribuye a Antoine Lavoisier (1789) presentado en “Traité élémentaire de chimie, présenté dans un ordre nouveau et d'après les découvertes modernes[46]”, fue rápidamente acogido por el mundo, en parte porque fue escrito en el estilo clásico. El concepto de elemento químico es similar al elemento de Euclides, ya que toda la química los hace implícitos, el concepto de toda la materia es una combinación de elementos químicos, inspirados en un alfabeto del mundo material.
De manera similar, en el discurso académico, cuando el teclado original de la máquina de escribir se convirtió en el teclado más complejo de la computadora, se amplió el universo de la posibilidad del texto. Se añadieron teclas de funciones exóticas, ninguna de las cuales alteró sus elementos fundamentales del alfabeto. Lo mismo parece que sucede con el estilo clásico en el discurso académico moderno, sus fundamentales de objetividad, claridad, sencillez y modelos Problema-Solución aparecen inalterados hoy en día en la literatura académica.
Los elementos en todos estos casos, son definitivamente pocos y son puntos de partida de todo su dominio de conocimiento. Del mismo modo deberíamos esperar que los límites que se aplican al estilo en prosa, fueran una historia similar. El problema es que los elementos no pueden en este caso, ser una lista indefinida y miscelánea de reglas mecánicas y características superficiales. Los autores en estilo clásico moderno en la búsqueda de sus elementos relacionan verdad, presentación, escena, escritor, lector, pensamiento y lenguaje. Cada uno de estos elementos están en el mismo nivel fundamental. Ninguno refiere a un nivel superficial como la longitud de enunciados o párrafos, ni se derivan unos de otros. De estos elementos podemos derivar una serie de preguntas para profundizar en su dominio: ¿Qué puede ser conocido?, ¿Qué puede expresarse en palabras?, ¿Cuál es la relación entre pensamiento y lenguaje?, ¿A quién se dirige el escritor y por qué?, ¿Cuál es la relación implícita entre escritor y lector?, ¿Cuáles son las relaciones implícitas en el discurso?, ¿La intertextualidad es el diálogo del escritor y la realidad del lector? Lo único claro es que la escritura frente al silencio, es el contenido que ningún otro nunca llenará con tal extensión.
Dominar un estilo es poder elegir conscientemente el soporte fundamental como opción abierta a la escritura. Por el contrario, saber una lengua es saber de una gran variedad de verbalizaciones y pragmáticas que son inconscientes o cerradas. Sin embargo, elegir sobre los elementos fundamentales para adoptar un estilo, es no ignorar las características de las opciones fundamentales de las cuales se deriva. No proponemos guiarnos con preguntas fundamentales, sino con elementos del estilo de escritura académica, tales como verdad, presentación, escena, escritor, lector, pensamiento y lenguaje.
7.14.1 Verdad
Descartes proporciona en el siglo XVII el elemento fundamental de verdad, dirigir el discurso a la solución del planteamiento del problema, justificando objetivamente este elemento; esto ayudó a que el hombre forjara una actitud científica rigurosa para intentar librar al pensamiento de posibles contradicciones. Para Descartes, este elemento depende fundamentalmente de dominar la hipótesis e inferencias como énfasis del estilo argumental. No menos importante entre estas actitudes es la concepción en el acceso a la demostración de la verdad. Descartes en su tratado filosófico “Discurso del método”, por extraño que parezca, no está dirigido a un método, con acierto fue dirigido a la razón y a la búsqueda de la verdad en la ciencia. Este elemento fundamental del estilo clásico es creado como suprema racionalidad dirigida al orden del descubrimiento objetivo. Asimilando experiencias intelectuales, el escritor incorpora innovadores modelos de encadenamiento de razones. Para Descartes todos los hombres tienen en esencia modelos para identificar la verdad, una razón natural axiomática, pero esta no alcanza para hacer ciencia o literatura sin un estilo, el de dirigir cada esfuerzo crítico de pensamiento personal a alcanzar la objetividad. Escribir es intentar colocar al lector en la escena de hacer inteligente lo que posterior a cada segmento del discurso va creando, el discurso mismo es claridad para distinguir los criterios de verdad. En otras palabras, este elemento verdad, resuelve los impedimentos para demostrar lo dicho, para justificar su verdad. Lo que es expuesto como cierto, puede ser verificado personalmente por cualquier mente honrada que esté dispuesta al esfuerzo intelectual necesario para deliberar sobre su verdad, sin ninguna autoridad externa.
