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Este libro corresponde a la asignatura “Lenguaje y Comunicación I: Leer y escribir para pensarnos” del Sistema Nacional de Bachillerato de la Nueva Escuela Mexicana, dentro del Marco Curricular Común de la Educación Media Superior, Modelo Educativo 2025. Inicia con una reflexión sobre el papel contemporáneo de la lectura atenta, como un elemento de nivelación que sitúa a todos los estudiantes en el mismo punto de partida.
Se basa en el aprendizaje a través de la disertación, en contraste con una mentalidad mecanicista o memorística. Enfatiza temas como los géneros literarios; la narrativa como estructura de coherencia, claridad y concordancia; y precisa aspectos fundamentales de la argumentación, la puntuación y la sintaxis. Esto permite avanzar con mayor solidez y rapidez a lo largo del currículo convencional, preparando a los estudiantes para cursos avanzados de redacción e investigación documental en las ciencias e ingeniería.

Entre los temas que se discuten se encuentran:
▪ Reflexión sobre la escritura y la lectura en el avance científico.
▪ Propiedades de un texto: claridad, coherencia y concordancia.
▪ Tipos de párrafo: descriptivo, narrativo y argumentativo.
▪ Puntuación, sintaxis y toma de notas.
▪ Conectores: causales, comparativos y de adición.
▪ Síntesis y opinión crítica del contenido de una lectura; lectura en voz alta.
▪ Presentación de diapositivas y elaboración de mapas conceptuales para la síntesis de textos.

¿Por qué aprender a pensar escribiendo?

Pensar no siempre ocurre en silencio. Muchas veces, el pensamiento verdadero nace cuando la palabra se arriesga a existir sobre la página. Aprender a pensar escribiendo es descubrir que la mente no solo razona: también traza, borra, ensaya, se equivoca, vuelve a empezar. La escritura no es un simple vehículo del pensamiento; es su laboratorio más íntimo. Escribimos no solo para decir lo que pensamos, sino para descubrir qué pensamos realmente.

En la vida cotidiana creemos que primero pensamos y luego escribimos. Sin embargo, la experiencia intelectual demuestra lo contrario: al escribir, el pensamiento se ordena, se vuelve visible, se problematiza. Como señala Vygotsky (2007), el lenguaje no solo expresa ideas ya formadas, sino que participa activamente en su construcción. Pensar escribiendo es, entonces, una forma de pensamiento en acción, un proceso vivo donde la mente se observa a sí misma mientras crea.

La escritura obliga a la claridad. Las ideas vagas pueden sobrevivir en la mente durante mucho tiempo, pero en la página se revelan frágiles, incompletas o contradictorias. Escribir es someter el pensamiento a una prueba de rigor. Quien escribe descubre pronto que no basta con “sentir que entiende”; debe demostrarlo con palabras precisas. En este sentido, aprender a escribir es aprender a pensar con orden, estructura y responsabilidad intelectual.

Pero escribir no solo afina la lógica: también profundiza la conciencia. Cuando el sujeto escribe, se escucha. Aparecen preguntas que antes estaban ocultas, dudas que parecían certezas, emociones que no sabían nombrarse. Montaigne (2007) convirtió la escritura en un ejercicio de autoexploración: escribir era ensayarse, ponerse a prueba, conocerse en el movimiento de las ideas. Aprender a pensar escribiendo es aprender a mirarse con lucidez.

En el ámbito educativo, esta relación entre escritura y pensamiento es decisiva. No se trata solo de cumplir tareas académicas, sino de formar una mente capaz de analizar, argumentar y dialogar. Carlino (2005) ha demostrado que escribir no es una habilidad secundaria, sino una herramienta central para aprender en cualquier disciplina. Quien escribe comprende mejor, porque reorganiza el conocimiento, lo hace propio, lo vuelve significativo.

Además, escribir enseña a sostener una idea frente a otras. En la oralidad, los argumentos pueden desvanecerse; en la escritura, quedan expuestos. Aprender a pensar escribiendo implica aprender a dialogar con autores, con tradiciones, con lectores invisibles que cuestionan desde el futuro. Cada texto es una conversación diferida donde el pensamiento aprende humildad: puede ser corregido, refutado, ampliado.

En tiempos dominados por la comunicación instantánea, escribir lentamente se ha vuelto un acto casi subversivo. La cultura digital favorece la reacción rápida, la opinión inmediata, la frase corta. La escritura reflexiva, en cambio, exige pausa, revisión, silencio. Aprender a pensar escribiendo es resistirse a la superficialidad, es apostar por una comprensión que no se agota en el primer impulso. Como advierte Byung-Chul Han (2014), el exceso de información no garantiza más comprensión; muchas veces produce solo dispersión.

Hay también una dimensión ética en la escritura. Escribir compromete. Poner una idea en palabras es asumir la responsabilidad de su sentido y de sus efectos. No es lo mismo pensar un juicio que hacerlo público mediante la escritura. Aprender a pensar escribiendo es aprender a responder por lo que se dice, a cuidar la palabra como forma de respeto al otro.

Pero quizá la razón más profunda para aprender a pensar escribiendo sea su vínculo con el sentido de la experiencia. Escribimos para no olvidar, para comprender el dolor, para darle forma al amor, para narrar la pérdida, para rescatar instantes que de otro modo se disolverían. La escritura convierte la vida en significación. Ricoeur (2004) señala que narrar es una forma de comprender el tiempo humano; escribir es una manera de darle inteligibilidad a nuestra existencia.

Pensar escribiendo es también una forma de libertad. Frente al pensamiento impuesto, estandarizado, repetido, la escritura permite construir una voz propia. No se trata de originalidad superficial, sino de una apropiación consciente del mundo. Quien escribe decide qué mirar, cómo nombrar, qué callar. En ese gesto se juega una forma de autonomía intelectual.

Aprender a pensar escribiendo no convierte automáticamente a nadie en escritor profesional, pero sí en un sujeto más despierto, más crítico, más atento a sus propias ideas. Es una práctica lenta, exigente, a veces incómoda. Sin embargo, sus frutos son duraderos: claridad, profundidad, memoria, conciencia. Pensar escribiendo es aprender a habitar el pensamiento con dignidad.

Por eso, escribir no es un simple ejercicio escolar. Es una forma de pensar con el cuerpo, con el ritmo de las frases, con el pulso del sentido. Aprender a pensar escribiendo es aprender a existir con palabras.

Referencias

Byung-Chul Han, B. (2014). En el enjambre. Herder.

Carlino, P. (2005). Escribir, leer y aprender en la universidad. Fondo de Cultura Económica.

Montaigne, M. de. (2007). Ensayos. Porrúa.

Ricoeur, P. (2004). Tiempo y narración I. Siglo XXI.

Vygotsky, L. S. (2007). Pensamiento y lenguaje. Paidós.