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Claridad discursiva
Claridad discursiva
La claridad discursiva es una cualidad fundamental de la comunicación eficaz que se refiere a la capacidad de expresar ideas de manera ordenada, precisa y comprensible para el receptor. Implica que el mensaje sea transparente, que su estructura interna pueda seguirse con facilidad y que no existan ambigüedades que obstaculicen la interpretación. Para lograr claridad discursiva, el emisor debe seleccionar palabras adecuadas, construir oraciones coherentes, mantener una secuencia lógica y articular sus argumentos con cohesión. En esencia, la claridad discursiva constituye un puente que facilita la circulación del sentido entre quien produce un texto y quien lo interpreta (Cassany, 2006).
Este concepto está estrechamente relacionado con la coherencia y la cohesión, dos propiedades del discurso que permiten dar unidad y fluidez a las ideas. La coherencia se refiere a la relación lógica entre los enunciados y a la organización global del texto; la cohesión, por su parte, se manifiesta en los mecanismos lingüísticos —como pronombres, conectores y repeticiones controladas— que unen las partes del discurso. Cuando ambas dimensiones funcionan de manera equilibrada, la claridad discursiva se fortalece, ya que el lector puede reconstruir con facilidad la intención comunicativa del autor (van Dijk, 2014).
Un componente esencial de la claridad discursiva es la planificación del mensaje. Antes de escribir o hablar, es necesario definir el propósito comunicativo, identificar a la audiencia y seleccionar el registro lingüístico adecuado. Esta anticipación ayuda a evitar divagaciones, repeticiones innecesarias o saltos abruptos en la exposición. Además, la claridad depende de la precisión terminológica: utilizar conceptos apropiados y evitar vaguedades permite transmitir el contenido con mayor exactitud. En contextos académicos, científicos o profesionales, esta precisión es indispensable para garantizar el rigor del discurso.
La claridad discursiva no debe entenderse como simplificación excesiva, sino como la capacidad de presentar ideas complejas de manera accesible sin perder profundidad. Lograr esta cualidad requiere habilidades de pensamiento crítico, ya que implica distinguir lo esencial de lo accesorio, organizar la información jerárquicamente y presentar los argumentos en un orden que favorezca su comprensión. También implica un proceso de revisión: releer y reescribir son estrategias claves para detectar ambigüedades, lagunas argumentativas o errores gramaticales que puedan afectar la claridad.
En la comunicación oral, la claridad discursiva se relaciona con el uso de entonación, pausas y ritmo adecuados, así como con la capacidad de modular la voz para enfatizar puntos importantes. En la comunicación escrita, se manifiesta a través de párrafos bien estructurados, títulos y subtítulos pertinentes, y un uso cuidadoso de conectores discursivos que orientan al lector en el recorrido interpretativo.
En síntesis, la claridad discursiva es una competencia central para cualquier práctica comunicativa, ya que permite transmitir ideas de forma eficaz, construir argumentos sólidos y generar textos comprensibles y coherentes. Su dominio es esencial en ámbitos académicos, profesionales y cotidianos, pues garantiza que el conocimiento pueda compartirse de manera precisa y accesible.
Referencias
Cassany, D. (2006). Reparar la escritura: Didáctica de la corrección de lo escrito. Graó.
van Dijk, T. A. (2014). Discurso y conocimiento. Gedisa.