Desde este punto de vista, el elemento verdad en el estilo clásico puede ser considerado como una versión del enfoque de Descartes, que trata todo lo que está en la realidad como observable con la razón, dando por hecho que cada lector está habilitado genéticamente para verificar lo que presenta el escritor. Hay ciertas verdades innatas evidentes como base de este pensamiento axiomático, y ellas hacen que el mundo contingente sea verificado como si se pudiera sacar del mundo estructuras de razón y trabajar con ellas desde fuera de la realidad en forma de modelos matemáticos y discurso en el lenguaje natural.
En la práctica esta actitud es descomponer la realidad en piezas analíticas que permitan comprobar sus efectos a nivel de sistema, esto es el rol del elemento verdad, es un esfuerzo intelectual por construir objetividad en la dirección de la certeza. Incluir citas bibliográficas es como ayudar a otro a ir a verificar los criterios de verdad de las fuentes. Cada premisa o estado de verdad es un analítico en el discurso objetivo, dado por proposiciones, oraciones que son segmentos de certeza igualmente accesibles para cualquiera a su verificación, que es el poder de un discurso en el privilegio de ser verificado.
El escritor académico es un constructor racional de la verdad verificable desde la experiencia de cualquier observador. El argumento no solo tiene la función de persuadir, sino de sugerir su propia verificación, es decir, el escritor simplemente pone al lector en una posición para ver lo que está siendo presentado y sugiere al lector la comprobación, un texto académico argumenta pero no dice lo que es cierto, esto lo deja al reconocimiento del propio lector. El texto académico clásico asume que la verdad puede ser reconocida.
En el estilo clásico el concepto de verdad se suele llamar punto de vista o visión que asume el escritor. La verdad que expresa el texto académico se da en libertad, así como toda persona atenta puede revelar conocimiento de las necesidades, deseos y conflictos humanos por la objetividad, también puede reconocer debilidades y virtudes de las razones expuestas en él. El lector puede comprobar los fundamentos de la verdad expresada desde su propia experiencia, no puede ser verdad algo que no puede comprobarse universalmente. Esto implica un axioma del texto académico, la verdad es eterna, contingente y puede ser conocida por la razón. Son eternas en el sentido de que deben ser descubiertas, no creadas, y toda futura experiencia no es más que corroborar todo testimonio pasado . Si bien, las circunstancias cambian, la verdad nunca defrauda.
La verdad en el discurso académico no está desprovista de emociones ventiladas por sus creadores y existe también el rigor de sus justificaciones. Pero es reconocida como resultado de las ambiciones personales de un investigador, esas que nunca lo dejan satisfecho, deseos virtuosos de conocer en la frontera de lo desconocido, eso que puede ser conocido y vivido por el arte, la matemática, la ciencia, la literatura, la poesía…, La verdad es resultado consciente de una actitud de exploración fina, lenta y atenta, es el tono de consuelo para tantos fracasos necesarios para aprender a reconocer la verdad. El escritor académico se presenta no como una guía moral, sino como un observador de la verdad siempre en aproximación creativa.
7.14.2 Presentación
La actitud clásica del escritor académico, es que escribir sirve para algo más que presentar un tema. El tema es concebido como un objeto de estudio distinto a la escritura que lo explora, algo que puede existir en el mundo y es independiente de cualquier presentación. Presentar es el poder de lograr un pensamiento ordenado en donde el autor desaparece en esa ventana transparente de una prosa limpia, donde la propia ventana debe desaparecer y revelar la realidad a la que observa. La prosa es la presentación con la que el escritor habla con convicción. La convicción implica conocimiento y experiencia de algo que existe antes de la escritura del texto, su prosa es concebida como un instrumento que no distorsiona la realidad y además está enriquecida de un narrador con su experiencia; esto desde luego en el texto científico no es posible, porque el lenguaje intenta ser la realidad objetiva en la ciencia; por otro lado, en la literatura académica la prosa es una criatura que se mueve por dentro del lenguaje creando nuevas narrativas que manifiestan la presencia del académico.
