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Coherencia discursiva
Coherencia discursiva
La coherencia discursiva es una propiedad fundamental del texto que se refiere a la relación lógica, semántica y estructural entre las ideas que lo componen. Un discurso coherente es aquel en el que cada enunciado se conecta de manera pertinente con los anteriores y los posteriores, permitiendo que el lector reconstruya un sentido global unificado. La coherencia no depende únicamente de la gramática, sino de la organización conceptual: implica una progresión temática ordenada, un enfoque constante y la ausencia de contradicciones internas (Beaugrande & Dressler, 1997).
En términos prácticos, la coherencia discursiva se manifiesta cuando el texto responde a preguntas fundamentales como qué se dice, por qué se dice y cómo se relaciona cada parte con el conjunto. Para ello, el escritor debe seleccionar información relevante, jerarquizar ideas y articularlas según un plan discursivo claro. Existen diversas formas de estructurar la coherencia, como la secuencia cronológica, la relación causa–efecto, la comparación, la ejemplificación o la argumentación. La clave es mantener una unidad temática que permita al lector seguir el hilo conductor sin perderse en digresiones innecesarias.
Un elemento esencial de la coherencia es la adecuación entre las ideas y el propósito comunicativo. Todo texto responde a una intención —informar, persuadir, narrar, analizar, describir— y su coherencia depende de que las partes contribuyan a ese propósito. De igual manera, la coherencia está vinculada con las expectativas del lector, quien interpreta el discurso siguiendo conocimientos previos y esquemas cognitivos que facilitan la comprensión. Por ello, un texto coherente debe anticipar posibles dudas y satisfacer las necesidades informativas del destinatario (van Dijk, 2014).
Si bien la coherencia es distinta de la cohesión, ambas propiedades están estrechamente relacionadas. La cohesión alude a los mecanismos lingüísticos que conectan formalmente las oraciones —como pronombres, conectores discursivos y elipsis—, mientras que la coherencia se ocupa de los vínculos conceptuales y lógicos entre las ideas. Un texto puede ser cohesivo pero no coherente si las ideas no guardan una relación significativa entre sí. De igual forma, un texto puede parecer coherente gracias a su estructura conceptual, pero requerirá cohesión para que la organización sea visible en la superficie lingüística.
La coherencia discursiva también se construye a través de recursos como la introducción clara del tema, la delimitación de subtemas, la transición lógica entre secciones y la conclusión que retoma o sintetiza las ideas principales. En textos académicos y argumentativos, esta organización es crucial para la credibilidad, ya que permite que el lector reconozca el desarrollo del razonamiento y evalúe sus fundamentos.
Desde una perspectiva pedagógica, la coherencia se enseña a través de la planificación, la lectura crítica y la reescritura. Los escritores novatos suelen enfrentar dificultades porque tienden a yuxtaponer ideas sin establecer su relación. Por ello, la revisión del texto es indispensable: permite detectar saltos lógicos, contradicciones, repeticiones y omisiones que afectan la continuidad del discurso.
En síntesis, la coherencia discursiva es la columna vertebral del sentido textual. Garantiza que las ideas avancen en una dirección clara, que el contenido sea interpretable y que el lector pueda comprender la intención del autor sin obstáculos conceptuales. Sin coherencia, el discurso se fragmenta; con ella, se convierte en una unidad significativa capaz de comunicar eficazmente.
Referencias
Beaugrande, R. de, & Dressler, W. U. (1997). Introducción a la lingüística del texto. Ariel.
van Dijk, T. A. (2014). Discurso y conocimiento. Gedisa.
