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Primer semestre: Filosofar y la perspectiva humanista

Este libro corresponde a la asignatura “Pensamiento Filosófico y Humanidades I: El ejercicio de filosofar y la perspectiva humanista” del Sistema Nacional de Bachillerato de la Nueva Escuela Mexicana, dentro del Marco Curricular Común de la Educación Media Superior, Modelo Educativo 2025. Inicia con conceptos sobre la naturaleza del pensamiento filosófico y aborda la actividad de generar preguntas, así como las categorías de problemas filosóficos, como un elemento de nivelación que sitúa a todos los estudiantes en el mismo punto de partida.
Se basa en el aprendizaje a través de la disertación, en contraste con una mentalidad mecanicista o memorística. Enfatiza temas como la teoría del conocimiento, la verdad, la razón, la posteridad del pensamiento y los sesgos cognitivos. Esto permite avanzar con mayor solidez y rapidez a lo largo del currículo convencional, preparando a los estudiantes para cursos avanzados en metodologías de las ciencias e ingeniería.

Entre los temas que se discuten se encuentran:

▪ La naturaleza del pensamiento filosófico.
▪ La formulación de preguntas.
▪ El sentido de la vida humana.
▪ Teoría del conocimiento.
▪ Procesos de discusión de las ideas.

¿Por qué aprender filosofía?

Aprender filosofía es aprender a mirarse a uno mismo con radical honestidad. En una época dominada por la inmediatez, el consumo acelerado de información y la promesa de respuestas rápidas, la filosofía aparece como un acto de resistencia: invita a detenerse, a dudar, a preguntar de nuevo allí donde todo parece ya resuelto. No se trata únicamente de adquirir conocimientos históricos sobre Platón, Aristóteles o Kant, sino de ejercitar una forma de vida basada en la reflexión crítica, la búsqueda de sentido y la responsabilidad intelectual. Aprender filosofía es, en última instancia, aprender a pensar con profundidad.

Desde sus orígenes en la Grecia antigua, la filosofía nació como una respuesta al asombro. Aristóteles afirmaba que los seres humanos comienzan a filosofar movidos por la admiración ante el mundo (Aristóteles, 1998). Ese asombro no ha desaparecido: seguimos preguntándonos qué es la verdad, qué es el bien, qué significa ser libres, qué es real y qué es aparente. La diferencia es que hoy esas preguntas suelen quedar sepultadas bajo la rutina, la prisa y las narrativas prefabricadas. La filosofía reaparece entonces como una invitación a recuperar el asombro perdido.

Aprender filosofía es aprender a desconfiar de lo evidente. En un mundo saturado de opiniones, la filosofía enseña a distinguir entre creer y saber, entre argumentar y repetir, entre pensar y suponer. Como señala Bertrand Russell (2010), el valor de la filosofía no radica en ofrecer respuestas definitivas, sino en ampliar el horizonte de lo pensable, en mostrar que aquello que parecía obvio puede ser cuestionado. Este ejercicio de duda no debilita al individuo; al contrario, lo fortalece, pues lo libera de dogmas y certezas impuestas.

Además, la filosofía desarrolla una habilidad crucial para la vida personal, profesional y social: el pensamiento crítico. Pensar críticamente no consiste en criticar por costumbre, sino en evaluar razones, reconocer supuestos, detectar contradicciones y argumentar con rigor. En tiempos de posverdad, noticias falsas y manipulación digital, esta capacidad se vuelve una herramienta de supervivencia intelectual. Quien ha sido formado filosóficamente no acepta con facilidad lo primero que escucha; pregunta, contrasta, analiza. Aprender filosofía es, por tanto, aprender a defenderse de la mentira.

Pero la filosofía no solo afina la razón: también educa la sensibilidad moral. Preguntas como “¿qué debo hacer?”, “¿qué es una vida buena?” o “¿qué le debo al otro?” atraviesan la historia del pensamiento ético. Estudiar filosofía significa confrontarse con dilemas reales: la justicia, la libertad, la dignidad humana, el poder, la violencia, la responsabilidad. Como sostiene Arendt (2002), el pensamiento no es un lujo abstracto, sino una condición para evitar la banalidad del mal. Pensar es resistir la obediencia ciega.

En el ámbito académico y profesional, la filosofía ofrece una formación transversal. Quien estudia filosofía aprende a leer con atención, a escribir con claridad, a argumentar con precisión y a dialogar con respeto. Estas competencias son valiosas en cualquier disciplina: derecho, educación, psicología, ciencias, comunicación o política. En un mundo laboral que cambia vertiginosamente, donde muchas profesiones se transforman o desaparecen, pensar bien se convierte en una de las habilidades más duraderas.

Pero hay una razón más profunda para aprender filosofía: su vínculo con el sentido de la existencia. La filosofía no se conforma con explicar cómo funcionan las cosas; quiere comprender por qué y para qué vivimos. Viktor Frankl (2004) mostró que la búsqueda de sentido es una de las fuerzas más poderosas del ser humano. La filosofía acompaña esa búsqueda no con recetas, sino con preguntas que iluminan la interioridad y ensanchan la conciencia.

Aprender filosofía no es acumular teorías, sino entrar en diálogo con las grandes preguntas que atraviesan la historia humana. Es aprender a habitar la duda sin caer en el vacío, a buscar sin fanatismo, a pensar sin miedo. Es una educación para la libertad, porque solo es verdaderamente libre quien ha aprendido a examinar sus propias creencias.

En un mundo que exige resultados rápidos, la filosofía propone paciencia; frente a la superficialidad, profundidad; frente al ruido, silencio reflexivo. Aprender filosofía no garantiza éxito inmediato, pero sí algo más valioso: una mente despierta, una conciencia crítica y una vida intelectual más digna. Por eso, aprender filosofía no es un lujo académico; es una necesidad humana.

Referencias

Arendt, H. (2002). Responsabilidad y juicio. Paidós.

Aristóteles. (1998). Metafísica (V. García Yebra, Trad.). Gredos.

Frankl, V. (2004). El hombre en busca de sentido. Herder.

Russell, B. (2010). Los problemas de la filosofía. Alianza.