La presentación es en el acto de creación, improvisación intuitiva en el marco de la tesis central del texto, es orden de la discusión de las premisas que fundamentan, es innovación discursiva para que ninguna actividad creativa sea rutinaria. Presentar es preparar un camino original de razones que plantean un problema y nos conduce a la tesis de solución. En cada jornada de trabajo la presentación reconoce la revisión del camino como procesos y etapas de discusión y refinamiento sucesivo. De este modo, se presenta al conocimiento como un arte del tejido de razones y argumentos en el que dudas e incertidumbre surgen en el centro del pensamiento.
La presentación no es una jerarquía de temas o secuencia de preguntas controladas por el valor para el proyecto académico, esta es un foco cercano a la navegación entre elegir permanecer o abandonar el texto en cada nuevo párrafo, es la seducción a los ámbitos del currículo. Lograr la atención del lector frase a frase con la intención de ganar comprensión, hace de la presentación una suma en la que cada palabra cuenta, lo que obliga al escritor a prestar atención a cada detalle. Si el lector salta una sola palabra o frase puede perder el sentido de la unidad de la presentación, porque la representación es la subordinación de puntos de sentido con cuidado y precisión, pero sin caer en la mera acumulación de información.
7.14.3 Escena
En el estilo clásico moderno, la escena es la voz de conversación. Es decir, el escritor adopta la pose de un altavoz cuyas sentencias son el producto de un discurso en lugar de un instrumento de escritura que reporta evidencia y demuestra, al modo del discurso científico. En el discurso académico, la expresión narrativa tiene solo un instante para entrar en la mente y lograr su lugar en la memoria. El discurso debe parecer espontáneo y con movimiento racional dirigido a objetivos claros de aprendizaje. Debe lograr el discurso un avatar que organiza el flujo del pensamiento comunicado, de este modo la escritura es una serie de movimientos, cada uno breve y significativo con evidente objetivo, dando confianza al lector de tener control del discurso. Un discurso con la apariencia de espontaneidad pero con trazos sobre los objetivos que persigue, su escena no es de oratoria dado que no pretende hablar a un colectivo o audiencia, sino a un lector con pensamientos personales, interesado en el conocimiento de las disciplinas. Así, el discurso académico en un lenguaje claro y directo ofrece más que información, es decir, crea la escena de una experiencia de conocimiento guiado por un avatar.
En el discurso clásico, la formalidad se traslapa con la narración de ideas espontáneas y tejidas en sus razones por formas originales de interrogar la realidad. Esto le da frescura y revela que las conclusiones sobre su verdad no buscan imponer, sino comunicar el resultado narrativo de una actitud combativa en las ideas y que en última instancia, es el lector al evaluar los fundamentos y las razones, quién reflexiona si ese conocimiento es digno de ser considerado en algún grado de verdad.
7.15 El escritor y el lector
En su obra intitulada ¿qué es un autor?, Michel Foucault define la relación escritor y lector como algo asimétrico en ambos sentidos. El escritor es un autor que ha dicho o escrito en modo original con operaciones críticas de cadenas de razones complejas, fundamentadas y justificadas, reduciendo la incertidumbre sobre algún tema, es la consagración de la individualización como investigación auténtica y contribución original dentro de un sistema de conceptos valorados a modo único por el escritor. Este modo único es lo que provoca que el lector al no poseer estos valores epistémicos, funde su propio criterio en el texto de un modo totalmente independiente al del autor. Es decir, la relación del escrito con su autor, el sujeto creador no deja de desaparecer en todo el flujo de creación académica. La obra escrita es para el autor académico, su propia existencia en la percepción, mientras que para el lector esa percepción no está presente, por tal hecho en el lector no se comparte esta percepción y ante esto desaparece el autor, nos asegura Foucault[47].
La relación entre escritor y su obra es una experiencia juzgada dentro de la arquitectura del texto y solo él con su percepción sabe lo que su obra es. Cuando la obra está frente al lector, se prescinde del autor, desaparece dice Foucault, ese que ha pensado independientemente y plenamente lo que está diciendo, al compartirlo como experiencia de creación, el texto académico deja de ser una carta privada y se vuelve pública en la circulación de los discursos en el interior de una sociedad. Desde el autor, su texto es la frescura del descubrimiento, la mejor revisión del borrador alcanzado, donde todos los autores citados no sustituyen su propia voz, sino que le dan fuerza y muestran la convicción del escritor que dialoga con otros autores sobre algún orden de razonamientos que conducen a la verdad.
El autor académico no necesariamente abre nuevos caminos a la verdad, pero su trabajo en realidad sí responde a un desafío original presentado como texto auténtico y que prueba que logró comprenderlo con su singularidad personal y no es una copia idéntica de otras obras. Un estudiante de secundaria cuando hace la demostración de Pitágoras, no lo hace por un camino original, pero sí lo percibe de manera original. El autor considera a un lector un ser dentro de una sociedad, esa misma que comparte problemas y necesidades en correlación con su propia persona, eso es lo que garantiza que la verdad expresada en su texto se perciba como texto académico. En muchos casos, lo que paraliza al autor, es pensar de cuántas maneras puede salir mal su texto, en el sentido de presentar algo claramente y con precisión. Tal vez no lo puede ver directamente, tal vez tenga bloqueadas brechas a sus conocimientos. Ante esta situación en la que inclusivamente podríamos estar mintiéndonos a nosotros mismos, el apoyo de revisores se vuelve necesario antes de que sea publicada la obra. Los revisores nos permiten afrontar estos retos, resolviendo nuestros prejuicios sobre lo escrito, sugiriendo reconfigurar los modos en que presentamos el conocimiento al lector. Estas anticipaciones son útiles pero no absolutas, por ser imposible prever la percepción de un lector en su propia época y condición.
Los estilos por sugerencia son poderosos porque el autor se da una idea de lo que lectores potenciales creen y ello le permite reconfigurar el código para alcanzar la conclusión presentada en el texto. Un catálogo de sugerencias sería muy largo y variado. Hay otro estilo del tipo subliminal o poético que intenta que el texto sugiera implícitamente el planteamiento de problemas, sugeridos con hechos apropiados, luminosos detalles para que el lector estalle en percepción e inferencia. Los estilos místicos tan presentes en novelas, presentan la verdad como algo insinuado pero nunca absolutamente comprendido intelectualmente o expresado con precisión. Este esfuerzo místico se dirige hacia la conclusión, en donde el lector se convierte en quien con sus inferencias trabaja para revelar lo que el autor quiere sugerir.
El estilo académico sugiere, trabajar un refinamiento necesario de fundamentos, hechos y conclusiones, haciendo que con precisión se expresen las ideas. Es un modo en el que el autor hace todo el trabajo en la propia nariz del lector: ahora pensamos que necesitamos algún fundamento para hacer plausible la sugerencia hipotética, esa pieza correcta que resuelva las grietas en la explicación de los hechos observables. Pero el escritor en el estilo clásico, trabaja como un asistente que revela lo visible de la empresa intelectual, es decir, pensamiento y lenguaje son escritura sobre un modo de pensar algo frente al propio lector; el escritor clásico en la ciencia solo reporta la escritura para presentar lo ya pensado; de esta manera su texto oculta la experiencia intelectual indistinguible de la del orden de la razón como tarea de pensamiento. El texto científico es un estilo de este tipo de reporte de lo pensado, por el contrario, el texto académico procesa con énfasis la forma transparente de presentar la realidad de un conocimiento en el propio modo en el que fue construido. El estilo científico implica al valor de lo que se presenta, mientras en el estilo académico, además del valor de lo que se presenta, también valora cómo se dio la inteligencia del descubrir como parte de algo más grande que solo expresar lo plausible; clarifica la experiencia del conocimiento como una versión de una vía para conocer. Es fundamental distinguir que el texto científico es un reporte fino de lo pensado, justificado, sistematizado, y el texto académico es lo pensado, justificado, sistematizado desde un contexto de aprendizaje epistemológico en que las nuevas generaciones, puedan hacer de este discurso una experiencia del conocer erudito como fundamentalmente importante para su formación disciplinar. El estilo científico está orientado a la verdad; el estilo académico está orientado a la realidad disciplinar de alguna profesión y además, incluye en su naturaleza el propio estilo clásico de Descartes.
El texto científico no puede justificarse por adelantado, presupone justificar su presunción de verdad en una presentación de citas en las que el texto no puede leerse independientemente de las citas de referencia, este estilo implica que cualquier cosa requiere interactuar con la erudición de otros intelectuales. El escritor centra su texto en un lector que reconocerá lo valioso de manera autónoma. Este estilo intenta que las matemáticas y el texto natural tomen el lugar de la realidad, asume que la red de conceptos y convenciones necesarias para ser inteligible el texto en un proceso de lectura, están ampliamente compartidos por la comunidad epistemológica interesada en la investigación científica de esa parcela de la realidad. Por el contrario, el texto académico justifica como condición inicial los fundamentos o elementos básicos que son los ladrillos de las grandes abstracciones científicas. El texto académico es rico en precisiones conceptuales, en ejemplificaciones que permitan escalar en sentido progresivo a la abstracción requerida para plenamente explicar una teoría. Además de dar un trato diferente a la abstracción, el texto académico se preocupa porque un público más amplio logre una lectura asesorada por un avatar en un viaje epistemológico para concebir la categoría ontológica en cuestión.
Las abstracciones en el texto científico buscan ser claras y exactas desde el punto de vista clásico, la distinción entre abstracto y concreto no tiene ninguna consecuencia. Para un asesor de escritura científica es común que cierna las acciones de escritura a partir de evitar lo ejemplificado, lo pedagógico y poco concreto sobre la hipótesis en lo práctico, lo que importa no es el tema, sino más bien que el estilo se conciba como categoría ontológica con metas de producir, de objetividad, a manera breve: sintetizado y resumido como modo económico en el número de páginas para que el tiempo de lectura sea corto para evaluar relevancia y pertinencia de su contenido.
Las abstracciones en el texto académico buscan ser consecuencia de un viaje epistemológico guiado por un avatar, ser parte de los elementos fundamentales que serán más tarde cimientos de abstracciones exactas y complejas. Para un asesor de escritura académica es común que cierne sus acciones para construir sistemas de conceptos, convenciones y procesos básicos necesarios para desarrollar un tema y concebir la realidad material como racionalizable y controlable. El escritor académico parte de considerar que el lector siente curiosidad y la proyecta en una voluntad de conocer, ante ello, está dispuesto a la lectura de textos de longitudes aproximadas a rangos de 200 a 400 páginas en promedio. Sin embargo, los estilos científico y académico no son otra cosa que emplear el lenguaje y habitarlo para referirnos a algo fuera de él, es decir, la propia realidad disciplinar y la verdad; pero en ambos hay una simetría entre los términos especializados, sin embargo, una asimetría entre explicarlos en el terreno académico y emplearlo con maestría en el terreno de producir una nueva verdad científica.
En contraste a los estilos académicos y científicos, el estilo romántico presenta la realidad como concebida por ojos y corazones originales y privilegiados para que el lector pueda ver por lo que es para su propia existencia. El texto romántico en su verdad, entonces no tiene existencia independiente del escritor concreto. Para concebir con claridad y exactitud el lector examina los escurridizos pasajes que transportan la visión superior de un narrador que reinventa modos de estar por dentro del lenguaje. Poetas, novelistas y ensayistas humanistas como escritores, son asimétricos respecto a los términos acogidos por el común de los lectores. El escritor romántico se proyecta como un observador singular en el que su propia alma es garantía de originalidad. Por el contrario en el estilo científico y académico, los ojos del observador no tienen ningún privilegio, y la presentación del texto asume que con honradez, perseverancia, rigor y disciplina todo lector puede alcanzar la abstracción propuesta en el texto. En otras palabras, cualquier persona competente que está en posición para ver la abstracción, le parecerá inmediatamente reconocible el texto académico y científico, como algo capaz de ser expresado en una realidad concreta en lenguaje directo y sencillo. La abstracción no es exclusiva de algún estilo, ni por sí misma es buena o mala, pero los estilos son maneras o modos de abordarla para concebir su contenido.
7.16 Pensamiento y lenguaje
Desde una perspectiva clásica del estilo, se piensa cuando se escribe. Esto va en contra de una conexión potente y generalizada entre el concepto de escritura y el concepto de mente. Los registros del código escrito se entienden como una especie de memoria analítica externa que permitirá elaborar juicios de mayor profundidad. Y son los juicios una especie de memoria interna que procesa los registros externos de pensamiento. Los juicios son argumentos o cadenas de premisas conectadas por operadores discursivos que alcanzan una inferencia de conclusión. La escritura está pensada en jugar un rol epistemológico de conocer, pensar al escribir, es asumir ser una mente exploradora. La mente de un escritor es un papel sin fin sobre el que se escribe lo imaginado. Aquí el escritor es el pensamiento del uno mismo. El Yo es el autor de la escritura en la mente, el Yo es autor concreto que registra el proceso de pensamiento sobre la página en blanco. Ser escritor, es asumir la individualidad de esta tarea con los errores, glorias o infiernos que de ella emanen.
El estilo clásico depende en su escritura de un proceso de pensamiento. Al tener un pensamiento, es lo mismo que tener motivos para emprender una jornada de escritura. Los pensamientos son auxiliados por el acto de escribir, pero la escritura por sí sola no es pensar, sino la mente es la que está arrojada a producir razonamientos, esto significa que el pensamiento antecede a todo acto de escritura. Entre el punto final de una oración y el principio de la siguiente hay espacios en que la mente reflexiona. Es a partir de este pensamiento dado entre oraciones, que el escritor valúa sus intenciones y necesidades. Cada oración es creada como consecuencia de un pensamiento previo, así que, entre escribir y pensar hay una brecha tan grande como cocinar y servir a los comensales; entre comunicar y crear contenido. Aunque, para un observador del escritor estos dos momentos puedan parecer ocurrir de manera simétrica.
Cuando el lector contempla un texto, no es lo mismo que cuando un autor contempla la construcción de sus propias ideas. Desde el escritor pensar es ver lo desconocido, leer es ver lo explorado desde el lector. El escritor parece estar intentando hacer algo frente a sus ojos y al mismo tiempo, hacer que otros puedan ver lo que él ve. Los estilos de escritura sugieren, mientras las palabras son los ladrillos que esperan aproximarse a ser lo que el pensamiento imaginó. No hay mejores o peores palabras, simplemente maneras de expresar pensamientos particulares. Hay mejores maneras de expresar, a esa intención la llamaremos elegancia en el tratamiento de los textos escritos, con fines de mejorar su capacidad de expresar, es decir, mejora la elegancia de su propuesta de escritura.
Podemos decir sobre todo lo que es cognoscible, pero decirlo elegantemente en el texto académico o científico, es hacerlo con claridad y sencillez dentro del estilo clásico, es equiparable a escribir con elegancia. La elegancia en la escritura es un ajuste siempre posible sobre todo lo que es posible conocer inteligiblemente, ajustes entre un pensamiento y lo expresado en el texto concreto que lo intenta materializar, es asumir una escritura a base de borradores, al modo de un sistema de demostración euclidiano en que la coherencia del discurso se perfecciona. El escritor clásico elegante, hace de sus frases optimización economía y simetría entre lo pensado y lo expresado para dotar de perfección a su texto, no se compromete a forzar, sino intenta naturalidad en su flujo de pensamiento. Los escritores fallan la mayoría de las veces en sus primeros borradores, pero estos productos artesanales son vitales para ensayar la elegancia de su propia escritura. No puede haber elegancia en un escrito sin procesos de ajustes graduales entre lo pensado y lo expresado en cada uno de los enunciados, oraciones o párrafos, entre etapas de borrador y borrador que reducen lo artesanal, ganando elegancia entre cada fase de revisión.
Cuando decimos que hay versiones artesanales y elegantes de un texto, hablamos de maneras de escribir algo, sugerimos que hay muchas maneras de expresar el mismo pensamiento, cada uno con sus fortalezas y limitaciones ineludibles. Cualquier manera particular de escribir algo es el precio que se paga por poner un pensamiento bajo un compromiso de elegancia que asume consigo mismo un escritor. Los fracasos por alcanzar la elegancia, no son limitaciones del lenguaje empleado, sino la falta de recursos literarios del escritor concreto. Hay dos tipos de ajustes para alcanzar la elegancia, el primer ajuste se da al poseer un amplio léxico a nivel de frases, que permitan adaptar el discurso a cualquier pensamiento. El segundo ajuste es estructural, aquí el pensamiento es modelado como una imagen estructurada y con dirección. La estructura son imágenes esqueléticas que sostienen las ideas en modo formal y subyacen a nuestra experiencia cotidiana, son esquemas de imágenes que permiten avanzar al objetivo de escritura. Los esquemas de imágenes son metaargumentos que estructuran la discusión, el espacio semántico y las reacciones en el flujo de una trama. Al jugar con los esquemas, es que abstraemos y creamos una linealidad para el flujo de la lectura, de este modo creamos un movimiento en el espacio del texto gota a gota en el flujo de su código para el elector. Una gran cantidad de nuestros razonamientos consisten en proyecciones metafóricas de estos esquemas de imágenes discretas, continuas, abiertas, cerradas, recursivas, lineales…, en las que el prototipo de verdad viene estructurado mediante un esquema de alguna combinación reconocible en extensión, forma e interacción tales como: poema, síntesis, reseña, resumen, tesis, revisión, ensayo, semblanza.
La expresión de un texto, es la forma o imagen que gobierna las frases y parágrafos que integrarán el contenido. Una frase puede ser pensada como continuidad, aproximación, puntero a algo, movimiento de alternancia entre alternativas, premisa necesaria para mayor abstracción, pausa para refinar y precisar un pensamiento…, si Usted quiere dominar y ampliar sus recursos fraseológicos, debe aprender a observarlos en los roles que juegan en textos que lee para alimentar su obra. El texto artesanal, lo define un desalineamiento entre lo pensado y lo expresado por el lenguaje escrito. La mayoría en su primer borrador escribe sus sentencias o proposiciones alineadas a sus esquemas básicos de la imagen, logrando una prosa monótona; por otro lado, escritores con conocimientos avanzados en prosa elegante, conscientemente desalinean las oraciones buscando nuevas formas para el lenguaje, como resultado nos provocan visiones locales anidadas entre el texto tan originales como sublimes.
7.17 Innovación educativa
Los hablantes del español, tienen que asumir nuevos roles y participar con conocimientos en cuando se integran y se forman en los centros educativos. Ellos encuentran desafíos, necesitan la habilidad para escribir y leer en nuevos géneros desconocidos para ellos y participar en nuevos discursos de mayor rigor. El discurso para propósitos académicos (DPA), es el verdadero factor de la innovación educativa. Dentro de este discurso, fluye el diseño de la experiencia de aprendizaje, los cuerpos de discusión de las ideas, las estructuras lingüísticas como característica de cada disciplina, la prosa discursiva del texto académico es dotada de un avatar que conversa y guía al aprendizaje.
El DPA fue acuñado por Tim Johns en 1974[48], fue impulsado como medio para acelerar el crecimiento lingüístico de la adquisición del discurso académico como demostración del desempeño y logros académicos[49]. En la actualidad es la fuerza fundamental de la innovación educativa, como una fuerza de fundamentos discursivos de la literatura académica. Es el compromiso de la innovación educativa renovar y crear potentes discursos académicos dentro de libros que serán el material de los estudiantes que les permitirán ganar soberanía intelectual. No solo ayuda a los académicos para redactar conferencias, ponencias…, además, permite ganar comprensión discursiva de los estilos de las disciplinas y navegar con éxito en el aprendizaje discursivo de los estudiantes[50].
El discurso de propósito académico moderno amplia sus exigencias en el campo del control de las características de coherencia, cohesión, síntesis, elegancia de todo texto de ingeniería y ciencias. En las innovaciones curriculares de los planes modernos de las más prestigiosas universidades. El PDA aparece como el diseño curricular que responde a las exigencias más complejas del sistema de escritura, diversifica los diferentes modos de conocimiento escrito y profundiza en el discurso objetivo de la academia. Ahora existe una conciencia creciente de que los estudiantes, tienen que asumir nuevos roles creativos y críticos en su participación académica. Asistidos por una saludable literatura académica creada por sus profesores, los estudiantes sistemáticamente aterrizan sus ideas sobre estructuras de proposiciones y cadenas de razonamiento. Es decir, la lingüística aplicada al discurso académico permite crear ensayos, hipótesis, planteamientos de problemas, discusiones, análisis de datos, revisiones de literatura, disertaciones…, enriqueciendo el contexto académico como práctica pedagógica donde las innovaciones educativas pasan por el desarrollo de discursos originales y potentes instrumentos de innovadores estilos de aprendizaje[51].
El discurso académico surgido con fuerza por Descartes y las imprentas de las universidades de la ilustración, han creado editoriales académicas y la figura del profesor escritor. El desempeño internacional académico es el estándar de referencia para la literatura que producen los centros educativos[52]. En esta medición se considera que el discurso académico tiene presente todo el real poder educativo de su comunidad, en él se hacen presentes sus tradiciones intelectuales, las escuelas del pensamiento, la cultura científica de sus tradiciones, la oferta disciplinar como arquitectura original de sus egresados y lo más importante, es un indicador de la soberanía intelectual conque egresan sus estudiantes. La producción del texto académico es considerado un indicador de la salud del desempeño académico de los centros educativos modernos[53].
Esta orientación de la innovación educativa centrada en la creación del texto académico, implica resolver la debilidad de la práctica de su escritura entre profesores y estudiantes. La asunción subyacente a esta práctica es que hay una alfabetización del discurso académico necesario y permanente para el buen éxito. Este punto de vista, hace necesarios programas permanentes y multinivel en competencias sobre escritura creativa. En los entornos educativos, el aprendizaje del discurso académico requiere tiempo, recursos y cooperación de toda la comunidad respecto a especialistas en epistemología, sistema de escritura, teoría literaria y en espacial en el proceso de escritura creativa dentro del currículo.
La innovación educativa, entendida como discurso literario, es la creación de texto académico, es un discurso que materializa la propuesta de una experiencia de aprendizaje de algún tópico de estudio. La experiencia no es lo mismo que la sensación o la percepción. Es un discurso en el que se dialoga con juicios y pensamientos. El discurso académico es el contenido de la oferta educativa que los profesores crean para guiar la experiencia de aprendizaje del estudiante. Este discurso formalizado como estilo, por Descartes e iniciado por Sócrates y Platón, son cuerpos de discusión, justificación, demostración y prácticas de las disciplinas, trayendo a conciencia un diálogo narrativo que guía al estudiante. A diferencia del texto científico que tiene como fin último la verdad, el discurso académico tiene como fin la formación educativa de profesionales, pensadores y ciudadanos a los que se hereda el oficio de Sócrates sobre la razón justificada y la creatividad de las ideas.
¿Qué pasaría si los estudiantes fueran valorados por sus diversos talentos y no solo por nuestro modelo tradicional de "inteligente en el contenido”? ¿Qué pasaría si pudiera la educación crear nuevas y mejores experiencias de conocimiento para aquellos a quienes servimos? ¿Qué pasaría si pudiera inspirar a los estudiantes a aprender, descubrir sus pasiones y compartir sus ideas con el mundo? Significa solo una cosa, que la innovación educativa es la tarea de producir nuevos discursos para la experiencia del aprendizaje[54].
Ante la explosión de nuevas tecnologías de la comunicación y la información TIC’s, la innovación educativa cayó en la demagogia de presentar a la tecnología como factor clave de las innovaciones educativas. Esta distorsión la denuncian los pedagogos como una era de apagón pedagógico en los centros educativos[55]. Es decir, el llamado internacional para enfrentar al apagón pedagógico, es un retorno a considerar la calidad educativa como un asunto de crear innovadores discursos académicos públicos en forma de literatura curricular, como propuesta de cambio ante los desafíos de la educación en la cuarta transformación industrial. El dominio de la escritura creativa y la epistemología del discurso objetivo adquieren particular relevancia en esta época de cambios acelerados.
En conclusión, toda experiencia académica que se transmite, está mediada por una narrativa al estilo clásico de Descartes y es el elemento que proyecta la interface de simplicidad con la complejidad. El discurso académico es el mediador de transmisión del progreso ético de la habilidad intelectual curricular. En respuesta a este argumento, las editoriales académicas, son instituciones que agregan al mercado democrático de la educación la oferta de una economía del conocimiento, valiosa y pieza de identidad de las comunidades académicas. Bertrand Russell estableció claros límites entre el discurso del conocimiento proposicional científico búsqueda de la verdad y el discurso académico como discurso para adquirir conocimiento de formación intelectual. Para Russell, esta diferencia de estilo es condición para entender el papel de los académicos para crear cuerpos de texto, con sensualidad vivaz para seducir a la razón, manifestar la experiencia humana de enfrentar la búsqueda de la verdad y narrar con intensidad de efecto, las experiencias académicas[56].
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